Ciudadano católico romano, usted ha optado por una retórica altisonante y evasiva, sin entrar en el análisis exegético solicitado. Su respuesta, aunque adornada con lenguaje florido, elude el texto hebreo de Isaías 42:8,
Su percepción de la realidad en que vivimos se encuentra profundamente sesgada. El hecho de que mi persona acuda a un esquema de interpolación surge precisamente para evitar que los disidentes anticatólicos como usted, queden expuestos en sus impiedades cada vez que pretendan calificar injustamente los alegatos vertidos por mi persona como
“—retórica altisonante y evasiva”.
y recurre a descalificaciones personales en lugar de argumentos bíblicos.
En ese caso, debería citar usted aquellas supuestas
“—descalificaciones personales” a los que según usted mi persona presuntamente ha acudido. Por mi parte, por la piedad de Cristo y porque entiendo, no hay nada personal en contra suya, prefiero ignorar los dicterios y juicios temerarios que usted ha proferido en perjuicio de mi persona, perdonando toda actitud farisaica de su parte.
El texto hebreo es claro y exclusivo: אָנֹכִי יְהוָה הוּא שְׁמִי וּכְבוֹדִי לְאַחֵר לֹא־אֶתֵּן וּתְהִלָּתִי לַפְּסִילִים׃“Yo soy YHWH, ese es mi nombre; y mi gloria no la daré a otro, ni mi alabanza a imágenes talladas.”El término "פְּסִילִים" (pesilim) proviene de la raíz pasal, que significa tallar o esculpir, y se refiere inequívocamente a imágenes hechas por manos humanas. No hay ambigüedad etimológica aquí: el texto condena dar gloria o alabanza a representaciones materiales, sean llamadas “ídolos” o “imágenes” que es la perversión abominable propia del catolicismo romano,
En realidad, la volición divina proscribe solo la fabricación y uso de idolotitos. El lenguaje semítico en absoluto, a diferencia de los prejuiciosos disidentes anticatólicos de extremo racionalismo exacerbado, diferenciaba y poseía la capacidad de discernir perfectamente la abismal diferencia etimológica que existe entre imagen e ídolo.
Isaías 42,8 אני Yo יהוה Yahvé הוא este שׁמי mi nombre וכבודי mi gloria לאחר otro לא no אתן daré ותהלתי mi alabanza לפסילים׃ a los ídolos
De un examen lingüístico superficial del contexto de la perícopa, puede deducirse que expresiones tales como וכבודי
kebodí «mi gloria» como así también ותהלתי
tehilatí «mi alabanza» son atributos singulares que le corresponden solo a Dios en virtud de su grado superior infinito, por lo que del presente versículo puede concluirse que no deben ser atribuidos a los ídolos o cualquier otra cosa con la que se pretenda reemplazar a Dios.
Y si bien es cierto que el plural
pesilim לפסילי
«ídolos» deriva de la raíz verbal neutra
pasal פָּסַל (esculpir, tallar, labrar, cincelar), también es cierto que es el plural del sustantivo
pesel פֶּסֶל cuyo significado literal es “í𝘥𝘰𝘭𝘰”. En este caso, el plural
la´pesilim לפסילים
«a los ídolos», significa que el termino no se refiere a cualquier escultura, sino que corresponde a una forma especial: ídolos esculpidos con fines de rituales idolátricos. De manera que, de acuerdo al sentir semítico,
«ídolo» tampoco puede ser considerado sinónimo genérico de «imagen» porque es un objeto tallado con fines de adoración indebida o idolatría. El término
“pasal” פָּסַל como verbo neutro puede utilizarse también para describir la acción física de
“tallar piedra” sin llegar a tener implicación idolátrica:
Éxodo 34,1 ויאמר יהוה אל־משׁה פסל־לך שׁני־לחת אבנים כראשׁנים וכתבתי
La traducción literal consta del verbo + pronombre, donde el verbo es
“pasal” פָּסַל
«talla» en forma imperativa y el pronombre preposicional es לך
«para ti»: פסל־לך
“pesal lejá” «talla para ti» y deriva de una acción legitima y concreta ordenada por Dios. Puede ocurrir también que el orden sintáctico determine el sentido de la raíz
“pasal” פָּסַל distinguiendo entre una acción permitida como en este caso y por otro lado, la condenación de un objeto:
Deuteronomio 5,8 לא־תעשׂה־לך פסל כל־תמונה אשׁר בשׁמים ממעל ואשׁר בארץ
En este caso, la posición de la raíz
“pasal” פָּסַל hace que se traduzca como «ídolo» en función del orden sustantivo
“pesel” פסל + pronombre לך
«para ti»: לך פסל
“pesel lejá” «un ídolo para ti”.
En consecuencia, el sustantivo
“pesel” פֶּסֶל fue cargado semánticamente para designar una connotación negativa en función de todo contexto idolátrico, es decir, resulta consistente en toda la Biblia hebrea el hecho de que siempre aparece asociado a objetos prohibidos o condenados.
Para referirse a las imágenes en concreto, ya sea una representación visual que manifieste materialmente algo que nada tenga que ver con un ídolo, seria “𝘵𝘴é𝘭𝘦𝘮” צֶלֶם
«imagen»,
«figura», un sustantivo que se refiere a un carácter o forma figurativa, simbólica o conceptual sin implicar por sí mismo idolatría (𝗲.𝗴: 𝗚é𝗻𝗲𝘀𝗶𝘀 𝟭,𝟮𝟲). Otro termino de la misma naturaleza es “𝘱𝘪𝘵𝘵uakh” פִּתּוּחַ, cuyo significado es
«grabado» o
«escultura en relieve» y se utiliza para describir decoraciones artísticas sin implicaciones idolátricas (𝗲.𝗴: 𝗭𝗮𝗰𝗮𝗿í𝗮𝘀 𝟯,𝟵). Y por último temunah תְּמוּנָה cuyo significado es
«figura», «silueta», «forma»,
«apariencia»,
«semejanza» y es empleado comúnmente para referirse a representaciones visuales, inclusive las manifestaciones divinas
(eg. Números 12,8; Salmos 17,15; Deuteronomio 4,12). Por sí mismo no implica connotación idolátrica alguna, pero puede ser utilizado también para enfatizar la condena sobre tallar ídolos (
eg. Éxodo 20,4; Deuteronomio 5,8).
como una de las causales para ser arrojado al lago que arde con fuego y azufre, aquí está el texto: Apo 21:8 Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda.
Durante el
capítulo veintiuno del Libro del Apocalipsis, el hagiógrafo se refiere al destino que les espera a aquellos que rechacen la Palabra, los medrosos infieles que no tuvieron valor de llevar para sí mismos los sacrificios en Cristo, priorizando egoístamente la seguridad propia, sufrirán terribles castigos. San Juan continua la lista con aquellos que cometieron pecados aborrecibles, los remisos y cobardes que no enfrentaron a la Bestia y renegaron de Cristo, los infieles que han reusado la fe cerrando los ojos a la luz de la revelación y la verdad, los impuros que se han hecho abominables a los ojos de Dios por haberse entregado a los vicios execrables, principalmente aquellos vicios contra la naturaleza, cuyo intolerable hedor de su perversión moral produce nauseas, los homicidas, los fornicarios, los hechiceros que se sirven de sus artes mágicas para engañar, los idolatras y todos los embusteros y falsos doctores que promueven los vientos de doctrina llevando a la perdición a incautos e inconstantes, todos ellos tendrán su parte en el estanque de azufre donde les espera la muerte eterna, la cual es llamada la «segunda muerte» en contraposición a la muerte corporal
[v.8].
Ustedes mienten al enseñar el culto a la reina del cielo.
Lo que usted menciona es solo un título atribuido por la Iglesia a la Madre de Cristo. Y si bien no se encuentra una mención explícita sobre el título, puede llegar a deducirse teológicamente de manera implícita, comenzando principalmente por la permanencia eterna del Trono de David
(2 Samuel 7,16), la cual se ve consumada en aquella instancia en la que el Ángel Gabriel anuncia a María que concebirá a Jesús el Mesías
(Lucas 1,30-33), quien se proclama Rey del Universo
(Colosenses 1,16). No puede considerarse teológicamente inconsistente el hecho de considerar a la madre de Cristo como Reina del Cielo o Universo en función a la dinastía davídica. Durante el inicio del reinado de cada uno de los reyes de Judá, la Palabra consignada en la Escritura Sagrada menciona el nombre de las madres de cada uno de ellos puesto a que ellas eran las reinas y no sus esposas
(2Reyes 8,26; 2Crónicas 22,2; 2Reyes 12,1; 2Crónicas 24,1; 2Reyes 15,1-2; 2Reyes 15,32-33; 2Crónicas 27,1; 2Crónicas 13,1-2; 2Crónicas 20,31; 2Crónicas 25,1; 2Crónicas 26,3; 2Crónicas 29.1). La perícopa que relata la visita de Betsabé a su hijo el rey Salomón bajo las pretensiones hereditarias de Adonías al Trono de David, la escena describe a Salomón sentando a su madre a la diestra del trono
(1Reyes 2,19-20). Además, es posible apreciar una instancia similar en la cual el Rey Asa depuso a su Madre del título de reina por haber caído en abominaciones idolatricas
(2Crónicas 15,16; 1Reyes 15,13).Bajo este marco, resulta objetivamente teológico considerar la premisa de reina a las madres de los reyes de Judá
Ustedes mienten al enseñar la existencia del Purgatorio.
Respecto a la doctrina del purgatorio y sin llegar a profundizar, la misma no debe ser entendida como una segunda oportunidad para salvarse luego de la muerte, lo cual significaría una contradicción con el sacrificio de Cristo en la cruz, sino que, bajo la condición de que nada impuro puede acceder a la Jerusalén mesiánica (𝗔𝗽𝗼𝗰𝗮𝗹𝗶𝗽𝘀𝗶𝘀 𝟮𝟭,𝟮𝟳), se requiere de procurar una santidad (𝗛𝗲𝗯𝗿𝗲𝗼𝘀 𝟭𝟮,𝟭𝟰), que va más allá de la santidad inicial producto de la justificación por la fe; es aquella que el creyente al momento de su muerte no logra alcanzar (𝗙𝗶𝗹𝗶𝗽𝗲𝗻𝘀𝗲𝘀 𝟯,𝟭𝟮) por causa de las imperfecciones, las cuales deben ser purificadas previamente a acceder a la visión beatífica, lo que indica que su destino no es el infierno, pero tampoco de manera directa la presencia divina sin antes sufrir daño (𝟭𝗖𝗼𝗿𝗶𝗻𝘁𝗶𝗼𝘀 𝟯,𝟭𝟯-𝟭𝟱), lo cual significa que existen faltas que no son tan graves para cerrar el cielo, pero que requieren como castigo la aplicación de una pena temporal, aun cuando los pecados hayan sido perdonados en vida en virtud del sacrificio de Cristo, puesto a que subsiste el reato de la pena, es decir, la el efecto o huella permanente que dejo como consecuencia la presencia el pecado. En tanto, la misma doctrina, mucho antes de las definiciones conciliares, fue ampliamente conocida en el cristianismo, tal es así el testimonio de mártires, Padres de la Iglesia y algunos apócrifos que pertenecen a la literatura patrística, que, si bien no poseen rigor canónico y carecen de inspiración bíblica, son escritos de los primeros siglos que evidencian el hecho de que el cristianismo primitivo tenia nociones bastante exactas sobre su concepto teológico. Por ejemplo, el caso de 𝑙𝑎 𝑝𝑎𝑠𝑖ó𝑛 𝑑𝑒 𝑙𝑎𝑠 𝑠𝑎𝑛𝑡𝑎𝑠 𝑚á𝑟𝑡𝑖𝑟𝑒𝑠 𝑃𝑒𝑟𝑝𝑒𝑡𝑢𝑎 𝑦 𝐹𝑒𝑙𝑖𝑐𝑖𝑑𝑎𝑑 (𝟮𝟬𝟯 𝗮.𝗗), cuando en el relato de la primera de ellas, narra la visión que tuvo sobre su pequeño hermano fallecido, Dinócrates y como este último es liberado del lugar de aflicción gracias a su oración, dotada de un gran poder de intercesión ante Dios, producto de haberse encontrado camino al martirio
[a]. Similar es lo sucedido en los relatos contenidos en el apócrifo 𝐻𝑒𝑐𝘩𝑜𝑠 𝑑𝑒 𝑃𝑎𝑏𝑙𝑜 𝑦 𝑇𝑒𝑐𝑙𝑎 (𝟭𝟲𝟬 𝗮.𝗗), en donde narran la historia de una joven virgen convertida por San Pablo, que, al oír su predicación, deshace el compromiso con su prometido para servir al Apóstol. Según lo descrito, cierta vez en Antioquía de Pisidia, Tecla fue puesta en custodia, permitiéndole a la pariente del Cesar, Trifena, la cual acababa de perder a su hija Falconilla, acogerla como si fuese su propia hija hasta la llegada de su ejecución. La Madre de la fallecida luego de una visión, pide a su huésped que ore por su difunta hija para que esta sea transportada a un estado de plena felicidad y a la vida eterna, lo cual fue cumplido en virtud de su poder de intercesión ante Dios, debido a su fidelidad, pureza y su cercanía del martirio
. La Iglesia primitiva también así lo creía y lo profesaba, lo atestiguan entre otros, Padres de la Iglesia como Clemente de Alejandría (𝟭𝟱𝟬 – 𝟮𝟭𝟱 ~ 𝟮𝟭𝟳 𝗮.𝗗) [c] y Cipriano de Cartago (𝟮𝟬𝟬 – 𝟮𝟱𝟴 𝗮.𝗗) [d] quienes hablan de la necesidad de purificación por del alma posterior a la muerte cuando esta no ha alcanzado la completa santidad.
Ustedes mienten al reemplazar la Autoridad de la Biblia por su magisterio católico romano.
Entiendo que usted está forzando las Sagradas Escrituras para establecer un orden Cristo—Escritura, lo cual es bíblica y teológicamente inexacto, ya que Cristo no dio las Escrituras por cabeza sobre todas las cosas.
El contexto profético refuerza la exclusividad de Dios Isaías 41:21–24 presenta un desafío directo a los ídolos, exigiendo que demuestren poder o conocimiento. El argumento culmina en Isaías 42:8,
Esencialmente, lo que usted afirma, es similar a lo que mi persona ha hecho referencia en las dos previas instancias de su premisa. De manera que no es necesario discutir sobre el contexto histórico de la perícopa. Donde tenemos una diferencia es en aquello que usted llama “contexto profético”, ya que la Iglesia Católica toma dimensión de las profecías en virtud de la interpretación Cristocéntrica, es decir, toda profecía apunta al misterio de Cristo cuyo sentido es revelado progresivamente en la historia sagrada. Y al mismo tiempo, desaconseja la manipulación de profecías para sembrar sensacionalismo apocalíptico con el fin de generar temor y especulación.
donde Dios declara que no comparte su gloria con nada ni nadie,
Una vez más... la Iglesia Católica jamás enseñó que Dios comparte Su Gloria en grado soberano superior infinito (1Timoteo 1,17; Apocalipsis 5,13), sin embargo, eso no significa que se encuentre prohibido destacar la gloria que sus santos tienen frente a Él, puesto a que el Señor es glorificado en sus santos (Romanos 2,7; Romanos 2,10; Romanos 8,16-17; 1Corintios 2,7; 1Corintios 9,15; 1Corintios 11,7; 2Corintios 1,12; 2Corintios 1,14; 2Corintios 11,10; 1Tesalonisenses 2,20; Hebreos 3,3; etc.).
mucho menos con objetos de culto.
Usted está atacando otro molino de viento que ha levantado frente a sí mismo para impedir su acceso a la verdad. La Iglesia Católica no enseña que Dios comparte su Gloria con los elementos inanimados de material abstracto tal y como lo son las imágenes representativas en el culto litúrgico.
El contexto no debilita el versículo: lo fortalece.
Su observación resulta irrelevante, mi persona jamás manifestó implícita ni explícitamente lo contrario a lo que usted está afirmando.
El Espíritu Santo glorifica a Cristo, no a imágenes Juan 16:14–15 enseña que el Espíritu glorifica al Hijo, no a representaciones materiales. La liturgia que introduce imágenes como mediadoras visuales desplaza al Espíritu Santo y oscurece la centralidad de Cristo como único mediador (1 Tim. 2:5). Ustedes mienten y engañan al practicar esta clase de liturgia idolátrica.
Otro molino de viento. Su argucia no forma parte del depósito divino de fe revelado por Cristo y entregado a su Iglesia. La Iglesia Católica no enseña sobre glorificar “—imágenes” o “—representaciones materiales”. La perícopa que usted cita, de ninguna manera menciona el culto a las imágenes representativas, en consecuencia, la exégesis desplegada por mi persona, en ninguna instancia insinúa, hace alusión ni siquiera de manera implícita ni subjetiva al culto de las imágenes representativas de la liturgia. Su criterio es víctima de una grave incertidumbre respecto a los términos «culto» e «imagen» pero en este caso su dilema no es etimológico, sino que su juicio es perturbado por una supuesta connotación negativa en la relación entre ambos, lo cual lo convierte no solo en otro molino de viento que usted está atacando, sino que usted está volcando sobre lo que sus conclusiones privadas obtenidas en función de la multitud de molinos de viento que ha levantado frente a sí mismo, todas sus categorías de prejuicios, de manera que su problema es en grado de interpretación eisegético, síndrome que acusa todo disidente anticatólico de mentalidad terrena. Y no puedo evitar señalarle otro molino de viento, a continuación, le citaré aquello que la doctrina cristiana enseña a sus fieles por medio del Catecismo:
CIC Moisés y la oración del mediador
2574 Cuando comienza a realizarse la promesa (Pascua, Éxodo, entrega de la Ley y conclusión de la Alianza), la oración de Moisés es la figura conmovedora de la oración de intercesión que tiene su cumplimiento en “el único Mediador entre Dios y los hombres, Cristo-Jesús, hombre también” (1 Tm 2, 5).
480 Jesucristo es verdadero Dios y verdadero Hombre en la unidad de su Persona divina; por esta razón Él es el único Mediador entre Dios y los hombres.
Finalmente, y para que se la cale de una vez por todas, no luchamos contra molinos de viento, sino contra fortalezas doctrinales. Su alusión a “molinos de viento” revela una confusión entre fantasía y discernimiento espiritual. No estamos luchando contra ilusiones, sino contra argumentos que se levantan contra el conocimiento de Dios (2 Cor. 10:4–5). Y lo hacemos con la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios (Ef. 6:17), no con floretes de retórica. ASÍ QUE QUEDA RESPONSABLE DELANTE DE CRISTO (Ro.2:16).
No comprendo a que se refiere con su expresión “—para que se la cale”, sin embargo, he desplegado alegatos suficientes para evidenciar su cruzada quijotesca contra los molinos de viento que usted levanta frente a sí mismo. Usted pregona que lleva a cabo una supuesta “lucha” en plural, tal y como si de una comunidad de creyentes se tratase, sin embargo, si se le exige identificarla visiblemente y trazar una línea de tiempo que se remonte de forma ininterrumpida hasta los Apóstoles no podrá hacerlo, puesto a que se trata solo de una fábula que no forma parte de la realidad en que vivimos. Lo que usted llama “—argumentos que se levantan contra el conocimiento de Dios” no son más que quimeras que construye una mentalidad terrena para sí mismo, de esa manera las revelaciones de Cristo permanecen ocultas a los ojos de todo hombre natural o «psychikos» ya que su razón inferior no acepta el plan divino al que tiene por locura (cf. 1Corintios 2,14-15). Lo que usted llama “—fortalezas doctrinales” no son más que delirios de aquello que usted supone, enseña la Iglesia Católica. Si usted se detuviese a reflexionar al menos un instante, podría cerciorarse de que, si bien aún insiste con algunos, la mayoría de los molinos de viento que usted ha ido levantando frente a sí mismo, se han ido desvaneciendo frente a los alegatos bíblicos y teológicos desplegados por mi persona, además de los fragmentos explícitos del Magisterio que le he citado respecto a la legitima enseñanza de la Iglesia Católica. Evidencia de ello es el hecho de que, si bien usted no va a detener sus ataques a los molinos de viento, ha desistido en la mayoría de los que ha ido levantado ya que al respecto no he recibido contrarréplica alguna de su parte. Disidentes anticatólicos como usted, sometidos bajo el influjo del espíritu acusador, tienen inclinación a derramar el tósigo de sus prejuicios y odio sobre la Palabra consignada en la Escritura Sagrada para utilizarlos luego como dardos envenenados arrojadizos.
Como si de un escudo que repele aquellos ataques se tratase, mi persona desplegará un epitome exegético en función de ambos versículos.
En el capítulo seis de la Epístola a los Efesios, luego de las admirables recomendaciones relativas a la vida familiar, ahora apunta a concluir su carta en virtud de defender aquellos valores. Previamente ya había definido la doctrina proclamando el triunfo que Dios ha alcanzado en Cristo, a quien se someten todas las cosas incluido los poderes celestiales (cf. 1,19-22), haciendo participe a la Iglesia en la exaltación de Cristo en los cielos (cf. 2,5-6), siendo la Iglesia signo para los poderes celestiales de que el plan trazado por el Padre ha sido consumado en Cristo (cf. 3,9-12). La parénesis final consta de una llamada a las armas a cada miembro del cuerpo contra el poder de los enemigos exteriores que los rodean, contra los espíritus malignos de los cielos han de ceñirse la «armadura de Dios» para resistir las arremetidas. Esta armadura debe cubrir de la cabeza a los pies. Pero primeramente se debe buscar la «fortaleza» en Dios y vestirse con el conjunto de armas que ofrece a sus soldados para dar pelea, la «armadura de Dios»[v.10-11] ya que la lucha no será solo contra la «sangre y carne», expresión hebrea que alude a la naturaleza humana (cf. Gálatas 1,16), sino que también será una lucha de amplitud cósmica (cf. 1,19-10; 3,19) «contra principados, contra potestades» ángeles que ya fueron derrotados por el triunfo de Cristo (1 Corintios 15,24; Colosenses 1,13-14; 2,15), espíritus malignos que habitan en espacios celestes, es decir, contra potencias superiores a los poderes humanos [v.12]. La «armadura de Dios» que es necesaria para resistir y vencer debe estar preparada para aquel «día malo», es decir, el día de en qué las tentaciones exijan una lucha extrema pero que se extenderá a todo el periodo de la vida humana en el contexto de un mundo perverso (cf. 5,6) [v.13]. La «armadura de Dios» debe conformarse como una panoplia espiritual, probablemente San Pablo se inspiró en el conjunto militar que lucían los guardias pretorianos que custodiaban la prisión del Apóstol. Este conjunto se conformaba de un cinturón que sujetaba la túnica y sostenía la vaina de la espada, la coraza compuesta de láminas de bronce que protegía el pectoral y la espalda, las botas que protegían las piernas y los pies, el escudo que se portaba en el antebrazo izquierdo para defender la parte superior del cuerpo, el yelmo que protegía el rostro y la cabeza y la espada el arma principal ofensiva contra el enemigo. A todo este equipamiento el Apóstol le otorga análogamente sentido espiritual: el cinturón para ceñirse a la «verdad» de que la vigilia en el Señor los hará participar de la Gloria de Dios (Lucas 12,37), la coraza que es la «justicia» o rectitud ante Dios (cf. 4,24), las botas para lograr la prontitud del anuncio autorizado del «Evangelio» (Romanos 10,15; cf. Isaías 52,7), el escudo, que es la adhesión a la fe permanente a Cristo (cf. Romanos 1,16); el yelmo, el cual esta forjado en la esperanza de «salvación» y la victoria final (cf. Romanos 5,2-5; Romanos 8,18) y la espada que proviene del «Espíritu» y es la revelación divina. El arma eficaz que consiste en la Palabra de Dios o revelación divina contenida en el Evangelio (cf. 1Tesalonisenses 2,13; Hebreos 4,12) [v.14-17].
Durante el segundo capítulo de la Epístola a los Romanos, San Pablo comienza lanzando invectivas contra la suposición absurda de confianza que tenían los judíos sobre los ritos exteriores, tales como la Ley [cf. v.12-24] y la circuncisión [cf. v.25-29], ambos, motivo de orgullo como reaseguro indefectible que les certificaba un lugar en el Reino de Dios. Su discurso se asienta sobre el principio general tanto para judíos como para gentiles, de que lo que se pesará en la balanza el día del juicio serán las obras de cada uno [cf. v.6]. La única diferencia de acuerdo al Apóstol en esas categorías, será que los judíos serán juzgados en conformidad a la ley mosaica, mientras que los gentiles, que carecen de una ley positiva, serán juzgados en función a la ley natural grabada en sus corazones [v.12-16]. Si bien podrían considerarse vertientes distintas, ambas obedecen a una misma voluntad de Dios, siendo el pecado ir contra esa volición divina. Los «oidores de la ley», la expresión de San Pablo no se limita a decir que el judío es recto ante Dios solo porque ha oído o conoce las prescripciones de la Ley. Para el Apóstol, desde la perspectiva judía que distingue parenéticamente entre conocimiento y práctica, solo serán hechos rectos «los hacedores de la ley» (Levítico 18,5). El verbo futuro pasivo δικαιωθησονται dikaios «serán justificados» revela que la implicancia forense—escatológica no es incondicional porque la justificación luego del juicio depende exclusivamente del cumplimiento efectivo de la Ley [v.13]. Continuando ahora con los gentiles, San Pablo afirma que los gentiles, sin tener conocimiento de la ley mosaica «no tienen ley» responden «naturalmente», es decir, observan instintivamente el orden moral prescindiendo de cualquier revelación positiva. Ellos cuentan con normas de conducta para sí mismos y conocen al menos algunas prescripciones de la Ley, de manera que observan «lo que es de la ley», sin tener la ventaja de una legislación revelada «aunque no tengan ley» como la tenían los judíos «son ley á sí mismos» [v.14], de manera que lo que la Ley legisla esta «escrita en sus corazones», un conocimiento real consignado en la conciencia gentil, donde lo moral se debate entre una contienda de pensamientos internos de la conciencia gentil [v.15]. San Pablo concluye con la expresión «el día que juzgará el Señor» con la cual revela que el autor del juicio sobre la tierra (Salmos 98,9) juzgará «lo encubierto de los hombres», aquello que no pueden juzgar los hombres ya que Dios es el único que conoce las interioridades de los corazones (1 Corintios 4,5). Concluye el Apóstol que la doctrina en la que tiene fe por este juicio es «conforme á mi evangelio», lo llama de esa manera por la forma especial en que impartía la predicación del Evangelio único con el que ha iluminado abundantemente con el misterio de Jesucristo (Efesios 3,4) [v.16].
[a].- 𝑇𝘩𝑒 𝑃𝑎𝑠𝑠𝑖𝑜𝑛 𝑜𝑓 𝑡𝘩𝑒 𝐻𝑜𝑙𝑦 𝑀𝑎𝑟𝑡𝑦𝑟𝑠 𝑃𝑒𝑟𝑝𝑒𝑡𝑢𝑎 𝑎𝑛𝑑 𝐹𝑒𝑙𝑖𝑐𝑖𝑡𝑦 (𝑐𝑓. 2,3-4) –𝑇𝑒𝑟𝑡𝑢𝑙𝑙𝑖𝑎𝑛-. 𝐹𝑟𝑜𝑚 𝐴𝑛𝑡𝑒-𝑁𝑖𝑐𝑒𝑛𝑒 𝐹𝑎𝑡𝘩𝑒𝑟𝑠, 𝑉𝑜𝑙. 3. 𝐸𝑑𝑖𝑡𝑒𝑑 𝑏𝑦 𝐴𝑙𝑒𝑥𝑎𝑛𝑑𝑒𝑟 𝑅𝑜𝑏𝑒𝑟𝑡𝑠, 𝐽𝑎𝑚𝑒𝑠 𝐷𝑜𝑛𝑎𝑙𝑑𝑠𝑜𝑛, 𝑎𝑛𝑑 𝐴. 𝐶𝑙𝑒𝑣𝑒𝑙𝑎𝑛𝑑 𝐶𝑜𝑥𝑒. (𝐵𝑢𝑓𝑓𝑎𝑙𝑜, 𝑁𝑌: 𝐶𝘩𝑟𝑖𝑠𝑡𝑖𝑎𝑛 𝐿𝑖𝑡𝑒𝑟𝑎𝑡𝑢𝑟𝑒 𝑃𝑢𝑏𝑙𝑖𝑠𝘩𝑖𝑛𝑔 𝐶𝑜., 1885.) 𝑅𝑒𝑣𝑖𝑠𝑒𝑑 𝑎𝑛𝑑 𝑒𝑑𝑖𝑡𝑒𝑑 𝑓𝑜𝑟 𝑁𝑒𝑤 𝐴𝑑𝑣𝑒𝑛𝑡 𝑏𝑦 𝐾𝑒𝑣𝑖𝑛 𝐾𝑛𝑖𝑔𝘩𝑡.
.- 𝑇𝘩𝑒 𝐴𝑐𝑡𝑠 𝑜𝑓 𝑃𝑎𝑢𝑙 𝑎𝑛𝑑 𝑇𝘩𝑒𝑐𝑙𝑎 (𝑐𝑓. 8,6-7) –𝐴𝑝𝑜𝑐𝑟𝑦𝑝𝘩𝑎-. 𝐹𝑟𝑜𝑚 𝐴𝑛𝑡𝑒-𝑁𝑖𝑐𝑒𝑛𝑒 𝐹𝑎𝑡𝘩𝑒𝑟𝑠, 𝑉𝑜𝑙. 8. 𝐸𝑑𝑖𝑡𝑒𝑑 𝑏𝑦 𝐴𝑙𝑒𝑥𝑎𝑛𝑑𝑒𝑟 𝑅𝑜𝑏𝑒𝑟𝑡𝑠, 𝐽𝑎𝑚𝑒𝑠 𝐷𝑜𝑛𝑎𝑙𝑑𝑠𝑜𝑛, 𝑎𝑛𝑑 𝐴. 𝐶𝑙𝑒𝑣𝑒𝑙𝑎𝑛𝑑 𝐶𝑜𝑥𝑒. (𝐵𝑢𝑓𝑓𝑎𝑙𝑜, 𝑁𝑌: 𝐶𝘩𝑟𝑖𝑠𝑡𝑖𝑎𝑛 𝐿𝑖𝑡𝑒𝑟𝑎𝑡𝑢𝑟𝑒 𝑃𝑢𝑏𝑙𝑖𝑠𝘩𝑖𝑛𝑔 𝐶𝑜., 1886.) 𝑅𝑒𝑣𝑖𝑠𝑒𝑑 𝑎𝑛𝑑 𝑒𝑑𝑖𝑡𝑒𝑑 𝑓𝑜𝑟 𝑁𝑒𝑤 𝐴𝑑𝑣𝑒𝑛𝑡 𝑏𝑦 𝐾𝑒𝑣𝑖𝑛 𝐾𝑛𝑖𝑔𝘩𝑡.
[c].- 𝐶𝑙𝑒𝑚𝑒𝑛𝑡 𝑜𝑓 𝐴𝑙𝑒𝑥𝑎𝑛𝑑𝑟𝑖𝑎. 𝑆𝑡𝑟𝑜𝑚𝑎𝑡𝑎. 𝐼𝑉,14 𝑆𝑡𝑟𝑜𝑚𝑎𝑡𝑎 / 𝑀𝑖𝑠𝑐𝑒𝑙𝑙𝑎𝑛𝑖𝑒𝑠, 𝐵𝑜𝑜𝑘 𝑉𝐼, 𝐶𝘩𝑎𝑝𝑡𝑒𝑟 14; 𝐴𝑁𝐹, 𝑉𝑜𝑙. 𝐼𝐼, 504
[d].- 𝐶𝑦𝑝𝑟𝑖𝑎𝑛 𝑜𝑓 𝐶𝑎𝑟𝑡𝘩𝑎𝑔𝑒. 𝐸𝑝𝑖𝑠𝑡𝑙𝑒 51 [55], 𝑇𝑜 𝐴𝑛𝑡𝑜𝑛𝑖𝑎𝑛𝑢𝑠 𝐴𝑏𝑜𝑢𝑡 𝐶𝑜𝑟𝑛𝑒𝑙𝑖