Dios siempre sana. Él ya ha provisto la sanidad para cada persona sobre la tierra del mismo modo que Él ha provisto el perdón de los pecados y la redención. La sanidad existe para todos.
Nuestra fe es el resultado de una relación de amor y confianza con Dios. Esa relación es la clave para recibir todas las cosas que Él nos ha prometido, entre ellas la sanidad.
A menudo descuidamos nuestra relación con Dios y podemos permanecer en ese estado sin darnos por enterados, hasta que una prueba difícil, como una enfermedad, se presenta. Lo primero que se suele intentar es “hacer” cosas, buenas obras, con el fin de obtener algo de Dios, pero esto no es lo que producirá la sanidad.
Tenemos que entender que Dios ya ha proporcionado lo que necesitamos. Él no tiene razones misteriosas para impedir lo que Él mismo ha querido entregarnos. Lo que sucede es que no hemos entrado en el “descanso” de la fe. Continuamos luchando con nuestros propias fuerzas, buscando “fórmulas de fe” en lugar de, simplemente, estar recibiendo de Alguien que nos ama y en Quien confiamos.
La sanidad es parte de nuestra naturaleza espiritual nacida de nuevo.
La mayoría de los Cristianos ven la sanidad como que es algo que viene de afuera de ellos, probablemente de lo alto. Se ven asimismo como enfermos tratando de recuperarse. Oran, piden y esperan que algo fuera de ellos los toque.
Por supuesto cuando Jesús caminó en la tierra y sanó a todos los que vinieron a El, El verdaderamente estaba 'fuera' de los que estaban enfermos y la sanidad que El produjo en ellos vino de 'afuera'. Pero, ahora El vive dentro de nosotros, por tanto Su poder sanador esta dentro de nosotros.
Cuando lidiamos con enfermedades en nuestros propios cuerpos, debemos vernos a nosotros mismos como los sanos resistiendo la enfermedad, en lugar de enfermos tratando de recuperarse. La enfermedad es un intruso ilegal que debe de ser expulsado de nuestros cuerpos. Hablamos a nuestros cuerpos por el Espíritu. Lo físico debe someterse a lo espiritual. Lo visible debe someterse a lo invisible.
Toda la sanidad que necesitamos esta disponible a través de nuestros espíritus renacidos que son uno con Dios. La sanidad viene de adentro! La soltamos con nuestras palabras, nuestras actitudes, nuestros pensamientos y nuestras acciones. Actuamos en La Palabra, hablamos La Palabra, meditamos en La Palabra y 'vemos' con los ojos de fe la sanidad.
No es tanto el hecho de que nosotros pidamos a Dios que suelte la sanidad. La sanidad ya ha sido suelta en nosotros desde que Jesús caminó en la tierra y ciertamente desde que El resucitó de la muerte. El asunto ahora es que nosotros soltemos esa sanidad que Dios ya ha soltado.
Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, (Efe. 3:20)
Ese verso merece ser meditado!
Cuando tenemos un claro entendimiento y revelación de fe, y un entendimiento de que El Sanador vive dentro de nosotros, vamos en camino para buscar la manifestación de la sanidad. Si con los ojos de la fe puedes ‘ver’ la sanidad, la puedes recibir!
Nuestra fe es el resultado de una relación de amor y confianza con Dios. Esa relación es la clave para recibir todas las cosas que Él nos ha prometido, entre ellas la sanidad.
A menudo descuidamos nuestra relación con Dios y podemos permanecer en ese estado sin darnos por enterados, hasta que una prueba difícil, como una enfermedad, se presenta. Lo primero que se suele intentar es “hacer” cosas, buenas obras, con el fin de obtener algo de Dios, pero esto no es lo que producirá la sanidad.
Tenemos que entender que Dios ya ha proporcionado lo que necesitamos. Él no tiene razones misteriosas para impedir lo que Él mismo ha querido entregarnos. Lo que sucede es que no hemos entrado en el “descanso” de la fe. Continuamos luchando con nuestros propias fuerzas, buscando “fórmulas de fe” en lugar de, simplemente, estar recibiendo de Alguien que nos ama y en Quien confiamos.
La sanidad es parte de nuestra naturaleza espiritual nacida de nuevo.
La mayoría de los Cristianos ven la sanidad como que es algo que viene de afuera de ellos, probablemente de lo alto. Se ven asimismo como enfermos tratando de recuperarse. Oran, piden y esperan que algo fuera de ellos los toque.
Por supuesto cuando Jesús caminó en la tierra y sanó a todos los que vinieron a El, El verdaderamente estaba 'fuera' de los que estaban enfermos y la sanidad que El produjo en ellos vino de 'afuera'. Pero, ahora El vive dentro de nosotros, por tanto Su poder sanador esta dentro de nosotros.
Cuando lidiamos con enfermedades en nuestros propios cuerpos, debemos vernos a nosotros mismos como los sanos resistiendo la enfermedad, en lugar de enfermos tratando de recuperarse. La enfermedad es un intruso ilegal que debe de ser expulsado de nuestros cuerpos. Hablamos a nuestros cuerpos por el Espíritu. Lo físico debe someterse a lo espiritual. Lo visible debe someterse a lo invisible.
Toda la sanidad que necesitamos esta disponible a través de nuestros espíritus renacidos que son uno con Dios. La sanidad viene de adentro! La soltamos con nuestras palabras, nuestras actitudes, nuestros pensamientos y nuestras acciones. Actuamos en La Palabra, hablamos La Palabra, meditamos en La Palabra y 'vemos' con los ojos de fe la sanidad.
No es tanto el hecho de que nosotros pidamos a Dios que suelte la sanidad. La sanidad ya ha sido suelta en nosotros desde que Jesús caminó en la tierra y ciertamente desde que El resucitó de la muerte. El asunto ahora es que nosotros soltemos esa sanidad que Dios ya ha soltado.
Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, (Efe. 3:20)
Ese verso merece ser meditado!
Cuando tenemos un claro entendimiento y revelación de fe, y un entendimiento de que El Sanador vive dentro de nosotros, vamos en camino para buscar la manifestación de la sanidad. Si con los ojos de la fe puedes ‘ver’ la sanidad, la puedes recibir!