Re: GUIA FACIL PARA COMPROBAR 1844
Estimado valdense. Saludos cordiales.
Tú dices:
Gabriel dice que Memo no mintio...y que hubo un grupoo de valientes...que le secundaron en la gran predicacion , de la gran """verdad""" de que Jesus regresaba en 1844-----Gabriel si te ofendo lo lamento...pero tu...""o tomaste algo o no se que fumaste""" porqiue que yo sepa Jesus NO REGRESO EN 1844...ENTONCES ES IMPOSIBLE QUE ESTO SEA VERDAD.....SIMPLEMENTE ES MENTIRA.....perdona que grite pero a veces creo que eres sordo....
Respondo: Ni tomo ni fumo, aunque grites y uses letras mayúsculas no podrás desmentir el gran movimiento millerita de 1840-1844.
De acuerdo a lo que señala la Palabra de Dios con respecto al chasco, Guillermo Miller no mintió, precisamente esto también lo enseña la parábola de las 10 vírgenes.
Si tu iglesia no tuvo dicho chasco, es porque no cumple las condiciones señaladas en Apocalipsis 10.
Miller no mintió, él llegó a la conclusión acertada de la fecha precisa del fin de los 2300 años.
Miller comensó a presentar públicamente sus convicciones hacia 1831. Pronto se le unieron Fitch, Litch, Bates, Himes y Bliss.
Este valiente grupo de heraldos, que fué rápidamente engrosado por otros empezó a testificar con un poder y una extensión que asombran a todos los que conocen los hechos. Iniciándose en los pueblos, su mensaje penetró pronto en las grandes ciudades.
Se publicaron libros, folletos, y luego periódicos en número siempre creciente hasta que hubo en los Estados Unidos, Canadá y Gran Bretaña, antes del 22 de octubre de 1844, más de cuarenta periódicos que se dedicaban a predicar el inminente advenimiento.
Los conferenciantes aumentaron en número, provenientes del ministerio de casi todas las denominaciones protestantes. En 1840 empezaron a celebrarse "congresos" de creyentes "que esperaban el advenimiento"; congresos generales para los dirigentes, u congresos locales para los miembros laicos. Hubo casi una docena de los primeros, y como cuarenta de los últimos, a los cuales asistían hasta 2000 personas.
Estas asambleas o concilios tomaban acuerdos que amoldaban, unificaban y fomentaban todo el movimiento.
Se celebraron congresos gigantescos, a los cuales asistían millares de personas. En el espacio de cuatro meses en 1842, se celebraron 31 de estos congresos, inclusive varios en Canadá. Se realizaron 124 durante 1843 y 1844, y 4 de ellos se celebraron en Gran Bretaña. También se realizaban reuniones en "tabernáculos" y al aire libre.
Luego, el resentimiento, la oposición eclesiástica y la persecución de parte de las iglesias nominales empezaron a manifestarse para complicar la obra e impedirla.
Así llegamos al tiempo predicho por Miller: 21 de marzo de 1844, el fin del "año judaico 1843". Hubo una gran desilusión porque el Señor no apareció entonces, y el número de creyentes se redujo considerablemente al abandonar el movimiento los más superficiales. El movimiento adventista entró entonces en un período de indiferencia llamado de "sueño". Pero en agosto, en el importante congreso de Exeter, estado de New Hampshire, se presentaron evidencias que explicaban el error que había cometido Miller en sus cálculos del tiempo. Se vió que 2300 años completos llegarían desde otoño de 457 a. C. hasta otoño de 1844. La parábola de las diez vírgenes contribuyó a explicar la naturaleza del chasco.
Basados en los símbolos del antiguo sistema sel santuario, comprendieron todos que el día de las expiaciones prefigurado simbólicamente, caería en el día diez del mes séptimo, o según el cómputo moderno, el 22 de octubre de 1844.
Por todas partes se oyó el penetrante testimonio que advertía a los pecadores, tanto mundanos como miembros de iglesia, para que huyeran de la ira venidera. Como Juan el Bautista, el precursor de Cristo, los predicadores hincaron el hacha en la raíz del árbol e instaron a todos a dar frutos dignos de arrepentimiento. Sus conmovedores llamados contrastaban señaladamente con las afirmaciones de paz y seguridad que se escuchaban desde los púlpitos populares, y doquiera se daba el mensaje conmovía a la gente.
El sencillo y directo testimonio de las Escrituras, introducido en el alma por el poder del Espíritu Santo, resultaba tan convincente que pocos eran capaces de resistirlo totalmente. Los que profesaban ser religiosos descubrían que estaban confiando en una falsa seguridad. Vieron su apostasía, su mundanalidad, su incredulidad, su orgullo y su egoísmo. Muchos buscaron al Señor arrepentidos y humillados. Los afectos que por tanto tiempo habían depositado en las cosas terrenales los depositaron entonces en el cielo. El Espíritu de Dios descendió sobre ellos, y con corazones ablandados y subyugados se unieron con los que proclamaban: "Temed a Dios, y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado" (Apoc. 14: 7).
Los pecadores preguntaban llorando: "¿Qué debo hacer para ser salvo?" Aquellos cuyas vidas estaban manchadas por la deshonestidad anhelaban hacer restitución. Todos los que encontraban paz en Cristo ansiaban que otros compartieran esa bendición. Los corazones de los padres se volvieron a los hijos, y los de éstos a sus padres. Las barreras del orgullo y la reserva desaparecieron. Se hicieron confesiones sinceras, y los miembros de la familia trabajaron para la salvación de sus seres queridos.
A menudo se oían fervorosas intercesiones. Por todas partes había almas, profundamente angustiadas que intercedían ante Dios. Muchos lucharon toda la noche en oración para estar seguros de que sus pecados habían sido perdonados, o por la conversión de parientes y vecinos. La fe ferviente y decidida lograba sus propósitos.
Miller estaba en lo correcto y cumplió la voluntad de Dios conforme a lo que está escrito: "
Vi volar por en medio del cielo a otro ángel, que tenía el evangelio eterno para predicarlo a los moradores de la tierra, a toda nación, tribu, lengua y pueblo,
diciendo a gran voz: Temed a Dios, y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado; y adorad a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas."
Bendiciones.
Luego todo Israel será salvo.