7. Coincido con lo que se ha señalado aquí de las incongruencias en que incurren algunos pacifistas, así como de lo absurdo que resulta el pacifismo como ideología. Estoy de acuerdo en que a veces se debe pelear. Pero también creo (junto con muchos grandes hombres y mujeres del cristianismo a través de los siglos) que la guerra es un horror que, en la medida de lo posible, debería ser evitada, por el sufrimiento terrible que causa a los pueblos. Lo creo desde esa fe que me hace responsable del sufrimiento de los demás, del mundo reconciliado por Cristo. El mundo, no una nación, no una raza. Es muy claro en el mensaje de Cristo que Él ha venido a reconciliar a Dios con la humanidad entera, y que nos ama y nos juzga como individuos, como criaturas suyas, como seres hechos a su imagen. Que conoce el alma de cada uno y a cada uno le da un valor insustituible. Tal es el valor impresionante con que Dios ha querido adornar al hombre por Su amor. A cada hombre.
Dios no hace diferencias. Cristo lo deja claro. Él ha venido a traer la salvación a todo aquel que quiera escucharle. Y no hará preferencias ni exclusiones por razas o pueblos. No podemos ignorar este mensaje central merced a ciertos versículos ya de difícil y dudosa interpretación, ya pertenecientes a la visión que el puedo israelí tenía de sí mismo.
Esa es la base de un amor cristiano hacia la humanidad. Se ama al mundo porque Dios lo ha amado, concedemos un valor inestimable a la vida del otro, porque Dios se lo ha otorgado. Por supuesto, el pacifismo no tiene idea de eso. Sus raíces están en ese humanismo que ama al hombre exaltándolo en sí mismo. Por eso se equivoca tanto y es tan contradictorio.
Además, se da el caso de que en esta negativa hacia la guerra, pocos grupos han pasado de eso: una simple negativa. Se asume que este no es el mundo que queremos ni el orden deseado, que esta “guerra” no debería ser (y en eso yo coincido), pero no se tiene ni la más peregrina idea de qué es lo que sí se quiere para el hombre, o si se tiene, nace de un culto al hombre mismo. Y ahí es donde, por supuesto, todo cristiano discrepará de semejante movimiento. Pero no eludirá su responsabilidad. Precisamente porque valora al hombre a través de la mirada con que Cristo nos enseñó a verlo, porque se nos llamó a mostrar el camino del amor, de la justicia, de la igualdad, de la ayuda al más necesitado, de la responsabilidad que tenemos unos con otros, de la libertad... por eso estamos obligados a denunciar lo que pretenda llamarse cristiano y no responda a ello, para no permitir que se desfigure el Evangelio... por eso estamos obligados a impedir el sufrimiento de los otros cuando son inocentes... por eso alzaremos la voz por las víctimas de Irak, y también por Rachel Corrie, y no nos alegraremos del mal de alguno, sin hacer distinción de razas o de pueblos.
No, el cristiano no es pacifista, pero sin duda, el cristiano ama la paz, no en sí misma, sino por amor al hombre, y tratará de preservarla en la medida en que ese amor le obligue. En su momento y con la realidad que tiene enfrente, y no persiguiendo especulaciones del plan divino. No está en nuestras manos el desarrollo de estas situaciones, probablemente tampoco las que se desencadenarán. No es cuerdo esperar, creo, que un gobierno se comporte de forma totalmente cristiana, no en estos tiempos en que cada uno vela por sus intereses y justifica los medios por los fines.
Podemos discutir hasta el infinito esto. No ayudará en nada. Pero el que los cristianos respaldemos acciones como estas o nos opongamos a ellas, retirándoles el respaldo que buscan tener en el discurso cristiano, sí tendrá repercusiones en la manera en que se entenderá el cristianismo. Ese es el poder de las ideas, que luego se traducirán en actos. Desenmascarar los fundamentos que alimentan un acto al cual consideramos injusto, y reivindicar los que Cristo nos legó acerca del hombre y el mundo es, quizás, la modesta pero necesaria aportación que se puede hacer. Así interpreto yo mi responsabilidad concreta frente a estos acontecimientos. Supongo que habrá otras, y de hecho, me gustaría conocerlas. Quizás entre varios de nosotros podamos hacer una pequeña o mediana, pero real diferencia.
Espero que estos puntos, y las respuestas que tengan, nos ayuden a rebasar ciertos argumentos y plantearnos nuestra responsabilidad concreta frente a los acontecimientos. También espero el respeto de los foristas para que consideren que un persona puede oponerse a la invasión en Irak por todos los motivos aquí mencionados, y no necesariamente, como se ha dicho, por ser pro-terrorista, comunista, o antiyanqui. Creo que es justo examinar y confrontar los motivos de una persona, pero descalificarlos como deshonestos desde un principio es muestra de la incapacidad argumentativa con que se les enfrenta.
Bendiciones. Que Dios nos guíe para comprender, no el futuro incierto, sino nuestra responsabilidad presente.
Marcela