Espero estimados,Que hayan leido los que les puse anteriormente concerniente al que si Juan Bautista era Elias.
Aqui les pongo algo mas solamente aquellos que desen conocer la verdad lo leeran.
No hay nada más claramente afirmado en el Nuevo Testamento que la identidad de Juan el Bautista con el heraldo en el desierto por medio de Isaías y el Elías de Malaquías. Cuán bien concuerda la descripción de Juan con la de Elías es evidente al primer vistazo. Cada uno era austero y asceta en su estilo de vida; cada uno era un celoso reformador de la religión; cada uno era un severo censurador del pecado. Los tiempos en que vivieron eran
singularmente semejantes. En ambos períodos, la nación judía era degenerada y corrupta. Elías tuvo su Acab, Juan su Herodes. No es objeción a esta identificación de Juan como el Elías predicho el hecho de que el Bautista mismo rechazó el nombre cuando los sacerdotes y levitas de Jerusalén exigieron: "¿Eres tú Elías?" (Juan 1:21). Los judíos esperaban la reaparición del Elías literal, y la respuesta de Juan estaba dirigida a esa opinión errónea. Pero su verdadero derecho a la designación es afirmado expresamente en el anuncio hecho por el ángel a su padre Zacarías: "E irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías (Lucas 1:17); así como en las declaraciones de nuestro Señor: "Y si queréis recibirlo, él es aquel Elías que había de venir".
(Mat. 11:14). "Mas os digo que Elías ya vino, y no le conocieron ... Entonces los discípulos comprendieron que les había hablado de Juan el Bautista". (Mat. 17:10-13). Juan era el segundo Elías, y cumplió exhaustivamente las predicciones de Isaías y Malaquías concernientes a él. Por lo tanto, soñar con un "Elías del futuro" equivale a poner en duda la afirmación expresa de la palabra de Dios, y no descansa en ninguna justificación bíblica en absoluto.
Ya hemos aludido al doble aspecto de la misión de Juan presentada por los profetas Isaías y Malaquías. La misma diversidad se ve en las descripciones del Nuevo Testamento tocantes al segundo Elías. El aspecto benigno de su misión presentada por Isaías se reconoce también en las palabras del ángel por medio del cual había sido predicho su nacimiento, como ya se ha citado, y en el pronunciamiento inspirado de su padre Zacarías: "Y tú, niño, profeta del Altísimo serás llamado;
porque irás delante de la presencia del Señor, para preparar sus caminos; para dar conocimiento de salvación a su pueblo, para perdón de sus pecados" (Lucas 1:76, 77). Encontramos el mismo aspecto de gracia en los versículos iniciales de evangelio de Juan: "Este vino por testimonio, para que diese testimonio de la luz, a fin de que todos creyesen por él" (Juan 1:7).
Pero el otro aspecto de su misión no es reconocido con menos claridad en los evangelios. Es representado, no sólo como el heraldo del Salvador venidero, sino como el del Juez venidero. En realidad, sus propias afirmaciones registradas hablan mucho más de ira que de salvación, y están concebidas más en el espíritu del Elías de Malaquías que en el del heraldo del desierto en Isaías. Amonesta a los fariseos y a los saduceos, y a las multitudes que venían a su bautismo, a que "huyeran de la ira venidera".
Les dice que "el hacha está puesta a la raíz de los árboles". Anuncia la venida de Uno más poderoso que él, "cuyo aventador está en su mano, y recogerá su trigo en el granero, y quemará la paja en fuego que nunca se apagará" (Mat. 3:12).
Es imposible no impresionarse con la correspondencia entre el lenguaje del Bautista y el de Malaquías. Como observa Hengstenberg: "A través de todo el texto, es la profecía de Malaquías la que Juan comenta". (1) En ambos, la venida del Señor se describe como un día de ira; ambos hablan de su venida con fuego que refina y prueba, con fuego que quema y consume. Ambos hablan de un tiempo de discriminación y separación entre los justos y los
impíos, el oro y la escoria, el trigo y la paja; y ambos hablan de la completa destrucción de la paja, o rastrojo. con fuego que no se apaga. Estas no son semejanzas fortuitas: las dos predicciones son la contraparte la una de la otra, y sólo pueden referirse al mismo suceso, el mismo "día del Señor", el mismo juicio venidero.
Pero lo que merece observarse más especialmente es la evidente cercanía de la crisis que Juan predice. "La ira venidera" es una interpretación muy inadecuada del lenguaje del profeta. (2) Debería ser "la ira que viene"; esto es, no meramente futura, sino inminente. "La ira venidera" puede ser indefinidamente distante, pero "la ira que viene" es inminente.
Como observa justamente Alford: "Juan está hablando ahora en el verdadero carácter de un profeta que predice la ira que pronto ha de ser derramada sobre la nación judía". (3) Así sucede con las otras representaciones en el discurso del Bautista; todo indica la rápida aproximación de la
destrucción. "Ya el hacha está puesta a la raíz de los árboles". El aventador estaba realmente en las manos del labrador; el proceso de cribado estaba a punto de comenzar. Estas advertencias de Juan el Bautista no son las vagas e indefinidas exhortaciones al arrepentimiento, dirigidas a los hombres en todo tiempo, que algunas veces se supone que son; son palabras urgentes,
ardientes, que tienen relevancia específica y presente para la generación que entonces existía, los hombres que vivían, y a los cuales les traía el mensaje de Dios. La nación judía estaba ahora en su última prueba; el segundo Elías había venido como precursor del "día grande y terrible de Jehová": si rechazaban sus advertencias, la destrucción profetizada por Malaquías
seguiría con toda certeza y rapidez. "Vendré y heriré la tierra con maldición". Nada puede ser más obvio que la catástrofe a la que Juan alude es específica, nacional, local, e inminente, y la historia nos dice que, dentro del período de la generación que escuchaba su clamor de amonestación, "vino sobre ellos la ira al máximo
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