PEDRO, LIDER DEL REBAÑO DE JESÚS: Pruebas de su primacía <<<<<<<<<<<<<<<<<<

En la mente de Cristo no existió ni existe "el liderazgo" de forma piramidal, dónde uno sólo está sobre todos.

Si bien Pedro fue una figura central, el objetivo de Cristo es su Iglesia, no Pedro, ni Pablo, ni María.
Estoy de acuerdo con este comentario....Ademas, Pablo menciona que eran tres las columnas: Cefas, Jacobo y Juan...., de hecho fue Santiago quien presidió el concilio de Jerusalen en Hechos 15. Pedro no tenia capacidad de liderazgo, habia muchas cosas en el que le impedían ser un buen líder....Hizo uso del razismo y la discriminacion en casa de Cornelio, confundía a los creyentes de Galacia, Pablo mismo se vio en la necesidad de intervenir.
 
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Estoy de acuerdo con este comentario....Ademas, Pablo menciona que eran tres las columnas: Cefas, Jacobo y Juan...., de hecho fue Santiago quien presidió el concilio de Jerusalen en Hechos 15. Pedro no tenia capacidad de liderazgo, habia muchas cosas en el que le impedían ser un buen líder....Hizo uso del razismo y la discriminacion en casa de Cornelio, confundía a los creyentes de Galacia, Pablo mismo se vio en la necesidad de intervenir.
Así es, esa es la verdad.
 
XVIII. Entrega

Falsificaciones.-


Transcurrieron casi tres siglos antes que la semilla sembrada produjese una cosecha abundante. Durante casi doscientos años, desde la muerte de Nicolás I hasta la época de León IX, la sede romana se halló en una condición que no le permitió adquirir nuevos derechos ni la puesta sistemática en vigor de los ya existentes. La Iglesia romana fue esclavizada y vejada por más de 60 años (883─995), cuando la llamada “Sede Apostólica” se convirtió en el botín y presa de facciones de la nobleza, y también por mucho tiempo de mujeres ambiciosas y relajadas. Fue renovada solamente por un breve intermedio (997─1003) en las personas de Gregorio V y Silvestre II, debido a la influencia del Emperador Sajón. Luego, el papado se sumergió en la más completa confusión e impotencia moral; los condes toscanos lo hicieron hereditario en su familia; (¿Es que eran los vicarios del E. S.?) se siguieron uno tras otro jóvenes disolutos, como Juan XII y Benedicto IX ocupando y desacreditando el trono presuntamente apostólico, que ahora se vendía y compraba como una mercancía, hasta el punto que hubo tres papas luchando por la tiara. Se repitió en Constanza y btuvo la misma solución que en este pues to que el Emperador Enrique III puso fin al escándalo elevando un obispo alemán a la sede romana. ¿Donde pués la legitimidad sucesoria conforme al "derecho Gregoriano"

Con León IX (1048─1054) fue inaugurada una nueva era del Papado, que puede denominarse la era de Hildebrando. En sesenta años, a través de luchas con reyes, obispos y clero, en contra de la simonía, el matrimonio de los clérigos y las investiduras, la Sede Romana se elevó a una altura de poder que ni siquiera Nicolás I hubiera podido imaginarse nunca. Un partido grande y poderoso, más fuerte que el que doscientos años antes se apoyó en la falsificación isidoriana, había estado trabajando desde la mitad del siglo XI, con todo su poder, para soldar los Estados Europeos en un reino teocrático sacerdotal con el Papa como cabeza. La urgente necesidad de Reforma en la Iglesia ayudó al crecimiento de la monarquía espiritual, y de nuevo la purificación de la Iglesia pareció a muchos necesitar tal concentración y aumento el poder eclesiástico. Este partido era apoyado en Francia por la corporación más influyente espiritualmente, la Congregación de Cluny. En Italia, hombres como Pedro Damián, el obispo Anselmo de Lucca, Humberto, Deusdedit y sobre todo Hildebrando, ayudaron al nuevo sistema, aunque algunos de ellos, como Damián e Hildebrando, diferían ampliamente tanto en teoría como en la práctica.

Si alguien repasa en profundidad los hechos históricos se da perfecta cuenta que uno de los hombres clave en el propósito claro y deliberado de introducir una nueva constitución de la Iglesia. Se trata de Gregorio VII, que se consideró a sí mismo no solamente como el reformador de la Iglesia, sino como el “fundador” divinamente comisionado de un orden de cosas completamente nuevo, pese a su afición a apelar a sus predecesores. Solamente Nicolás I se le asemeja en esto, pero ninguno de los Papas posteriores puede equiparársele, ni siquiera los más audaces, por cuanto no han hecho más que andar por el sendero abierto por Gregorio.

La obra maestra de Gregorio es su carta al Obispo Hermann de Metz, con la cual intenta probar lo bien fundamentado que está el dominio del papa sobre los emperadores y reyes y su derecho a deponerles en casos de necesidad. Para ello torció la carta del Papa Gelasio al Emperador Anastasio. Mediante omisiones y cambiando la colocación de las frases, que le hizo decir a Gelasio justamente lo contrario de lo que realmente dijo, es decir: que los reyes están absoluta y universalmente sometidos al Papa, cuando en realidad lo que dijo fue que los gobernantes de la Iglesia están siempre sujetos a las leyes de los Emperadores, desechando solamente la interferencia del poder secular en cuestiones de fe y sacramentos.

¿Queréis otra? Esta incluso resulta cómica y solo mentes calenturientas pueden llegar a tragárselo.

Gregorio tomó prestado de las Falsas Decretales un pilar importantísimo de su sistema y cabe preguntarse si los actuales Papas (seguro que Pío IX y también el Pío XII SI) El seudo─Isidoro había hecho escribir al Papa Julio, ─alrededor del 338─ a los obispos orientales: “La iglesia de Roma, por un privilegio singular, tiene el derecho de abrir y cerrar las puertas del cielo a quien lo desee
(Decret, pseudos. Is (ed Hinseh.). p.464).

Sobre esto construyó Gregorio su esquema de dominio. ¿Cómo no iba él a juzgar en la tierra, si de su voluntad dependía la salvación o condenación de los hombres? El pasaje fue convertido en un decreto especial o capítulo de los nuevos códigos. La fórmula típica de atar y desatar se había convertido en un inagotable tesoro de cámara, de derechos y pretensiones. Los gregorianos lo usaron como un encantamiento para obtener cuanto desearan. Si Gregorio, que fue notoriamente el primero en lanzarse a la empresa de destronar reyes, quería deponer l Emperador germano, decía: “A mi me es dado poder de atar y desatar en la tierra y en el cielo”
(Quien lo desee lo puede ver en la obra de Mansi, XX, 467)

¿Tenían que ser liberados los súbditos de sus votos de fidelidad?, lo hacía en virtud de desatar. ¿Quería disponer de las propiedades de otros pueblos?, declaraba, como lo hizo en el Sínodo romano del 1080: “Deseamos mostrar al mundo que podemos dar y quitar, a nuestra voluntad, reinos, ducados, condados, en una palabra, las posesiones de todos los hombres; porque podemos atar y desatar”

(Mansi, XX, 536: “Quia si potestis in coelo ligare et solvere, potestis in terra imperia… et omnium hominum posesiones pro meritis tollere uncuique et concede”).

De esto se deduce que todos los católicos de la totalidad del continente americano están “condenados en la tierra y en el cielo” puesto que han desoído al Papa que Regaló a los Reyes Católicos de España dicho Continente y no han cumplido este mandato de Quién tiene la potestad conforme a este decreto sobre el poder de atar y desatar en el cielo y en la tierra.
¿Qué dirán a esto los petrinos y palermos and Cia?

En mi país hay un dicho que reza así

No hi ha un pam de net. (Ni un palmo limpio).
 
XX.- Entrega

Falsificaciones.-


Esta vez respecto a la Iglesia de Inglaterra.
En un Sínodo romano del año 680 el Papa Agato había dicho que todos los obispos ingleses tenían que observar las ordenanzas dadas en anteriores Sínodos romanos para la iglesia anglosajona. El Cardenal Deusdedit convirtió esto en un decreto de Agato a todos los obispos del mundo diciendo que debían recibir todas las órdenes papales como confirmadas por la misma voz de Pedro, y por consiguiente, infalibles.
(Se da en la misma forma espúrea en el “Polycarpus” de Gregorio, en la colección de Ivo y en el “Deecretum” de Graciano)
Una de las más atrevidas falsificaciones que se permitieron hacer los gregorianos, según afirma Pithou, se da primero en Anselmo y luego en las obras del cardenal Gregorio, de donde pasó a Graciano. San Agustín había dicho que los escritos canónicos (de la Biblia) que habían sido recibidos y poseídos por las Iglesias apostólicas estaban preeminentemente comprobados. Se refería a las Iglesias de Corinto, Éfeso, etc. El pasaje fue maleado así:
“Pertenecen a los escritos aquellas epístolas que la Santa Sede ha emitido” Y así pasó a los teólogos y canonistas medievales, quienes generalmente derivaban todo su conocimiento de los Padres de pasajes coleccionados por Pedro Lombardo y Graciano, de modo que creían realmente que San Agustín había colocado las cartas decretales de los Papas en igualdad con la Escritura (El título del canon de Graciano es: “Inter canónicas Scripturas decretales epistolae annumerantur” Cuando el cardenal Turrucremata, alrededor del 1450, y el cardenal Cayetano, cerca del 1516, moldearon formalmente la doctrina de la infalibilidad, ellos también se fiaron de este supuesto testimonio de San Agustín, que no dejaba dudas de que el primer teólogo de la antigua Iglesia había declarado que todas las afirmaciones de los papas estaban tan exentas de error como la Epístolas apostólicas.
Turrucremata, “Summa de Ecl." P. II; Cayetano “De Primat Rom” c. 14. Alfonso de Castro expuso toda la falsificación en su obra “Ad Hoeres” (París 1565) I, II.)

Continuará
 
XXI.- Entrega

Falsificaciones.-

Observando, de una manera analítica, todo el sistema papal de monarquía universal, ya la manera como se fue construyendo durante siete siglos, (remarco de nuevo que Döllinger escribió en la época del concilio Vaticano I y que en aquel entonces recibió el empuje final con la definición dogmática la presunta infalibilidad papal) es posible distinguir claramente las piedras separadas de que está compuesto el edificio. Durante mucho tiempo todo lo que se hizo fue interpretar el concilio de Sárdica para extender la jurisdicción de la apelación al Papa a lo que podría incluirse en la expresión general y elástica de “causas mayores”. Pero desde finales del siglo las pretensiones papales habían adelantado hasta un punto que iba mucho más allá, como consecuencia de la actitud tomada por León y Gelasio y desde entonces empezó la carrera de falsificaciones sistemáticas manufacturadas en Roma, aunque a veces originadas en otras partes pero adaptadas y utilizadas siempre allí.

La conducta de los papas desde Inocencio y Zoísmo, citando constantemente Sárdica y su canon sobre las apelaciones como si fuese un canon de Nicea tenía el deliberado propósito de insertar en los manuscritos romanos del sexto canon de Nicea que “la Iglesia de Roma ha tenido siempre la supremacía”. En el original de este canon de Nicea no hay NI UNA SOLA SILABA de la frase citada. (Mansi, Concil. VII. 444)

Hacia finales del siglo V y comienzos del VI, el proceso de las falsificaciones y los inventos en bien de los intereses de Roma tuvo una amplia actividad. Comenzó entonces la recopilación de las actas espúreas de los mártires romanos, que continuó durante algunos siglos, y que la crítica moderna, incluso en Roma, ha obligado abandonar, como es el caso, por ejemplo, de Pepebroch, Ruinart, Orsi y Saccaarelli. La fabulosa historia de la conversión y bautizo de Constantino fue inventada para glorificar a la Iglesia de Roma y hacer aparecer así al Papa Silvestre como obrador de milagros. Luego, tenía que establecerse la inviolabilidad del Papa, y el principio de que él no puede ser juzgado por ningún tribunal humano, sino solamente por sí mismo. Cuatro años antes de 514, Roma fue el escenario de una contienda sangrienta sobre esta cuestión; los partidarios de Símaco y su rival Laurencio se mataron entre ellos por las calles, y el godo arriano, rey Teodorico, fue tan mal juez como el emperador que era odiado en Roma. Las actas del Concilio de Sinuesa y la leyenda del Papa Marcelino fueron fraguadas allí, además de la decisión del sínodo de 284 obispos, que pretendía haber tenido lugar bajo su presidencia en 321 en Roma, mientras que todavía estaban frescas en las mentes las escenas sangrientas de ejecución de clérigos por sus crímenes. Allí de nuevo, fue inculcado el principio de que nadie puede juzgar a la primera Sede. (Append. Ad. Epp. Hom. (ed, Coustant), p. 38)

Otros relatos fueron compuestos en Roma en el mismo rudo latín, tales como “Gesta Liberti”, designado para confirmar la leyenda del bautismo de Constantino en Roma, y presentar al Papa Liberio como purificado de su herejía por el arrepentimiento y agraciado con un milagro divino. De la misma suerte eran las “Gestas del Papa Sixto III y la historia de Polychronio , en donde se acusa al Papa, pero en donde también sigue inmediatamente la condena del acusador, como también del acusador del fabuloso Polychronio , obispo de Jerusalén. Estas composiciones a principios del siglo VI, todas de la misma clase, hacían referencia a la actitud de Roma respecto a la Iglesia de Constantinopla. Era el período de la larga interrupción entre Oriente y Occidente causado por el “Henoticon” (484─519), cuando Félix citó incluso al Patriarca Acacio a Roma, y el Papa Gelasio, alrededor del 495, insultó por primera vez a los griegos y su canon 28 de Calcedonia, afirmando que cada concilio debe ser confirmado por el Papa y cada Iglesia juzgada por Roma, aunque ésta no lo puede ser por nadie. No era mediante cánones, como se afirmaba el concilio de Calcedonia, sino por la palabra de Cristo, que recibió Roma el primado (“Mansi. VIII. 54) En esto fue más allá de todas las pretensiones de sus predecesores. De allí vienen las invenciones fraguadas en Roma después de su muerte; una carta del concilio de Nicea rogando al Papa Silvestre su confirmación, y la confirmación dada por éste y un sínodo romano; la declaración de Sixto III, en las actas, de que el Emperador había convocado el Concilio por la autoridad del Papa; la historia de Polychronio, mostrando al Papa, ya en 435, sentado para hacer el juicio a un Patriarca oriental; y por último la fabulosa historia del Sínodo habido bajo Silvestre, que adoptó las afirmaciones de Gelasio acerca del divino origen de la primacía romana y confirmó la orden de precedencia de las Iglesias de Alejandría y Antioquia después de Roma, no haciendo mención de Constantinopla, subvirtiendo así los cánones de los Concilios Ecuménicos de 381 y 451 que daban a ésta la precedencia (Estos documentos están impresos de MSS, del siglo VIII en “Elementa Juris Canon”, de Amort., II. 432─486) Mientras esta tendencia a falsificar documentos era tan fuerte en Roma, es notable observar que por espacio de mil años no se hizo ningún intento de formar una colección de cánones propios, tales como los orientales tenían ya desde el siglo V. y eso resulta claro si tenemos en cuenta que durante mucho tiempo Roma tomó muy poca parte en la legislación eclesiástica. Se hizo, sin duda, constante apelación a los cánones de los Concilios y Roma hizo saber su resolución de observarlos con todo su poder y por su constante ejemplo: aunque el canon que Roma tenía principalmente en su corazón era el tercero de Sárdica, pero Oriente no aceptó nunca los cánones de Sárdica. Cuando Dionisio dio a la iglesia romana su primera Colección de cánones relativamente amplia, es decir: su traducción de los cánones griegos, con los africanos y los de Sárdica, mas de veinte Sínodos habían tenido lugar en Roma desde el 313, pero no pudo encontrar actas de los mismos.

Después de todo esto no hay la menor duda de cuando el anticristo comenzó a pervertir la iglesia romana mediante el ansia de poder de sus papas. Salvo raras excepciones todos los Papas romanos han caído en este pecado. Una muestra además que hace evidente que de cristianos no tenían más que el nombre. De haberlo sido jamás habrían olvidado las palabras de Jesús:
“Mi reino no es de este mundo”.
 
XXII.- Entrega

Falsificaciones.-


Hacia finales del siglo VI un nuevo arreglo fue llevado a cabo en Roma, las plenas consecuencias del cual no aparecieron hasta mucho tiempo después. El famoso pasaje de Cipriano sobre la unidad de la Iglesia fue adornado, en la carta del Papa Pelagio II a los obispos de Istria, con las adiciones que las pretensiones romanas exigían, San Cipriano dijo que todos los Apóstoles habían recibido igual poder y autoridad de parte de Cristo juntamente con Pedro y ello constituía una contradicción demasiado notoria con la teoría sustentada desde la época de Gelasio. Así que se interpolaron las siguientes palabras: “La primacía fue dada a Pedro para mostrar la unidad de la Iglesia y de la silla. ¿Quién puede pensar de sí mismo que se halla en la Iglesia si olvida la silla de Pedro sobre la cual la Iglesia se levanta y edifica?” Los juicios variados del clero romano posterior a Cipriano sobre éste, que hasta su muerte había sido un decidido oponente a Roma, parecen haber ejercido su influencia sobre esta interpolación. Fue al principio, casi el único mártir extranjero cuya fiesta anual era celebrada en Roma; pero después que Gelasio hubo incluido sus escritos en una lista de obras recibidas por la Iglesia, se hizo necesario encontrar alguna manera de reconciliar la reverencia profesada al hombre con la desaprobación de sus escritos. Esto parece haber llevado a la interpolación, así que el primer rango entre los Padres ortodoxos fue asignado a Cipriano en la edición revisada del catálogo de Gelasio, en directa contradicción con el pasaje del mismo decreto colocándole entre los “apócrifos”, es decir: autores rechazados. Pero como los escritos de Cipriano no habían sido esparcidos desde Roma, sino que desde hacía tiempo eran muy leídos en las Iglesias galicanas y del norte de Italia, las ediciones no pudieron incluirse en todos los manuscritos.
Cuando posteriormente Cipriano fue editado en Roma por Manutius en 1563, los censores romanos insistían en retener los pasajes interpolados aunque no hallados en los MSS, de lo que se lamenta el editor, Latino Latini en sus cartas (Viterbii, 1667. II 109) El ministro Cardenal Fleury, puso la misma condición para la edición de París de Beluze.
Véase Chiniae “Historie des Capitul.” (París 1772), p. 266. El ministro nombró una comisión para decidir si las interpolaciones tachadas por Baluze y borradas de todas las ediciones críticas, debían imprimirse, pero Fleury era cardenal además de ministro y “à moins que de vouloir se faire une querelle d’état avec Rome im périeuse, il galloit que le passaje fût restituí, parce que en le laissant supptimé en vertu d’une decisión ministérielle, il aurait semble qu’on vouloit porter atiente à la primauté Romaine. Le passage fût restitué per la moyen d’un carton”

Antes que esto, había sido llevada a cabo otra interpolación del antiguo catálogo de obispos romanos con un propósito bien definido que echaba los cimientos del “Liber Pontificalis” (El “Liber Pontificalis” o “Anastasius” (falsamente así llamado), fue generalmente tenido en la Edad Media como obra del papa Dámaso.), luego aumentado. Existe en la edición de Schelstrate, en su forma original, del año 530. La segunda edición y continuación del tiempo de Conon (687) escrita alrededor del 730, y luego llevada al 724 por la misma mano, se basa en documentos contemporáneos de los siglos sexto y séptimo. La primera edición de 530 es la que mayormente está considerada como un fraude calculado y un eslabón de suma importancia en la cadena de invenciones e interpolaciones romanas. Compuesta toda ella en latín bárbaro, rudo y sin ninguna noción gramatical común a todas las composiciones romanas del siglo sexto. Los objetivos eran: Primero, confirmar la masa espúrea de actas de los mártires de actas de los mártires romanos y las afirmaciones reiteradas de que los primeros Papas habían nombrado a un cierto número de notarios para que recopilasen estas actas y a siete diáconos para que los vigilasen; en segundo lugar, para confirmar las leyendas ya en boca de los Papas y los Emperadores: tales como el bautismo romano de Constantino, las historias sobre Silvestre, Félix y Liberio, Sixto III y otros; en tercer lugar, dar una mayor antigüedad a ciertos usos litúrgicos recientes; en cuarto lugar, presentar a los papas como legisladores de toda la Iglesia, aunque, aparte las direcciones litúrgicas que se les atribuyen, y la constante afirmación de que fueron ellos quienes asignaron las parroquias y los grados jerárquicos del clero romano. No puede mencionarse ninguna ordenanza particular propiamente suya, y el pueblo tenía que contentarse con decir en términos generales que Dámaso o Gelasio, o Hilario habían hecho una ley que obligaba a toda la iglesia. (La frase “fecit Constitutum de ovni Ecclesiâ” se repite en casi cada página, pero de que ordenanza se trata jamás se aclara, mientras que los pretendidos decretos litúrgicos siempre se especifican con precisión) En la porción posterior, más histórica, (desde 440 a 530) el Papa es presentado como maestro de doctrina y supremo juez, hecho con vistas a los griegos. En la primera edición son falsas todas las notas históricas, excepto lo referente a edificios, ofrendas sagradas y cementerios; las afirmaciones del autor acerca de la fortuna y los hechos de ciertos Papas nunca concuerdan con lo que sabemos de su historia, sino que más bien se contradicen, a veces notoriamente; y así debemos considerar como fabuloso incluso lo que no puede ser probado con las fuentes que nos son accesibles en la actualidad, porque detrás de todo se trasluce siempre un designio obvio.

En el transcurso de los siglos levantaron un tinglado, ahora desearía deshacerlo pero no pueden puesto que se les vendría todo abajo.
 
Si algunos creen que mediante cortinas de maloliente humo van a evitar que siga con la historia, andan listos.

XXIII Entrega

El Invento de los Conclaves
El primer cónclave

Es con la elección de Celestino IV, en 1241, que se perfilan las bases del actual cónclave. A la muerte del Papa Gregorio IX el senador romano Mateo Rosso Orsini, ordenó encerrar bajo llave a los 10 cardenales para acelerar la elección del nuevo pontífice y evitar la influencia del emperador Federico II en el proceso electoral.

Las condiciones del encierro fueron tan duras –sólo como ejemplo, cada vez que se dormían los purpurados recibían un baño de agua helada y mal oliente– que durante los dos meses que duró el cónclave murieron dos cardenales. Finalmente fue nombrado Celestino IV, quien ya muy debilitado por el encierro murió 17 días después. El temor a un encarcelamiento similar llevó a los purpurados a huir de la Ciudad Eterna, hasta la elección, en 1243 de Inocencio IV en el primer cónclave oficial de la historia.

La muerte de Celestino IV obligó a la Iglesia a nombrar un nuevo pontífice, pero tenía primero que salvar el obstáculo que había fraguado Federico Barbarroja al encarcelar a dos integrantes del Colegio Cardenalicio. Durante año y medio la silla de San Pedro estuvo vacante. Una vez nombrado, Inocencio IV modificó el colegio de cardenales con la designación de cuatro franceses, d
os españoles y un inglés, para contrarrestar el poder de los once italianos.

El Colegio Cardenalicio, compuesto por ocho purpurados, eligió a Urbano IV en 1261. Urbano nombró once cardenales más, seis de ellos franceses.

Un problema generacional entre los purpurados provocó una nueva división en 1268, que duró tres años durante los cuales una vez más el trono de San Pedro estuvo desocupado. A un lado se colocaron los cardenales jóvenes y al otro los viejos. Para apurar la elección del nuevo Papa las autoridades civiles de Viterbo le quitaron el techo al palacio donde estaban sesionando y amenazaron a los electores con eliminar la comida. La presión llevó a San Buenaventura a proponer una salida a la división: designar una comisión de seis cardenales que tendría la responsabilidad de nombrar al Papa, lo que hicieron designando otra vez a un laico, Gregorio X. Esta elección marcó el nacimiento del cónclave, es decir, el lugar donde los cardenales se encierran para elegir Papa.

A Gregorio X la Iglesia le debe la constitución In eligendis, que impuso el lugar de la muerte del Papa como la sede natural de la elección de su sucesor. Además estableció que los oficios sagrados en honor al Pontífice muerto no podían durar más de nueve días y ordenó que en el día décimo los cardenales se reunirían para nombrar al nuevo Vicario de Cristo y esperarían un día más la llegada del resto de príncipes de la Iglesia para iniciar el cónclave. Además estableció que si después de tres días no había elección, los cardenales sólo tenían derecho a un plato de comida diario durante los siguientes cinco días. Después de este tiempo, serían sometidos a pan y agua hasta el nombramiento del sucesor de San Pedro.

A la muerte de Gregorio X el primer cónclave oficial de la Iglesia católica eligió, el 21 de enero de 1276, al Papa Inocencio V, fallecido cinco meses después. El cónclave fue citado en la basílica de Letrán para la elección de Adriano V, un laico que no alcanzó siquiera a ser ordenado sacerdote por haber muerto a los 28 días de su elección. Fue Papa del 11 de julio al 18 de agosto de 1276.

Antes de morir Adriano anuló los decretos pontificios sobre la elección papal pero no tuvo tiempo de formular las nuevas normas que tenía en mente. Este hecho generó varios problemas para designar a Juan XXI, pues no existían mecanismos para la siguiente elección.

En julio de 1294 sucedió un hecho trascendental con la designación de Celestino V. Nunca fue a Roma y abdicó a los cinco meses y ocho días (del 5 de julio al 13 de diciembre de 1294). Antes de tomar esta decisión le propuso al Colegio Cardenalicio que nombrara a tres cardenales en su reemplazo, pero los purpurados rechazaron el ofrecimiento. Tres días antes de renunciar revivió las normastablecidas por Gregorio X para realizar el cónclave de su sucesor.

Durante 62 años, de 1316 a 1378, Avignon fue residencia consecutiva de seis papas: Juan XXII, Benedicto XII, Clemente VI, Inocencio VI, Urbano V y Gregorio XI, todos franceses. El cambio de sede pontificia a territorio francés fue ordenado por Clemente V para evitar que la Iglesia quedara expuesta a las guerras partidistas que sufría Italia. Gregorio XI retornó a Roma donde murió 14 meses después, a la edad de 48 años.

La elección de Urbano VI, en abril de 1378, marcó el inicio de los cónclaves en el Vaticano. 22 purpurados conformaron el Colegio Cardenalicio, pero 16 iniciaron el proceso electoral sin esperar a los otros seis que vivían en Avignon. A la cita llegaron once franceses, cuatro italianos y un español. Se encerraron el 7 de abril de 1378, con la presión del pueblo romano que exigía el nombramiento de un Papa romano o por lo menos italiano. Por una ventana los electores escuchaban cómo las protestas del pueblo aumentaban con el paso de los días.

Como no había consenso en torno a ningún cardenal, uno de los asistentes insinuó el nombramiento de un candidato que no estuviera presente en el cónclave. Esta iniciativa se impuso y fue llamado el arzobispo de Bari, Bartolomé Prignano, y otros cinco obispos más. La muchedumbre interpretó en ese hecho que ya había Papa y por la fuerza ingresó a la sala de la elección. En medio del desorden alguien señaló como pontífice a Tebaldeschi, un viejo purpurado que de inmediato fue aclamado y llevado en hombros hasta la basílica de San Pedro. Sin embargo, Prignano, con el apoyo de varios cardenales, consideró que el pontífice legalmente nombrado era él, por lo que asumió el trono de San Pedro bajo el nombre de Urbano VI.

De inmediato comenzó el debate sobre la legalidad de este nombramiento. El Colegio Cardenalicio anuló el cónclave y en septiembre de 1378 eligió como Papa a Clemente VII. Esta designación originó un nuevo cisma; Urbano VI se quedó en Roma y Clemente VII en Avignon. Urbano murió en 1389, posiblemente envenenado, y Clemente falleció en 1394.

A la muerte de Urbano fue nombrado Bonifacio IX, quien gobernó la Iglesia enfrentado al antipapa Benedicto XIII. Para resolver la división la Universidad de París propuso tres alternativas: la renuncia simultánea de los dos Papas; una negociación directa entre ambos para elegir a otro o convocar un concilio ecuménico. En medio de las discusiones murió Bonifacio en octubre de 1404, pero el cisma siguió e incluso se extendió durante el papado de Inocencio VII, de 1404 a 1406.

En mayo de 1409, durante el pontificado de Gregorio XII, fue convocado un concilio para resolver el cisma entre este Papa y el antipapa Benedicto XIII. Los cardenales decidieron que la mejor manera de unir a las partes era destituirlos de manera que ambos fueron acusados de mantener el cisma, de herejía y perjurio por no cumplir el juramento que habían hecho de renunciar a sus cargos para superar la división.

Reunido nuevamente el concilio eligió a Alejandro V y así la Iglesia llegó a tener tres Papas a la vez: Benedicto XIII, Alejandro V y Gregorio XII.

Al morir Alejandro V, el 3 de mayo de 1410, fue reemplazado por el antipapa Juan XXIII, destituido luego y encarcelado en 1415. En ese mismo año Gregorio XII renunció al papado.

Así las cosas los cardenales decidieron conformar un gobierno del concilio entre el 4 de julio de 1415 y el 11 de noviembre de 1417. Es decir, la vacante pontificia fue ocupada por un concilio que guió a la Iglesia durante dos años debido a que Benedicto XIII se negó a renunciar. Después de ser destituido el concilio preparó el nuevo cónclave, al que asistieron 23 cardenales electores. Alemania, Italia, España, Inglaterra y Francia, acordaron con el Concilio designar a otros 33 laicos o embajadores de las potencias europeas. En tres días de votaciones fue nombrado Martín V, en noviembre de 1417.
 
XXIV. Entrega

Falsificaciones

Sigamos con las falsificaciones romanistas. Una de las más fabulosas fue la del “Liber Pontificalis” que tuvo una influencia decisiva tan pronto como se esparció y fue usada, primero por Beda en el 710 en Occidente. Suministró las bases para la noción de que los Papas han actuado desde el principio como legisladores de toda la Iglesia, y ayudaron enormemente a las composiciones posteriores del Seudo Isidoro, quien incorporó estas narraciones de promulgaciones papales en sus decretos, dándoles por consiguiente, la apariencia de genuinas. Esta armonía entre las falsas Decretales y los anales de los Papas es lo que dio a aquellas una influencia tan decisiva y tan duradera entre el pueblo.

Después de la segunda mitad del siglo octavo, fue forjada en Roma la famosa Donación de Constantino. Se basa en la leyenda de principios del siglo quinto sobre la curación del Emperador de la lepra, y su bautizo por parte del Papa Silvestre, en la que se hace decir a aquel lleno de agradecimiento que ha donado Italia y las provincias de Occidente al Papa habiendo regulado con detalle las prerrogativas de honor y los vestidos del clero romano.
(Por “provincias de Occidente” no debemos entender las Galias, España, etc. La frase se refiere a la parte norte de la península italiana; Lombardía, Venecia e Itria, que no pertenecían propiamente a la Italia romana)
El Papa es presentado, por consiguiente, como señor y maestro de todos los obispos y como teniendo autoridad sobre las cuatro grandes sedes de Antioquia, Alejandría, Constantinopla y Jerusalén.
La falsificación revela su origen romano en cada línea; es evidente por sí mismo que algún clérigo de la Iglesia de Letrán fue el recopilador. El documento, obviamente, iba destinado al rey franco Pipino, y seguramente fue compuesto poco antes de 754. Constantino relata en él, como sirvió al Papa como su inferior, conduciendo su caballo a cierta distancia. Esto indujo a Pipino a ofrecer homenaje al Papa, algo extraño a las ideas usuales de los francos, y el Papa le dijo desde el principio que esperaba no un regalo sino una restitución por parte de los francos y su rey.
(No hay la menor duda en cuanto al origen romano de la “Donación”. El jesuita Cantel lo reconoció sin reservas en su “Hist. Metrop. Urb,” p 159. Dice pensar que un subdiácono romano, Juan, fue el autor. El documento tenía un objetivo triple: contra los longobardos, que amenazaban Roma, contra los griegos que no estaban dispuestos a reconocer ninguna supremacía de la Sede romana sobre su iglesia y con vistas a los francos)
La primera referencia de esta donación de Constantino aparece en la carta de Adriano a Carlo─Magno, en el año 777, en donde se le dice que, como nuevo Constantino, ha dado a la Iglesia lo que le pertenecía, pero que tiene todavía que hacer más restituciones derivadas de las antiguas donaciones imperiales. Desde 752 los Papas se habían ya acostumbrado ha hablar de restituciones en lugar de donaciones, en sus cartas; las ciudades y provincias italianas tenían que ser restauradas, ora a favor de San Pedro, ora a favor de la república romana. Este leguaje se hizo inteligible por primera vez cuando los papas presentaron la “Donación” de Constantino, mostrando que tenían derecho a todo ello como herederos de la Roma de los césares en Italia. Porque, siendo a la vez sucesores de Pedro y Constantino lo que fue dado a la República romana fue dado también a Pedro y viceversa. De esta manera se mostró claramente a Pipino que tenía simplemente que rechazar las demandas de la Corte Imperial griega sobre la restauración de sus territorios italianos, por no tener base legal su petición.

Sería sin duda incomprensible cómo Pipino pudo ser inducido a dar el Exarcado, con veinte ciudades, al Papa que jamás las había poseído, atribuyéndose al mismo tiempo sobre sí la enemistad de la todavía poderosa Corte Imperial, solamente para que no faltase el aceite en las lámparas de las iglesias romanas… (Así se explicaba siempre en las ambiciosas cartas petitorias de los papas, como principal justificación pera pedir los regalos de tierra que deseaban) … a menos que no le hubiera sido demostrado el derecho del Papa a ello por donación de Constantino, y lleno de terror por la amenaza vengativa del Príncipe de los Apóstoles si le rehusaba esta su propiedad, accedió a ello.

Pero la parte más grave, no son todos estos territorios que los papas obtuvieron mediante fraudes documentales sino el aspecto espiritual con la falsedad de ser cabeza de todos los obispos de la cristiandad.
Cabe tener en cuenta que el papado no renunció a sus Estados, simplemente le fueron arrebatados tan pronto como la superstición de los temores infernales que blandían se hicieron risibles. Tampoco han rehusado al poder espiritual obtenido, como estamos demostrando, mediante falsedades e inventos de documentos atribuidos incluso a los padres de la Iglesia y falseando las Actas de la mayoría de los Concilios verdaderamente ecuménicos.
La verdad es muy simple. Los Concilios que marcaron la pauta sobre la ortodoxia doctrinal se realizaron sin la presencia de los obispos de Roma. El de Calcedonia que se convocó a instancias del Obispo de Roma para aclarar lo que más le dolía a León I, el Canon Tercero del Constantinopla el cual determinó que el Primado de Honor que había tenido Roma por ser Capital del Imperio, pasaba a Constantinopla por la misma razón. El resultado fue que los padres de Calcedonia confirmaron con su canon 28 al tercero de Constantinopla.
Después aparecieron las excusas del patriarca de Constantinopla rogando al papa León que lo aprobase y demás. Pero a tenor de lo que estamos viendo ¿Quién nos asegura que todas estas expresiones no fueron también fraudulentas, si este mismo papa tergiversó expresiones del Concilio de Nicea?

Existe la expresión: “Para muestra un botón” Pero ocurre que hay más botones que los de una de las antiguas sotanas de los curas.
 
XXVI Entrega

Falsificaciones


El peor tropezadero de todos los papistas es el canon del Sínodo africano que prohíbe cualquier apelación allende los mares, es decir: a Roma, fue adoptado por Graciano a favor del nuevo sistema mediante una adición que hizo afirmar al Sínodo precisamente lo que negaba. Si el seudo─Isidoro, por un lado llevó a cabo por medio de sus invenciones la anulación de las antiguas leyes prohibiendo a los obispos el traslado de una sede a otra. Graciano, siguiendo a Anselmo y al cardenal Gregorio superó esto mediante un nuevo fraude, concediendo únicamente al Papa el derecho de traslado. Una de sus adiciones más importantes, que es a la vez una evidencia de las amplias divergencias entre la antigua ley de la Iglesia y la nueva, lo constituye el capítulo que elaboró un sistema de persecución religiosa. Mientras hace decir a Gregorio Magno que la Iglesia debería proteger a los homicidas, falsificando para ello un canon citado por Ivo y Burkard; se toma el trabajo, por otro lado, para introducir en una larga serie de cánones la noción de que es ilegal, aún más: un deber, el constreñir a los hombres para que acepten la fe, y eso por todos los medios de coacción física, particularmente por la tortura y la ejecución de los herejes y confiscación de sus propiedades. En esto fue más allá que los canonistas gregorianos. No se olvida de argumentar que Urbano II había declarado que cualquiera que mataba a un excomulgado llevado por el celo de la Iglesia, no era un asesino en ninguna manera, llegando a la conclusión general de que es claro que los “malos” (todos los que sean declarados como tales por las autoridades de la Iglesia), no solamente deben ser castigados con azotes, sino ejecutados.

Aún podemos encontrar peores cosas en la obra del monje boloñés que, gracias a la Curia, se convirtió en el manual y código canónico de Occidente, para escándalo de la religión y la Iglesia. Y esta mezcla, no simple sino complicada y multiforme, de falsificaciones, era rica en materiales conteniendo el germen de futuros desarrollos, de profundas consecuencias tanto para la vida civil como religiosa de Occidente. Tal es el caso de la idea de herejía que ya entonces fue moldeada como una espada de dos filos, y un verdadero instrumento de dominación eclesiástica. El Papa Nicolás I había afirmado en su carta al emperador Miguel, que el sexto canon del Concilio del año 381 (I de Constantinopla), que distorsionó grandemente, obligaba a tratar a los cismáticos y excomulgados como herejes. Anselmo y Graciano incorporaron esta explicación en sus nuevos códigos; así que al mismo tiempo que la herejía era señalada como una ofensa capital, el término recibió una extensión terrible e ilimitada, ya que todo había sido hecho hasta entonces mediante las falsificaciones para convertir en herejes a todos los que se atrevieran a desobedecer una orden papal, o hablar en contra de una decisión o una doctrina del Papa.

Los primeros gregorianos no sentaron tan claramente, y tan al desnudo como lo hizo Graciano, que el Papa en su ilimitada superioridad a toda ley se halla en igualdad con el Hijo de Dios. Graciano dice que, así como Cristo se sometió a la ley de la tierra, aunque en verdad era Señor de la misma, así el Papa está por encima de todas las leyes de la Iglesia y puede disponer de las mismas a su albedrío, toda vez que derivan toda su fuerza de él solamente. Gracias a la influencia de Graciano, esto se convirtió en la doctrina prevalerte de la Curia, de manera que hasta después de los grandes concilios de Reforma, Eugenio IV, en 1439, contestó al rey Carlos VII, cuando apelaba a las leyes de la Iglesia, que era simplemente ridículo venir al Papa con semejante apelación, ya que es éste el que redime, suspende, cambia o anula estas leyes a su antojo

En los cincuenta años que median entre la aparición de los “Decretum” de Graciano y el pontificado del más poderoso de los Papas, Inocencio III, el sistema papal, tal como se había convertido en sus tres estadios de desarrollo (mediante las Decretales seudo─isidorianas, la escuela gregoriana y Graciano) se abrió paso el dominio absoluto y total.

Consecuencias posteriores:

De una manera poco encubierta los conceptos de herejía y el derecho de que cualquiera que asesina a un hereje no es un asesino, se establecieron en nuestro pasado Nacional Catolicismo. Así, fueron considerados herejes los incluidos en el llamado contubernio “Judeo masónico marxista”. El Jefe del Estado y del Gobierno “Nacional Católico” jamás le tembló la mano al confirmar las ejecuciones de los tales herejes. En cuanto a los herejes protestantes fueron cualificados como ciudadanos de segunda sin más derechos que los que la Santa Madre les quisiera conceder, es decir, ninguno.
Cuando el Ministro de Asuntos Exteriores, Fernando M. Castiella planteo en las Cortes Nacional Católicas que los protestantes fueran ciudadanos con los mismos pocos derechos que el resto de españoles, tuvo una fuerte oposición de los Obispos.
Pero la situación derivada del Concilio Vaticano II tenía sus efectos. En Noviembre de 1968, la Revista Mundo Cristiano se preguntaba, en un extenso artículo de portada titulado “Libertad religiosa en España. ¿Somos 32 millones de católicos?” la siguiente cuestión:

España es un país católico…ésta es la definición religiosa de nuestra patria. España tiene desparramados por su piel de toro alrededor de treinta y dos millones de seres humanos. Por definición, habríamos de decir que todos los que habitamos sobre este suelo somos católicos, apostólicos y romanos. Pero el hecho es bien distinto. Solamente doce millones cumplen con el precepto dominical, de los cuales una buena parte reducen su catolicidad a estos cuarenta minutos semanales… ¿Qué pasa con esos veinte millones que ni siquiera acuden a misa los domingos?

En otro artículo del mismo número, comentaba:

“A pesar de que lo de la “España Católica” es una frase que suena muy bien, no parece corresponder a la verdad. En nuestra Patria, según las estadísticas, los católicos practicantes sólo representan un cuarenta por ciento de la población. Con un breve cálculo sobre este tanto por ciento, llegamos a dos cifras: una de doce millones, en la que incluye a todos los españoles que son más o menos consecuentes con su fe y cumplen por lo menos con el precepto dominical; y otro de veinte millones, que es el recuento de los que desconocen a Dios o que, a pesar de conocerlo, no mantienen ninguna relación Él. Veinte millones es mucha gente. Demasiada”.

La actual población de nuestro país sobrepasa los 40 millones y el aumento de la defección de los bautizados católicos sobrepasa con creces el 80%.

Otra cuestión que ha llamado poderosamente la atención de propios y extraños está en el proyecto de la próxima Constitución Europea. El Vaticano se ha quejado que no haya la más mínima referencia a las “raíces cristianas” de nuestro Continente.
No se lo que el Vaticano entenderá por “raíces cristianas”. Pero puede que los “padres constitucionales” teman que cualquier Papa les diga que “él es el que redime, suspende, cambia o anula las leyes a su antojo”
Si se adoptara conforme a los principios luteranos de la Reforma sería peyorativo y discriminatorio para parte de Alemania, para Austria, Italia, Bélgica, Francia, España y Portugal. Claro que también me pregunto si mayoritariamente les importa un bledo.

Las consecuencias del pasado, quieran o no, llegan hasta nuestros días.
 
XXVII Entrega

Las falsificaciones de los Dominicos y sus consecuencias.


Ignaz von Döllinger. El Papa y los Concilios. Cap. III. Sec. 18.-

Mediante falsificaciones y ficciones penetró profundamente el principio de que las decisiones de Roma eran inmutables e infalibles, ya en el siglo XII. Y podemos constatarlo mediante el obispo francés Ivo el cual insertó una copiosa cantidad de los tales documentos espúreos en sus “Decretum”. Su lógica, repetida luego infinidad de veces, se resume simplemente así: los Papas han afirmado que tal o cual prerrogativa les pertenece, debemos pues, creer que realmente la poseen. Observa con gran ingenuidad: “nos enseña la Iglesia romana que nadie puede poner en entredicho sus decisiones, por consiguiente debemos volar hacia ella para refugiarnos de ella misma, es decir: debemos simplemente someternos”; y en consecuencia le resulta claro que contradecir una ordenanza papal es herejía. Esto implica que un obispo es ortodoxo si se somete al yugo papal, aunque esté convencido de que es perjudicial para la Iglesia; y será herético si se opone al incipiente abuso o usurpación. Este punto de vista ha tenido grandes consecuencias; ha desarmado a la Iglesia; ha sido la causa de la negligencia del primer principio de prudencia moral y política que aconseja resistir los abusos en sus comienzos, de modo que convirtió en incurable la corrupción de la Iglesia, y en demasiada tardía su reforma cuando fue llevada a cabo finalmente.

A mediados del siglo XIII se realizó una nueva y amplia fabricación espúrea, que en sus resultados no fue menos decisiva que las seudo─isidorianas, aunque en sentido distinto. Así como una sirvió para transformar la constitución y la ley canónica de la Iglesia, la otra penetró su teología dogmática y gobernó las universidades.

En el siglo XII y en la primera mitad del trece, los teólogos no se ocuparon de la doctrina de la autoridad de la Iglesia, y, en algunos casos, eludieron manifiestamente el pronunciarse sobre la posición del Papa en la Iglesia. Hugo y Ricardo de San Víctor, los recopiladores de las “sentencias” , Roberto Pulleyn, Pedro de Poitiers , Pedro Lombardo y después de ellos Ruperto de Deutz , Guillermo de París , y Vicente de Beauvais, se abstuvieron en absoluto de tocar este tema. Los verdaderos padres del escolasticismo ─Alejandro de Hales, Alanus de Ryssel, y aun Alberto Magno, el más fértil de todos los teólogos de aquel periodo─ se abstuvieron igualmente de investigar este punto. Solamente en un pasaje, al explicar la conocida oración de Cristo por Pedro en el evangelio de Lucas, observa Alberto que ello implica que un sucesor de Pedro no puede, completa y finalmente, perder la fe.

La controversia con los Griegos, que la presencia de los Dominicos en Oriente trajo de nuevo a la superficie, dio ocasión para nuevas invenciones. A los griegos les era completamente desconocido e incomprensible el Papado Isidoro─Gregoriano, que los dominicos presentaban ante ellos como la única y genuina y salvadora forma de gobierno de la Iglesia. En Constantinopla no se había siquiera prestado atención a tales pretensiones cuando fueron sostenidas por Nicolás I, y en forma más desarrollada por León IX y Gregorio IX, en sus cartas a los emperadores y patriarcas, ni parece tampoco que se enviase respuesta. A juicio de Oriente, “el patriarca de la antigua Roma era desde luego el primero de los patriarcas, a quien pertenecía la primacía en la Iglesia, a condición de que no se hiciera indigno de ella por heterodoxia, pero la monarquía absoluta que predicaban los emisarios de Roma era algo completamente diferente. Sostenían los orientales que los actos del Papa estaban limitados por el consentimiento de los otros patriarcas, en todos los sentidos importantes que afectaran a la Iglesia en general; no podían concebir ningún poder arbitrario y autocrático en la Iglesia.

Continuará
 
Nunca vas aceptar que 3 apóstoles fueron las columnas de la iglesia, porque si lo aceptas se te cae la sucesión apostólica.

Y es inútil el debate contigo, es obvio que por más que se te escriba la biblia entera no lo vas aceptar.

Te reitero: tres apóstoles fueron las columnas de la iglesia.

Has sido más que refutado.

Como creo que no es un problema de falta de intelecto, yo SÉ que tu SABES que todos nos damos cuenta de que:
  • Nunca respondes a los argumentos de los demás
  • Sin respuesta te ves con la necesidad de introducir otros argumentos absurdos que son fácilmente desmantelados
  • En tu fracaso, al ser refutado tienes que reproducir en búcle tus argumentos de desvío, como máquina atascada.
Como no es intelecto lo que no se es si tu actitud se debe a algún complejo de inferioridad o ego dañado poro alguien.

En el mensaje #27 refutada otra de tus mentiras.

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Como he dicho, a no ser que sea un problema de capacidad intelectual (en ese caso me disculpo por no haber sabido explicarlo mejor) cualquiera entenderá que un líder puede liderar a otros líderes.

Que los tres sean columnas a mi que me importa. San Pedro tiene primacía sobre las otras dos columnas. No porque lo diga yo, sino porque lo dice la Biblia:

1) Sólo a él le cambia el nombre como a un dirigente o lider del AT (Abraham, Jacob, Josué)
2) Sólo el recibe las llaves del Reino de los cielos (Mt 16,19),
3) Es el único a quien Jesús manda confirmar a sus hermanos (Lc 22,32)
4) Es el único a quien Cristo le confía el pastoreo universal del rebaño (Jn 21,15-17).
5)
...todos los demás argumentos del OP
 
-En la iglesia de Jesucristo no hay más líder que Jesucristo mismo; el Señor Jesús los prohibió (Mt 23:10).
 
Estoy de acuerdo con este comentario....Ademas, Pablo menciona que eran tres las columnas: Cefas, Jacobo y Juan...., de hecho fue Santiago quien presidió el concilio de Jerusalen en Hechos 15. Pedro no tenia capacidad de liderazgo, habia muchas cosas en el que le impedían ser un buen líder....Hizo uso del razismo y la discriminacion en casa de Cornelio, confundía a los creyentes de Galacia, Pablo mismo se vio en la necesidad de intervenir.

Hola Alexander. Ya lo he respondido antes pero como el forero en cuestión repite en búcle algo que ya se le respondió varias veces te lo vuelvo a argumentar a tí para que puedas leerlo.
1-
Decir que “Pedro no tenía capacidad de liderazgo” o que “Santiago presidió el concilio” no es solo una mala lectura: es ignorar lo que dice el texto palabra por palabra.
En Hechos 15, el único momento doctrinal decisivo del concilio es cuando Pedro se levanta y todos callan.
Lucas lo describe explícitamente: después de que Pedro habla, “toda la asamblea guardó silencio”. La doctrina queda fijada por Pedro, no por Santiago.
Si Santiago hubiera sido el líder, Pedro no habría sido la voz que detiene la disputa y define la enseñanza. Santiago interviene después, no para corregir ni contradecir, sino para confirmar lo que Pedro ya estableció. Su papel es disciplinar y organizativo, no doctrinal. Eso es liderazgo primacial claro y directo en el propio texto.

Además, si Pedro no fuese líder, explíquenme por qué nadie habla antes que él, por qué su palabra cierra la discusión doctrinal, y por qué Santiago fundamenta su conclusión precisamente en lo que Pedro ya dijo. La escena es tan obvia que cuesta creer que alguien la distorsione: Pedro define doctrina, Santiago da logística. Y eso es exactamente lo que la Iglesia primitiva entendió… excepto ciertos intérpretes modernos que pretenden saber leer Hechos mejor que los cristianos del siglo I y II.

Pero lo más grave de tu argumento es que afirma que Santiago era el líder porque toma la palabra al final.
Entonces, para ser coherentes, tendrás que aceptar que en Hechos 13 Pablo es inferior a Bernabé, porque Bernabé aparece primero.
Y que en Hechos 11, donde son otros los que hablan, también son ellos los líderes supremos. Esa lógica simplemente no existe en ningún manual de exégesis serio.


2-
Luego está el argumento de que “Pedro no tenía liderazgo porque cometió errores”. Es absurdo (sin animo de ofender) porque:
Bajo ese criterio, Moisés, David, Salomón, Jonás y Pablo pierden todo liderazgo también.
El estándar bíblico jamás fue “liderazgo = impecabilidad”.
Dios mismo le dice a Pedro: “Apacienta mis ovejas” (Jn 21:15–17). A nadie más. Si Jesús hubiera pensado que Pedro era incapaz, no lo habría puesto al frente del rebaño. Punto.



El episodio de Cornelio no muestra racismo sino revelación progresiva. Dios corrige a Pedro y Pedro obedece instantáneamente. Eso es signo de liderazgo humilde, no de incompetencia. Y respecto al incidente de Gálatas: Pablo corrige a Pedro en un asunto disciplinar, no doctrinal. Ni Pablo niega la autoridad de Pedro, ni el texto lo sugiere. De hecho, Pablo lo reconoce como uno de los “pilares” de la Iglesia (Gál 2:9). Curiosa forma de hablar de un líder “incompetente”.


Lo que realmente estás haciendo es seleccionar fragmentos que confirman tu postura e ignorar los que la destruyen, que son la mayoría:
1) Sólo a él le cambia el nombre como a un dirigente o lider del AT (Abraham, Jacob, Josué)
2) Sólo el recibe las llaves del Reino de los cielos (Mt 16,19),
3) Es el único a quien Jesús manda confirmar a sus hermanos (Lc 22,32)
4) Es el único a quien Cristo le confía el pastoreo universal del rebaño (Jn 21,15-17).
5)
...todos los demás argumentos del OP


Sencillamente: el protestantismo NIEGA el liderazgo de Pedro porque no encaja con su tradición posterior, no porque el Nuevo Testamento esté de su lado.
El texto bíblico, leído sin prejuicios, destruye completamente la narrativa que estás intentando sostener.

Y que conste que estoy intentando hacer SOLOSCRIPTURA, a pesar de que no lo soy. Aqui me estan trayendo al caso (No tú) textos extrabíblicos.

Gracias por participar igualmente Alexander.
 
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-En la iglesia de Jesucristo no hay más líder que Jesucristo mismo; el Señor Jesús los prohibió (Mt 23:10).

Por favor caballero, responde EL POR QUÉ de estos versículos, sin irnos por la tangente:

1) Sólo a Pedro le cambia el nombre como a un dirigente o lider del AT (Abraham, Jacob, Josué)
2) Sólo Pedro recibe las llaves del Reino de los cielos (Mt 16,19),
3) Pedro es el único a quien Jesús manda confirmar a sus hermanos (Lc 22,32)
4) Pedro es el único a quien Cristo le confía el pastoreo universal del rebaño (Jn 21,15-17).
5)
...todos los demás argumentos del OP

PD: Tu Mt 23:10 ya fue resuelto mensajes anteriores: Jesús está hablando de la vanidad no de un cargo, de lo contrario ni obispos ni presbiteros aparecerían en los hechos o cartas de Pablo.
 
Que si eres pastor

Nunca recibí dinero de ninguna Iglesia y me bendice Dios en lo particular y no vivo del evangelio, y pertenezco a la Iglesia de Cristo del cielo y ya entre al Reino de Dios y al pueblo santo que hablo Pedro, que se va formando y un intercesor no necesita Iglesia y mi poder se basa en que Dios escucha mis oraciones y un maestro en la Palabra, hoy con las redes llega a todo lugar que quiera Dios y él hace lo que quiera con su Palabra .​

 

Nunca recibí dinero de ninguna Iglesia y me bendice Dios en lo particular y no vivo del evangelio, y pertenezco a la Iglesia de Cristo del cielo y ya entre al Reino de Dios y al pueblo santo que hablo Pedro, que se va formando y un intercesor no necesita Iglesia y mi poder se basa en que Dios escucha mis oraciones y un maestro en la Palabra, hoy con las redes llega a todo lugar que quiera Dios y él hace lo que quiera con su Palabra .​

Eres pastor sí o no.