¡HERMANOS EN CRISTO!
Contengo mi indignación, mi ira es aplacada, porque Cristo se ha a piadado de mi, de éste su siervo. Y cuando a su Santa Madre atacais, El conmueve mi corazón, con lengua de fuego trapasa mi cabeza y en el rastro ardiente de su llama unas palabras surgen de entre su atenuada luz "Hijo, ¿No viste lo que conmigo hicieron? ¿Que esperas que hagan con mi Madre? Guarda tu ira que a ti no te pertenece, porque lo que Yo quiera obrar en tí de mi Amor debe nacer."
Jn 1,28 "El ángel entró donde estaba María y le dijo: - Dios te salve, llena de gracia, el Señor está contigo." Jn 1,37 "porque para Dios no hay nada imposible."
Nada ni nadie puede hablandar vuestro corazón. Porque la dureza de vuestra alma de vuestra falta de fe proviene, y como los judíos en su tiempo pedían señales y milagros, y aún así al mismo Cristo crucificaron, vosotros pedís citas, referencias, demostración de la fe, de forma que fe dejais de tener. Al igual que el ateo pide la demostración tangíble de la existencia de Dios, vosotros, ni aún asú creeríais. El Apostol necesitó introducir los dedos en las llagas de Cristo para creer en su resurección, a vosotros, así se os apareciera la mismísima Virgen María Santa MAdre de Cristo, no creeriais, inventariais, diriais que estabais borrachos o que tan solo fue producto de vuestra imaginación o de una fugaz alucinación.
¡Necios e hipocritas! ¿Acaso no guardais vosotros retratos de vuestros familiares y ante su contemplación rememorais episodios de los que fueron sus horas felices? ¿Cómo podeís renegar, y tan siquiera respetar, imagenes que rememoran la Santa vida de algunos, el Santo Espíritu de nuestra Madre y la Santa Pasión de nuestro Redentor?
Y solo para aquellos que por estas letras pasen, y tengan cabida en su corazón para el infinito amor de Cristo, van dirigidas las palabras a continuación, porque en el infinito amor de Cristo también esta el Amor de nuestra Santa Madre MAría, al igual que todo nuestro amor.
La Virgen María es inmaculada
La Santísima Virgen María, en razón de su dignidad de Madre de Dios, fue, desde el primer instante de su concepción, preser_vada de toda mancha del pecado original. Esto supone en María ausencia de pecado, presencia de la gracia santificante, virtudes y dones y, ausencia de inclinación al mal. Por eso también se le llama Inmaculada.
LA DEFINICION DOGMATICA
El Papa Pío IX, en la Bula Ineffabilis Deus, del 8 de diciem_bre de 1854 definió solemnemente el dogma de la Inmaculada concepción de María con estas palabras:
,~ z~, "Declaramos, pronunciamos y definimos que la doctrina ,"que sostiene que la Santísima Virgen María, en el primer ins_tante de su concepción, fue, por singular gracia y privilegio 1, Dios omnipotente, en previsión de los méritos de Cristo Jesús, Salvador del género humano, preservada inmune de toda mancha de culpa original, ha sido revelada por Dios y, Por tanto, debe ser firme y constantemente creída por todos los fieles" (Dz. 1641).
EXPLICACION DEL CONTENIDO DEL DOGMA
Repasemos cada una de las proposiciones de la defini_ción.
El primer instante de la concepción de María
En la concepción de María, engendrada por sus padres, hay que distinguir la concepción activa, es decir la acción de engendrar por parte de San Joaquín y de Santa Ana, y la concepción pasiva, o sea, el resultado de la acción de engen_drar o el ser mismo de María, fruto de esa acción. El dogma se refiere a la concepción pasiva, enseñando que desde el pri_mer instante en que es constituida como persona, lo es sin mancha alguna de pecado.
Contrariamente a lo que afirmaban algunos teólogos en épo_cas pasadas ‑para salvar la universalidad del pecado origi_nal‑, que habiendo contraído el pecado estuvo sometida a él por un instante, para ser luego inmediatamente después santi_ficada por Dios en el seno de su madre.
Inmune de toda mancha de culpa original
Es dogma de fe que el pecado original se transmite a todos los hombres por generación natural, de tal modo que todos son concebidos en pecado (cfr. Conc. de Trento: DZ 791). Ahora bien, como María fue inmune de la culpa, al ser concebida sin pecado, no tuvo esa culpa y, por ello, tampoco tenía las consecuencias de esa falta. Esto supone tres cosas: la) la ausencia de toda mancha de pecado; 2a) la presencia de la gracia santificante con las virtudes infusas y dones del Espíritu Santo y, 3a) la ausencia de inclinación al mal. Esta mala inclinación es llamada Fomes peccati.
Estos tres puntos se dieron en María:
lo) Ausencia de cualquier mancha de pecado. Ella fue inmune p al reato de la culpa y de la pena debidas al pecado original, en virtud de que nunca tuvo ese pecado;
2o) Llena de gracia santificante. Por lo anterior, al no tener pecado, el alma de María estuvo llena de la gracia santificante, desde el primer instante de su ser, y poseía las virtudes infu_sas y los dones que acompañan ese estado de santidad;
3o) Ausencia de la inclinación al mal. El pecado, que consiste en la aversión a Dios y en el amor desordenado a las criaturas provoca la inclinación al mal. En María esto no se dio, puesto que jamás tuvo pecado alguno.
Por singular privilegio y gracia de Dios Omnipotente
La "Purísima Concepción" es un privilegio y don gratuito concedido sólo a la Virgen y no a ninguna otra criatura, en atención a que había sido predestinada para ser la Madre de Dios. Es un favor especial y extraordinario, ya que, según la ley, por su concepción dentro de la familia humana debería, haber incurrido en la contracción del pecado original para, luego, ser liberada como los demás hombres; pero esto no ocurrió, pues en Ella se realizó de modo distinto, como vere_mos a continuación.
En previsión de los méritos de Cristo Jesús Salvador
Se dice en previsión de los méritos de Cristo porque a María la Redención se aplicó antes de la muerte del Señor. En cambio los justos del Antiguo Testamento esperaron el mo_mento en que bajó al seno de Abraham luego de morir en la Cruz.
Además, se añade "por los méritos de Cristo" dado que la redención de la Virgen tuvo como causa meritoria la Pasión del Señor. En efecto, como Cristo es el único Mediador y Redentor universal del género humano, María como descen_diente de Adán, recibe igual que todos los hombres la salva_ción de Cristo, el único Salvador.
Preservada de la culpa original
Estamos aquí en el núcleo del dogma que indica la forma en que Dios tuvo a bien aplicar a María la Redención, y que se explica mediante ese concepto clave hallado por la teología en el siglo XIV.
Los antiinmaculistas se oponían a la doctrina de la concepción inmaculada de María debido a que ‑decían‑ si la Redención de Cristo fue universal, por cuanto que todos habían pecado, luego todos debían ser redimidos. Si esto era así, no se veía el modo cómo alguien pudiera ser redimido sin haber contraído el pecado.
Juan Duns Scoto (1308), teólogo franciscano, introduce el término pre‑redención y con ello consigue armonizar la verdad de que María se viera libre del pecado original, con la necesi_dad que también Ella tenía de redención.
Hemos dicho que el pecado afectó a todo el género hu_mano y, también, que la Redención fue universal; por tanto, en el caso de María, Ella también tenía necesidad de ser res_catada del pecado. Pero, en Ella esto se hizo no mediante una redención liberadora del pecado original ya contraído, sino mediante una redención preservante. Es decir, la primera se aplica a todos los hombres que primero incurren en el pecado y luego son limpiados con el lavado de la regeneración bau_tismal; la segunda se aplicó a María que, por ser descendiente de Adán, debía incurrir en la mancha hereditaria, y de hecho la hubiera contraído si Dios no la hubiera preservado de la culpa original.
Así por ejemplo, se dice que en el orden humano aquel que preserva de un golpe mortal es salvador en mayor medida que si solamente hubiera curado las heridas de aquel golpe mortal. Esto es lo que ocurrió con María: Dios la preservó de contraer el pecado, realmente la libró del pecado, pero Ella no lo contrajo en ningún momento. Así pues, la preservación es el modo más perfecto de redención, y por ello se dice que María fue redimida por Dios de una manera más sublime que los demás hombres.
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LA SAGRADA ESCRITURA
Génesis 3,15: «Establezco enemistad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y su descendencia, El te aplastará la cabeza, y tú le acecharás el calcañar".
El libro del Génesis expresa la enemistad de Cristo Re_dentor, y la de María su Madre, contra el diablo. Esta enemis_tad dará lugar a una batalla que va a concluir ‑al final‑ con el triunfo total de parte de Cristo y, con Él, también por parte de María.
Cristo Redentor, con su Muerte y Resurrección, consiguió una victoria absoluta sobre el pecado. Este triunfo en los redimi_dos empieza con María ‑por su Inmaculada Concepción‑ y, luego, Ella, por Cristo y con Cristo, vence al diablo que por el pecado tiene el dominio sobre los hombres.
Lucas 1,28: "Dios te salve, llena de gracia".
Con estas palabras se expresa la ausencia de pecado en el alma de María y la plenitud de santidad, al estar llena de gra_cia.
Las complacencias del Padre celestial se manifiestan en estas palabras de la Escritura: "Toda hermosa eres, amada mía, no hay defecto alguno en tí" (Cant. 4.7).
Lucas 1,42: "Bendita tú entre las mujeres y bendito el fru_to de tu vientre".
Palabras dichas por Santa Isabel, movida por el Espíritu Santo, que sugieren que la bendición de Dios sobre María la .libra de todo pecado desde el comienzo de su existencia.
LA SAGRADA TRADICION
San Justino, Tertuliano, San Ireneo, etc. contraponen a Eva y a María; la una como causa de muerte, la otra como causa de vida y de salvación: Eva cerró las puertas del paraí_so, María abrió las puertas del cielo.
San Efrén dice: "No existe en ti (en Cristo) ninguna falta y ninguna mancha en tu Madre. Los demás hijos de Dios no se acercan en modo alguno a esta belleza".
Desde el siglo IV, se comienza a hablar de un paralelismo entre Cristo y María, frente a Adán y Eva, que pone de mani_fiesto el análogo nivel de santidad de Jesús y de su Madre, en virtud de la función redentora a la que1a Virgen María está íntimamente asociada como Madre del Redentor. Y en ese mismo siglo, San Ambrosio y otros Santos Padres ya comien_zan a llamarla Purísima.
En el siglo VI, en el Misal gótico‑galicano, en el prefacio de la fiesta de la Asunción, se dice: "María, ni sufrió herencia de pecado, ni corrupción en el sepulcro, libre de mancha, gloriosa en su generación...".
Desde el siglo VII se celebra en Oriente la fiesta de la Concepción.
El Concilio de Letrán (año 649) llama a María inmaculada (cfr. DZ. 256). Sixto IV, en el siglo XV, concedió indulgencias a la festividad de la Inmaculada y prohibió las mutuas censuras que se hacían entre sí los teólogos (cfr. DZ. 734).
El Concilio de Trento, al hablar del pecado original, excluye a la Santísima Virgen (cfr. DZ. 792). En 1567, Bayo es condenado por enseñar lo contrario (cfr. DZ. 1073) y en 1661 el Papa Alejandro VII afirma el privilegio diciendo que casi todos los católicos lo admiten aunque no haya sido definido como Dog_ma (cfr. DZ. 1100).
Hay que decir también que muchas universidades pontificias exigían hacer juramento de defender dicho privilegio como condición para acceder a los grados académicos: París, Colo_nia, Maguncia, Viena, Salamanca, Toledo, etc.
LA SANTIDAD DE MARIA
Hasta ahora hemos considerado, sobre todo, la ausencia ~ de pecado en la Santísima Virgen. Veremos en seguida: lo) la ausencia de pecado actual y, 2o) la plenitud de gracia santifi_cante, tan perfecta y abundante, como convenía a la dignidad de la Madre de Dios; que es por ello, superior en santidad a los ángeles y a los bienaventurados en el Cielo.
El Papa Pío IX dice: "María (...) manifiesta tal plenitud de inocencia y santidad, que no se concibe en modo alguno ma_yor después de Dios y nadie puede imaginar fuera de Dios" (Bula Ineffabilis Deus: DZ. 1641). Y así, la Iglesia exclama con gozo: "Más que tú, sólo Dios".
Exenta de toda falta actual, incluso venial
Como consecuencia de la radical ausencia de pecado hay que negar en María aún la menor imperfección moral.
En Ella nunca existió movimiento alguno desordenado de la concupiscencia: siempre tuvo la perfecta subordinación de la sensibilidad a la inteligencia y a la voluntad, y éstas a Dios. Sus juicios fueron siempre rectos y su voluntad estuvo siem_pre en el bien verdadero. Por ello se le llama: Trono de la Sabiduría, Reina de los Doctores, Virgen Prudentísima, Madre del Buen Consejo, Madre del Amor Hermoso, Virgen Castísi_ma ...
El Concilio de Trento enseña que el justo puede evitar cada uno de los pecados veniales en particular, pero no pue_de evitarlos en su conjunto, a no ser por un privilegio como del que gozó la Virgen María (cfr. DZ. 833).
En el caso de Santa María la impecabilidad es debida por los siguientes motivos:
1°) Tener un altísimo grado de gracia habitual y de cari_dad, que inclina con mucha fuerza al alma hacia el amor de Dios, apartándola del pecado;
2°) La confirmación en gracia, que se realiza en la tierra mediante un gran aumento de caridad, acompañado de gra_cias actuales eficaces que de hecho preservan del pecado y conducen a actos libres y meritorios;
3°) Una asistencia especial de la Providencia, que preser_vaba todas sus facultades de una posible desviación moral.
Dice Santo Tomás: "A los que Dios elige para una misión determinada, los prepara y dispone convenientemente... Si María fue elegida para ser la Madre del Verbo... no sería idó_nea si hubiera pecado alguna vez aunque fuera levemente" (S. Th. III, q.27, a.4) y esto por tres razones:
la) Porque el honor de los padres redunda en los hijos, luego, por contraste y oposición, la ignominia de la Madre hubiera redundado en el Hijo;
2a) Por su especialísima afinidad con Cristo, quien de Ella recibió su carne purísima;
3a) Porque el Hijo de Dios, que es la Sabiduría divina, habitó en María... y dice la Escritura: "en el alma maliciosa no entrará la sabiduría, ni morará en un cuerpo esclavo del pecado"(Sab. 1.4).
La plenitud de gracia en María
Leemos en la Sagrada Escritura que el Arcángel Gabriel la saluda diciendo: "Dios te salve, llena eres de gracia" (Lc. 1,28). Estas palabras manifiestan con toda claridad la santi_dad completa del alma de María, en virtud de que son irre_conciliables el pecado y la gracia, como lo son la luz y las tinieblas. Hemos visto en el número anterior que la Virgen Santísima además de no haber contraído el pecado original, tampoco tuvo durante su vida falta alguna incluso venial; por tanto, si en el alma se da la ausencia total de pecado, debe haber en ella la presencia total de gracia, como dice explícita_mente la Escritura con las palabras del Arcángel.
"Dios te salve, llena de gracia. Y en verdad que es llena de gracia, porque a los demás se da con medida, pero en María se derramó al mismo tiempo toda la plenitud de la gracia. Ver_daderamente es llena de gracia aquella por la cual toda criatu_ra fue inundada con la lluvia abundante del Espíritu Santo" (San Jerónimo, Sermón sobre la Asunción de la Virgen).
"No temas, María, porque hallaste gracia a los ojos de Dios ¿Cuánta gracia? Una gracia llena, una gracia singular ( ... ). Es tan singular como general, pues tú sola recibes más gracia que todas las demás criaturas. Es singular, por cuanto tú sola ha_llaste esta plenitud; es general, porque de esa plenitud reciben todos" (San Bernardo, Homilía en la Asunción, 3).
Por otra parte, debemos tener presente que la gracia de María, como toda gracia, es una participación misteriosa en el hombre de la naturaleza divina (cfr. 2 Pe. 1,4). Por esta razón, dicha gracia, es una realidad creada y distinta de la Gracia increada que es Dios mismo. Además, al decir plenitud de gracia se afirma que Santa María, a lo largo de su vida y en cada momento de ella, estuvo siempre llena de gracia, la cual, no obstante, aumentó continuamente debido al mérito de sus obras.
El aumento de gracia en María
Santa María, siempre llena y siempre en crecimiento, re_bosa de la gracia que en cada momento de su vida terrena le permite tener y se le aumenta y crece su capacidad de recibir mas gracia y más mérito por sus actos libres; por su fiat con_tinuado y actual en todo momento de su existencia. Ahora en el cielo goza de modo consumando de la gloria que mere_ció por sus méritos en la tierra (cfr. S.Th.,III, q.27, a.5, ad 2 y ad 3).
La Iglesia nos enseña que la gracia puede aumentar de tres modos: por las buenas obras (ex opere operantis), por la recepcion de los Sacramentos (ex opere operato), y por la ora_ción. En el caso de Santa María, el aumento de gracia se dio también por estos tres modos.
* (Las buenas obras) Si la calidad de las obras se mide por la calidad del objeto al que tienden y por las disposiciones subje_tivas del sujeto que las realiza, en María el objeto de sus obras fue siempre Dios, al que se alcanza por las virtudes teologales que Ella poseía en grado máximo; del mismo modo sus dispo_siciones subjetivas eran de adhesión constante e incondicional a la voluntad de Dios. Luego, las obras de María le obtuvieron un aumento de gracia y en mayor grado que a cualquier hom_bre.
* (Los Sacramentos) La Penitencia nunca la necesitó; el Orden esta reservado a los varones; el Matrimonio se celebró según el rito de la Antigua Ley; la Unción de los Enfermos no la necesitó; la Confirmación no la necesitó, pues recibió en forma plena sus efectos el día de Pentecostés; el Bautismo tampoco lo necesitó por el privilegio de su concepción inmaculada; lue_go sólo queda la Eucaristía y es doctrina común que Ella la recibió.
* (La oración) La eficacia de la oración depende de tres cosas: la humildad, confianza y perseverancia con que se pide. En María estas tres cualidades se dieron en grado supremo, lue_go, su oración era sumamente eficaz.