Las Escrituras dan testimonio amplio y sobrado (en todo lo que habéis ya comentado en este epígrafe) de que el cuerpo del hombre es una "forma habitada". Dios da
forma (o modela) un cuerpo con tierra (tierra que fue
creada por Él) y le "insufla" algo que no viene de la tierra, sino de lo más profundo de Sí Mismo. A algo
creado se le insufla algo
no creado. O dicho de otro modo: a algo que pertenece a la "tierra" se le introduce un elemento que proviene del "cielo", un "elemento espiritual". Y es este "elemento espiritual" el que "convierte" o transforma a la porción terrenal en un "alma viviente". La forma sin espíritu es llamada "hombre" y el "hombre" con espíritu es llamado "alma viviente". De esta descripción de la creación del hombre extraemos dos enseñanzas: la importancia que Dios da al cuerpo y que el hombre es más que el cuerpo.
¿Qué sucede cuando el "elemento terrenal" cesa su actividad por la muerte? ¿Qué sucede cuando ese "alma viviente" pierde su "cuerpo"? Pues sucede que el "elemento espiritual" vuelve a su "origen", es decir, al reino invisible o espiritual. Es decir, "cuando ese alma viviente muere, el espíritu vuelve a Dios", como expresa con precisión las Escrituras.
El
mortalismo en realidad es un ateísmo disfrazado de piedad, es un
paganismo cristiano o algo parecido a "comamos y bebamos pues mañana moriremos".
Ahora bien, la pregunta detrás de todo esto en realidad es el gran misterio... ¿qué diferencia hay entre alma y espíritu? ¿Ambos sobreviven? Yo tengo mis propias "teorías" al respecto.
Amor,
Ibero