Originalmente enviado por: Jetonius
LA MUJER APRENDA...
Tomado como una regla universal para las Iglesias cristianas, el texto de 1 Timoteo 2: 11-12 es sorprendente, pues implicaría someter al silencio a no menos de la mitad de los creyentes. Igualmente inaudito sería que un asunto de semejante importancia solamente se tocase una sola vez en toda la Escritura.
Sin embargo, cabe la posibilidad de que este texto no deba entenderse como un mandamiento para toda la Iglesia en todos los tiempos, sino como una orden provisoria condicionada por una situación histórica concreta.
Para determinar a cuál categoría –norma permanente o instrucción provisoria- pertenece este texto, es preciso encuadrar el pasaje en el contexto general de las Escrituras y en el más restringido del ministerio de Timoteo y la situación de la Iglesia de Éfeso. Esto es lo que me propongo hacer.
Revelación bíblica y condicionamiento cultural
Para los cristianos, toda la Biblia merece el más profundo respeto por ser la Palabra de Dios. Sin embargo, parece claro que solamente parte de lo escrito bajo inspiración divina tiene aplicación permanente, mientras que la validez de otras partes presenta condicionamientos históricos determinados por la situación original.
Dios ha transmitido su revelación en contextos culturales concretos, los cuales deben ser cuidadosamente considerados si se desea aplicar rectamente la Palabra a nuestra situación contemporánea. Por ejemplo, ciertos mandamientos “perpetuos” de la ley levítica (por ejemplo, Levítico 3:17; 6:18,22; 7:34; 10:9; 16:7, 29; 23:21; 24:8), y la circuncisión (Génesis 17:13) no se aplican a los cristianos; mas no por ello dejan de ser Palabra de Dios revelada. En algunos casos, desde luego, la distinción puede no ser tan evidente.
¿Cómo, pues, aplicaremos rectamente las enseñanzas bíblicas a nuestra vida contemporánea? ¿Cómo transportaremos el mensaje eterno a una cultura muy diferente de la que lo recibió originalmente? El difunto profesor de Exégesis y Crítica Bíblica, Dr. F.F. Bruce, señalaba que existen básicamente dos formas posibles [1]:
1. La casuística rabínica. Era el método de los escribas. Debido a los cambios en la comunidad israelita, en tiempos de Jesús la aplicación concreta de muchos de los mandamientos de la Ley de Moisés ya no resultaba clara. Para subsanar esto, los maestros de la Ley establecieron normas rígidas, a través de la llamada “tradición de los ancianos” (Marcos 7: 3,5). Esta tradición, o halaká , que se perpetúa en el Talmud, pretendía cubrir todas las posibles situaciones o casos de aplicación de la Ley [2].
2. La búsqueda de principios generales. Es el método empleado y enseñado por Jesús. El Señor no dio instrucciones detalladas acerca de cada posible situación en la vida de sus discípulos. En lugar de ello, estableció por su palabra y ejemplo grandes principios: arrepentimiento, perdón, humildad, fe, amor; y aunque dio muchos ejemplos, dejó sin precisar todas sus posibles aplicaciones. Por el contrario, Jesús condenó la casuística como preceptos humanos que deshonraban la Palabra de Dios (Marcos 7:6-13) [3].
En la cuestión del lugar de la mujer de la Iglesia en general, las posturas más restrictivas tienden a adoptar un enfoque básicamente casuístico. Una consideración de los principios y supuestos generales de la antropología bíblica nos señala, en cambio, un camino diferente.
El Antiguo Testamento
1. La creación. En el primer relato de la creación (Génesis 1:26-27) se dice claramente que la humanidad [4] fue hecha como varón y hembra, ambos a imagen de Dios, como criaturas racionales y morales, capaces de tener comunión con el Creador. Al hombre –varón y hembra- se le da la potestad de ejercer dominio sobre las demás cosas creadas. El segundo relato (Génesis 2:18-25) destaca la igualdad esencial del varón y la hembra humanos, a pesar de las diferencias entre ambos. Varón y hembra son mutuamente complementarios. Como dice un antiguo proverbio, la mujer no fue sacada de la cabeza del varón para dominarle, ni de sus pies para estar sometida, sino de su costado para estar a su lado [5]. Dos observaciones, una positiva y otra negativa, son cruciales aquí:
a. Tanto el varón como la mujer son considerados como imagen de Dios y esencialmente iguales.
b. Previamente a la caída no existe ninguna indicación que sugiera una subordinación de la mujer al varón.
También conviene hacer dos aclaraciones. En primer lugar, la descripción de la mujer como “ayuda idónea” del varón no supone menoscabo alguno, ya que el vocablo hebreo ’ezer (ayuda) que allí se emplea, se utiliza en otros pasajes para describir la ayuda de Dios mismo [6]; por ejemplo, Salmo 121:1-2. En segundo lugar, la mera precedencia del varón sobre la mujer en el orden de la creación no le otorga de por sí autoridad sobre ella, ya que todo el resto de la creación, sobre la cual la especie humana habría de enseñorearse, fue creada antes que el varón.
La caída de Adán y Eva trastornó profundamente no sólo la relación entre Dios y el hombre, sino también la relación entre varón y mujer. El orden original se trastorna y aparece por vez primera un anuncio (¡no una orden!) de lo que de allí en más serán las relaciones entre el varón y la mujer caídos (Génesis 3:16). Vemos aquí la aparición de una relación de subordinación, pues, como una de las consecuencias del pecado. No fue así al principio.
2. El resto del Antiguo Testamento. La consideración que en el Antiguo Testamento se demuestra hacia la mujer supera con mucho a la manifestada en otras religiones orientales. Aunque no puede llevar sobre sí la señal del Pacto, forma parte del pueblo de Israel. Su padre o su marido pueden anular sus votos (Números 30) y no puede tomar la iniciativa en el divorcio (Deuteronomio 24:1-4) pero a la vez el marido no puede despedirla sin causa , y en caso de divorciarse está obligado a indemnizarla.
La mujer es reconocida como persona, y ningún texto reconoce formalmente derecho legal de propiedad del esposo sobre su mujer.
Una de las últimas instrucciones que Moisés dio al pueblo de Israel fue que la ley fuese
leída a todo el pueblo, sin excluir mujeres, niños ni extranjeros:
Una palabra estrechamente relacionada (sôfronismos es empleada por Pablo acerca de todos los creyentes en 2 Timoteo 1:7, “Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio (sofronismos). La forma verbal (sôfroneô) se emplea con referencia a todos los creyentes en Romanos 12: 3 y 1 Pedro 4:7; de los jóvenes en Tito 2:6; y Pablo la usa con referencia a sí mismo en 2 Corintios 5:13. El vocablo denota pues, ante todo, una característica propia de todo discípulo: prudencia, dominio propio, sensatez, cordura, el temple propio de un cristiano maduro. Nada menos que esto es lo que Pablo espera y exige de las hermanas.
Conclusión
El contexto general de las Escrituras, la actitud y las enseñanzas de Jesús, las enseñanzas de Pablo con respecto a la nueva creación en Cristo, en la que las diferencias de raza, condición social o sexo son abolidas , y su actitud favorable hacia el ministerio de las hermanas en Romanos 16 constituyen el marco en el que 1 Timoteo 2:11-15 debe necesariamente insertarse.
Un análisis del pasaje en sí muestra que Pablo pone énfasis en la exigencia de que las mujeres aprendan, al tiempo que, por razones que perfectamente pueden corresponder a una situación pasajera, restringe su actividad en el ministerio. Las mujeres deben aprender antes de poder enseñar, y no deben abandonar su papel irreemplazable en la maternidad (como regla general, ya que Pablo contempla y hasta recomienda la posibilidad de celibato en ciertas condiciones). Si estos requisitos se cumplen, y las hermanas perseveran con sensatez en la fe, el amor y la santidad, no hay razón válida para insistir hoy en una restricción originada en una coyuntura concreta que no es necesariamente válida en todos los tiempos y en todas partes. Desde luego, la restricción de Pablo sigue aplicándose con toda razón, y de manera igualmente transitoria, a las situaciones en las cuales las hermanas (o los hermanos) no se encuentran, por ignorancia o error, en condiciones de enseñar.
Como testimonio personal, desde mi conversión hace más de veinte años y hasta la fecha, he tenido el privilegio de ser ministrado por numerosas hermanas que perseveraban en la fe, el amor y la santidad, y cuya sensatez y sabiduría han sido de gran inspiración en mi propia vida de fe.
Notas
[1] Bruce, F.F. Women in the Church – A biblical survey. Christian Brethren Review 33:7-14, Dec. 1982.
[2] Jeremias, J. Teología del Nuevo Testamento, vol. 1. Trad. Cast. Salamanca: Sígueme, 1980, p. 261-265.
[3] Stott, J.R.W. Las controversias de Jesús. Trad. Cast. Buenos Aires: Certeza, 1975.
[4] Coppes, L.J. Artículo ’adam, # 25 en R.L. Harris y col. (Ed.). Theological Wordbook of the Old Testament. Chicago: Moody Press, 1980.
[5] Citado por Waltke, B. Relationship of the sexes in the Bible. Crux 19 [3]: 10-16, 1983.
[6] Schultz, C. Artículo ’ezer, # 1598 en R.L. Harris y col., o.c. (nota 4).
[7] Waltke, o.c. (nota 3).
[8] Brown, C. Artículo woman. En C. Brown (Ed.), New International Dictionary of New Testament Theology. Grand Rapids: Zondervan, 1975-1978, 3:1055-1078.
[9] Jeremias, J. Jerusalén en tiempos de Jesús, 2ª Ed. Trad. Cast. Madrid: Cristiandad, 1980, p. 371-387.
[10] Besançon Spencer, A. Beyond the Curse – Women called to ministry. Peabody: Hendricksen, 1989, p. 64.
[11] Corley, K.E. Private Women, Public Meals. Social Conflict in the Synoptic Tradition. Peabody: Hendrickson, 1993.
[12] La objeción de que no hubo mujeres entre los Apóstoles carece de fuerza, pues con igual criterio podría argumentarse que tampoco hubo gentiles (no judíos) entre ellos; pero los cristianos creemos que la distinción entre judío y gentil es abolida en la Iglesia de Dios. Además, dado que las mujeres no eran consideradas testigos válidos, hubiese sido una piedra de tropiezo el que fuesen designadas como tales.
[13] Brown, C. Artículo Prophet, en Brown , o.c. (nota 8), 3: 74-92.
[14] Citado por Brown, artículo citado en la nota 8.
[15] Bruce, artículo citado (nota 1).
[16] Carey, G. Women and authority in the Church. London: Movement for the ordination of women, 1983.
[17] Brauch, M.T. Hard sayings of Paul. Downers Grove: InterVarsity Press, 1989, p. 254.
[18] Gardner, P.D. The Complete Who’s Who in the Bible. Grand Rapids: Zondervan, 1995, p. 395.
[19] Stibbs, A.M., Epístolas Pastorales. En D. Guthrie y col (Eds), Nuevo Comentario Bíblico. Trad Cast. El Paso: Casa Bautista, 1977; p. 866.
[20] Hendriksen, G. 1 y 2 Timoteo/Tito. Comentario del Nuevo Testamento. Trad. Cast. Grand Rapids: Subcomisión de Literatura Cristiana, 1979 (original 1957), p. 127-128.
[21] Barclay, W. Cartas a Timoteo, Tito, Filemón. El Nuevo Testamento Comentado. Trad. Cast. Buenos Aires: La Aurora, 1975.
[22] Barron, B. Putting women in their place: 1 Timothy 2 and Evangelical views of women in church leadership. Journal of the Evangelical Theological Society 33 [4]: 451-459, 1990.
[23] Finegan, J. Myth and mystery. An introduction to the Pagan Religions of the Biblical World. Grand Rapids: Baker Book House, 1989, pp. 217-258; cita de p. 233.
[24] Müller, D. Artículo Disciple. En Brown, o.c. (nota 8), 1: 486.
[25] Bensançon Spencer, o.c. (nota 10), pp. 77-80, da una serie de ejemplos de la literatura rabínica.
[26] Keener, C.S. Paul, women and wives. Marriage and women’s ministry in the Letters of Paul. Peabody: Hendrickson, 1992, p. 108.
[27] De todos modos, incluso la Nueva Versión Internacional , en los vv. 11-12 da en nota al pie como alternativa la traducción “en silencio”.
[28] Keener, o.c. (nota 26), Ibid.
[29] Pape, D. God and women. A fresh look at what the New Testament says about Women. London: Mowbrays, sin fecha (ca. 1980), p. 135.
[30] Bensançon Spencer, o.c. (nota 10), p. 85.
[31] Vine, W.E. Vine-Diccionario Expositivo de Palabras del Antiguo Testamento y del Nuevo Testamento Exhaustivo. Miami: Caribe, 1999, p. 867.
[32] Muñiz, M. La interpretación bíblica y el papel de la mujer. Aletheia 12 (1997).
[33] Vine, o.c. (nota 31], p. 295; ver también p. 305.
[34] Kroeger, C.C. Ancient heresies and a strange Greek verb. The Reformed Journal 29: 14, marzo de 1979.
[35] La interpretación rabínica es arbitraria y refleja “la composición exclusivamente masculina del movimiento rabínico” (Jacob Neusner, Invitation to the Talmud. Rev. Ed. HarperSanFrancisco, 1989, p. 3). La verdad es que, si bien significa básicamente hijos varones, se emplea también para referirse a la descendencia sin distinción de género, por ejemplo en Génesis 3:16 . Ver Martens, E.A. Artículo ben, # 254 en Harris y col. , o.c. (nota 4), 1:113-116; Vine, o.c. (nota 31), p. 67.
[36] Vine, o.c. (nota 31), p. 429.
[37] Barron, art. cit. (nota 22), p. 454.
[38] Barron, art. cit. (nota 22), p. 455.
[39] Bensançon Spencer, o.c. (nota 10), p. 91.
[40] Vine, o.c. (nota 31), p. 808. Ver también Schneider, J. ; Brown, C., Artículo Redemption en Brown, o.c. (nota 8), 3: 205-216.
[41] Harris, M.J. Appendix: Prepositions and theology in the Greek New Testament en Brown, o.c. (nota 8), 3: 1171-1215; ver especialmente p. 1181-1184.
[42] Barron, art. cit. (nota 22), p. 457.
[43] Por ejemplo, traducen “si permanece” (Biblia de las Américas y Reina-Valera 1995) “y permaneciendo” (Nueva Versión Internacional; “se mantiene” (Versión Popular), “mientras persevere” (Biblia de Jerusalén); “a condición de que persevere” (El Libro del Pueblo de Dios).
[44] Vine, o.c. (nota 31), p. 210. Ver también Brown, o.c. (nota 8), 1:501-503.
Bendiciones en Cristo,
Jetonius
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