El grafeno es un material nuevo, lo descubrieron en 2004 los científicos de la Universidad de Manchester Andre Geim y Konstantin Novoselov y por él recibieron el Nobel en 2010. El compuesto, una película de átomos de carbono de un átomo de grosor, tiene múltiples propiedades tanto en los campos de la electrónica como la salud, pero su potencial ha sido también una baza para los negacionistas de la pandemia. “Desde el principio se contó que se utilizaban en mascarillas o en la vacuna para envenenar a la población… un argumento absurdo puesto que un buen científico perverso haría lo propio en el agua, no en una vacuna”, bromea el físico Alberto Nájera, profesor de Radiología y Medicina Física de la Universidad de Castilla-La Mancha.
Que las vacunas del Covid llevan grafeno es un hecho desmentido por los prospectos de las cuatro inyecciones aprobadas en España, que reflejan su composición. Como recuerda Nájera, “hay mucha gente vigilando esto y es imposible que las vacunas lo contengan, pero aunque lo tuvieran no manifestaría los efectos que los negacionistas alegan”, afirma Nájera.
El supuesto magnetismo de las vacunas, manifestado en fotos con cucharas que se pegan a los brazos de vacunados (que circulaban por las redes sociales), “no tiene ningún sentido desde el punto de vista físico” para Nájera. “Muchas de estas cucharas son de aleaciones metálicas que no presentan efectos magnéticos. Y es curioso, yo hice un vídeo con cinco cucharas de las que solo se pegaba una. Lo que tendría que hacer para comprobarlo es acercar una brújula y esta se movería. Y ese vídeo aún no lo he visto”, afirma el científico.
Detrás de estas afirmaciones hay personas que se presentan como profesionales científicos, como Andreas Kalcker o Mylo Canderian, que aseguran que las vacunas del Covid llevan grafeno y que el resultado es perjudicar nuestra salud. El segundo, además, cree que los vacunados vivirán “de tres a 10 años” tras recibir el fármaco. Son afirmaciones que circulan por internet y redes sociales y sobre las que este mismo miércoles advertía el Consejo General de Colegios de Médicos en España. “El negacionismo sobre la vacuna de la COVID-19 supone un riesgo para la salud pública y vulnera la ética médica”, decía la entidad en su comunicado.
El uso del grafeno en la salud sí se está investigando por sus potenciales cualidades y una de las entidades internacionales que lideran estos trabajos es Graphene Flagship, donde Arturo Bianco se dedica a las aplicaciones en salud y medioambiente. «La evidencia muestra que el grafeno y el óxido de grafeno son biodegradables y que pueden eliminarse del cuerpo. Sin embargo, aún se están realizando estudios para evaluar si los fragmentos derivados de la degradación pueden provocar efectos no deseados», explica Bianco.
Las investigaciones son el foco de este organismo europeo que sin embargo y como aclara Maurizio Prato, “no se ha encontrado ningún efecto adverso concreto”. Su grupo estudia tanto el grafeno, de fama mundial es una capa de átomos de carbono de un átomo de espesor con excelentes propiedades para la electrónica, la fotónica y más, como el óxido de grafeno. Este último es una sustancia diferente, que puede tener hasta 50-60% de oxígeno. La presencia de los átomos de oxígeno conduce a una estructura completamente diferente a la del grafeno, que se ha utilizado en baterías, sensores o tintas”.
Otro de los argumentos que han impulsado a los grafenistas de la vacuna es un estudio supuestamente de la Universidad de Almería en la que el profesor Pablo Campra habría hallado óxido de grafeno en el interior de un vial de la vacuna de Pfizer. Sin embargo, la Universidad no tardó en desmentir la vinculación con el caso y añadió que se trataba de “una muestra de origen desconocido con ausencia total de trazabilidad”. El propio investigador publicó después una “aclaración al informe preliminar” en la que advertía de la falta de consistencia del hallazgo.
“Recibí el estudio sobre el grafeno y las vacunas hace unos días y después de leerlo solo puedo decir que no es concluyente. El propio autor reconoce que no hay suficiente evidencia para respaldar las afirmaciones de que las vacunas contienen grafeno”, apunta Ester Vázquez, profesora de química orgánica en la Universidad de Castilla-La Mancha y colaboradora de Graphene Flagship.
La científica explica que “las pruebas realizadas son insuficientes para caracterizar el grafeno, solo muestra algunas imágenes microscópicas que se asemejan a imágenes de grafeno y óxido de grafeno en la literatura. Sin embargo, esto está lejos de ser una prueba científica. La identificación del grafeno requeriría un análisis adicional utilizando otras técnicas”. Vázquez asegura además que el propio informe advierte que «el informe dice que no puede descartarse que lo sea, pero tampoco lo afirma. Es decir que está siendo tergiversado».
Añade, además, que las menciones al grafeno magnético carecen de sentido: “Se refieren a un estudio en la literatura que combina grafeno y nanopartículas de óxido de hierro, que son magnéticas. La mezcla, por supuesto, es magnética, pero esta característica proviene de las propiedades ferromagnéticas del óxido de hierro, no del grafeno».
Que las vacunas del Covid llevan grafeno es un hecho desmentido por los prospectos de las cuatro inyecciones aprobadas en España, que reflejan su composición. Como recuerda Nájera, “hay mucha gente vigilando esto y es imposible que las vacunas lo contengan, pero aunque lo tuvieran no manifestaría los efectos que los negacionistas alegan”, afirma Nájera.
El supuesto magnetismo de las vacunas, manifestado en fotos con cucharas que se pegan a los brazos de vacunados (que circulaban por las redes sociales), “no tiene ningún sentido desde el punto de vista físico” para Nájera. “Muchas de estas cucharas son de aleaciones metálicas que no presentan efectos magnéticos. Y es curioso, yo hice un vídeo con cinco cucharas de las que solo se pegaba una. Lo que tendría que hacer para comprobarlo es acercar una brújula y esta se movería. Y ese vídeo aún no lo he visto”, afirma el científico.
Detrás de estas afirmaciones hay personas que se presentan como profesionales científicos, como Andreas Kalcker o Mylo Canderian, que aseguran que las vacunas del Covid llevan grafeno y que el resultado es perjudicar nuestra salud. El segundo, además, cree que los vacunados vivirán “de tres a 10 años” tras recibir el fármaco. Son afirmaciones que circulan por internet y redes sociales y sobre las que este mismo miércoles advertía el Consejo General de Colegios de Médicos en España. “El negacionismo sobre la vacuna de la COVID-19 supone un riesgo para la salud pública y vulnera la ética médica”, decía la entidad en su comunicado.
El uso del grafeno en la salud sí se está investigando por sus potenciales cualidades y una de las entidades internacionales que lideran estos trabajos es Graphene Flagship, donde Arturo Bianco se dedica a las aplicaciones en salud y medioambiente. «La evidencia muestra que el grafeno y el óxido de grafeno son biodegradables y que pueden eliminarse del cuerpo. Sin embargo, aún se están realizando estudios para evaluar si los fragmentos derivados de la degradación pueden provocar efectos no deseados», explica Bianco.
Las investigaciones son el foco de este organismo europeo que sin embargo y como aclara Maurizio Prato, “no se ha encontrado ningún efecto adverso concreto”. Su grupo estudia tanto el grafeno, de fama mundial es una capa de átomos de carbono de un átomo de espesor con excelentes propiedades para la electrónica, la fotónica y más, como el óxido de grafeno. Este último es una sustancia diferente, que puede tener hasta 50-60% de oxígeno. La presencia de los átomos de oxígeno conduce a una estructura completamente diferente a la del grafeno, que se ha utilizado en baterías, sensores o tintas”.
Otro de los argumentos que han impulsado a los grafenistas de la vacuna es un estudio supuestamente de la Universidad de Almería en la que el profesor Pablo Campra habría hallado óxido de grafeno en el interior de un vial de la vacuna de Pfizer. Sin embargo, la Universidad no tardó en desmentir la vinculación con el caso y añadió que se trataba de “una muestra de origen desconocido con ausencia total de trazabilidad”. El propio investigador publicó después una “aclaración al informe preliminar” en la que advertía de la falta de consistencia del hallazgo.
“Recibí el estudio sobre el grafeno y las vacunas hace unos días y después de leerlo solo puedo decir que no es concluyente. El propio autor reconoce que no hay suficiente evidencia para respaldar las afirmaciones de que las vacunas contienen grafeno”, apunta Ester Vázquez, profesora de química orgánica en la Universidad de Castilla-La Mancha y colaboradora de Graphene Flagship.
La científica explica que “las pruebas realizadas son insuficientes para caracterizar el grafeno, solo muestra algunas imágenes microscópicas que se asemejan a imágenes de grafeno y óxido de grafeno en la literatura. Sin embargo, esto está lejos de ser una prueba científica. La identificación del grafeno requeriría un análisis adicional utilizando otras técnicas”. Vázquez asegura además que el propio informe advierte que «el informe dice que no puede descartarse que lo sea, pero tampoco lo afirma. Es decir que está siendo tergiversado».
Añade, además, que las menciones al grafeno magnético carecen de sentido: “Se refieren a un estudio en la literatura que combina grafeno y nanopartículas de óxido de hierro, que son magnéticas. La mezcla, por supuesto, es magnética, pero esta característica proviene de las propiedades ferromagnéticas del óxido de hierro, no del grafeno».