Los católicos siempre fardan de realistas en su filosofía teológica, cuando no son más que meros nominalistas (y de los malos). Adoran a Dios, adoran a la virgen... pero como lo segundo está mal, le cambian el nombre y creen haber solucionado el problema: le llaman a ahora a la idolatria mariana, hiperdoulía o "gran veneración". Y quieren dejarnos fascinados con sus juegos de palabras.
Ahora que ya han procedido sus teólogos debemos entender que hay paz ya en el cielo. Sus libros y doctrinas están a salvo de la herejía, sus fórmulas son correctas. Mientras tanto se conducen cegados de ilustración al peor de los pecados, rendir adoración a quien no es Dios, con el agravante de que no se trata de una estatua de un dios fingido, sino de la imagen de nada más y menos que la misma Madre de nuestro Señor. !Qué la dejen en paz!
Y como estás muchas otras. Todo "divinas palabras" decorando abusos y todo tipo de trampas. Pero es lo propio de una religión que se hace vieja y que o se reforma o va acabar convirtiéndose en un esperpento de variedades lingüísticas, significantes alocados, significados barrocos henchidos de complejas florituras, y de mucho, mucho católico mal formado (y que es que para tanta vuelta hace falta mucho fuelle)