Estimado edgar. Saludos cordiales.
Tú dices:
Respondo: Como ustedes desprecian el Antiguo Testamento, jamás van a entender el evangelio del Cristo y el Plan de Salvación.
"He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo" (Juan 1:29)
"Aunque la palabra "cordero" sugiere ternura y mansedumbre, la muerte de un cordero nos sugiere la inocente resignación. La Escritura, con su lenguaje perfecto y expresivo, desde los primeros a los últimos capitulos, hace alusión al cordero con respecto a las relaciones del hombre pecador con Dios. El cordero inmolado es el medio por el cual se puede entrar en la presencia de Dios, para adorarle según Su voluntad.
El mundo ha sido manchado por el pecado, es decir, por la voluntad del hombre, desobediente a la voluntad de Dios. Un dia vendrá, en el que la voluntad del hombre será definitivamente puesta de lado, para que sea hecha la voluntad de Dios. ¿Pero, quien tiene la potestad de quitar el pecado del mundo? Solamente el Cordero de Dios, Jesús, aquel que ha sido inmolado, el Cordero que, en Apocalipsis 5, está "en medio del trono", y que será pronto el centro de la adoración universal.
"Dios se proveerá de cordero para el holocausto" había dicho Abraham a Isaac; y Isaac atado al altar del sacrificio, dispuesto a ser inmolado por su padre, era una figura del verdadero Cordero de Dios, nuestro Señor Jesucristo, quien se ha ofrecido en el Calvario; es El quien quita el pecado del mundo.
"...como cordero fué llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció y no abrió su boca". (Isaias 53:7) "Despues de esto, sabiendo Jesús que todas la cosas eran ya cumplidas, para que la Escritura se cumpliese, dijo: Sed tengo... y como Jesús tomó el vinagre, dijo: Consumado es, y habiendo inclinado la cabeza, dió el espíritu... y vinieron los soldados, y quebraron las piernas al primero y asimismo al otro que había sido crucificado con el. Mas cuando vinieron a Jesús, como le vieron ya muerto, no le quebraron las piernas: empero uno de los soldados le abrió el costado con una lanza, y luego salió sangre y agua" (Juan 19:28-37).
El pensamiento central, que acompaña el título "El cordero de Dios", es este: "...sin derramiento de sangre, no se hace remisión". (Hebreos 9:22) Es por el sacrificio sangriente ofrecido en la cruz, que la expiación de los pecados ha sido hecha.
El ministerio de Jesucristo lleva verdaderamente los rasgos de deleite, de humildad, de pureza, de mansedumbre, caracterizadas en el cordero; mas sino hubiera muerto en la cruz, su culto divino hubiese sido absolutamente inútil, en cuanto a lo que pertenece al establecimiento de nuestras relaciones con Dios. Jesús ha ido de lugar en lugar, haciendo el bien toda su vida, esto es cierto; pero solamente su muerte nos facilita el acceso a la presencia de Dios "por la rotura del velo".
El hombre no puede acercarse a Dios, mas que con un sacrificio. El cordero responde, a la vez, a lo que Dios reclama, y a las mas profundas necesidades del pecador. Es por la cruz que la conciencia del pecador halla el reposo, es en la cruz, igualmente, que Dios ha sido glorificado.
Nadie puede por sus propias obras, acercarse a Dios; ninguna forma de religión puede cambiar el destino del pecador: La muerte y el justo juicio. Solo Cristo es, para aquellos que creen, el sustituto, el rescate, el mas excelente sacrificio, y es la fé la que pone al alma en posesión de una paz que el mundo no puede dar ni quitar. "Justificados pues por la fé tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo". (Romanos 5:1)
Las ofrendas, según la ley de Moisés, representan en figura, la ofrenda de la vida de Cristo.
Todos los creyentes han sido rescatados por la preciosa sangre de Cristo, "...como de un cordero sin mancha y sin contaminación; ya ordenado de antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postrimeros tiempos.." (1 Pedro 1:19-20).
Abel fué agredido porque había ofrecido un cordero en ofrenda a Dios. Desde los primeros dias, Dios enseña a los hombres que, sin derramiento de sangre no hay remisión.
La historia de los hijos de Israel empieza cuando ellos fueron resguardados por la sangre del cordero pascual, en aquella terrible noche cuando Dios atravesó Egipto para herir de muerto a todos los primogénitos. El diferencia los Egipcios de los Israelitas, diciendo a estos que han de inmolar un cordero por casa, y rociar con su sangre el dintel y los dos postes de sus puertas. "Cuando Yo vea la sangre, dice El, pasaré de aquella puerta y no permitiré al heridor que entre en vuestras casas para herir."
Aquella noche, en todas las casas de los Egipcios, había un muerto; todos los Israelitas, en cambio, fueron preservados. Ellos podían estar en paz, porque la sangre del cordero rociaba sus puertas, y la palabra de Dios les aseguraba que allí el destructor no entraría.
Sin duda, cada uno de aquellos que estaban detrás de la puerta rociada con la sangre, debía necesariamente sentir que si tenía que recibir la justa retribución de sus pecados, la espada del destructor debía golpearle; pero el cordero había padecido, en su lugar, el tratamiento que el merecía. Esto era el sólido fundamento de su paz. El juicio había caido sobre una victima preordenada por Dios; y creyendo esto él puede comer en paz, en el interior de la casa. Una sola duda hubiese sido hacer mentiroso a Jehová, porque El había dicho: "Yo veré la sangre y pasaré de vosotros." Esto era suficiente, no era cuestión de mérito personal, el "yo" era absolutamente fuera de la cuestión. Todos aquellos que estaban resguardados tras la sangre, estaban en completa seguridad. Ellos no estaban solamente en disposición de ser salvos, ellos eran salvos.
Es muy importante tener un discernimiento claro de lo que constituye el fundamento de la paz del pecador, en la presencia de Dios. Se asocian tantas cosas a la obra cumplida de Cristo, que muchas almas son sumergidas en la incertidumbre y la obscuridad en cuanto a si son o no son salvadas.
Cristo es la vida; esta vida es sin mácula; es en la cruz, y solamente allí, donde El ha tomado el pecado sobre Sí, y desciende a la muerte. Cristo ha vuelto a la vida, y el pecado ha sido reducido a la nada por la muerte, de modo que ella efectivamente quita el pecado. Dejando la vida el pecado es anulado. El tercer dia, Cristo salió victorioso de la tumba, con el poder de su vida imperecedera, según su palabra: "Pongo mi vida, para volverla a tomar." (Juan 10:17)
El pecado había sido juzgado por imputación a El cuando murió en la cruz. El llevó nuestros pecados en su cuerpo, en la cruz. El se ha puesto ante Dios en lugar nuestro en el juicio; y fué abandonado de El. Y cuando El muere habiendo dicho: "Consumado es", el pecado había sufrido su castigo. Poniendo su vida, el pecado es quitado.
La posición del creyente no depende de lo que es el mismo, sinó de lo que Cristo es. Aquel que se acerca a Dios, en el nombre de Jesús, es identificado con El y aceptado en su nombre; Dios no rechaza a su Hijo, y no rechaza tampoco a aquellos que se acercan a El en Su nombre. El creyente es de este modo, visto en Cristo, aceptado en El, y como El, y asociado a El en su vida. Su confianza no está en si mismo, sinó en Aquel que todo lo cumple por el.
Nosotros tenemos la vida y la luz, fundados en los consejos del amor de un Dios Redendor, y establecidas por la sangre del Cordero. El conocimiento de una salvación perfecta y de una paz estable y asegurada, por la sangre preciosa del Cordero, situa al hombre en medio de un nuevo orden de cosas, y empieza para el el inicio de su vida con Dios. Antes de llegar a esto, éramos todos hijos de la ira, "...muertos en nuestros delitos y pecados... ajenos a la vida de Dios.." (Efesios 2:1; 4:18).
El solo modo de ver la vida, es el creer al Hijo de Dios, porque fuera de Cristo todo es muerte y miseria. Es por esto, que cuando miramos con los ojos de la fé, al Cordero inmolado, llevando en el madero maldito la pesada carga de nuestras culpas, entramos en el sendero de la vida, y participamos en el gozo del cielo. Este gozo y esta felicidad aumentarán siempre para el verdadero cristiano, y el encontrará su perfección el dia que el Cordero será visto y exaltado.
Hay muchas almas que no conocen la eficacia absoluta de la redención por la sangre de Cristo, en su aplicación a ellas mismas. Ellas parecen ignorar que el pleno perdón de los pecados descansa sobre el hecho de que una expiación perfecta ha sido cumplida y atestiguada, a la vista de toda inteligencia creada, por la resurrección del garante de los pecadores. Ellos no saben, y es de esto que tenemos necesidad: de saber que nosotros somos salvos.
El Israelita no sabía solamente que la sangre era una salvaguardia, el sabía que estaba en seguridad. ¿Y porque? ¿Era en virtud de alguna cosa que él había hecho u oido, o pensado? De ninguna manera, sinó porque Dios dijo: "Veré la sangre y pasaré de vosotros." El descansaba sobre el testimonio de Dios; el lo creía porque Dios lo había dicho; este signó que Dios es verdadero (Juan 3:33).
Lo que daba la paz, era el saber que el ojo de Jehová veía la sangre, y el Israelita sabía que El la estimaba en todo su valor. "Yo veré la sangre." Esto es lo que tranquiliza el corazón. La sangre estaba fuera, en el dintel y los postes, y el Israelita que estaba dentro no podía verla, pero Dios si ve la sangre salvadora.
La aplicación de este relato a la cuestión de la paz de un pecador, es muy sencilla. El Señor Jesús, habiendo derramado su sangre preciosa, en expiación perfecta, por el pecado, ha llevado su sangre ante Dios y la ha rociado en Su presencia. El testimonio de Dios asegura al pecador que ha creido, que todo ha sido decidido a su favor, no por el aprecio que el hace de la sangre, sinó por la sangre misma, que tiene tan alto valor a los ojos de Dios, que a causa de esta sangre, y solo de ella, Dios puede con justicia, perdonar todo pecado, y recibir al pecador como perfectamente justo en Cristo.
De este modo, el cordero pascual, como fundamento de la paz de Israel, es una figura muy notable y magnifica de Cristo, como fundamento de la paz del creyente. El Israelita no tenía nada que añadir a la sangre en el propiciatorio. El "pan sin levadura" y las "hierbas amargas" eran necesarias; pero ellas no formaban el fundamento de la paz, ni en parte ni en nada. Ellos estaban en el interior de la casa, constituyendo los signos caracteristicos de la comunión; pero es la sangre del cordero el fundamento de todo. Ella salva a los Israelitas de la muerte y los introduce en una escena de vida, de luz y de paz. Ella forma la ligadura entre Dios y su pueblo rescatado. Un pueblo en relación con Dios, sobre el fundamento de una redención cumplida. Esto era para los Israelitas un gran privilegio que conllevaba ciertas responsabilidades.
Deseo tambien recordar al lector que la vida de obediencia de Cristo no es presentada en la Escritura como la causa que nos procura el perdón; es la muerte de Cristo en la cruz lo que nos abre un camino libre al amor de Dios. Si Cristo hubiese continuado hasta ahora recorriendo el mundo "haciendo bienes" (Hechos 10:28), el velo del templo estaría aún entero, y cerrado al adorador el camino de libre acceso a Dios."
Fué la muerte de Cristo lo que desgarró el velo de alto a bajo (Marcos 15:38). Es por sus heridas y no por su vida de obediencia, que tenemos la salvación; y es en la cruz y no en alguna otra parte, que las ha sufrido.
Sus propias palabras, pronunciadas durante el curso de su vida bendita, nos hacen comprender plenamente el sentido del pasaje donde dice: "Empero de bautismo me es necesario ser bautizado: ¡Y como me angustio hasta que sea cumplido!" (Lucas 12:50) ¿A que se refiere esta declaración sino es a su muerte en la cruz, que era el cumplimiento de su bautismo, y que abría a su amor un camino por el cual podría, con justicia, llevar a Dios los culpables hijos de Adán?
Después aun dice: "...si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, él solo queda." (Juan 12:24) El era este precioso "grano de trigo" que se hubiera quedado solo, para siempre, aunque haya sido hecho carne, si por su muerte en el madero, no hubiese apartado todo lo que podía impedir la unión de su pueblo con El, en la resurrección. "Si muriere, mucho fruto lleva". El lector tal vez no haya meditado demasiado sobre esta ocasión infinitamente grave e importante. Hay dos puntos relativos a esta cuestión, de los cuales es menester acordarse siempre. A saber: Que no había unión posible con Cristo de otra manera que en la resurrección; y que Cristo no ha sufrido por los pecados en otro lugar que en la cruz. No es necesario imaginar que Cristo nos haya unido a El por la encarnación; esto era imposible. ¿Como nuestra carne de pecado podía ser unida a el de esta manera? Era menester que el pecado fuese quitado: la gloria de Dios lo exige; y era menester que toda la potencia del enemigo fuese anulada. ¿Como podía ser todo esto cumplido, si no por la sumisión del Cordero de Dios, precioso y sin mancha, a la muerte de la cruz?
No debemos tampoco mirar la cruz de Cristo como una circunstancia más, en una vida de sufrimientos expiatorios por el pecado. La cruz fué el grande y solo acto de sufrimientos expiatorios por los pecados. "El cual mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero.." (1 Pedro 2:24). El no los ha llevado en el pesebre, ni en el desierto, ni en el huerto, sino unicamente "sobre el madero".
Tampoco El sufrió de parte de Dios, en otro lugar fuera de la cruz; allí Dios le oculta su rostro, porque El estaba "hecho pecado por nosotros, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él". (2 Corintios 5:21)
Era menester, sin duda alguna, que el cordero fuese sin mancha, para que pudiese soportar la santa mirada de Jehová, pero a pesar de su perfección, si la sangre no hubiese sido esparcida, Jehová no hubiese podido pasar del pueblo sin herirlo, porque "sin derramiento de sangre no se hace remisión". (Hebreos 9:12)
Y no solamente el cordero pascual; tambien todos los sacrificios ofrecidos en el desierto, eran la figura del sacrificio de Jesucristo. Mientras los Israelitas estaban en el desierto, el tabernáculo fué levantado y los sacrificios fueron establecidos para ser ofrecidos mañana y tarde sobre el altar, en el atrio del tabernáculo. Cada año, el dia de las expiaciones, la sangre del sacrificio por el pecado era rociada sobre el propiciatorio que cubría el arca; Dios nos presenta a Cristo como la perfecta y completa propiciación. (Romanos 3:25)
Por la sangre rociada en la propiciación, por el sacrificio diario y por la Pascua, los Israelitas debían recordar siempre, que la redención no era posible más que por la sangre del cordero, y esto hasta la venida de Cristo.
El Cordero que ha sido inmolado ha reclamado para la eternidad la gloria de Dios; y ahora, del trono de Dios y del Cordero, mana el rio de la gracia, que dá la vida eterna a todos aquellos que de el beben." (Aporte de PABLO CHRISTIAANSE )
¿Aún señalas tu teoría herética que al morir Cristo su evangelio caducó?
Bendiciones.
Luego todo Israel será salvo.