Génesis, Capítulo 4
Comentario Biblico Mattew Henry
Editorial UNILIT
CAPÍTULO IV
Versículos 1—7. El nacimiento, labor y religión de Caín y Abel.
8—15. Caín mata a Abel—La maldición de Caín.
16—18. La conducta de Caín—Su familia.
19—24. Lamec y sus esposas—La destreza de los descendientes de Caín.
25, 26. El nacimiento de otro hijo y nieto de Adán.
Vv. 1—7. Cuando nació Caín, Eva dijo: He engendrado un varón del Señor. Quizá pensó que era la
simiente prometida. De ser así, tuvo una amarga desilusión. Abel significa vanidad: cuando ella
pensó que tenía la simiente prometida en Caín, cuyo nombre significa posesión, ella se absorbió
tanto con él que otro hijo era como vanidad para ella.—Fíjese que cada hijo tenía un llamamiento.
La voluntad de Dios para todos es que cada uno tenga algo que hacer en este mundo. Los padres
deben criar a sus hijos para trabajar. Déles una Biblia y un llamamiento, decía el buen señor Dod, y
Dios sea con ellos. Podemos suponer que, después de la caída, Dios mandó a Adán que derramara la
sangre de animales inocentes y, una vez muertos, quemara parte o todo los cuerpos con fuego. Así
fueron prefigurados el castigo que merecen los pecadores, esto es, la muerte del cuerpo, y la ira de
Dios, de la cual el fuego es un emblema bien conocido, además de los sufrimientos de Cristo.
Observe que la adoración religiosa de Dios no es un invento nuevo. Fue desde el comienzo; es el
buen camino antiguo, Jeremías vi, 16.
Las ofrendas de Caín y Abel fueron diferentes. Caín demostró un orgulloso corazón incrédulo.
En consecuencia, él y su ofrenda fueron rechazados. Abel llegó en calidad de pecador y, conforme a
lo establecido por Dios, por medio de su sacrificio expresaba humildad, sinceridad y obediencia y fe.
De este modo, al buscar el beneficio del nuevo pacto de misericordia, por medio de la Simiente
prometida, su sacrificio tenía una expresión que Dios aceptó. Abel ofrendó en fe pero no Caín,
Hebreos xi, 4. En todas las épocas ha habido dos clases de adoradores, a la manera de Caín y Abel; a
saber, los orgullosos y endurecidos que desprecian el método de salvación del evangelio, que
intentan agradar a Dios con métodos diseñados por ellos mismos; y, los creyentes humildes que se
acercan a él por el camino que él ha revelado. —Caín se entregó a la ira maligna contra Abel.
Albergó un espíritu maligno de descontento y rebelión contra Dios. Dios nota todas nuestras
pasiones y descontentos pecaminosos. No hay mirada de enojo, envidia o de fastidio que escape a su
ojo vigilante. El Señor razonó con este hombre rebelde; si tomaba el camino correcto, sería aceptado.
Algunos entienden esto como un anuncio de misericordia. “Si no hicieres bien, el pecado, esto es, la
ofrenda por el pecado está a la puerta y tú pudieras beneficiarte de ella”. La misma palabra significa
pecado y sacrificio por el pecado. “Aunque no hayas hecho bien, no te desesperes todavía; el
remedio está a la mano”. Se dice que Cristo, la gran ofrenda por el pecado, está a la puerta,
Apocalipsis iii, 20. Bien merecen perecer en sus pecados los que no van a la puerta a pedir el
beneficio de esta ofrenda por el pecado. La aceptación de la ofrenda de Abel por parte de Dios no
cambió el derecho de primogenitura haciéndolo suyo; entonces, ¿por qué había de enojarse tanto
Caín? Los apasionamientos e inquietudes pecaminosas se desvanecen cuando se busca en forma
estricta y justa la causa.
Vv. 8—15. La maldad del corazón termina en el asesinato hecho con las manos. Caín mató a
Abel, su propio hermano, el hijo de su propia madre, a quien debiera haber amado; a su hermano
menor, a quien debiera haber protegido; un hermano bueno, que nunca le había hecho nada malo.
¡Qué efectos fatales del pecado de nuestros primeros padres fueron estos, y cómo deben de haberse
llenado de angustia sus corazones! Observe el orgullo, la incredulidad y la soberbia de Caín. Niega
el crimen, como si pudiera ocultarlo de Dios. Trata de tapar un homicidio deliberado con una
mentira deliberada. El asesinato es un pecado que clama. La sangre pide sangre, la sangre del
asesino por la sangre del asesinado.—¿Quién conoce el alcance y el peso de una maldición divina,
cuán lejos llega, cuán profundo penetra? Los creyentes se salvan de ella sólo en Cristo, y heredan la
bendición. Caín fue maldecido por la tierra. Él halló su castigo ahí donde eligió su suerte y puso su
corazón. Toda criatura es para nosotros lo que Dios la haga, un consuelo o una cruz, una bendición o
una maldición. La maldad del malo trae maldición a todo lo que hacen y a todo lo que tienen.—Caín
se queja, no de su pecado, sino de su castigo. Se muestra gran dureza de corazón cuando nos
preocupan más nuestros sufrimientos que nuestros pecados. Dios tiene propósitos sabios y santos al
prolongar las vidas hasta de los hombres más malos. Vano es inquirir cuál fue la señal puesta sobre
Caín. Indudablemente era conocida tanto como marca de infamia sobre Caín, y como señal de Dios
para que no lo mataran.—Abel hablaba aún estando muerto. Habla de la odiosa culpa del crimen y
nos avisa que debemos reprimir los primeros accesos de ira y nos enseña que el justo debe esperar
persecución. También, que hay un estado futuro y una recompensa eterna para disfrutar, por fe en
Cristo y su sacrificio expiatorio. Él nos habla de la excelencia de la fe en el sacrificio y la sangre
expiatoria del Cordero de Dios. Caín mató a su hermano porque sus propias obras eran malas y las
de su hermano, justas, 1 Juan iii, 12. Como consecuencia de la enemistad puesta entre la Simiente de
la mujer y la simiente de la serpiente estalló la guerra, que se ha librado continuamente desde
entonces. En esta guerra estamos todos comprometidos, nadie es neutral; nuestro Capitán ha
declarado que él que no es conmigo, contra mí es. Apoyemos decididamente, pero con
mansedumbre, la causa de la verdad y justicia contra Satanás.
Caín desechó todo el temor de Dios y no quiso escuchar los mandatos de Dios. Los
profesantes hipócritas que fingen y se niegan a tomar en serio a Dios, son justamente abandonados a
su suerte para que hagan algo extremadamente escandaloso. Así, pues, se desprenden de aquella
forma de santidad para la cual han sido reproche y cuyo poder niegan. Caín se fue de la presencia del
Señor y nunca encontramos que haya regresado, para su consuelo. La tierra en que habitó Caín fue
llamada la tierra de Nod, que significa ‘estremecimiento’ o ‘tembloroso’ que, de ese modo, muestra
la inquietud e incomodidad de su espíritu, o ‘la tierra de un vagabundo’: Quienes se apartan de Dios
nunca pueden hallar reposo en ninguna otra parte. —Los que en la tierra buscaban la ciudad
celestial, optaron por morar en tabernáculos o carpas; pero Caín, por no importarle esa ciudad,
edificó una en la tierra. Así, todos los maldecidos por Dios procuran su estabilidad y satisfacción
aquí abajo.
Vv. 19—24. Uno de la perversa raza de Caín es el primero que se registra quebrantando la ley
del matrimonio. Hasta aquí, un hombre tenía sólo una esposa a la vez; pero Lamec tomó dos.—Las
únicas cosas sobre las que pone su corazón la perversa gente carnal son las cosas de este mundo, y
son sumamente astutos y diligentes al respecto. Así ocurrió con la raza de Caín. Aquí había un padre
de pastores y un padre de músicos, pero no un padre de fieles. Aquí hay uno que enseña sobre el
bronce y el hierro, pero no hay quien enseñe el buen conocimiento del Señor: aquí hay recursos para
enriquecerse y para ser poderoso y estar alegres, pero nada de Dios, de su temor y su servicio. Las
cosas presentes llenan las cabezas de la mayoría.—Lamec tenía enemigos, a quienes había
provocado. Hace una comparación entre él mismo y su antepasado Caín; y se elogia por ser mucho
menos criminal. Parece abusar de la paciencia de Dios al dispensar a Caín, tomando eso como una
estímulo para tener la expectativa de pecar y no recibir castigo.
Vv. 25, 26. Nuestros primeros padres fueron consolados en su aflicción por el nacimiento de un
hijo, al que llamaron Set, esto es: ‘sustituto’, ‘establecido’ o ‘colocado’; en su simiente la humanidad
continuaría hasta el fin del tiempo, y de él descendería el Mesías. Mientras Caín, la cabeza de la
apostasía, es hecho un errante, Set, de quien iba a venir la iglesia verdadera, es uno establecido. En
Cristo y su iglesia está el único establecimiento verdadero. Set anduvo en los pasos de su martirizado
hermano Abel; fue partícipe de una fe igualmente preciosa en la justicia de nuestro Dios y Salvador
Jesucristo y, así, llegó a ser un nuevo testigo de la gracia e influencia de Dios Espíritu Santo. Dios
concedió a Adán y Eva que vieran el avivamiento religioso en su familia.—Los adoradores de Dios
empezaron a hacer más en religión; algunos, por una profesión franca de la verdadera religión,
protestaban contra la maldad del mundo circundante. Mientras peores sean los demás, mejores
debemos ser nosotros, y más celosos. Entonces empezó la distinción entre profesantes y profanos, la
cual ha seguido desde entonces y seguirá mientras haya mundo.