Re: Las 70 semanas
El tema de las 70 semanas ya se ha debatido hasta la saciedad. Lo único es que no habíamos contado con las participaciones de EMR. De todos modos, no es mucha su aportación, pues, como los otros detractores del adventismo, lo que hace es criticar nuestras posturas, repitiendo las palabras del buen amigo ex adventista Ernesto Gil.
Es perfectamente posible que el tema de las setenta semanas se haya debatido hasta la saciedad, como usted dice, pero nunca ha sido debatido honestamente por los historicistas. Los historicistas parten de un decreto que no existe. Se les ha pedido por activa y por activa que presenten el famoso decreto que entró en vigor en el otoño de 457 a.C., pero ustedes no aportan más que su propia palabra para decir que entró en vigor en tal fecha, y tampoco presentan ninguna evidencia de que ese supuesto decreto autorizase la reconstrucción de Jerusalén; aunque el decreto que presentan habla de otras cosas, ustedes insisten en que es como ustedes dicen y punto final. Así que, sí, está debatido hasta la saciedad y ustedes son deshonestos hasta la saciedad, pues, aunque son incapaces de presentar lo que se les pide, afirman con total desparpajo que han ganado, porque defienden la “verdad presente”. Pues, ¡qué bien! Con gente tan deshonesta no es posible dialogar.
No soy consciente de haber repetido palabras de Ernesto Gil. Deduzco, por lo que han dicho, que es ELG, pero no había leído nada suyo. Por supuesto, es perfectamente posible que dos personas que no se conocen coincidan al exponer la verdad de la Escritura. En todo caso, si he repetido algo ya dicho por él, no era mi intención, y en ningún momento he copiado nada suyo ni lo he citado.
Me agradan mucho las aportaciones del hermano Humillado, pues, sin tener que apelar al insulto, presenta sus atinados puntos de vista. FELICITACIONES, hermano.
Permítame que le corrija, señor Cajiga, pero el
troll “humillado” es una persona capaz de tergiversar las citas de sus adversarios para hacer como que refuta algo que no han dicho. Tan indigno comportamiento, que es continuo, y para el que no ofrece disculpas, es una afrenta. Que usted lo felice por un comportamiento tan indigno lo hace a usted merecedor del mismo reproche.
Es interesante notar que, casi sin excepción, los intérpretes proféticos concuerdan que los 2,300 tardes y mañanas de Daniel 8:14 se cumplen con los Macabeos en tiempos de Antíoco Epífanes.
Efectivamente. Y ello no responde a ninguna confabulación católica, ni nada por el estilo. Es la conclusión inevitable de la pura exégesis de los textos pertinentes, y la constatación, deducible del propio texto de Daniel, fundamentalmente del capítulo 11, de que Roma no desempeña un papel protagonista en ninguna porción de dicho libro. A esa conclusión van llegando los historicistas de forma inevitable partiendo de distintos indicios. Le pasó a Desmond Ford. Le pasó a Raymond Cottrell (probablemente el más ilustre de los colaboradores que escribieron el
Comentario bíblico adventista, y es inevitable que siga pasando. Lo que me llevó a mí a esa conclusión fue percatarme de la ubicación concreta del
atnaj en Dan. 9:25, para lo que el historicismo nunca ha presentado una explicación convincente. Y esas cosas, señor Cajiga, hay que contestarlas para que la gente decente que hace preguntas sepa si detrás de la máscara del historicismo hay algo más que sus puras pretensiones. Somos cada vez más los que sabemos que no, no hay nada más. Es una pura fachada y un cúmulo de mentiras. Por supuesto, los que quieran quedarse en ese antro, dirán que han “ganado”, pues ellos, y solo ellos, tienen “la verdad presente”. Allá ustedes. El hecho es que, como usted dice, la interpretación casi universal de las “2300 tardes y mañanas” reconoce que tiene que ver con el sacrilegio de Antíoco Epífanes y con la purificación del santuario de
Hanukkah. Cualquier otra interpretación es no solo irrisoria, sino una completa falsificación deshonesta del texto bíblico.
Creo que esos libros apócrifos fueron realizados con el propósito de aplicarlos a las profecías de Daniel, pues vez tras vez usan las mismas expresiones del profeta.
Lo que usted quiera creer y lo que pueda probar son cosas diferentes. ¿Insinúa usted que Antíoco no existió? ¿Insinúa que no profanó el templo? ¿Insinúa que no prohibió la observancia del sábado? ¿Insinúa que no hizo asesinar al último sumo sacerdote sadoquita legítimo? ¿Insinúa que no convirtió el templo de Jerusalén en un burdel? ¿Insinúa que no masacró a la población judía? ¿Insinúa que no obligó a la población a comer carne de cerdo en público y a ofrecer incienso a divinidades helenísticas? ¿Insinúa que no demolió las murallas de Nehemías? Hizo todo eso, ¿verdad? Entonces, responda con honradez, ¿por qué la Iglesia Adventista no informa de todo ello a sus adeptos? ¿Por qué lo oculta vergonzosamente en sus libritos de escuela sabática? ¿Por qué lo pasa por alto en su comentario bíblico oficial? ¿Por qué esa tremenda realidad histórica no forma parte de esa “verdad presente” de ustedes? ¿Quizá porque eso que ustedes dicen defender no ha sido nunca verdad?
A Daniel se le dijo que algunas cosas que estaban selladas de su libro (ver 12:9) se entenderían en lo que el libro denomina “el tiempo del fin”, que, según 11:40ss, es una época en la que aún existían las naciones de Moab, Amón y Edom. El “tiempo del fin” de Daniel no es nuestro presente ni nuestro futuro. Está en el pasado, por mucho que a ustedes les inquiete. Entonces, es perfectamente natural que, cuando llegó ese “tiempo del fin”, los contemporáneos de los desmanes del malvado rey del norte del que habla el ángel (y que, efectivamente, tal como señaló el ángel, fue uno de los representantes de las dinastías que surgieron de la ruptura del imperio de Alejandro) dejaron constancia del asombroso cumplimiento de lo predicho por Daniel. Los preteristas que enseñan que Daniel se escribió tras el cumplimiento de lo vaticinado lo hacen precisamente porque no hay duda alguna de que lo vaticinado se cumplió en el siglo II a.C., y porque lo hizo con tal precisión que encuentran inconcebible que tal exactitud pueda ser objeto de previsión. Los preteristas que preferimos pensar que Daniel es profecía verdadera también admiramos su precisión, pero no podemos imaginarnos que hable de cosas distintas a las que habla. Y el término de las profecías de Daniel llega a la esperanza de un reino glorioso en la época de los Macabeos. Según el propio texto, no va más allá. Lo que eso signifique deberá debatirse serenamente entre los especialistas, y este no debería haber sido nunca objeto de debate doctrinario. Solo algunos sectarios irresponsables lo convirtieron en tal.
Como el hermano Humillado presentó, es IMPOSIBLE que esa "abominación del asolamiento" se refiera a Antíoco, ya que Jesús la presenta como futura. Es muy obvio que Jesús se refería al imperio romano, sobre todo a la toma de Jerusalem por Tito en el 70.
El
troll “humillado” ha dicho algo en el sentido de lo que usted afirma, pero ni lo que él afirma ni lo que dice ahora usted responde a lo que yo planteé. Sé que Mateo 24 y sus paralelos hablan de la destrucción de Jerusalén que se produjo en el año 70 d.C.
Jamás he afirmado lo contrario, y están ustedes intentando refutarme por algo que no he dicho. Lo único que he dicho es que Mat. 24:15, que contiene una referencia a la “abominación desoladora” de Dan. 9:27; 11:31; 12:11, es,
exactamente igual que Mat. 13:13-15, una
aplicación de un pasaje veterotestamentario, no una explicación del mismo. No debería ser tan difícil de entender lo que digo. Vamos a explicarlo más pormenorizadamente.
En el siglo VIII, Isaías recibió la instrucción de reprochar a sus contemporáneos su dureza de oído y de corazón (Isa. 6:9-10). ¿Cumplió Isaías la comisión divina? Indudablemente, sí, pues, si no, nunca habríamos sabido de ella y no se habría escrito el libro de Isaías. O sea, las palabras de Isa. 6:9-10 se cumplieron en el siglo VIII a.C. De ello no puede haber ninguna duda. Pese a ello, Cristo cita esas mismas palabras que, en su día, había recibido Isaías, y, refiriéndose a las gentes que, en el siglo I, oía las parábolas del Salvador sin entenderlas, afirma que “se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dijo: ‘De oído oiréis, y no entenderéis; y viendo veréis, y no percibiréis orque el corazón de este pueblo se ha entorpecido, y con los oídos oyen pesadamente, y han cerrado sus ojos; para que no vean con los ojos, ni oigan con los oídos, ni con el corazón entiendan, ni se conviertan y yo los sane’” (Mat. 13:14, 15). Es decir, señores, Cristo está aplicando a sus propios días una profecía que YA se había cumplido ocho siglos antes. ¿Es mentira esto que digo? ¿Es mentira que Isaías hizo lo que Dios le mandó que hiciera? ¿Es mentira que esas palabras de Isaías tuvieron su cumplimiento entre los paisanos del profeta en los días en que Dios se las encomendó? No es mentira. Entonces, está claro que cuando Cristo dice que entre sus propios contemporáneos “se cumple [...] la profecía de Isaías”, el Salvador no está haciendo exégesis de Isaías, sino que simplemente dice que las circunstancias de las que habló Isaías (la cerrazón del pueblo en los días del profeta) también se estaban dando entre los paisanos de Jesús, en el siglo I. Esto nadie en su sano juicio puede negar que es así. Entonces, deducimos inevitablemente, que, cuando Cristo dice que “se cumple [...] la profecía de Isaías” no está haciendo exégesis del profeta, sino que, sencillamente,
aplica las palabras del profeta a las circunstancias del siglo I. ¿Algún error hasta aquí? No, ¿verdad?
Vamos ahora a Mat. 24:15. Aquí Jesús, refiriéndose a la relativamente cercana destrucción futura de Jerusalén por parte de las legiones romanas, cita la “abominación desoladora” de Daniel. Los historicistas, como si el párrafo que antecede a este no se hubiera escrito jamás, automáticamente afirman, sin pruebas, que esto exige que la “abominación desoladora” de Daniel sean las legiones romanas o alguna cosa de esa guisa. Pero, ¿en qué quedamos? ¿No es obvio, para cualquiera que haya leído mínimamente el Nuevo Testamento, que sus citas del Antiguo no son exegéticas? Entonces, ¿a qué viene querer ampararse, como a un clavo ardiendo, a un pasaje que no es más que una aplicación, igual que el de Mat. 13:14, 15? Los oyentes de Jesús conocían perfectamente qué había sido la abominación desoladora, pues, desde la purificación del santuario del año 164 d.C., celebraban cada año la Fiesta de la Dedicación (
Hanukkah) en conmemoración de los luctuosos acontecimientos relacionados con la persecución de Antíoco. Entonces, señores historicistas, la mención de Mat. 24:15 a la “abominación desoladora” no es más que eso: una aplicación, una alusión a un hecho ya pasado, perfectamente conocido para todos, y una indicación de que los tiempos de angustia del pasado volverían a vivirse no muchos años después, en vida de muchos de sus oyentes. Naturalmente, esta explicación mía, perfectamente fundamentada, es letal para los intereses del historicismo, pero ahí queda. Ustedes, naturalmente, podrán ignorarla, como si no se hubiera escrito, y podrán cantar victoria “alegre y briosamente”, al estilo de lo que se hacía en la casa de James Ayer en el momento del arresto de Israel Dammon, pero gentes más nobles que ustedes se darán cuenta de la falta de nobleza que exhiben con tanta desvergüenza.
Permítame que pase por alto sus desvaríos finales (carentes de justificación exegética) en cuanto a eso que usted llama “Roma papal”, a Justiniano, a María, a la misa, etcétera. Son propaganda historicista, constituyen un puro disparate y no merecen comentario. Y no, no hacen rabiar a nadie, pero dan risa.