SÚPLICA DEL AUTOR A JESÚS Y A MARÍA
Amado Redentor y Señor mío Jesucristo, yo indigno siervo tuyo, sabiendo el
placer que te proporciona quien trata de glorificar a tu Madre santísima, a la que
tanto amas y tanto deseas ver amada y honrada por todos, he pensado publicar este
libro mío que habla de sus glorias.
Y pues con tanto afán tomas la gloria de esta Madre, a nadie más digno que
a ti puedo dedicarlo. Te lo dedico y encomiendo. Recibe este mi pequeño obsequio,
muestra del amor que te tengo a ti y a esta tu amada Madre. Protégelo haciendo
llover luces de confianza y llamaradas de amor por esta Virgen inmaculada sobre
aquellos que lo lean, ya que a ella la has constituido esperanza y refugio de todos
los redimidos. Y en premio de este humilde trabajo, concédeme, te ruego, tanto
amor a María cuanto he deseado encender en los corazones de quienes lo leyeren.
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Y ahora me dirijo a ti, dulcísima Señora y Madre mía María.
Bien sabes que
después de Jesús, en ti tengo puesta toda mi esperanza de mi eterna salvación;
porque reconozco que todas las gracias de que Dios me ha colmado, como mi
conversión, mi vocación a dejar el mundo y todas las demás gracias las he recibido
de Dios por tu medio. Y sabes que yo, por verte amada de todos como lo mereces y
por darte muestras de gratitud por tantos beneficios como me has otorgado, he
procurado predicar siempre e inculcar a todos, en público y en privado, tu dulce y
saludable devoción.
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MANIFIESTO DEL AUTOR
Por si alguno creyera demasiado avanzada alguna proposición escrita en
este libro, declaro haberla dicho y entendido en el sentido que le da la Santa Iglesia
Católica y la sana Teología.
Por ejemplo, al llamar a María “Mediadora”, mi intención
ha sido llamarla tan sólo MEDIADORA DE GRACIA, a diferencia de Jesucristo, que
es el primero
y único mediador de justicia. Llamando a María “Omnipotente” (como,
por lo demás, la han llamado san Juan Damasceno, san Pedro Damiano, san
Buenaventura, Cosme de Jerusalén y otros), he pretendido llamarla así en cuanto
que ella, como Madre de Dios,
obtiene de él cuanto le pide en beneficio de sus
devotos, puesto que
ni de éste ni de ningún atributo divino puede ser capaz una
pura criatura como lo es María. Llamando, en fin, a María nuestra “Esperanza”,
entiendo llamarla tal porque todas las gracias (como entiende san Bernardo) pasan
por sus manos.
Definitivamente hay algunos que no saben leer