Contra lo que algunos aquí han manifestado reflexionaremos; quienes no estén de acuerdo pueden otorgar, callando, o pueden cuestionar lo dicho:
-Se ha alegado –hasta citando quejas de Lutero-, que los lectores protestantes de la Biblia la interpretan cada cual a su modo, llevando a la división y a la continua formación de nuevas denominaciones.
Monseñor Straubinger, traductor de una Biblia católica al castellano, expresó:
“Con razón, pues, se ha dicho que “cada protestante es en potencia fundador y sumo pontífice de su propia iglesia, basada en la Biblia, interpretada a su antojo”.
Doy fe de que tal juicio es verdadero, pues todos los días nacen nuevas “iglesias” gestadas y paridas de la misma manera.
Admitido el hecho preguntamos:
-¿Cómo y por qué ocurrió?
-¡Por falta de una única jerarquía eclesiástica universal a la que todos estuvieran sujetos!
Sorpresivamente, vemos coincidir en esto a católicos con su Magisterio de la Iglesia y el Papa en Roma, así como “Testigos de Jehová” con su Cuerpo Gobernante y el Esclavo Fiel y Discreto en Brooklyn, N.York.
Rechazo de plano la respuesta que adelanté y ahora digo:
-Las constantes divisiones y múltiples divisiones se dieron por no respetar el principio de Sola Scriptura.
-¡Insensato! –me dirán- ¿Nos quiere envolver en su locura?
-Lejos de ello, sólo pretendo hacerles entrar en razón –y paso a explicar:
-No es la práctica de aquel principio lo que causó tales males, sino la omisión del mismo.
Si producida cualquier diferencia, en espíritu de oración y temblando ante la Palabra de Dios, se hubieran examinado las Escrituras consultando si Dios ya se había expedido sobre el particular, todo problema sería dirimido.
En vez de eso, (él o) los más prepotentes e influyentes en una congregación se armaron de un manojo de versículos selectos extraídos de sus contextos, y eso les alcanzó para apostrofar a sus contrarios de apóstatas y herejes, con lo que acabaron por salirse con la suya.
Los más espirituales, juzgaron que era más prudente callar y orar, esperando en Dios, cosa de no suscitar una indeseable división.
Esta política afectando piedad, mansedumbre y espiritualidad ha traído la mayoría de los males al cristianismo auténtico, pues entregó el campo a los lobos y sembradores de cizaña.
El Señor Jesús había dicho: “Erráis, ignorando las Escrituras y el poder de Dios” (Mt 22:29), y efectivamente, tener una Biblia sobre la mesa de luz acumulando polvo y llevarla a pasear los domingos a la iglesia, nada confería a su poseedor.
-Y entonces, ¿qué debía haberse hecho?
-Pues si hubiera en la congregación hermanos bien instruidos en la Palabra, hubieran persistido con toda paciencia mostrando por las Escrituras que era menester obedecer a Dios antes que a los hombres, y que lo que algunos estaban proponiendo estaba arteramente presentado. No hubieran temido al escándalo, pues no eran ellos los que ponían el tropiezo sino aquellos que citaban las Escrituras sin ton ni son.
Recordamos que en la tentación en el desierto, el diablo también citó de las Escrituras, pero el Señor Jesús le replicó diciendo:
-“Escrito está también” (Mt 4:6,7).
Apolos, mejor instruido por Aquila y Priscila, “con gran vehemencia refutaba públicamente a los judíos, demostrando por las Escrituras que Jesús era el Cristo” (Hch 18:28).
Los judíos de Berea “eran más nobles que los que estaban en Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así” (Hch 17:11).
Esto que Lucas refiere en tan pocas palabras y leemos en escasos segundos, seguramente que demandó horas y días de acalorada discusión.
Los antiguos tenían un ingrediente que actualmente falta: denuedo.
Si en las iglesias se hubieran levantado hombres resueltos a no dar el brazo a torcer ante los carnales, mundanos y sensuales, manteniéndose incólumes sobre el principio de Sola Scriptura, se hubieran evitado muchos males.
Lamentablemente, el espíritu de cobardía (2Ti 1:7) prevaleció sobre los creyentes, adoptando una actitud pasiva y sufrida, creyéndola espiritual.
Ya sea Lutero en Worms o George Fox en Inglaterra, la historia del cristianismo está llena de ejemplos de hombres valerosos que contendieron ardientemente por la fe.
Concluyendo, si se quiere acabar con las divisiones y nuevas denominaciones y volver a la unidad de la iglesia será menester al menos dos cosas:
a) Todos los hermanos y hermanas deben conocer bien la Palabra de Dios.
b) Toda dificultad debe dirimirse a la luz de esa Palabra.
Para ello será necesario volver a confiar en el Espíritu Santo, que como Espíritu de verdad que es, nos guiará a toda verdad.
Si Dios ha hablado (He 1:1,2) mi opinión personal no cuenta.
Cordiales saludos.