No soy católico, pero se bien que, la doctrina de "la comunión de los santos", no es esa mala caricatura que te has dibujado en ese tu fatalismo y reduccionismo desesperanzador con tu un "no existen".
Te explico:
Para ti la muerte no es un sueño, tampoco es esperanza,
Sin embargo, para los cristianos, esta es nuestra esperanza:
“Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria. ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?” (1 Corintios 15.54–55).
La muerte para ti no fue el medio para que el Señor Jesucristo lograra la victoria, para ti la muerte de un cristiano es el olvido. Pues bien, eso es para ti, un montón de cenizas, pues nada sabes.
Sin embargo, para los cristianos la muerte tiene un propósito y este propósito es ir y estar con Dios, no desaparecer; por lo que como esta escrito: "Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia" (Fil 1:21).
Otro propósito de morir, como cristiano es dejar al viejo hombre para nacer del agua y del espíritu.
Me queda claro que niegas además, que el alma condenada se dirige al lago de fuego en donde estará con el diablo y sus ángeles (Ap 2:11; 21:8); así que en ese tu reduccionismo salido de una descontextualización del libro de Eclesiastés, niegas que el morir del creyente sea ganancia, esperanza y un sueño, para convertirlo en "la nada"como has convertido en "nada" el castigo eterno.
Como comprenderás, para alguien que como tu piense así, la muerte de Jesús no significó nada, no es sino "olvido", "nada supo" Jesús, su muerte fue la de otro hombre más que bajo al Seol y Dios se olvidó de Él, sin más memoria de Él.
Ante este panorama desolador, viendo que nada sabes y sabiendo que nada quedará de tu nombre ni de tu memoria y que te diriges con los demás muertos al Seol, viendo como te empeñas en dirigirte hacia tu propia extinción, no me queda sino encogerme de hombros ante esta tu desesperanza y constatar lo que dice de ti y de muchos otros las escrituras en el libro de Eclesiastés.
Nada sabes, es verdad, ¿Y cómo podrías saber entonces que la muerte aunque es un enemigo, sin embargo, por la resurrección de Jesús, la muerte física se ha convertido en una bendición para los cristianos.
¿No lo entiendes?
Dios nos libró, por su gran misericordia, de comer del árbol de la vida y vivir por siempre en un estado pecaminoso; por esto aun con el dolor de su corazón determinó que moriríamos físicamente, pero no nuestro espíritu. Esto no es lo que dice el predicador, esto no es lo que dijo Dios.
Gracias a la muerte del Señor Jesucristo, en la cruz del Calvario, y su resurrección en gloria, es que fue quitado el aguijón de nosotros. Como esta escrito:
"…54Pero cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: DEVORADA HA SIDO LA MUERTE en victoria. 55¿DONDE ESTA, OH MUERTE, TU VICTORIA? ¿DONDE, OH SEPULCRO, TU AGUIJON? 56El aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado es la ley;…" 81 Cor 15:55).
Jesús nos redimió a precio de sangre, la paga que dio por nuestro rescate fue inmensa, como esta escrito: "porque la redención de su alma es muy costosa" (Sal 49:8-15), como para reducirla a solo "olvido", en un reduccionismo a todas luces desesperanzador y sin fe, y que, por alguna extraña razón invade tu ser y tu ahí es en donde quieres estar, de ahí quieres ser y hacia allá te diriges aun sin saber. Nada sabes
¿Cuando murió tu fe, cuando murió tu esperanza? no lo se, quizás jamás fueron tuyas, quizás jamás lo serán. Veo que se cumple en ti esta desesperanza: "Porque la suerte de los hijos de los hombres y la suerte de los animales es la misma: como muere el uno así muere el otro. Todos tienen un mismo aliento de vida; el hombre no tiene ventaja sobre los animales, porque todo es vanidad."
Para ti y otros como tu, la desesperanza, su falta de fe, les hace que el sacrificio de Cristo haya sido vano, todo les es vanidad.
Pero para los que estamos en Cristo, el Señor nos dejó esta esperanza y nos la dio en medio de la más grande alegría, en el día más feliz de la fiesta, en pleno Hanukkah
En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado.