Re: PODEMOS ESTAR SEGUROS DE LA SALVACION
Estimado patricio. Saludos cordiales.
"Toda paciencia".– No hay límites a la paciencia que viene por la fe en Cristo. "Que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios; fortalecidos con todo poder, conforme a la potencia de su gloria, para toda paciencia y longanimidad; con gozo dando gracias…" (Col. 1:10-12). Es decir, podemos ser hasta tal punto fortalecidos por el glorioso poder por el que Cristo resistió el sufrimiento, que podemos manifestar toda paciencia, incluso bajo el peor sufrimiento, y podemos alegrarnos en medio de éste.
"La paciencia produce un carácter aprobado".– ¿Aprobado en qué? En la paz de Dios mediante nuestro Señor Jesucristo. Muchos confunden la experiencia cristiana con la profesión de cristianismo. Refieren haber vivido tantos años de "experiencia cristiana", mientras que puede muy bien ser que no hayan experimentado realmente jamás la bendición de la vida de Cristo, sino que se tratase de una mera profesión de religión. La experiencia genuina significa la demostración del poder de la vida de Cristo. Cuando alguien posee esa experiencia, ese "carácter aprobado", no le resultará difícil compartir algo de ella, al presentarse la ocasión.
No avergüenza.– La esperanza no avergüenza. ¿Por qué? Porque el amor de Dios está derramado en nuestros corazones. "Ahora, hijos, permaneced en él, para que cuando aparezca, tengamos confianza, y no nos avergoncemos ante él en su venida" (1 Juan 2:28). "En esto se perfecciona el amor en nosotros, para que tengamos plena confianza en el día del juicio. Porque como él es, así somos nosotros en este mundo" (1 Juan 4:17). No puede haber día de mayor prueba que el día del juicio. Por lo tanto los que en esa ocasión no estén avergonzados ni atemorizados, manifestarán ahora confianza. Y el que está confiado ante Dios, no tiene ciertamente nada que temer del hombre.
"El amor de Dios".– La razón por la que la esperanza no avergüenza, es que el amor de Dios está derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo. Observa que no se trata de amor a Dios, sino del amor de Dios. ¿En qué consiste el amor de Dios? "Este es el amor de Dios, que guardemos sus mandamientos" (1 Juan 5:3). El Espíritu Santo, por consiguiente, pone en nuestros corazones la obediencia a la ley de Dios, y eso es lo que nos da confianza en el día del juicio, y en todos los demás días. Es el pecado el que produce temor en el hombre. Al ser quitado el pecado, el temor desaparece. "Huye el impío sin que nadie lo persiga, pero el justo está confiado como un león" (Prov. 28:1).
Cristo murió por los impíos.– "Palabra fiel y digna de ser recibida de todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero" (1 Tim. 1:15). "Éste recibe a los pecadores" (Luc. 15:2). Extraña cosa que la gente permita que el sentido de su pecaminosidad los mantenga apartados del Señor, dado que Cristo vino precisamente a fin de recibirlos y salvarlos. Puede salvar eternamente a los que por medio de Él se allegan a Dios (Heb. 7:25), y les dice: "al que viene a mí, nunca lo echo fuera" (Juan 6:37).
"Cuando aún éramos débiles".– Fue cuando todavía éramos débiles que Cristo murió por los impíos. Así hubo de ser, pues era su propósito el que fuésemos fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu. Si hubiese esperado a que adquiriésemos cierta fortaleza antes de darse por nosotros, estaríamos perdidos. ¿Cuándo éramos aún débiles? Precisamente ahora, y ahora se nos presenta a Cristo, como crucificado entre nosotros (Gál. 3:1). "Volveos a mí y sed salvos… de mi boca ha salido la justicia… jurará toda lengua, diciendo: Sólo en Yahveh tengo salvación y fuerza" (Isa. 45:23,24 Versión Cantera Iglesias).
"Justo" y "bueno".– "Ciertamente apenas muere alguno por un justo: con todo, podrá ser que alguno osara morir por el bueno". En nuestro lenguaje es difícil la distinción entre los dos términos. El hombre justo es el que es recto, el que da escrupulosamente a cada uno lo que le debe. El bueno es el que es benevolente, el que nos ha hecho muchos favores, el que hace por nosotros más de lo que estrictamente merecemos. Pues bien, por más justo que un hombre pueda ser, su integridad de carácter difícilmente llevará a alguien a morir por él. Pero es posible que alguien estuviese dispuesto a morir por un hombre caracterizado por su gran bondad.
El mayor amor.– Esa es la máxima medida del amor entre los hombres. Alguien puede llegar a dar la vida por sus amigos. "Pero Dios demuestra su amor hacia nosotros, en que siendo aún pecadores", y por lo tanto enemigos, "Cristo murió por nosotros".
"Con amor eterno te he amado,
por eso te atraje con bondad"
(Jeremías 31:3)
Estimado patricio. Saludos cordiales.
Paz versus sentimientos.– ¿Puede uno tener paz para con Dios, sin tener el sentimiento de la paz? ¿Qué responde la Escritura? "Justificados pues por la fe, tenemos paz para con Dios". ¿Qué trae la paz? La fe. Pero la fe no es un sentimiento. Si la paz debiera ir siempre acompañada de un determinado sentimiento, entonces podríamos saber que no estábamos justificados, en el caso de carecer de tal sentimiento. De esa manera, la justificación vendría a ser una cuestión de sentimientos, y no de fe. Los versículos que siguen a continuación nos indican que podemos tener paz en medio de las tribulaciones, tanto como cuando todo va bien.
Nos gloriamos en las tribulaciones.– No dice que debamos procurar el martirio, como dedujeron algunos en los primeros siglos. Lo que dice es que en medio de las tribulaciones, nuestra paz y gozo continúan imperturbables. No puede ser de otra manera con la paz que viene por la fe. La paz que depende del sentimiento, nos abandonará tan pronto como comience la tribulación. Pero nada puede alterar la paz que viene de la fe. "Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción: mas confiad, yo he vencido al mundo" (Juan 16:33).
La tribulación produce paciencia.– ¿Qué es la paciencia? Es resistir el sufrimiento. La palabra "paciencia" está etimológicamente relacionada con el sufrimiento. Cuando alguien está enfermo decimos que es un "paciente". En otras palabras, es un sufriente. La gente excusa a menudo su mal genio diciendo que tiene tanto y tanto que soportar. Muchos creen que serían pacientes en el caso de que su sufrimiento fuera menos intenso. Pero no. No lo serían. No puede haber paciencia donde no hay sufrimiento. La tribulación no destruye la paciencia, sino que la desarrolla. Cuando la aflicción parece acabar con la paciencia de alguien, en realidad se está demostrando que esa persona no tenía paciencia.
¿Cuándo obra? – El versículo dice que la tribulación produce paciencia. Sin embargo, muchos se irritan en proporción directa con la tribulación que padecen. En ellos no produce paciencia. ¿Por qué? Sencillamente porque no están en la situación que el apóstol describe. Es solamente en los que están justificados por la fe en los que la tribulación produce paciencia. Nada que no sea la fe en Dios puede mantenerle a uno perfectamente paciente bajo cualquier circunstancia.
¿Obrará siempre? – Sí, invariablemente. Quizá te estés diciendo, ‘estoy seguro de que todos llegarían a ser impacientes si tuvieran que resistir tanto como yo tengo que sufrir’. Permíteme que te pregunte: ¿Llegaría Cristo a estar impaciente si tuviera que resistir tanto como lo que tú tienes que sufrir? ¿Acaso no sufrió eso, y mucho más? Habrás de admitir que sí. ¿Acabó por mostrar impaciencia? "Angustiado y afligido, no abrió su boca" (Isa. 53:7). Por lo tanto, si estuviese en tu lugar, Cristo sería paciente. ¿Por qué no le permites, pues, que esté en tu lugar?
La fe trae a Cristo al corazón, de manera que se identifica con nosotros y lleva así las cargas. "Echa sobre Jehová tu carga, y él te sustentará" (Sal. 55:22).
"Toda paciencia".– No hay límites a la paciencia que viene por la fe en Cristo. "Que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios; fortalecidos con todo poder, conforme a la potencia de su gloria, para toda paciencia y longanimidad; con gozo dando gracias…" (Col. 1:10-12). Es decir, podemos ser hasta tal punto fortalecidos por el glorioso poder por el que Cristo resistió el sufrimiento, que podemos manifestar toda paciencia, incluso bajo el peor sufrimiento, y podemos alegrarnos en medio de éste.
"La paciencia produce un carácter aprobado".– ¿Aprobado en qué? En la paz de Dios mediante nuestro Señor Jesucristo. Muchos confunden la experiencia cristiana con la profesión de cristianismo. Refieren haber vivido tantos años de "experiencia cristiana", mientras que puede muy bien ser que no hayan experimentado realmente jamás la bendición de la vida de Cristo, sino que se tratase de una mera profesión de religión. La experiencia genuina significa la demostración del poder de la vida de Cristo. Cuando alguien posee esa experiencia, ese "carácter aprobado", no le resultará difícil compartir algo de ella, al presentarse la ocasión.
No avergüenza.– La esperanza no avergüenza. ¿Por qué? Porque el amor de Dios está derramado en nuestros corazones. "Ahora, hijos, permaneced en él, para que cuando aparezca, tengamos confianza, y no nos avergoncemos ante él en su venida" (1 Juan 2:28). "En esto se perfecciona el amor en nosotros, para que tengamos plena confianza en el día del juicio. Porque como él es, así somos nosotros en este mundo" (1 Juan 4:17). No puede haber día de mayor prueba que el día del juicio. Por lo tanto los que en esa ocasión no estén avergonzados ni atemorizados, manifestarán ahora confianza. Y el que está confiado ante Dios, no tiene ciertamente nada que temer del hombre.
"El amor de Dios".– La razón por la que la esperanza no avergüenza, es que el amor de Dios está derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo. Observa que no se trata de amor a Dios, sino del amor de Dios. ¿En qué consiste el amor de Dios? "Este es el amor de Dios, que guardemos sus mandamientos" (1 Juan 5:3). El Espíritu Santo, por consiguiente, pone en nuestros corazones la obediencia a la ley de Dios, y eso es lo que nos da confianza en el día del juicio, y en todos los demás días. Es el pecado el que produce temor en el hombre. Al ser quitado el pecado, el temor desaparece. "Huye el impío sin que nadie lo persiga, pero el justo está confiado como un león" (Prov. 28:1).
Cristo murió por los impíos.– "Palabra fiel y digna de ser recibida de todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero" (1 Tim. 1:15). "Éste recibe a los pecadores" (Luc. 15:2). Extraña cosa que la gente permita que el sentido de su pecaminosidad los mantenga apartados del Señor, dado que Cristo vino precisamente a fin de recibirlos y salvarlos. Puede salvar eternamente a los que por medio de Él se allegan a Dios (Heb. 7:25), y les dice: "al que viene a mí, nunca lo echo fuera" (Juan 6:37).
"Cuando aún éramos débiles".– Fue cuando todavía éramos débiles que Cristo murió por los impíos. Así hubo de ser, pues era su propósito el que fuésemos fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu. Si hubiese esperado a que adquiriésemos cierta fortaleza antes de darse por nosotros, estaríamos perdidos. ¿Cuándo éramos aún débiles? Precisamente ahora, y ahora se nos presenta a Cristo, como crucificado entre nosotros (Gál. 3:1). "Volveos a mí y sed salvos… de mi boca ha salido la justicia… jurará toda lengua, diciendo: Sólo en Yahveh tengo salvación y fuerza" (Isa. 45:23,24 Versión Cantera Iglesias).
"Justo" y "bueno".– "Ciertamente apenas muere alguno por un justo: con todo, podrá ser que alguno osara morir por el bueno". En nuestro lenguaje es difícil la distinción entre los dos términos. El hombre justo es el que es recto, el que da escrupulosamente a cada uno lo que le debe. El bueno es el que es benevolente, el que nos ha hecho muchos favores, el que hace por nosotros más de lo que estrictamente merecemos. Pues bien, por más justo que un hombre pueda ser, su integridad de carácter difícilmente llevará a alguien a morir por él. Pero es posible que alguien estuviese dispuesto a morir por un hombre caracterizado por su gran bondad.
El mayor amor.– Esa es la máxima medida del amor entre los hombres. Alguien puede llegar a dar la vida por sus amigos. "Pero Dios demuestra su amor hacia nosotros, en que siendo aún pecadores", y por lo tanto enemigos, "Cristo murió por nosotros".
"Con amor eterno te he amado,
por eso te atraje con bondad"
(Jeremías 31:3)