SANTA IGLESIA KATÓLIKA APOSTÓLIKA ORTODOXA, LA DE LOS 12 APÓSTOLES DE ΕΛΛΑΣ (elas) HÉLADE-GRECIA
La necrosis de la muerte
Esjatología
Festejamos la necrosis de la muerte
La muerte se afronta como una de las emociones más horribles. Nuestra cultura, por la que nos jactamos tanto, no nos ha familiarizado con la mayor y más trágica realidad de nuestra vida, la muerte, ni nos ha conciliado con ella. Es cierto que en esto concurren varias razones. El hombre de poca fe tiene miedo a la muerte, porque ve que no está preparado para recibirla. El que tiene poca fe o el ateo, basa todas sus esperanzas en este mundo y ve la muerte como una catástrofe. Por eso, evita hablar o burlarse de ella, pero en el fondo le tiene miedo. Tal y como le tienen miedo los que económicamente son ricos, porque les hará perder todo lo que tienen; lo mismo ocurre también con los proletarios de nuestro mundo, a pesar de que presumen de ver la muerte como salvación. Para ellos es válido el logos del poeta Solomós: «La vida es dulce y la muerte oscuridad».
Pero para el cristiano, sobre todo el patrístico, es decir, el ortodoxo, el misterio de la muerte está resuelto. La Esfinge de la muerte ha interrumpido su silencio. El enigma que tanto ocupó el espíritu humano que sólo la gran genialidad socrática-platónica pudo tocar en el Fedro, se ha aclarado y desmitificado. «Realmente es terrible el misterio de la muerte», salmodiamos en el oficio del entierro. La participación del fiel en la Pasión y la Resurrección de Cristo ayuda a la comprensión del misterio de la vida y la muerte. La vida es un regalo de Dios, que ha creado todo de la nada y nos ha traído a la existencia de la inexistencia.
Además, la muerte está fuera de la voluntad de Dios. No es un estado natural, sino que conecta con el hecho trágico del pecado, que es el fallo del hombre en permanecer en comunión con Dios. «Dios no creó la muerte», por la envidia del diablo sobrevino la muerte al mundo». Dios ha permitido nuestra muerte, “para que el mal no sea inmortal».
Esta es la interpretación de la muerte, por nuestros santos, los verdaderos Teólogos. El pecado, como acontecimiento de caída, inactivó y mortificó finalmente nuestras vidas, que es el arrendamiento de Dios en nuestro corazón, el centro de nuestra existencia. Esta separación de la Jaris (gracia, energía increada) de Dios es la muerte espiritual que ha provocado también la muerte somato-biológica. En la muerte espiritual se debe buscar también la muerte física o corporal. El llanto, pues, durante el entierro de una persona querida no conecta con nuestra separación provisional, sino con la causa que provocó nuestra muerte, el pecado.
La muerte somática o del cuerpo es la disgregación de la relación armoniosa y el co-funcionamiento de la psique y el cuerpo. El pecado como sarx-carne se mortifica hasta la Segunda Presencia de Cristo. La carne humana se mortifica, se desgasta y volviéndose a la tierra se disuelve. Pero la psique no se desgasta, ni se disuelve, porque el Dios la ha creado espiritual. Espera la «llamada» de Cristo durante Su Segunda Presencia (1ªTes 4,6), para renovarse con su cuerpo resucitado y vivir junto a Él, en una vida que será eterna y a continuación de nuestra existencia terrenal. La «ley de la incorruptibilidad» es absolutamente válida en la obra de Dios. Nada se pierde por eso. Por ello cada momento de la vida presente tiene para el cristiano importancia sotiriológica (salvífica), porque en la manera de la que vivimos depende nuestra sanación y salvación y el estado de nuestra existencia después de la muerte. (2ªCor 6,7)…SIGUE en…
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