Animal: tal como es planteado en las escrituras, el destino del hombre es eterno. El espíritu es tan eterno como Dios, que es nuestro Padre. Recibimos, como dice la ley de la cosecha, de acuerdo con nuestra fe y nuestro esfuerzo. No pones a un inexperto a pilotear un avión. Dios no nos da la gloria celestial sin aprender antes sobre ella, a través de la experiencia. El curso de esta vida es un curso práctico. O ganamos la recompensa eterna de volver al hogar, enriquecidos, sabiendo manejar con sabiduría lo que se nos entregará ("todo lo que Dios tiene", nada menos), o nos enfrentaremos a una pérdida eterna, en las mejores condiciones en que podamos soportarlo.
Tendremos lo que deseamos, finalmente, aquello para lo cual nos hallamos preparado. Pero, si lo miras desde el punto de vista de que no tendrías lo que podrías haber ganado si hubieses tenido fe y te hubieses esforzado un poco mejor, el estar alejados de Dios por no habernos preparado y el tener sólo una recompensa menor es, de algún modo, una condenación. Puede que estemos en el mejor lugar posible, pero nuestra preparación no nos permitirá estar en la presencia de Dios, donde sólo lo puro puede estar. No porque Dios quiera alejarnos, sino porque nosotros no hemos deseado lo suficiente estar con Él, habiéndosenos dado tiempo para prepararnos. Sólo tú sabes si tendrás comodidad suficiente en esa situación.
Yo aspiro a poder estar en la presencia de Dios, rodeado de los seres queridos que harán el mismo esfuerzo, tal como son sus promesas si sigo el evangelio. Anhelo volver al hogar del que partí, y poder entregar a Dios la satisfacción de haber cumplido y estar en mejores condiciones para entrar en Su presencia. Y confío, después de hacer mi parte al 100%, en la gracia de Jesucristo que me ayudará a completar lo que haga falta, a cubrir las imperfecciones que tengo y de las que he podido arrepentirme o que son involuntarias. Y será por su gracia que pueda entrar en la presencia de Dios.
Que Dios me sostenga en esa esperanza. No porque lo inferior sea malo, estoy seguro que Dios nos dará, como a hijos a los que ama, lo mejor para nosotros. Pero comparado con la gloria de Dios que se nos permite alcanzar si lo deseamos... todo lo demás es despreciable. Creo que podemos luchar para alcanzar lo celestial, y los medios están puestos al alcance.
En esto se puede apreciar el equilibrio entre la justicia y la misericordia de Dios, en que todo depende de nosotros.