Re: La Sanidad
Oso,
Disculpe cuan grande el tema abajo. Lo escribí hace tiempo y aquí lo pongo para ti y otros.
El tema de la soberanía de Dios puede resultar confuso para algunas personas. El problema comienza con la definición de "Soberano.” El diccionario incluye palabras como: Supremo, superlativo en calidad, ascendencia indiscutible, ilimitada, disfrutando autonomía, libre de control externo. En ninguna de estas definiciones observan implicaciones de control activo sobre todos los eventos.
Entendemos que la soberanía de Dios quiere decir que Dios, no el hombre, es responsable por crear y sostener todas las cosas, y que Dios tuvo el privilegio de establecer las leyes y los límites de Su creación. No obstante, una vez creada y establecida, Dios mismo está confinado a lo que Su Palabra ha decretado. Es aquí donde muchos se confunden.
Algunos ven a Dios como caprichoso y sin reglas de conducta. En otras palabras, como si hiciera lo que bien le parece. Lo ven actuando de acuerdo a caprichos, interviniendo donde le place e ignorando situaciones que no le interesan. A lo largo de esta exposición demostraré por qué no estoy de acuerdo con esta visión.
Para poder entender cómo la soberanía de Dios afecta Su creación debemos regresar al principio. En Génesis vemos como Dios creó todo por Su Palabra. El estableció orden y límites. Todas las cosas vivientes tienen la habilidad para reproducirse, pero sólo conforme a su 'género'. Los Pinos siempre reproducirán Pinos y los perros siempre reproducirán perros. Aunque Dios es "soberano", El no va a cambiar el orden que ya estableció. El hacer tal cosa, lo descalificaría como Dios, puesto que Su Palabra no sería inmutable.
Cuando Dios creó al hombre, lo creó a Su propia imagen. Esto quiere decir que el hombre tenía la habilidad de Dios y la capacidad de Dios. El hombre era capaz de pensar los pensamientos de Dios, sentir las emociones de Dios, hablar las palabras de Dios y hacer las obras de Dios. (Salmo 8) El hombre fue creado con la identidad de Dios (imagen), investido con Su autoridad (dominio), bendecido con Su habilidad (bendición) y comisionado con Su trabajo (propósito), para subyugar la tierra, ser fructífero y multiplicarse. (Gen. 1:26-28).
El Salmo 115:16 declara Dios le dio la tierra a los hijos de los hombres. Su plan era que el hombre derivara su vida de Dios y cumpliera Su propósito en armonía con Dios. No obstante, el hombre pecó. Ese pecado efectivamente "desconectó" al hombre de Dios. Este perdió su identidad, su autoridad, su bendición y su propósito. Casi podemos decir en otras palabras que de pronto Dios se encontró Asimismo en la parte de afuera mirando hacia adentro. El le había otorgado la tierra al hombre, y el hombre por el pecado se la había cedido al diablo (vea Lucas 4:5-6). Dios sigue siendo El Señor y dueño de Su creación, pero su ''ocupante" rompió el contrato. No obstante el tiempo de ese contrato sigue vigente.
Ahora, para que Dios interviniese en el curso de este mundo, El tenía que hacer arreglos o pactos con los hombres. Sin entrar en muchos detalles aquí, podemos encontrar muchos pactos a través de La Biblia, lo que le permitió a Dios lidiar con el hombre y en ocasiones juzgar el pecado. Para que haya un pacto tiene que ser derramada sangre, y fue así que un sistema de sacrificios fue utilizado. El primer sacrificio sucedió en el Huerto del Edén, donde Dios vistió a Adán y a Eva con piel de animales. Animales tuvieron que morir y sangre fue derramada para poder cubrir la desnudez de Adán y de Eva.
¿Será que Dios controla activamente nuestras vidas, o que activamente permite eventos para "perfeccionarnos?” Nuevamente, regresaremos al principio para encontrar ayuda. El hombre, creado a imagen de Dios, tenía libertad propia. Era necesario que el hombre tuviese la libertad de escoger porque Dios no quería una creación de robots, sino hombres y mujeres que le amasen por propia decisión. Para que esa voluntad propia existiera tuvo que haber una opción a la desobediencia. Esa opción fue el árbol del conocimiento del bien y el mal.
Vemos que Dios no intervino para detener a Adán y a Eva a fin de no pecara, ni siquiera El detuvo a la serpiente de seducir a Eva. El no lo hizo porque no pudo. El había dado la tierra al hombre y le dijo que la subyugara y la guardara. Dependía de Adán tomar el control pero falló. Dios no lo detuvo, aunque El sabía las consecuencias terribles que serían soltadas sobre la creación.
Cuando Caín tuvo celos de su hermano y lo asesinó, Dios no intervino. Este fue el primer asesinato, la primera tragedia que sucedió desde la caída. ¿Por que no paró Dios ese asesinato? ¿Por qué no protegió al fiel e inocente Abel de una muerte terrible? El hecho de que Dios no interviniera revela mucho. Dios está limitado por Su Palabra. El no es menos soberano por ello, pero Su soberanía había decretado que la tierra pertenecía al hombre. Y el hombre había sido cortado de la vida de Dios. Por tanto, Dios estaba confinado por Su Palabra para no hacer nada.
Mientras seguimos este razonamiento a través de La Biblia, vemos que Dios establece pactos y exhorta al hombre a escoger vida y a obedecer para poder ser bendecido. Esa es la voluntad de Dios, pero el hombre no siempre (mejor dicho, "casi nunca") hace lo que Dios quiere. Por consecuencia, el hombre sufre.
Para poder redimir la raza humana y tener éxito en Su propósito de tener una familia creada a Su Imagen que le amase por su propia voluntad, Dios tenía que buscar a un hombre perfecto quien pudiera vencer el pecado (vivir una vida perfecta), vencer al enemigo y vencer la muerte. Ningún hombre es capaz de hacerlo. Todos nacieron con una naturaleza pecaminosa y por lo tanto están sujetos al pecado, al diablo y a la muerte.
Por tanto, Dios se hizo hombre y nació sin pecado. El fue tentado en todos los aspectos pero no pecó, venció al diablo en una confrontación cara a cara, y venció la muerte al resucitar de nuevo. Esta victoria de redención ahora abre el camino para que todos aquellos que creen, lleven nuevamente Su imagen, tengan Su autoridad, reciban Su bendición y cumplan Su propósito.
Los eventos que se llevan a cabo en el mundo y en nuestras vidas, se pueden dividir en dos categorías: aquellas cosas que suceden en nuestra esfera de influencia y aquellas que suceden fuera de nuestra esfera de influencia.
Debemos recordar ciertas cosas para poder alcanzar un nivel de entendimiento acerca de qué es qué .
En primer lugar, todos los hombres continúan teniendo libre albedrío. Eso incluye a pecadores. Todo hombre tiene que escoger obedecer o desobedecer y vivir conforme a la carne si eso es lo que quieren. Esas decisiones aunque no sean la voluntad de Dios pueden afectar a aquellos a su alrededor. Los hombres pueden escoger mentir, robar, matar, embriagarse y manejar, abusar a sus esposas, etc. Ninguna de estas cosas son lo que Dios quiere, ni son lo Dios necesita para cumplir Sus propósitos. No fueron necesarias en el principio, antes del pecado, y no lo son ahora. No obstante, existe gente malvada y provocan sufrimientos en aquellos que los rodean.
En segundo lugar, vivimos en un mundo que todavía está bajo la influencia del diablo. Pablo lo declara como el dios de este mundo (2 Cor. 4:4) y Jesús dijo que el diablo vino a hurtar, matar y destruir (Juan 10:10). Juan proclamó que el mundo entero estaba bajo su influencia (1 Juan 5:19). Este reino de tinieblas tampoco es la voluntad de Dios, no obstante, existe. Aquellos que reciben Su redención por fe son trasladados del reino de las tinieblas, al Reino de Dios (Col. 1:13). Ellos están capacitados para vivir por fe y andar en vida abundante si así lo desean.
En tercer lugar, debemos entender que el mismo planeta ha sido sujeto a la corrupción (Rom. 8:20). En el diluvio de Noé el planeta fue sacudido desde sus cimientos en tanto que las profundidades se rompieron y los continentes se dividieron. Un cambio tremendo se llevó a cabo a tal punto que dejó al planeta inestable y dramáticamente diferente de su estado original. Ahora existen terremotos, tornados, huracanes, sequías, inundaciones e incendios que traen destrucción a millones de personas. Estos no representan la voluntad de Dios. El no los envía ni los necesita. Todo eso trae muerte y destrucción; no vida y paz.
El libre albedrío del hombre pecador, el gobierno de Satanás y la inestabilidad del planeta, todas estas, son cosas que están fuera de nuestra esfera normal de influencia; sucederán aunque Dios no esté involucrado. Sufrimiento y muerte no son la voluntad de Dios. El nos ha comisionado a ir por todo el mundo a predicar el evangelio de Su amor. No tiene sentido pensar que Dios está matando la misma gente que nosotros debemos alcanzar.
Dentro de nuestra esfera de influencia, nosotros si tenemos la autoridad y podemos tener dominio. Primero, tenemos autoridad sobre nuestras mentes. Podemos derribar toda atadura y pensamiento que viene en contra de La Palabra de Dios (2 Cor, 10:5). Somos responsables de renovar nuestras mentes (Rom, 12:2) para que podamos saber la voluntad de Dios que es buena, agradable y perfecta.
Segundo, tenemos autoridad sobre enfermedades y sufrimientos físicos. Hemos sido investidos con poder de lo alto y comisionados a sanar a los enfermos. También, podemos hablar a los elementos y reprenderlos tal como Jesús reprendió la tormenta. El no reprendió todas las tormentas aquella noche, solamente la que le estaba afectando en ese momento. Nosotros podemos hacer lo mismo. También, tenemos autoridad para orar que Dios levante obreros para enviarlos a la cosecha a alcanzar a nuestros seres queridos con La Palabra de Dios.
Además, podemos casarnos sabiamente y criar a nuestros hijos en la amonestación del Señor. Tenemos los principios Bíblicos en cuanto a cómo manejar nuestras finanzas y cómo soltar el poder de dar y recibir en nuestras vidas.
Aún se nos ha dado autoridad sobre el enemigo si nos saliera al encuentro. Podemos someternos a nosotros mismos a Dios, resistir al diablo y que éste huya de nosotros. (Santiago 4:7)
No podemos determinar nuestro porvenir, pero sí podemos determinar cómo reaccionaremos ante él. Las tormentas de nuestra vida pueden ser diferentes a las suyas, pero hemos sido equipados por Dios para vencer y caminar en victoria. No podemos declarar que nuestras fallas son producto de que Dios está lidiando con nosotros. Eso sería injusto para Dios. El nos ha dado Su Nombre, Su Espíritu, Su Palabra, Su Armadura, Su Nuevo Pacto, Sus Promesas, las llaves del Reino y la autoridad para atar y desatar. Si fallamos, no es Su culpa, "Mi pueblo fue destruido por falta de conocimiento" (Oseas 4:6).
Entonces..., ¿permite Dios que pasen cosas en nuestras vidas? La respuesta es: Dios nos ha equipado para vivir victoriosamente en esta vida, no importa lo que venga sobre nosotros. Nosotros determinamos nuestro nivel de éxito. Vemos la parábola de los dos hombres, las dos casas y los dos fundamentos (Mat. 7:24-27). La tormenta no era la voluntad de Dios y tampoco lo era la destrucción de la casa de uno de los hombres (su vida). La voluntad de Dios es que seamos hacedores de La Palabra para que podamos responder en fe cuando pruebas y tentaciones nos vengan. El quiere librarnos y prosperarnos. Pero esa liberación y prosperidad depende de nosotros, no de Dios. El solo interviene donde hay fe.
Bendiciones