Comentario Bíblico Mundo Hispano
Tomo I - Génesis
Editorial Mundo Hispano
Génesis - Capítulo 12
[Page 90] 2. EL LLAMADO DE DIOS Y LAS PRUEBAS DE ABRAM, 12:1-14:24
Abram inicia la lista de hombres y mujeres que a través de la historia han sido llamados para instrumentar humanamente el plan redentor de Dios. Cada llamado de Dios tiene condiciones específicas, pero todos ellos demandan una obediencia comple-ta y sincera. El llamado también implica pruebas que se presentan en toda clase de circunstancias. Las condiciones no siempre son favorables al cumplimiento del propó-sito de Dios. Las pruebas y ansiedades en Abram, y más tarde en los demás patriar-cas, surgen siempre en cuanto a la obtención de las promesas de tierra y descenden-cia. La obtención de tierra provee el sustento del presente. La concesión de descen-dencia provee consistencia al futuro. La descendencia sin tierra es imposible. La tierra sin descendencia carece de significado. Aquí entra en juego y en tensión el presente con el futuro. La descendencia con tierra, el presente con futuro, es la promesa de Dios y la esperanza de los patriarcas en su peregrinación. Pero la concreción de esta promesa se desarrolla en medio de condiciones negativas: hambre, esterilidad, peli-gros de asimilación, conflictos bélicos, sustituciones aparentemente válidas. Frente a todos estos impedimentos ha de resaltar la fidelidad de Dios en cumplir su promesa. Los patriarcas demuestran su fe en esperar y depender de esa promesa, interpretando las indicaciones de Dios, tomando las decisiones [Page 91] apropiadas y ejecutando las acciones correspondientes. Y este modelo de vida es el que se vuelve normativo para el creyente. Para el cristiano, la promesa del reino de Jesucristo y la oferta de vida eterna deben ser las metas de la peregrinación (Mat. 6:33; 1 Tim. 6:19).
(1) Dios llama a Abram, 12:1–9. Enfáticamente se afirma que es Dios quien inicia un acto especial en su plan de salvación para la humanidad. En vez de abandonar a la humanidad en su pecado, Dios escoge a un hombre y le hace un llamamiento espe-cial. El llamamiento tiene demandas y promesas.
Las demandas del llamamiento de Dios a Abram son: Primera, Abram debe dejar su tierra. Esta era geográficamente Harán donde temporalmente Abram estaba vivien-do con su padre Taré. Original y culturalmente era Ur de los caldeos, civilización avanzada a la cual Abram pertenecía. Segunda, Abram debe dejar a su padre. Esto significaba dejar lo más querido y lo que representa seguridad y comodidad. Además, en el sistema patriarcal, implicaba la renuncia de Abram, el primogénito de Taré, a la herencia y al lugar social privilegiado que le correspondía. Según la cronología bíblica Taré vive unos sesenta años más después de la partida de Abram a Canaán. Tercera,
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Abram debía ir a una tierra que en su momento dado Dios le mostraría. Estas eran las condiciones de Dios a Abram: abandono, renuncias, aceptación de lo desconocido.
Pero en contraste con las demandas de Dios a Abram, están las siguientes prome-sas de Dios: Primera, Dios haría de Abram una gran nación. El plan de nación incluía la posibilidad de descendencia, hasta ahora ausente en Abram. Además, la palabra usada para nación, implica un territorio geográfico y unidad política y étnica. Segun-da, Dios iba a bendecir y engrandecer el nombre de Abram en medio de la humanidad de manera que se convirtiera en un hombre de bendición. El deseo de los hombres en Babel era precisamente también el de lograr un nombre, pero con fines que desafia-ban a Dios y con motivos egoístas. En vez de ser olvidado al separarse de su parentela y tierra, Abram es engrandecido y beneficiado por Dios. Tercera, Dios por medio de Abram inaugura una nueva relación con todas las familias de la tierra. Las familias serán benditas o malditas de acuerdo a la relación que mantienen con Abram y la na-ción en promesa, quien es el nuevo instrumento de [Page 92] Dios para bendición de la humanidad.
Todas estas promesas de prominencia, bienestar, seguridad y prosperidad son da-das personalmente por Dios a Abram. Pero lo central de las promesas era un com-promiso misionero universal que se repite varias veces en Génesis (18:18; 22:18; 26:4; 28:14). La voluntad que Dios expresa es redención para todas las naciones. La vida de Abram y de la nación bajo la promesa sería el modelo a imitar para que las naciones reciban las mismas bendiciones.
El llamado de Dios depende ahora de la respuesta de un hombre que en la evalua-ción humana no tenía mucho que ofrecer: No tenía esperanza de descendencia, no era uno de los más prominentes social o económicamente, pero acepta el llamado de Dios. Abram parte de Harán, dejando a su padre Taré y tomando a su esposa Sarai, a su sobrino Lot, a las personas a su cargo y sus bienes e inicia el viaje tal como Dios lo indicara. En Hebreos 11:8 se afirma que la respuesta de Abram estaba fundamentada en la fe, entendida ésta como una confianza incondicional en el Dios que llamaba. Abram parte hacia la tierra de Canaán. La tierra de Canaán, conocida más común-mente como Palestina, había sido el destino original de Taré, cuando salieron de Ur. Este territorio no estaba desocupado. Lo habitaban los cananeos, originalmente des-cendientes de Cam, posiblemente mezclados y asimilados ya con otros grupos étnicos. Este territorio era muy estratégico porque era el “corredor” que comunicaba los dos grandes centros de la civilización del mundo conocido: Egipto y Mesopotamia. Las principales rutas comerciales cruzaban esta zona. No era un territorio topográfica-mente uniforme. En parte era montañoso, con desiertos, costas marítimas y valles hacia el río Jordán. El área que geográficamente cubría era: al norte Siria o Aram, al sur el desierto de Arabia, al este el río Jordán y al oeste el mar Mediterráneo. El terri-torio tenía mucha turbulencia política y militar y era muy disputado entre los impe-rios más poderosos. En ese tiempo no formaba una unidad política, sino más bien una organización de varias ciudades cada una de la cuales constituía un reino (ciuda-dreino). Ocasionalmente algunas ciudades formaban ligas unas con otras para defen-sa y ventaja mutuas. El territorio era controlado levemente por los faraones de Egipto.
Abram atraviesa la tierra hasta la encina de Moré, cerca de Siquem. Esta era una ciudad cananita y un centro religioso, ubicada entre el monte Gerizim y Ebal en el te-rritorio que luego perteneció a Efraín. Dios revela a Abram que esta es la tierra prome-tida a su descendencia. En la respuesta de Abram a la revelación de Dios se nota su confianza en Dios y su paciencia. En ese momento Abram no tenía hijos. Y la promesa
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de tierra no sería para él, sino para su descendencia. El edifica un altar en señal de adoración a Dios y de aceptación de la promesa. Religiosamente los cananeos eran politeístas y muy idólatras. Tenían santuarios o altares a sus deidades por todas par-tes en los que les rendían culto. Las prácticas religiosas eran conocidas como el “culto a la fertilidad” en el cual adoraban a Baal, dios de la fertilidad, y a su contraparte fe-menina Astarte, [Page 93] por medio de sacrificios de animales y humanos y actos sexuales. En medio de toda esta idolatría y paganismo, Abram pública, visible y ex-clusivamente adora a Jehovah, el Dios verdadero.
Inicialmente Abram no se queda en un lugar fijo. Se traslada a una región monta-ñosa entre Betel y Hai. Estas ciudades eran centros cananeos importantes. El nombre Betel fue dado a este lugar por Jacob (28:19) y así fue conocida en tiempos bíblicos. Originalmente se llamaba Luz y estaba situada a unos 18 km. al norte de Jerusalén. Nuevamente Abram adora a Dios en este nuevo lugar. Abram es conocido como el pa-triarca que edifica altares en los lugares que habita. Esto siempre indica que Dios ocupa el centro de su vida y de su peregrinaje. Al invocar el nombre de Jehovah Abram establece que su lealtad única y confianza plena es al Dios que lo llama a un propósito especial. Esta determinación de Abram es muy importante y complementa necesariamente su decisión de obedecer al llamado de Dios. Más tarde estos altares se convierten en importantes centros religiosos o santuarios de adoración. Finalmente Abram viaja hacia el sur hasta llegar al Néguev. Este es un extenso desierto en la par-te sur de Canaán en forma de triángulo con su base en el norte. Hebrón y Beerseba estaban situadas [Page 94] en la parte superior de esta región.
En su respuesta a Dios, Abram adopta una vida de peregrinaje, de aceptación y espera a las indicaciones de Dios y de adoración pública, exclusiva y permanente al Dios revelado. Al dejar todo aquello que humanamente ofrecía seguridad, estabilidad y posición social y lanzarse a lo prometido hasta ahora desconocido, Abram se convierte en un modelo de respuesta al llamado de Cristo (Mar. 8:35). Su vida de peregrinación se convierte en el modelo para el creyente en no arraigarse a la seguridad y perma-nencia que el mundo ofrece, ni a demandar el cumplimiento inmediato de las prome-sas (2 Ped. 3:4), sino a aceptar con esperanza la oferta más excelente de Dios (Heb. 11:13–16). Lo ejemplar en Abram es que él acepta las promesas de Dios de prosperi-dad, prominencia, bienestar y bendición en las condiciones y términos de Dios y no de acuerdo a los términos humanos. De aquí en adelante la revelación bíblica presenta los testimonios que demuestran la respuesta continua de Abram en diferentes cir-cunstancias a las promesas de Dios y la gran fidelidad y misericordia de Dios en guardar su promesa.
(2) El hambre en Canaán y la ida a Egipto, 12:10–20. Nunca la práctica de la obediencia es fácil, ni la fe queda sin pruebas. Aparentemente el hecho de que Canaán estaba poblada no fue de ansiedad para Abram. Pero una nueva prueba se presenta y es el hambre en la tierra prometida. Extensas zonas en Canaán, por sus característi-cas topográficas y climáticas, tenían escasez de agua y dependían mucho de las llu-vias estacionales. Cuando las lluvias eran escasas, la productividad agrícola y ganade-ra era afectada grandemente y el hambre se hacía sentir. Todos los patriarcas (Abram, Isaac, Esaú, Jacob) enfrentan situación de hambre en Canaán. La respuesta de cada uno es diferente, pero toda respuesta está ligada a la fidelidad del cumplimiento de la promesa de Dios. El problema del hambre es frecuente durante la historia del pueblo de Dios. Es notorio que desde un principio Dios no ilusiona una vida fácil y cómoda a su pueblo escogido. Jesucristo tampoco promete una vida fácil ni cómoda a sus se-guidores (Luc. 14:25–33). En esta situación, Abram decide ir a Egipto, país conocido por su fertilidad más estable por el río Nilo y sus periódicos desbordes que irrigan grandes zonas agrícolas.
Dos peligros graves implican la ida de Abram a Egipto: Primero, abandona la tierra prometida. Ir a Egipto, en el pensamiento bíblico, siempre significa el abandono del
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propósito divino y ha sido una constante tentación. Segundo, ya en Egipto, Abram, por temor a ser muerto, decide pedir a Sarai que pase por su hermana y no su esposa. En realidad Sarai era su media hermana y por motivos de seguridad Abram y Sarai acordaron que [Page 95] frente al peligro de vida de Abram, ella pasaría por su her-mana (20:12, 13). Pero la relación válida en el momento era la matrimonial. Por su belleza Sarai es inmediatamente llevada al harén del faraón. La capital de Egipto en ese entonces estaba situada en Tebas hasta donde Abram tuvo que ir. Algunos pien-san que Abram sólo llega a la parte norte de Egipto, la zona ganadera de Gosén donde más tarde se establece su descendencia. En tal caso, la referencia a faraón indicaría un príncipe local con la misma autoridad y estilo de vida del faraón en Tebas. La in-clusión de mujeres, especialmente de diversos grupos étnicos, en los harenes de los monarcas era muy apreciada en la antigüedad y concedía una posición elevada al monarca. El faraón concede la vida a Abram (su cuñado potencial) y lo favorece gran-demente con ganancias en bienes materiales (ganados) y recursos humanos (siervos). Temporalmente la decisión resulta favorable a Abram. Pero con esta concesión se po-ne en grave peligro el cumplimiento del llamado en cuanto a la descendencia. Los dos instrumentos imprescindibles en el plan misionero de Dios (tierra y descendencia) quedan totalmente suspendidos en su ejecución.
propósito redentor y su misericordia para con el hombre. Aparentemente pasa un tiempo determinado y tanto el faraón como su familia son afectados con plagas y se llega a la conclusión que estas aflicciones ocurren porque [Page 96] Sarai, mujer de Abram y además estéril, está en el harén. El hombre que debía ser de bendición fue aquí, por su engaño, causa de maldición para el faraón y su familia. Más tarde la pre-sencia del pueblo de Israel en tiempo de Moisés será también de maldición al faraón y a todo Egipto por no permitir el éxodo. El faraón inmediatamente resuelve dos cosas: Primera, recrimina grandemente a Abram por su engaño y por ponerlo en grave peli-gro. Segunda, expulsa a Abram de Egipto, aunque le permite llevar todas las posesio-nes adquiridas, mayormente por regalo del mismo faraón.
La consideración del hambre de Abram nos permite considerar el hambre de nues-tros días. El hambre mundial, y específicamente en América Latina, muchas veces puede servir de tropiezo y de tentación a la iglesia cristiana. De tropiezo cuando la iglesia queda muda e inmovilizada al respecto, dando prioridad a “lo espiritual sola-mente”. Así, su testimonio no tiene valor. De tentación cuando por móviles de saciar el hambre, la iglesia se concentra en programas simplemente humanitarios y pierde su llamado a ser el portavoz del mensaje de salvación. De alguna manera la iglesia debe modelarse a la compasión concreta de su Señor quien se preocupó por el hambre de la gente pero no perdió de vista su propósito redentor (Juan 6:26–34).
Semillero homilético
El llamamiento de Abram
12:1–7
Introducción: Uno de los primeros pasos de Dios en el desarro-llo de su plan de salvación para la humanidad fue el llamado de Abram. Dios llamó a Abram con un propósito en mente; eso nos conduce al hecho que cuando Dios nos llama a nosotros también tiene algo en mente. Las condiciones, la respuesta y las promesas tanto para Abram como para nosotros son para-lelas.
El llamamiento tiene ciertas condiciones.
Dejar la seguridad económica, política y material.
Dejar la seguridad familiar y social.
Disposición a aceptar lo desconocido.
El llamamiento tiene ciertas promesas (v. 2, 3).
Bendición de reconocimiento personal: Engrandeceré tu nombre.
Bendición de prosperidad material: Haré de ti una gran nación.
Bendición de prosperidad espiritual para otros: Y serás bendición.
. El llamamiento demanda constante relación con Dios (v. 7).
En tierra desconocida, Abram edifica un altar. Esto indica que Dios era lo más importante para él y que está dispuesto a serle fiel en cualquier lugar y circunstancia.
Abram adora a Dios:
) En reconocimiento y gratitud
) En testimonio al Dios verdadero
Conclusión: Abram aceptó las condiciones y las promesas de Dios y por lo tanto llegó a ser bendición para toda la humani-dad. Aceptemos nuestro llamamiento, cumplamos las condi-ciones, mantengámonos en constante relación con Dios y
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hagamos nuestras las promesas del Señor.
Abraham
Su nombre original fue Abram que significa "padre enalteci-do". Dios le dio por nombre Abraham que significa "padre de una multitud". Fue hijo de Taré (11:27), quien a su vez fue hijo de Sem y éste de Noé.
Su infancia ocurrió en la avanzada ciudad sumeria llamada Ur. Abram se trasladó con su familia a otra importante ciudad llamada Harán donde radicaron por algunos años. Fue en Harán donde Dios llamó a Abram para que emigrara a Canaán. Abram vivió en varios lugares: Siquem, Betel, Hebrón y Beer-seba.
Abram se casó con Sarai, cuyo nombre fue cambiado a Sara (17:15) y significa "princesa". Abram y Sara eran medio her-manos, es decir hijos del mismo padre, Taré (20:12).
Durante una época de hambre Abram y su mujer fueron a Egipto donde por causa de la belleza de Sara el faraón quiso hacerla parte de su harén. Gracias a la intervención de Dios todas las cosas salieron bien ya que Abram dijo una verdad a medias (20:12).
Al volver de Egipto a Palestina, Dios reafirma su promesa con Abram (cap. 15). Abram aceptó la sugerencia de Sara de tener un hijo de la sierva egipcia Agar como concubina. Así na-ció Ismael, quien no ocupó el lugar de la promesa.
Abram se circuncidó a los 99 años de edad (17:1–21) como una señal del pacto entre él y el Señor. Dios afirma que Abram y Sara tendrán un hijo. Efectivamente nació Isaac. Con el na-cimiento de Isaac se agudizaron los problemas entre Sara y Agar al punto que ésta tuvo que salir de la casa.
Unos años después Dios pide a Abram que le sacrifique a su hijo Isaac. En un acto de obediencia Abram va al monte Moria para cumplir con el pedido del Señor. Dios interviene prove-yendo un sacrificio alternativo y salva la vida del muchacho. Dios reafirma su promesa y su pacto con Abraham.
Sara muere y es sepultada en Macpela (23:19). Después Abraham busca una esposa para Isaac (24:67). Finalmente
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Abraham vuelve a casarse y tuvo varios hijos (25:1). Muere a la edad de 175 años (25:7).
De Sarai a Sara
El nombre Sara significa "princesa". Fue la esposa y media hermana de Abraham por medio del padre (11:29–25:10). Aun-que parece extraño casarse con un medio hermano, en los días de los patriarcas era una práctica aceptada.
Sara viajó con Abraham de Ur a Harán. Cuando ella tenía como 65 años en obediencia al llamado de Dios a su esposo de ir a Canaán ella lo acompañó. Por causa del hambre en Ca-naán Sara y Abraham fueron a Egipto. Ella se prestó a que Abraham dijera que ella era su hermana (era una verdad a medias) por temor a que los egipcios lo mataran a él por causa de la belleza de Sara. El faraón quiso que Sara fuera parte de su harén y trató con generosidad a Abraham. Dios intervino y todo salió bien.
En una segunda ocasión Abraham también presenta a Sara como su hermana delante de Abimelec el rey de Gerar. Dios revela la verdad a Abimelec en sueños. Abimelec envía a Sara a Abraham y les da permiso de vivir en sus dominios, también hace generosos regalos a Sara.
Saraí tenía casi 90 años cuando Dios cambió el nombre de ella a Sara junto con la promesa de darle un hijo. Un año des-pués nació Isaac.
Sara murió a los 127 años de edad en Quiriatarba en Hebrón en la tierra de Canaán (23:19).
Pasiones humanas
Abraham también estuvo sujeto a las pasiones humanas.
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Su carácter como el sol, tenía sus puntos negros. La conducta de Abraham con Agar cuando en dos ocasiones la echó de la casa es un recuerdo triste. También su conducta no fue muy buena cuando salió de Canaán para ir a Egipto, sin duda que no fue un acto de fe. Y las mentiras que dijo en dos oportuni-dades acerca de su relación con Sara ciertamente nos da el cuadro de un hombre poco confiable (12:19; 20:2). Sin embar-go, ocupó el lugar de amigo de Dios y padre de los creyentes porque aprendió con Dios y a obedecer a Dios sin condiciones.