La frase, “aguijón en la carne”, era un dicho en aquel tiempo similar al dicho de hoy en día, “un dolor de cabeza”, esto es, una molestia. El mismo concepto aparece en el Antiguo Testamento en tres ocasiones:
“Y si no echareis a los moradores del país de delante de vosotros, sucederá que los que dejareis de ellos serán por aguijones en vuestros ojos y por espinas en vuestros costados, y os afligirán sobre la tierra en que vosotros habitareis” (Números 33:55).
“... sabed que Jehová vuestro Dios no arrojará más a estas naciones delante de vosotros, sino que os serán por lazo, por tropiezo, por azote para vuestros costados y por espinas para vuestros ojos, hasta que perezcáis de esta buena tierra que Jehová vuestro Dios os ha dado” (Josué 23:13).
“Por tanto, yo también digo: No los echaré de delante de vosotros, sino que serán azotes para vuestros costados, y sus dioses os serán tropezadero” (Jueces 2:3).
En cada caso, Dios usa el simbolismo para ilustrar lo que el enemigo hará si Israel no lo echa fuera de la tierra. Serán por aguijones y por espinas en sus costados. No es un lenguaje literal, y en ninguna forma implica que la nación de Israel sufrirá de las enfermedades. No se trata de una enfermedad, sino de la molestia crónica del enemigo.
Es lo mismo en el caso de Pablo. La Biblia no dice que Dios enfermó a Pablo para mantenerle humilde, sino que Satanás le envió a un demonio para abofetearle en su ministerio. La palabra “abofetear” en el griego significa, “pegar y dar puñetazos.” Pablo mismo habla de las molestias que había experimentado.
“... en trabajos más abundante; en azotes sin número; en cárceles más; en peligros de muerte muchas veces. De los judíos cinco veces he recibido cuarenta azotes menos uno. Tres veces he sido azotado con varas; una vez apedreado; tres veces he padecido naufragio; una noche y un día he estado como náufrago en alta mar; en caminos muchas veces; en peligros de ríos, peligros de ladrones, peligros de los de mi nación, peligros de los gentiles, peligros en la ciudad, peligros en el desierto, peligros en el mar, peligros entre falsos hermanos; en trabajo y fatiga, en muchos desvelos, en hambre y sed, en muchos ayunos, en frío y en desnudez;... si es necesario gloriarse, me gloriaré en lo que es de mi debilidad” (2 Cor. 11:23-27,30).
Yo creo que solamente un mensajero de Satanás podría causar tantos problemas en la vida de un solo hombre. Es interesante notar que en todas las molestias que Pablo había experimentado, él no mencionó las enfermedades. Es notable por su ausencia. Y el declaró que todas sus experiencias difíciles representaron su debilidad.
“Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; por que cuando soy débil, entonces soy fuerte” (2 Cor. 12:10). La debilidad de Pablo no era una enfermedad, sino un mensajero de Satanás que le perseguía constantemente para obstaculizar en cualquier forma el avance del evangelio.
Bendiciones