Que la Paz del Señor sea con todos vosotros.
Es increíble que no sepan que la sangre de Cristo fue derramada para satisfacer la demanda de Dios. Que fue derramada en ofrenda grata a Dios, en honor a Dios y para satisfacer la justicia de Dios. La Sangre de Cristo, al creer en él, cubre todas nuestras faltas y pecados, pero atentos; la sangre fue derramada por Cristo no para satisfacernos a nosotros, sino a Dios mismo. Si pierden de vista el sentido por el cual fue derramada la sangre, y en honor a quien –y por qué– andarán muy confundidos.
Se están olvidando del A.T. y este no se puede dejar de lado de modo alguno, porque Jesucristo vino a cumplirlo en su totalidad, y sin incumplir ni un solo mandato. No olvidemos que Jesús es sin pecado, y atentos; jamás pecó. Y cuando la escritura nos dice “jamás pecó”, claramente nos está indicando que Jesús nunca incumplió la ley, porque incumplir la ley es pecado. Pero lo dicho: no tener en cuenta el por qué Dios reclama sangre para perdón de pecados, y olvidar que la sangre siempre es para satisfacer la justicia de Dios, es un mostrar que no saben nada. Creer que Jesús habló, obró y enseñó contrario a la ley de Dios, ello, es un tremendo error.
A su vez, la sangre, y por mandato de Dios, no puede ser bebida ni comida. Ni sola, ni junto con pan. Y no lo digo yo, sino la Escritura misma que bien indica que es una ley permanente. Leamos:
Lev. 3:17 “Esta es una ley permanente que pasará de padres a hijos, dondequiera que ustedes vivan: no coman nada de grasa ni de sangre.”
Éx. 34:25 “En los sacrificios de animales, no ofrezcan juntos la sangre y el pan con levadura, ni guarden para el día siguiente lo que sobre del animal sacrificado en la Pascua.
No podemos dejar de lado el A.T. porque el Señor no lo dejó nunca de lado, sino que vino a cumplirlo en su plenitud. Y en el A.T. nos es mostrado que, en la Pascua, lo que se come siempre es el cuerpo del animal (el cordero) ofrecido en sacrificio, nunca la sangre. Entre otras, porque la sangre es siempre ofrendada a Dios. La sangre nunca es bebida ni comida. La sangre siempre es rociada o bien sobre el altar, o bien sobre la persona consagrada u objeto a consagrar, etc., pero nunca bebida ni comida, por tanto que es contrario a la ley permanente de Dios.
La sangre siempre ha sido –sigue siendo– ofrecida a Dios. Y ello es lo que hizo el Señor: ofrecerse él mismo como sacrificio grato a Dios. El Señor por nosotros entregó su cuerpo, y por nosotros ofrendó su sangre a Dios, para remisión de nuestros pecados. Y esta sangre, su sangre, nosotros no la hemos de beber en su sentido literal, porque en lugar alguno nos es mostrado que la sangre se ha de beber o comer, sino que siempre nos es presentada como ofrenda grata a Dios. Por ello podemos tener la certeza que el Señor, en la cena, no pudo enseñar a sus discípulos a beber su sangre, por ser contrario a la ley, porque justamente es el Señor quien dice:
Mat. 5:19 De manera que cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos; mas cualquiera que los haga y los enseñe, éste será llamado grande en el reino de los cielos.
¿Claro? El Señor no pudo enseñarles a sus discípulos que el vino se convertiría en su propia sangre, y que ellos la tendrían que beber, por tanto que les habría enseñado justamente a quebrantar la ley. No, el Señor habló en clara ALEGORÍA, y por ello el apóstol Pablo evita, cuando habla de la cena del Señor, decir que beban –o hay que beber– la sangre de Cristo. No, no olvidemos que aquello que celebró el Señor con sus discípulos fue la Pascua del A.T., y sin incumplir la ley. Lo que sí hizo el Señor fue darles a conocer el verdadero sentido de la ley y, por sobre todo, les dio a conocer la Nueva Alianza, pero sin contradecirse así mismo y a sus enseñanzas ya dadas a los discípulos respecto a no quebrantarla, y la obligación de enseñarla. Entre otras cosa porque la ley es santa y sigue cumpliendo a la perfección la función por la cual fue dada.
La sangre derramada por Cristo, fue la ofrenda que el Señor, y por nosotros, hizo a Dios. Fue en honor a Dios, fue derramada para satisfacer la demanda y la justicia de Dios. Fue el don de Jesús a Dios. La sangre del Señor no es para nosotros. La sangre fue derramada como ofrenda grata a Dios. Sangre que cubre plenamente el pago por nuestro pecados, porque ha satisfecho totalmente la deuda que teníamos contraída con Dios a causa de nuestras muchas transgresiones. El señor Jesús derramó su sangre como pago por nuestros pecados y transgresiones, y esta sangre la recibió Dios –la aceptó– como pago válido y único, y no habiendo ya necesidad de llevar a cabo ningún sacrifico por los pecados.
La sangre fue, y como he hemos visto, la ofrenda del Señor para con Dios. Fue su entrega a Dios, su pago a Dios, su vida misma entregada a Dios. Y Dios está plenamente satisfecho. Sangre que, satisfaciendo a Dios, nos libra de toda culpa y pecado al creer que Jesús hizo el pago por nosotros en la cruz, en ser Jesús quien derramó su sangre para satisfacer la demanda de Dios, y el pago ya ha sido consumado. Pago que solo lo ha recibido Dios y, en Cristo, nosotros nos beneficiamos.
Por ello, leemos que la Iglesia es el cuerpo de Cristo, pero no que es su sangre, porque la sangre de Cristo está ante Dios, es el pago que Cristo le hizo a Dios por nuestro rescate.
Pablo, cuando se refiere a la cena del Señor, nos habla de beber la copa del Señor, y evita hablar de beber su sangre, porque la sangre de Cristo ha sido ofrendada a Dios, ha sido el don de Jesús a Dios en rescate por todos nosotros. Leamos un poco más lo que nos habla Pablo, e incluso Lucas mismo:
Luc. 22:20 Lo mismo hizo con la copa después de la cena, diciendo: —Esta copa es la nueva alianza confirmada con mi sangre, la cual es derramada en favor de ustedes.
Habla de la copa, confirmada por su sangre.
1Cor. 10:16 Cuando bebemos de la copa bendita por la cual bendecimos a Dios, participamos en común de la sangre de Cristo; cuando comemos del pan que partimos, participamos en común del cuerpo de Cristo.
Habla de beber la copa bendita, por la cual –atentos que no dice bebemos su sangre– “participamos” en común con la sangre de Cristo. participamos, que no bebemos su sangre.
1Cor. 10:21 No pueden beber de la copa del Señor y, a la vez, de la copa de los demonios; ni pueden participar de la mesa del Señor y, a la vez, de la mesa de los demonios.
De nuevo vemos una clara referencia a beber de la copa del Señor. ¿Los demonios han derramado su sangre? No, ¿verdad que no?. Pues ya sabemos que no está hablando de beber sangre alguna.
1Cor. 11:25 Así también, después de la cena, tomó en sus manos la copa y dijo: “Esta copa es la nueva alianza confirmada con mi sangre. Cada vez que beban, háganlo en memoria de mí.”
Esta copa ES la nueva Alianza. De nuevo habla de la copa, no indica de modo alguno la sangre.
1Cor. 11:27 Así pues, cualquiera que come del pan o bebe de la copa del Señor de manera indigna, comete un pecado contra el cuerpo y la sangre del Señor. 28 Por tanto, cada uno debe examinar su propia conciencia antes de comer del pan y beber de la copa.
Otra vez, y como siempre; hay que beber –y bebemos– de la copa, que NO su sangre. Porque beber sangre está prohibido por la ley de Dios, y Jesús no pudo enseñar a quebrantar la ley, no pudo de modo alguno contradecirse así mismo:
Mat. 5:17 “No crean ustedes que yo he venido a suprimir la ley o los profetas; no he venido a ponerles fin, sino a darles su pleno valor. 18 Pues les aseguro que mientras existan el cielo y la tierra, no se le quitará a la ley ni un punto ni una letra, hasta que todo llegue a su cumplimiento. 19 Por eso, el que no obedece uno de los mandatos de la ley, aunque sea el más pequeño, ni enseña a la gente a obedecerlo, será considerado el más pequeño en el reino de los cielos. Pero el que los obedece y enseña a otros a hacer lo mismo, será considerado grande en el reino de los cielos.
El Señor os bendiga.