Pongámoslo en perspectiva:
La gloria, honra, honor y alabanza pertenecen al Padre y a Cristo, según leemos en Apocalipsis 5. Todas estas cosas tienen una acción de amor implícito porque esta es la adoración celestial.
En esta acción de adoración (amor absoluto y supremo), se cumple lo escrito en el primer mandamiento: Amarás AL SEÑOR tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas. Se cumple también lo que Cristo afirmó: El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí.
Desde el mismo entendimiento escritural, el amor expresado en estos fragmentos nos lleva necesariamente a entender que el amor está por encima de los sentimientos. De hecho, el amor expresado aquí es una combinación de sentimientos y voluntad, fe y razón unidas en el cumplimiento de la santidad que Dios espera de los redimidos.
La pretensión de la iglesia romana es insertar a maría por razón del amor cuando, después de analizar lo anterior, maría no es protagonista de la adoración celestial. Nunca se ordenó que a ella se le dé un amor como el que a Dios se le debe dar.