Re: La doctrina de los 144000 desde la perspectiva de los TJ
SEGUNDA PARTE
“El hombre ha descubierto que es mucho más cómodo adulterar la verdad que refinarse a sí mismo.” (Charles Caleb Colton, clérigo inglés del siglo XIX)
DESDE el año 33 E.C., cuando Roma dio muerte al fundador del cristianismo, esta sexta potencia mundial de la historia bíblica estuvo constantemente en contra de los cristianos. Los encerraba en prisión, y a algunos de ellos los echó a los leones. Pero hasta cuando se les amenazaba con el martirio de servir de antorchas humanas para iluminar los jardines de Nerón, los cristianos romanos del primer siglo continuaron dejando brillar su luz espiritual. (Mateo 5:14.) Sin embargo, con el tiempo la situación cambió. El libro From Christ to Constantine dice que “a principios del siglo tercero la Iglesia empezaba a ser respetable”. Ahora bien, la respetabilidad tenía su precio: “una relajación de las normas”. Por consiguiente, “ya no se consideraba que el vivir cristiano fuera un requisito de la fe cristiana”.
La luz del evangelio se había ido apagando hasta convertirse en un leve vislumbre, y, como dice el libro Imperial Rome, “para el siglo cuarto los escritores cristianos no solo afirmaban que era posible ser cristiano y romano al mismo tiempo, sino que la larga historia de Roma era, en realidad, el comienzo de la epopeya cristiana. [...] Lo que se sacaba en consecuencia era que Roma había sido nombrada por Dios”.
El emperador romano Constantino el Grande compartía este punto de vista, y en el año 313 E.C. legalizó el cristianismo. La acción de Constantino de unir Iglesia y Estado, colocando a líderes religiosos al servicio del Estado y permitiendo que este controlase los asuntos religiosos, trajo nefastas consecuencias. A principios del siglo segundo, Ignacio, obispo de Antioquía, introdujo un nuevo método de dirigir la congregación. El episcopado monárquico estipuló que fuese un solo clérigo, en lugar de un grupo de ancianos, quien estuviese al cargo de cada congregación. Más o menos un siglo después, Cipriano, obispo de Cartago, amplió este sistema clerical jerárquico delineando una jerarquía monárquica de siete grados. En la posición suprema estaba el obispo, y bajo él había sacerdotes, diáconos, subdiáconos y otros grados. Tiempo después la Iglesia de Occidente añadió un octavo grado, mientras que la de Oriente se conformó con una jerarquía de cinco grados.
¿Adónde condujeron este sistema jerárquico y el apoyo estatal? El libro Imperial Rome explica: “Tan solo ochenta años después de la última gran ola de persecución de cristianos, la Iglesia misma empezaba a ejecutar a herejes y sus clérigos ejercían un poder casi equivalente al de los emperadores”. Seguro que esto no es lo que Cristo pensaba cuando dijo que sus discípulos no tenían que ser “parte del mundo”, sino que más bien deberían vencerlo, y no mediante la fuerza, sino mediante su fe. (Juan 16:33; 17:14; 1 Juan 5:4.)
Mucho antes de Constantino, la religión cristiana ya se había adulterado con ideas paganas. Los dioses míticos griegos, que en su día tanto habían influido en la religión de Roma, también habían ejercido su influencia en la religión cristiana. “Para cuando Roma se había convertido en una potencia imperial —dice el libro Roman Mythology—, Júpiter tenía muchas similitudes con el Zeus griego. [...] Posteriormente Júpiter fue adorado como Optimus Maximus, ‘el mejor y el más grande’, una designación que sería traspasada al cristianismo y que aparece en muchas inscripciones de monumentos.” The New Encyclopædia Britannica añade: “Bajo el cristianismo, los héroes y hasta los dioses griegos sobrevivieron en los santos”.
El autor M. A. Smith explica que eso quería decir que “los muchos conjuntos de dioses se estaban entremezclando y las diferencias regionales iban quedando borrosas. [...] La gente tendía a pensar que en realidad las diversas deidades no eran más que nombres diferentes para un gran poder único. [...] La Isis egipcia, la Ártemis de los efesios y la Astarté siria podían considerarse idénticas. El Zeus griego, el Júpiter romano, el Amón-Ra egipcio y hasta el Yahveh judío podían ser invocados como los nombres del gran Poder único”.
En Roma, el cristianismo se estaba fusionando con las ideas griegas y romanas, pero también experimentaba cambios en otros lugares. En Alejandría, Antioquía, Cartago y Edesa, centros de actividad teológica, aparecieron escuelas de pensamiento religioso propias. Herbert Waddams, anterior canónigo anglicano de Canterbury, dice que en la escuela de Alejandría, por ejemplo, “influyeron de modo particular las ideas platónicas”, y que dicha escuela asignaba significados alegóricos a la mayoría de las declaraciones del “Antiguo Testamento”. La escuela de Antioquía, por otra parte, adoptó una actitud más literal y más crítica respecto a la Biblia. La distancia, la falta de comunicación y los malentendidos provocados por el idioma sirvieron para intensificar las diferencias entre esas escuelas, aunque la causa principal de esa situación fue el espíritu independiente y la ambición egoísta de líderes religiosos que estuvieron dispuestos a adulterar la verdad para su propio provecho, apagando así la luz del evangelio.
Ya en el primer siglo, al cristianismo le influyeron enseñanzas religiosas falsas, debido a lo cual, Pablo aconsejó a Timoteo que se apartase “de las contradicciones del falsamente llamado ‘conocimiento’”. (1 Timoteo 6:20, 21.) Puede que con estas palabras hiciese referencia a un movimiento llamado gnosticismo que obtuvo prominencia a principios del siglo segundo, aunque es probable que tuviera sus comienzos en el primer siglo, posiblemente con cierto Simón Mago. Algunas autoridades afirman que cabe la posibilidad de que se tratase del Simón que la Biblia menciona en Hechos 8:9. El gnosticismo obtuvo su nombre de la palabra griega gnó·sis, que significa “conocimiento”. Los grupos gnósticos sostenían que la salvación viene por medio de un conocimiento místico especial de cosas profundas desconocidas para los cristianos comunes, y, de acuerdo con The Encyclopedia of Religion, pensaban que poseer este conocimiento los capacitaba para enseñar “la verdad oculta revelada por Jesús”.
Los orígenes del pensamiento gnóstico eran muy variados. De Babilonia adoptó la práctica de atribuir significados ocultos a los números de la Biblia, que supuestamente revelaban verdades místicas. También enseñaba que mientras que el espíritu es bueno, toda materia es inherentemente mala. El autor alemán Karl Frick dice que “esta es la misma cadena de razonamiento que ya se encontraba en el dualismo persa y en el yin y el yang de China, en el Lejano Oriente”. Está claro que el “cristianismo” presentado por los escritos gnósticos se basa en fuentes no cristianas. ¿Cómo iba a ser entonces “la verdad oculta revelada por Jesús”?
El escriturario R. E. O. White define el gnosticismo como una combinación de “especulación filosófica, superstición, ritos semimágicos y, a veces, un culto fanático y hasta obsceno”. Andrew M. Greeley, de la universidad de Arizona, dice: “El Jesús de los gnósticos es unas veces incoherente; otras, incomprensible, y aún otras, poco más que horripilante”.
Los gnósticos no fueron los únicos que torcieron la verdad acerca de Cristo. Parece ser que Nestorio, patriarca de Constantinopla de principios del siglo quinto, enseñaba que Cristo era en realidad dos personas en uno, el humano Jesús y el divino Hijo de Dios. Al dar a luz a Cristo, María dio a luz al hombre, no al Hijo divino. Este punto de vista no concordaba con el monofisismo (“una naturaleza”), que sostenía que la unión entre Dios y el Hijo era inseparable y que, aunque en Jesús había dos naturalezas, en realidad era uno solo, totalmente Dios y, al mismo tiempo, totalmente hombre. Según este razonamiento, María había dado a luz a Dios, no solo al hombre Jesús.
Ambas teorías eran el resultado de una controversia surgida durante el siglo anterior. Arrio, sacerdote de Alejandría, argumentaba que Cristo es inferior al Padre, por lo que rehusó utilizar el término homoousios (consustancial, de la misma sustancia) al definir la relación de Cristo con Dios. En el año 325 E.C., el concilio de Nicea rechazó su punto de vista y decretó que Jesús es efectivamente ‘consustancial al Padre’. El concilio de Calcedonia (año 451 E.C.) decretó que Cristo es Dios hecho carne. Para entonces, el concepto babilonio-egipcio-griego de un Dios trino había dejado a un lado la enseñanza de Cristo de que él y su Padre eran dos individuos separados y de ninguna manera iguales. (Marcos 13:32; Juan 14:28.)
En realidad, fue Tertuliano (c. 160-c. 230 E.C.), miembro de la Iglesia de África del Norte, quien introdujo la palabra “trinitas”, término que se abrió camino en el lenguaje cristiano poco antes de que naciese Arrio. Tertuliano, el primer teólogo que escribió extensamente en latín en lugar de en griego, ayudó a colocar el fundamento de la teología occidental. Lo mismo hizo “san” Agustín, otro teólogo de África del Norte que vivió unos dos siglos después. “Por lo general, a [Agustín] se le reconoce como el mayor pensador de la antigüedad cristiana”, dice The New Encyclopædia Britannica. Sin embargo, las siguientes palabras de esta cita son causa de preocupación para todo católico y protestante sincero: “Su cabeza fue el crisol donde se llevó a cabo la fusión más completa de la religión del Nuevo Testamento con la tradición platónica de la filosofía griega, y también fue el medio por el cual se transmitió el producto de esta fusión al mundo cristiano en el que prevalece el catolicismo romano medieval y el protestantismo del Renacimiento”.
Hacia fines del siglo cuarto, el emperador Teodosio I terminó lo que Constantino había empezado mediante hacer del catolicismo la religión del Estado. Poco tiempo después, como Constantino había temido, el Imperio romano se dividió. En el año 410 E.C. Roma cayó en poder de los visigodos, un pueblo germánico que por mucho tiempo había hostigado al imperio, y en 476 E.C. el general germánico Odoacro depuso al emperador de Occidente y se proclamó a sí mismo rey, con lo que puso fin al Imperio romano de Occidente.
¿Cómo le iría al catolicismo en medio de estas nuevas circunstancias? Para el año 500 E.C., la iglesia católica reconocía como miembros suyos alrededor del 22% de la población mundial, pero el grueso de esos aproximadamente 43 millones de personas habían caído víctimas de líderes religiosos que vieron más cómodo adulterar la verdad que refinarse a sí mismos. La luz del evangelio del cristianismo verdadero se había apagado.
Continúa…
(Y por favor, si querían explicaciones, pues aquí las tienen. Si no desean saber más sobre la verdad histórica del falso cristianismo, pues ¡Muy sencillo! ¡No lean!)