Comentario Bíblico Mundo Hispano
Tomo I - Génesis
Editorial Mundo Hispano
Génesis - Capítulo 15
3. EL PACTO DE DIOS CON ABRAM Y SUS PRUEBAS, 15:1-18:15
Esta sección es sumamente importante porque introduce los temas de fe y pacto los cuales han de jugar un papel predominante en el desarrollo del plan redentor de Dios. El pacto es la expresión más concreta y cercana a la fidelidad de Dios en cum-plir su promesa inicial. Está dado en el modelo cultural de la época aunque con un significado especial. La respuesta correcta al pacto es la fe, ingrediente hasta ahora no expresado en las reacciones de Abram. El pacto tiene sus condiciones y su cumpli-miento no está libre de situaciones de pruebas que han de forzar a Abram a tomar decisiones correctas, a corregir las decisiones erradas y por sobre todas las cosas, a ejercitar la paciencia y experimentar la misericordia de Dios.
(1) Dios sella su llamado con un pacto, 15:1–21. Después del incidente de guerra y del encuentro con Melquisedec, aparentemente Abram queda con el temor de posi-bles conflictos y con dudas en cuanto al cumplimiento de la promesa de parte de Dios. Dios se le aparece, esta vez en visión de noche (v. 5) y se desarrolla un diálogo progre-sivo que finalmente termina en una relación de pacto entre Dios y Abram. El desarro-llo del encuentro se centra en los dos intereses fundamentales en el cumplimiento del plan redentor de Dios: descendencia y tierra. Dios inicia el diálogo dando seguridad en relación a los dos temores de Abram. En cuanto a posibles conflictos, Dios mismo se ofrece como el escudo de Abram. El escudo era el artefacto defensivo de protección del guerrero, imprescindible en las luchas con las armas usadas: espadas, flechas y lan-zas. Y aunque Abram rechazara el botín de guerra como galardón, Dios le ofrece un [Page 103] galardón más excelente. Este galardón en términos generales se refiere más bien a la tierra como más tarde se especifica. Abram acepta la protección, pero presenta a Dios el problema central: No tiene un hijo, por tanto el galardón no tiene sentido. Eliezer de Damasco, fiel criado de Abram, según la costumbre legal, podría eventualmente ser adoptado y ser el heredero. Damasco, una ciudad de Aram, la ac-tual Siria, es una de las ciudades más antiguas de población continuada. Por primera
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vez Abram reclama y atribuye a Dios la carencia de hijos. Hasta ahora Dios le había hablado de descendientes, pero no específicamente de un hijo, inicio de descendencia.
Ante la queja, Dios asegura a Abram que tendrá como heredero un hijo propio. Por primera vez Dios menciona a Abram la posibilidad de un hijo biológico. Esto ante la realidad de que tanto Abram como Sarai [Page 104] eran viejos y Sarai era estéril. Pe-ro juntamente con la promesa de un hijo, Dios asegura a Abram una descendencia tan numerosa que como las estrellas del cielo sería imposible contar. La respuesta de Abram aquí es importantísima. Es una respuesta de fe a la promesa de Dios. En la relación de Abram con Dios hasta ahora había obediencia, adoración y renunciamien-tos. Por primera vez Abram se apropia de la fe que es la respuesta correcta a las pro-mesas de Dios. Todas las acciones de respuestas anteriores eran necesarias, pero fal-taba la fundamental en la relación Dios-hombre. Hebreos 11 explica claramente lo que es la fe. Esencialmente es una convicción firme que mueve a uno a aceptar como rea-lidad aquello que Dios promete y vivir conforme a esa realidad. Ante esa respuesta de Abram, Dios le concede una nueva posición, una nueva condición. Como Noé ante-riormente, ahora Abram también es justo delante de Dios. Justicia es la relación co-rrecta entre el hombre y Dios. Es el ajuste de conducta al modelo de Dios. Por parte de Dios es conceder esa relación, no teniendo en cuenta la iniquidad del hombre. En el lenguaje del NT, la justicia es el regalo de Dios a la respuesta de fe en Jesucristo (Rom. 5:1, 2). Tanto el apóstol Pablo como luego los hombres que iniciaron la Reforma protestante, han usado el modelo de la respuesta de fe de Abram como central en fundamentar la justificación por la fe. El apóstol Pablo la desarrolla ampliamente en Romanos 4 y Gálatas 2–4.
Una vez resuelta la cuestión de la descendencia, el diálogo continúa durante el día, centrándose ahora en el otro problema: la tierra. Dios toma la iniciativa en reafirmar a Abram su llamado desde Ur de los caldeos y la posesión de la tierra prometida. Más que reafirmación, Abram esta vez reclama una prueba de la seguridad de dicha pose-sión. La manera que Dios asegura a Abram es a través de un pacto. El pacto en la cul-tura patriarcal es un acuerdo solemne entre dos partes, las cuales se [Page 105] comprometen mutuamente en alianza con el propósito de cumplir ciertas condiciones especificadas. Eran practicadas varias clases de pactos. Los más comunes eran los pactos de iguales, en el cual dos personas o pueblos entraban en alianza en igualdad de condiciones mutuas. Otro tipo de pacto era el del vasallo al soberano. En este pac-to el vasallo, generalmente el vencido en la guerra, se comprometía incondicional y unilateralmente a las condiciones impuestas por el vencedor o soberano más podero-so. En el pacto de Dios ocurre algo muy especial: Dios, el Señor y más poderoso, entra en alianza con su vasallo imponiéndose él mismo condiciones unilaterales. El pacto de Dios no es otra cosa que la expresión concreta de su gracia que le concede al hombre todo a cambio de nada.
Pero la concreción del pacto se desarrolla lentamente. Primero, Dios pide a Abram que prepare un acto ritual con animales especificados. Como parte de la realización de pactos, los actos rituales eran muy importantes. En estos actos, los animales se par-ten por la mitad para un sacrificio. Las partes en alianza pasan por el medio concre-tando así solemnemente el compromiso. Luego se ofrecen los animales en sacrificio a la divinidad a quien se considera testigo de la alianza. Parte se deja para la comida ritual que se comparte. Abram prepara los animales y espera hasta el atardecer lu-chando con las aves de rapiña y con la angustia que se apodera de él por la tardanza de Dios.
Segundo, Dios se le aparece y le declara que sus descendientes no podrán poseer la tierra sino hasta la cuarta generación y que por 400 años estarán esclavizados en un país extranjero. La razón de la tardanza se debe a la paciencia y misericordia de Dios para con los habitantes de Canaán que, aunque eran pecadores en extremo, Dios les seguiría soportando y les concedía tiempo largo pero específico para arrepenti-miento antes de su juicio. Por parte de la descendencia de Abram, este lapso histórico hace referencia específica a la esclavitud y opresión en Egipto. La descendencia de Abram debe también soportar con paciencia al igual que Dios, los efectos de la peca-minosidad y crueldad del hombre.
Tercero, al oscurecer Dios, en la presencia de una antorcha ardiente, pasa él sólo por en medio de los animales sacrificados como acto solemne de compromiso a su aliado Abram. Aquí vemos la clase de pacto especial de Dios con Abram. Es Dios quien unilateral e incondicionalmente se compromete.
Cuarto, el pacto se cristaliza especificando los términos comprometidos: Dios ha de conceder la tierra a los descendientes de Abram. Esta promesa posee dos [Page 106] nuevos ingredientes. Primero, se mencionan los límites geográficos. Este incluye todo el territorio que está ubicado entre el río de Egipto (posiblemente se refiera al estrecho mar Rojo que ha servido de límite natural a Egipto) al sur y el río Eufrates al norte. La posesión de todo este territorio siempre permaneció como un ideal en la historia de Israel. En tiempo de Salomón, aunque no se lograra dicha posesión territorial, por el predominio político, por lo menos se llegó a tener una fuerte influencia sobre las dife-rentes naciones que ocuparon este territorio ideal. Segundo, se mencionan específi-camente a diez grupos étnicos, habitantes de Canaán que serán juzgados y despoja-dos de su tierra. Los queneos están identificados como un grupo nomádico que luego se especializan en la metalurgia y que sobreviven con identidad étnica aún en tiempo de los jueces (Jue. 4.11) y David (1 Sam. 30:29). No es tan fácil identificar a los quene-zeos, pero estos habitaban también Canaán posiblemente asociados con otros grupos. Los cadmoneos o gentes del oriente eran semitas de vida nomádica. Habitaban ma-yormente los desiertos, pero algunos grupos estaban también en Canaán. Por lo gene-ral, referencias históricas, literarias y arqueológicas indican que los queneos, quene-zeos y cadmoneos estaban asociados entre sí. Los heteos, oriundos de Asia Menor, en un tiempo formaron un imperio e invadieron hacia el sur hasta llegar a Canaán donde grupos de ellos quedaron bien establecidos (23:10, 26:34). Los ferezeos, posiblemente más que una identidad étnica, constituían un grupo de personas que tenían un estilo peculiar de vida en Canaán. Los refaítas se refiere a los habitantes gigantes de Ca-naán que sobrevivieron aún en el tiempo de la conquista (Deut. 3:11). Los amorreos o gentes occidentales eran originarios de Siria y llegaron a ocupar la parte norte de Ca-naán. Ellos se establecieron en las zonas monta-ñosas de Canaán. Los cananeos, quienes se identificaban con el nombre de la tierra que significa “púrpura” por la tin-tura que hizo famosa al lugar en el teñido de telas, habitaban las llanuras tanto marí-timas como las del Jordán. Los términos amorreos y cananeos se usaban muchas ve-ces indistintamente para señalar a cualquier habitante o grupo étnico de Canaán o para indicar a un poblador de la zona montañosa (amorreo) o del valle (cananeo). Los gergeseos, eran posiblemente una tribu importante de los cananeos bien identificables en ese tiempo. En tiempo de Jesús posiblemente los “gadarenos” o “gerasenos” tienen la misma identidad étnica (Mat. 8:28). Los jebuseos eran los habitantes de Sión, gen-tes que fueron conquistadas recientemente por el rey David. Según la lista genealógica y de naciones del cap. 10, los heteos, jebuseos, amorreos y gergeseos son todos des-cendientes de Canaán, hijo de Cam. En la lista de pueblos [Page 107] a conquistar
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por Moisés no se mencionan a los queneos, quenezeos, cadmoneos ni a los refaítas (Exo. 3:17).
La Biblia no registra la respuesta de Abram a este acto tan solemne de Dios. Se li-mita simplemente a presentar testimonios de las acciones de Abram en esta nueva relación con Dios. De aquí en adelante la relación de Dios con los patriarcas y luego con su pueblo tendrá como centro de referencia el pacto. En el NT el centro de refe-rencia es el Nuevo Pacto sellado no ya en un acto ritual de sacrificio animal, sino con la muerte expiatoria de Jesucristo, el Hijo de Dios (Luc. 22:14–20).
Joya bíblica
“No temas, Abram. Yo soy tu escudo, y tu galardón será muy grande” (15:1).
Semillero homilético
Dios alienta a Abram
15:1–6
Introducción: Abram acababa de obtener una victoria sobre la alianza de reyes mesopotámicos, sin embargo es evidente que ante lo desconocido le asalta el temor. Es interesante que las proezas de la fe nunca hacen que la persona confíe en sí mis-mo, sino que al contrario se sienta aún más necesitado del Se-ñor. En esa situación Dios alienta a Abram en tres maneras:
Dios alienta a Abram con su palabra. La expresión No temas dice que Dios ha tomado en cuenta to-das las circunstancias y conoce exactamente lo que hay que hacer y lo que él mismo hará. Dios alienta a sus hijos cuando no saben qué hacer y sienten que la inseguridad comienza a invadir su corazón.
Dios alienta a Abram con su poder. Yo soy tu escudo. Dios mismo se pone al frente para defender al creyente en él. Con razón los salmistas pudieron decir con confianza: Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones, por tanto no temeremos (Sal. 46:1, 2a). El que habita al abrigo del todopoderoso morará bajo la sombra del omnipotente. Diré yo a Jehovah: esperanza mía y castillo mío; mi Dios, en quien confiaré (Sal. 91:1, 2).
. Dios alienta a Abram con un incentivo sublime. Y tu galardón será muy grande. Dios asegura que la totalidad de nuestros éxitos no los hemos recibido todavía, sino que más adelante él tiene algo mejor para nosotros. Por eso los cristia-nos podemos decir con confianza: "Lo mejor está un poco más adelante."
Conclusión: La respuesta de Abram: El creyó a Jehovah y le fue contado por justicia (v. 6). Abram aceptó el mensaje y la palabra del Señor y con calma descansó en su fidelidad. La fe en la pa-labra de Dios siempre produce resultados maravillosos: (1) transforma al creyente; y (2) justifica al creyente. Nunca sere-mos iguales cuando depositamos nuestra confianza en las promesas del Señor.
Semillero homilético
Fe y justicia
15:6
Introducción: Mientras Dios y Abram hablaban, lo único que tenían como testimonio de su acuerdo era la palabra de ambos. No había experiencias espectaculares ni dramáticas como la de la zarza (Exo. 3:2); o la transformación de una vara en serpien-te (Exo. 4:3). Las experiencias más sublimes y las decisiones más trascendentales de nuestra vida suelen ocurrir en el diálo-go sencillo, franco y directo entre el creyente y su Señor. Vea-mos las dos partes de este hermoso versículo:
El (Abram) creyó a Jehovah.
Obedeció para ir al lugar que había de recibir por herencia sin saber a dónde iba (Heb. 11:8).
Habitó como extranjero en la tierra prometida como en tierra ajena morando en tiendas (Heb. 11:9).
Ofreció a Isaac en quién estaban cifradas sus esperanzas del cumplimiento de la promesa (Heb. 11:17).
II. Y le fue contado por justicia Por causa de aquel acto de fe, Abram vino a ser:
Por medio de su descendencia el heredero de toda la tierra
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que Dios le estaba dando.
El padre de la nación hebrea, y el padre del pueblo de Dios.
El progenitor de Jesucristo en cuanto a sus raíces humanas.
El padre de todos los creyentes.
Conclusión: ¿Ha pensado usted en el alcance que puede tener el acto de creer en la palabra de Jehovah?