En el momento en que nacemos de nuevo, todos tenemos "la medida de fe" (Romanos 12:3). Es la fe de Dios, no la fe del hombre. Podemos comparar esta medida de fe, con el agua que se encuentra en lo profundo de un pozo y debe ser extraída ¿cómo logramos hacer esto? Bien, Cuando "oímos" la Palabra de Dios es como si extrajéramos la fe desde el fondo del pozo con un balde o, más concretamente, activamos la fe de Dios en nosotros. (Romanos 10:17). Como el agua del poso sale por un balde, la fe de Dios sale por el ‘oir' la Palabra de Dios.
La clase de fe de Dios está en nosotros, pero debe ser liberada, extraída o activada a través de escuchar la Palabra de Dios.
Cuando hablamos de la ley de la fe, algunos maestros de la fe ponen el carro antes que el caballo y explican todos los pasos que la fe debe "seguir" para alcanzar la meta. Como resultado de esta enseñanza la gente intenta "seguir pasos" de fe para poder ver funcionar la fe. Sin embargo, la realidad es que la fe funciona como una cadena de fichas de dominó. No necesito decirles lo que debe hacer con la ficha 2 y hasta con la 11; sólo basta con decirles cómo hacer caer la primera pieza. Una vez que cae, lo que sucede con las otras fichas es "natural" y no forzado.
Así es como algunas veces confundimos la fe con el acto superficial de confesar nuestra fe, seguir pasos fe, proclamar, accionar etc. cuando en realidad estas cosas son el "fruto" y no la "raíz de la fe. La "raíz" está en el oír la Palabra proveniente de Dios; una vez que produce el impacto en el corazón el resto, (confesar, proclamar, accionar) es consecuencia natural.
2Co 4:13 Pero teniendo el mismo espíritu de fe, conforme a lo que está escrito: Creí, por lo cual hablé, nosotros también creemos, por lo cual también hablamos
Una vez que la Palabra de Dios generó una fresca revelación en nuestro corazón acerca de la sanidad, hablaremos y actuaremos como sanados, como si fuera algo natural. No estaremos usando "fórmulas forzadas" a fin de creer. La sanidad ocurrirá porque estamos convencidos en nuestro espíritu de que ya es una realidad.
Es verdad que nosotros debemos hablarle a nuestros cuerpos y a otras circunstancias. Y sí, hablar la Palabra es una estupenda forma de "escuchar" la Palabra. Pero todo el hablar y el confesar del mundo no puede reemplazar la necesidad de "oír" con nuestro espíritu. Podemos saber todo acerca de la fe, de la sanidad, etc.; y estar dispuestos a enseñar sobre esto por horas. Pero el conocimiento no es fe. Una mente renovada no es fe. Aquí es donde mucha gente se frustra. Dicen: "¡Pero yo creo!", "Yo sé que estoy sano, pero no se manifiesta". Entiendo el dilema porque pasé por ese lugar. Pero todo se vuelve claro como el agua cuando repentinamente recibimos una revelación de nuestra sanidad. Cuando pasa de ser una doctrina con pasos a seguir, a ser una revelación de vida. Es ahí cuando todas las preguntas y frustraciones desaparecen y la ley de fe se activa; entonces las "confesiones" son reales y no forzadas, las acciones son determinadas y ciertas, no hay dudas o preguntas y hay paz, certeza y confianza totales.
Todas las fichas del dominó caen, pero no porque "empujamos" cada una. Todo lo que hicimos es aquietarnos lo suficiente para escuchar una Palabra que viene Dios.
Bendiciones