PEDRO, LIDER DEL REBAÑO DE JESÚS: Pruebas de su primacía <<<<<<<<<<<<<<<<<<

Bueno tu tienes un serio problema porque perteneces a una religión, y debes responder conforme a lo que diga tu religión.

Y tú respuesta es solamente tu opinión personal
que no refleja la doctrina católica.

Trae un texto doctrinal católico que sustente tus palabras

1- A ver, te estas haciendo la picha un lío.
Eres tú el que está acusando de que "la Iglesia católica se olvida de Santiago y Juan", eres tú el que tiene la carga de la prueba.
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2-
Hombre no seas infantil para debatir, es el típico indicio de que comienzas a irte por las ramas en vez de responder lo que se te pregunta.
Tu no se qué entiendes por religión, por eso te lo pregunté, porque parece que no sabes de lo que hablas ni lo que practicas.
Religión es conjunto organizado de creencias, prácticas, ritos y valores mediante los cuales una comunidad expresa y vive su relación con lo sagrado, lo divino, es decir Dios.
Aunque te hayan contado el tópico de que "la religión" no salva y no se qué milongas posmodernas más tú practicas una relgión también. Pero parece que ni lo sabes.
Y si no es así tendrás que:
a) o darme otra definición de religión
b) O demostrarme que no tienes relación con Dios, no tienes creencias o no practicas ritos.

elige entre a o b.


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3-
Atacar que hombre!!!!

He escrito varias veces que efectivamente Pedro fue un líder.

Capichi?

Tu solito te auto-crees que yo estoy en contra de que Pedro fue un líder de la iglesia.


Pero a ver, alma de cántaro, qué pone en el título y en el OP?

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i) Pedro, LIDER del rebaño de Jesús
ii) Pruebas de su primacía SOBRE LOS APOSTOLES <<<<<<<<<<<<<<<<<<


Es decir, te he repetido varias veces que tienes que rebatir mis 8 puntos que DEMUESTRAN, no que Pedro fuera un líder (como tú quieres entender), sino que fuera EL LIDER de TODO el rebaño de Cristo (corderos y obejas) es decir, QUE TENÍA PRIMACÍA sobre TODOS..

Cualquier buen entendedor entiende que el hilo no va para demostrar "que Pedro fue un lider."


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4-
Y todavía este wey tiene el tupé de comprender que Pedro, Santiago y Juan eran los líderes de la Iglesia y parece no entender que la doctrina "Pedro primer papa" es una falacia sin fundamento escritural.

Toman un versículo bíblico y lo hacen doctrina, sin estudiar el contexto.

Pero cómo eres TAN mentiroso?
Tienes OCHO versículos expuestos OCHO que conforman evidencia convergente.( Sin contar los versiculos de los Hechos de los apostoles)





Claro eso es parte de lo que te enseñaron en tu religión, pero no te enseñaron que las columnas de la iglesia eran tres apóstoles, no Pedro sólo.

Veo que, el que Cristo le haya dado un don a Pedro, ya para ustedes (que es su doctrina) de forma indirecta eliminan el liderazgo de Santiago y Juan.

Y lo triste es que tienen que defender a capa y espada que Pedro era el líder único de la iglesia, e ignorar el liderazgo de los otros dos, porque de lo contrario se les cae la sucesión apostólica.

No señor.

Cuando lees "Pedro, Juan y Santiago eran considerados columnas de la iglesia"

No dice la mentira que afirmas.


Qué DON le ha dado a Pedro? Responde

Pero qué estas diciendo?
Que Santiago y Juan fuese líderes dime en qué esta reñido con que Pedro, que también lo era, tuviese primacía sobre ellos? La PRUEBA son las OCHO citas bíblicas + las que puse de los Hechos de los apostoles. Llevas tres páginas pasandotelas por el arco del triunfo.


Es obvio que estás obligado sin base bíblica a decir que Pedro era el primero, de lo contrario se te cae a pedazos la sucesión apostólica papal.

Sin base Biblica?
Me repito:
Pero cómo eres TAN mentiroso?
Tienes OCHO versículos expuestos OCHO que conforman evidencia convergente. ( Sin contar los versiculos de los Hechos de los apostoles)



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5-
No lo estoy, incluso me alegra responderte.

¿Crees que María es la madre de tu iglesia?

A quién le dejó a cargo Cristo su madre:

¿A Juan o a Pedro?

Pero oooooooooooooootra vez con lo de Maria Y Juan? Ooooooooooooooooooooooootra vez????

Ya se te respondió en la página 2 mensaje 40.

AQUI OTRA VEZ:

"Si Jesús encargó a Juan cuidar a María, no sería entonces Juan la cabeza de la Iglesia?"
No. Porque el encargo que Jesús le da a Juan no es un encargo de gobierno espiritual, sino un encargo doméstico y familiar: cuidar de su madre en lo material y humano.

El texto dice:
Ahí tienes a tu madre y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa” (Jn 19:27)

Eso no describe autoridad eclesial, sino acogida familiar.

En cambio, la cabeza visible de la Iglesia es quien recibe:
a) Las llaves del Reino (solo Pedro — Mt 16:19)
b) El mandato de confirmar a los hermanos (solo Pedro — Lc 22:32)
c) El pastoreo universal del rebaño (solo Pedro — Jn 21:15–17)

Juan no recibe nada de eso.
Así que cuidar a María no convierte a Juan en líder de la Iglesia, así como cuidar a la madre de un rey no convierte a alguien en rey.
 
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No no creo que maria sea la madre de la iglesia pero si de jesucristo nuestro señor Dios, cristo en ningun momento le dijo a juan que le encargaba su madre, lo que dijo mujer e ai a tu hijo y a juan le dijo e ai a tu madre, sera por que era su dicipulo amado no lo se, para ti lo mas probable es que se quedo con alguno de los chorrocientos hijos que le achacas😁pero la biblia dice que desde ese momento juan la acogio y no el monton de hijos que tenia😁y de pedro pues ya te dije vete a tu biblia donde dice que jesus le encargo, rebaño, iglesia y le entrego las llaves del cielo, ai esta tu biblia as un esfuerzo y leelo😁👍👍👍

Reconozco que o tienes más paciencia que yo o más humor.(y)
 
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Nunca podrán probar que Pedro es la cabeza de la Iglesia de Cristo, que la Iglesia católica romana responde a Dios y a Jesucristo y que un cura pueda perdonar pecados.​

Gracias hermano por tu brillante aporte. Gracias a este mensaje he visto la luz. Ahora sí que confieso que el papa me ha secuestrado la mente con sus poderes satanicos. Dime donde tengo que llevar mi diezmo ahora para salvarme.
Gracias amigo gracias! Más aportes como este hacen falta! He visto la luuz! Que pruebas más sólidas!!! Soy salvo!!
 
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Y todavía este wey tiene el tupé de comprender que Pedro, Santiago y Juan eran los líderes de la Iglesia y parece no entender que la doctrina "Pedro primer papa" es una falacia sin fundamento escritural.

Toman un versículo bíblico y lo hacen doctrina, sin estudiar el contexto.

Para santificar sus mentiras hicieron Papa al Apóstol Pedro, porque debían justificar la preeminencia del obispo de Roma y su falsa Orden sacerdotal, y el título de Papa que se implementó en el siglo IX y Pedro vivió en el siglo I y no tiene sentido y porque los miembros de la Iglesia Católica Romana son ciegos, guías de ciegos y su referente es el Padre de la mentira y nunca actuaron con la santidad del Jesucristo.​

 
Gracias hermano por tu brillante aporte. Gracias a este mensaje he visto la luz. Ahora sí que confieso que el papa me ha secuestrado la mente con sus poderes satanicos. Dime donde tengo que llevar mi diezmo ahora para salvarme.
Gracias amigo gracias! Más aportes como este hacen falta! He visto la luuz! Que pruebas más sólidas!!! Soy salvo!!

Los hipócritas no llegan al cielo , falsos como el billete de dos dólares y esta es mi premisa, el día de hoy para ustedes católicos romanos.​

2 Tesalonicenses 2: 11 Por esto Dios les envía un poder engañoso, para que crean la mentira,12 a fin de que sean condenados todos los que no creyeron a la verdad, sino que se complacieron en la injusticia.​

Como ustedes, que se la pasan validando la mentira de toda su doctrina espuria de la I.C.A.R y muy lejos de la verdad y la justicia de Dios.​

 

Los hipócritas no llegan al cielo , falsos como el billete de dos dólares y esta es mi premisa, el día de hoy para ustedes católicos romanos.​

2 Tesalonicenses 2: 11 Por esto Dios les envía un poder engañoso, para que crean la mentira,12 a fin de que sean condenados todos los que no creyeron a la verdad, sino que se complacieron en la injusticia.​

Como ustedes, que se la pasan validando la mentira de toda su doctrina espuria de la I.C.A.R y muy lejos de la verdad y la justicia de Dios.​


AHORA SÍ HERMANO! AHORA SI!!! VEO LA LUZ!!!
Qué argumentos!! te ajustas a todo lo que se te pregunta y para nada respondes con otra cosa que no tiene nada que ver!! Ahora SI!

Por favor ayudame, ahora que me has ayudado con tus argumentos dime a cual de las 40.000 doctrinas me tengo que ir?

a) Adventistas
b) Bautistas
c) Anabaptsitas
d) Metodistas
c) Pentecostales
d) Presbiteriano
e) Congregacionista
f) Evangelista
g) ...


ayudame!!!! dime cual CUAL!!!!! CUAL!!!
 
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AHORA SÍ HERMANO! AHORA SI!!! VEO LA LUZ!!!
Qué argumentos!! te ajustas a todo lo que se te pregunta y para nada respondes con otra cosa que no tiene nada que ver!! Ahora SI!

Por favor ayudame, ahora que me has ayudado con tus argumentos dime a cual de las 40.000 doctrinas me tengo que ir?

a) Adventistas
b) Bautistas
c) Anabaptsitas
d) Metodistas
c) Pentecostales
d) Presbiteriano
e) Congregacionista
f) Evangelista
g) ...


ayudame!!!! dime cual CUAL!!!!! CUAL!!!

Es muy simple, no importa dónde , encuentre a Jesucristo y el camino estrecho y seguro que tendrá más oportunidad en Iglesias bautistas, metodista y pentecostales, que en su bendita y falsa Iglesia Romana y la salvación se busca y se quiere y el que la busca la encuentra.​

 
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Cuantos Católicos Romanos hay en este foro engañado por el diablo y cuanto trabajo hay, para abrirles los ojos a las mentiras de la Iglesia Católica y que son carne de cañón y el diablo les compro sus almas y ya dije el poder engañoso es porque no creen en la verdad y en la justicia de Dios y ya deberían saber que nada tiene que ver el Evangelio de Cristo con el magisterio de la Iglesia de Roma y la Iglesia de Hechos de los Apóstoles.​

 

Cuantos Católicos Romanos hay en este foro engañado por el diablo y cuanto trabajo hay, para abrirles los ojos a las mentiras de la Iglesia Católica y que son carne de cañón y el diablo les compro sus almas y ya dije el poder engañoso es porque no creen en la verdad y en la justicia de Dios y ya deberían saber que nada tiene que ver el Evangelio de Cristo con el magisterio de la Iglesia de Roma y la Iglesia de Hechos de los Apóstoles.​

Que si eres pastor
 
Preambulo
Para conocer las causas que provocaron la convocación del Concilio de Constanza hay que retrotraerse al Concilio de Pisa.

En aquella época existían dos Curias Pontificias, la de Aviñon y la de Roma lo cual hacían dificil una solución al cisma. Cada sede elegía a sus papas, atenta a su propia continuidad. A Urbano VI sucedió Bonifacio IX en 1389 en Roma. En Aviñon, el español Pedro de Luna, con el nombre de Benedicto XIII, sucedía a Clemente VII, en 1394.

Durante 40 años, Europa se vió sumida en este estado de cosas. El vaiven de los intereses políticos hacía que los reyes se inclinaran alternativamente por un papa u otro. Los mismo sucedia con los eclesiásticos. La Universidad de París, sede de la teología y el saber, preocupada por la lamentable condición de la Iglesia, propuso en 1394 que los dos papas abdicasen al unísono y que se procediera a la convocación de un Conclio para soluicionar los problemas que la Cristiandad tenía planteados.

La abdicación de los dos papas no era cosa fácil. Cada cual se aferraba a su puesto y todos los intentos de negociación resultaron fallidos. Pero, a medida que transcurría el tiempo hasta los mismos cardenales de ambas Curias llegaron a sentirse hastiados por la situación imperante. Gracias sobre todo a la presión ejercida por hombres como Gerson, de la Universidad de París, acabó por imponerse la idea concliar y en 1409 se reunía en Pisa un concilio general.

El día 23 de marzo se inauguró el concilio tan esperado y en el que toda Europa tenía puestas sus miradas. La asistencia fué grande y completamente representativa: Veinticuatro cardenales de las dos obediencias (catorce del partido romano y diez del aviñonés); cerca de un centenar de obispos; más de cien procuradores de obispos ausentes; veintisiete abades; los cuatro generales de las órdenes mendicantes; doscientos veinte de abades; varios centenares de doctores en teología y derecho canónico y legados de la mayoría de cortes europeas.

Presidió el concilio el único cardenal creado con aterioridad al Cisma, Guy de Maillesec. El arzobismo de Milán, Pedro Filargi, pronunció el discurso inaugural basado en el texto de Jueces 20:7 "He aquí todos vosotros sois hijos de Israel; dad vuestro parecer y consejo". En la primera sesión se leyó un escrito de citación por el que se requería la presencia de los papas rivales a quienes se llamaba, sin embargo, por tan sólo sus nombres: Pedro de Luna y Angel Corrario. No era más que puro formalismo repetido, no obstante, en todas las sesiones hasta el 30 de marzo en que tanto el pontifice de Roma como el de Aviñón fueron declarados contumaces por no comparecer delante de la asamblea ecuménica. El concilio creó un tribunal para arbitrar en la cuestión del Cisma, hizo la fusión de los dos colegios de cardenales y recusó la obediencia a los dos papas rivales.

Segun Saba-Castiglioni, Historia de los Papas, Vol. II, p. 86 (historiador católico) En las sesiones celebradas el mes de mayo se declaró públicamente la condena de Gregorio XII y Benedicto XIII, acusados de herejía y cisma:
"Pedro de Luna y Angel Corrario, herejes y cismáticos, quedan despojados de todas sus dignidades y excluidos de la comunión de la Iglesia, y los fieles son exonerados de la obediencia a los mismos". Parecía como si, por fin, la cristiandad tuviera resueltos sus problemas. En Pisa no había más que alegría y todos se congratulaban, sinceramente convencidos de que la unidad y la paz de la Iglesia estaban ya logradas. Esta falsa ilusión, sin embargo, en vez de centrarse en la necesaria reforma, malogró todo el esfuerzo conciliar. En lugar de aplicarse a la inmediata búsqueda de medidas reformistas, el concilio solamente actuó con prontitud para elegir un nuevo Papa. Aunque todos los cardenales de Pisa firmaron el documento por el que comprometían a continuar el concilio si salían elegidos, el nuevo papa Alejandro V tuvo prisa en aplazarlo hasta los próximos tres años, con el pretexto de llevar a cabo las reformas tan esperadas y nunca realizadas. Esta medida, de hecho, acabó tanto con el concilio como con la reforma. Y el único resultado de la asamblea de Pisa fue que en vez de dos papas, la Iglesia contaba a partir de entonces con tres, pues ni el aviñonés ni el romano reconocieron las decisiones del concilio

Conclusión:
Lo que resulta ridículo son los alegatos de algunos manuales catolico-romanos al decir que el concilio de Pisa fue ilegal por no haber sido convocado por ningún papa. Entonces -como he remarcado continuamente- con el mismo rigor lógico, deberían tener por ilegales a los ocho primeros concilios generales.

Tampoco es de recibo el reparo de Jedín cuando afirma que "La base jurídica del concilio de Pisa era de lo más insegura por el mero hecho de que por lo menos los cardenales convocantes de una obediencia no podían ser legítimos". De lo que se olvida Jedín es que estos mismos cardenales eligiría luego ( y no solo ellos como veremos más adelante) en Constanza al papa que finalmente acabaría con el cisma y sería reconocido definitivamente por el catolicismo romano. Por otra parte, resulta difícil de justificar la ilegalidad del conclio de Pisa si tenemos en cuenta que al mismo asistieron la mayoría de prelados y representantes eclesiásticos de la Cristiandad, tanto del bando romano como del aviñonés.

Cinco años mas tarde se inauguró el concilo de Constanza, que determinó si el Conclio estaba por encima de los papas o los papas por encima de los concilios.
 
El Concilio de Constanza

Antecedentes históricos.


Alejandro V, el papa del concilio de Pisa, vivía bajo la influencia del astuto cardenal Baltasar Cossa, el cual aspiraba acceder a la suprema jerarquía eclesiástica y esperaba obtenerla después del pontificado de su válido. Pero era un hombre impaciente y el papa murió en 1410 y Saba─Castiglioni, en su Historia de los Papas. Vol. II Pág. 88 afirma que con la sospecha de haber sido envenenado por el propio Cossa quien le sucedió como papa conciliar, tomado el nombre de Juan XXIII.

Con respecto a estos dos papas hay un detalle curioso. El de que sus efigies figuran en la serie de papas representados en los mosaicos de la basílica de San Pablo en Roma a pesar de que los modernos autores católicos no les consideran papas legítimos. Pero lo cierto es que los prelados posteriores al concilio de Pisa sí les consideraron legítimos. Así, los “arreglos” del catolicismo oficial posterior no pueden destruir los hechos históricos grabados sobre piedra.

El nuevo pontífice era más hombre de espada que de báculo, cosa por lo demás no demasiado insólita en los prelados de aquel tiempo. Incluso fue un salteador de caminos en su juventud. Todos los historiadores están de acuerdo en retratarle como u redomado vicioso y lleno de ambición. Según afirma K. S. Latourette en su Historia del Cristianismo, Vol. I, p. 737. Sus contemporáneos no vacilaban en designarlo como “el peor y más pervertido hombre que pueda hallarse” y el papa romano Gregorio XII decía de él: “Hijo de la perdición y alumno de la impiedad” Hombre hábil en la intriga era completamente inepto en las cosas del espíritu”.

Este angelito en 1412 se vio obligado a convocar el concilio prometido en Pisa por su predecesor. Lo convocó a celebrarse en Roma, pero el muy ladino tomó las medidas para que sus compañeros de fechorías vigilasen los caminos que conducían a Roma, consiguiendo así que los pocos obispos italianos reunidos en Roma no cumplieron el forum necesario que se acordó en Pisa. De esta manera evitó celebrar la asamblea conciliar.

El Emperador Segismundo convoca el concilio de Constanza.

Europa estaba cansada del cisma. El nuevo Emperador alemán Segismundo (1410─1437), proclamado poco después de la subida de Juan XXIII al trono del papado pisano, recogió el sentir de gran número de teólogos, canonistas y prelados y convocó el 30 de octubre de 1413 un concilio ecuménico a celebrarse en Constanza el año siguiente. Emulando a los sucesores de Constantino, se creyó en el deber de poner fin a los problemas religiosos mediante un concilio convocado y celebrado bajo su égida, renovando así la antigua tradición en que los concilios ecuménicos eran convocados por el emperador romano más bien que por los obispos. Por un momento, Occidente parecía volver a épocas muy anteriores a Hildebrando (Gregorio VII). Pero la historia se encargaría de demostrar que no era así y que el romanismo no tenía más salida que la Reforma Luterana.
La invitación lanzada por Segismundo halló pronto franca acogida. Las universidades se pusieron inmediatamente a trabajar en pro del concilio. A ellas en general, y a Gerson en particular, se debe la pujanza que, pese al fracaso de Pisa, la tarea conciliar había adquirido. La superioridad de la Iglesia universal sobre el Papa volvió a ser expuesta de manera inequívoca. La figura de Juan XXIII, por su parte, acababa de desprestigiar al Papado y el cisma era visto como una plaga de la que solamente podría librarse la Cristiandad mediante un concilio general.
Juan XXIII, aliado de Segismundo en sus luchas contra Nápoles, no tuvo más remedio que ceder, a pesar de las intrigas que manejó para evitar la celebración de la asamblea conciliar. Para granjearse las simpatías de Segismundo y el reconocimiento del próximo concilio, ladinamente se apresuró a dar su conformidad al mismo. En diciembre de 1413 publicaba una encíclica convocando una asamblea ecuménica que sería continuación de la de Pisa. Pero la convocatoria real fue la de Segismundo el cual, además, citó a los tres papas a comparecer ante la asamblea ecuménica.
 
IV.- Entrega

El concilio siguió con su tarea y es sus sesiones cuarta y quinta decretó:
“Los concilios ecuménicos, representando a toda la Iglesia, derivan su autoridad directamente de Cristo y todo cristiano está obligado a obedecerlos, incluso el papa, en todo lo tocante a la fe, la extirpación del cisma y la reforma de la Iglesia…El concilio de Constanza tiene inmediatamente de Cristo la potestad, al que todos, de cualquier estado o dignidad, aunque sea papal, están obligados a obedecer en lo que atañe a la fe… Del mismo modo, cualquier cuiuscumque conditionis, status, dignitatis etiam papales que no obedeciere los decretos de este sagrado concilio y de cualquier otro concilio general en las susodichas materias, será castigado… (Para las fuentes originales de este concilio véase Mansi XXVII. La referencia exacta del decreto citado es Mansi XXVII, 585. Cf, Denzinger

Jedín en su “Breve Historia de los Concilios”, p. 82 escribió que “este decreto, emanado a raíz de la fuga de Juan XXIII se consideró dictado como por necesidad” sin embargo (añade) “su contenido respondía a la teoría conciliar”.
Luego ¿que pasa con LFP? Como vemos no era a Gregorio XII a quien consideraban papa legítimo, sino a Juan XXIII. Y esta legitimidad le viene del concilio de Pisa.
Consecuentemente si la legitimidad le venía dada por un concilio, otro concilio se la podía quitar también legítimamente. Y de nada sirve que ciertos católicos, entre ellos nuestro cultísimo Luís Fernando digan que la superioridad del concilio sobre el papa era una solución de emergencia, válida únicamente para aquel momento históricamente extraordinario. Esto es puro sofismo y así lo reconoce el católico Dom Paul de Vooght en su obra: “El concilio y los concilios, art. De Dom Paul de Vooght, pp 189─191.

No hay que darle vueltas. La intención de los decretos de Constanza tal como se desprende de toda lectura imparcial de los mismos, era dejar bien sentado que el concilio, en cuanto expresión y representación de la Iglesia, estaba por encima del Papa. El decreto “Frequens”, aprobado mas tarde corrobora este aserto. ¿Que esto chocaba con las teorías de la omnipotencia papal fraguadas en Roma desde la aparición de las Falsas Decretales? Es evidente-, Y esta era precisamente la intención del concilio de Constanza: acabar con el despotismo eclesiástico de Roma.
Lo que resulta más que paradójico es que todos los historiadores católicos reconocen que la pretendida donación del emperador Constantino al obispo de Roma es una falsedad y no obstante basan el poder papal en ellas. El famoso papa Hildebrando, Gregorio VII, la uso en su Dictatus Papae, con frases como esta:
“Solo el papa tiene el derecho de usar las insignias Imperiales”.
O
“Todos los príncipes tienen la obligación de besarle los pies”.

Este energúmeno del poder papal basándose en una falsedad es le predilecto de Luís Fernando, faltaría más.

Pero el principal problema planteado en Constanza era acabar con el cisma. Ahora bien para acabar con el cisma era necesario que existiera una autoridad superior que determinara cuál de los tres contendientes era el papa verdadero y en su defecto sustituirlo por otro. Luego se trataba de una autoridad que obligara a los papas. Y a fin de que todos estuvieran conformes con sus decisiones era preciso que esa autoridad tuviera potestad para destituir incluso a un papa legítimo, ya que todo el mundo reconocía a alguno de los tres pontífices y aun había, quienes reconocían como legítimamente constituidos a los tres a la vez; de ahí la confusión. (G. Salmón The Infallibility of the Church, pp 315, 316) Esta autoridad y este poder fueron los que exigió para sí el Concilio de Constanza. Su aceptación general, implícita en el reconocimiento igualmente general de haber sido el medio para acabar con el cisma, demuestra que en Constanza se tuvo a los concilios como superiores al papa. Y esto no fue acordado como decisión singular, aplicable únicamente en aquel caso. Los teólogos del concilio apelaban a bases teológicas precisas para proceder en contra de la autoridad omnipotente de los papas, bases universalmente válidas en la intención de sus redactores.
Reproduzco unas páginas de Döllinger por su certera visión de las implicaciones del significado del concilio de Constanza.
 
V.- Entrega.

Döllinger y su certera visión de las implicaciones del significado del concilio de Constanza.

“Si un papa está sometido a un concilio en materia de fe, no es infalible; la Iglesia y el concilio que la representa, heredan las promesas de Cristo, y no el papa quien puede errar aparte del concilio y puede ser juzgado por éste. Esta inferencia es clara e indisputable…

(Para comprobar si esto es cierto solo hay que retrotraernos al Tercer Concilio de Constantinopla ─también conocido por el “Trullanum Primum”─ Sus sesiones tuvieron lugar a partir del día 7 de noviembre del años 680 y duraron hasta el 16 de septiembre del año siguiente.
La asamblea realizó sus trabajos en veintidós sesiones. En las tres primeras se dio lectura a las actas de los concilios de Éfeso, de Calcedonia y último de Constantinopla. Después se leyeron, en la sesión cuarta, los escritos del papa Agatón (678─681) y del sínodo romano. Siguieron tres escritos en los que se barajaron los textos de los antiguos Padres tanto por parte de los monotelistas como por los ortodoxos. Y en las restantes sesiones se condenó definitivamente el monotelismo, anulando los edictos Heraclio y Constante, y excomulgando al principal defensor de la herejía, el patriarca Macario de Antioquia, entre los vivos, y lanzando anatema también a algunos muertos tales como Sergio, Pablo y Pedro de Constantinopla y el papa Honorio. El decreto conciliar reza así:
“Además de estos, reconocemos también a Honorio,
Anterior papa de la antigua Roma, entre los expulsados de la Santa iglesia de Dios, y anatematizado porque descubrimos en su carta a Sergio que siguió sus propias opiniones y confirmó sus dogmas impíos”.


El comentario que hace Döllinger al respecto es el siguiente:
“El hecho de que un gran concilio, universalmente recibido luego sin vacilaciones, por toda la Iglesia, y presidido por legados papales, pronunciara su decisión dogmática sobre un papa hereje, y lo anatematizara por nombre como hereje, es una prueba tan clara como la luz del mediodía, de que cualquier noción sobre alguna iluminación peculiar o infalibilidad de los Papas, era completamente desconocido por la Iglesia”
(Döllinger, op, cit, pp. 74, 75).)

…Aunque no era el artículo de los decretos a la fe lo que despertaba las suspicacias de los cardenales, sino las medidas de reforma. Que un papa que cayese en herejía estaba bajo el juicio de la Iglesia, y por consiguiente, bajo el concilio, era teoría comúnmente aceptada y admitida desde que el llamado canon de San Bonifacio fue introducido en los códices. Aunque dicha teoría no podía ser reconciliada con la doctrina de la infalibilidad contenía en estos mismos códices de ley canónica propagada por Aquino. Sin embargo, ni los mismos cardenales se atrevieron a negar su asentimiento a unos decretos que iban tanto en contra de los intereses de la Curia.
Las decisiones de Constanza son quizá las más extraordinarias para la historia dogmática de la Iglesia cristiana. Su lenguaje no deja lugar a dudas de que forma fueron entendidos como artículos de fe, y decisiones dogmáticas de la doctrina de la autoridad de la Iglesia. Y estas decisiones niegan la posición fundamental del sistema papal, el cual es tácita y elocuentemente señalado como error y abusivo. Con todo, este sistema había prevalecido en la administración de la Iglesia durante siglos, había sido enseñado en los libros de ley canónica y en las escuelas de las órdenes religiosas, especialmente por los teólogos escolásticos y era asumido o expresamente afirmado en todos los pronunciamientos de los papas, quienes habían llegado a ser la nueva autoridad en materia de la ley para la Iglesia. En Constanza, sin embargo, ni una voz se levantó a favor de este sistema, nadie se opuso a las doctrinas conciliares, nadie protestó.
“Y es que el estado de la Iglesia se había tornado tan antinatural y monstruoso y la trasgresión habitual de las leyes de Dios y de las ordenanzas de la antigua iglesia era tan descarada y universal, que todos podían percibir que el sistema dominante, más que los individuos, era el responsable de esta perversión del gobierno de la Iglesia convertida en una asta maquinaria financiera de hacer dinero. Aquella transformación que había hecho un imperio sometido a un poder absoluto, presa de la oligarquía, de una Iglesia libre que antaño arreglaba sus cuestiones de común acuerdo y consulta. Cuando los cardenales escribieron al papa Gregorio XII, en 1408, que no había sanidad en la Iglesia, desde la planta de los pies la cabeza (Raynald. Annal. 1408), debieron de haber añadido, si hubiesen querido decir toda la verdad: “Somos nosotros y nuestros colegas, y vuestros predecesores, la Curia, los que hemos estado saturando el Cuerpo de Cristo con veneno mortal y por esto se halla tan enfermo en la actualidad”
“Eran ciertamente muy pocos los que entendían claramente las verdaderas causas así como la magnitud real del mal, pero esos pocos hablaron lo suficientemente para expresar lo que todos sentían. El clamor unánime en toda Europa era el de “Reforma en los miembros y en la cabeza de la Iglesia” Esto quería decir sin duda alguna que la cabeza, la Sede papal, era la que más que nadie necesitaba reforma y que solamente después de esta reforma podría procederse a la reforma de los miembros. Era notorio a todos que las buenas disposiciones que pudieran haber en éste o aquel papa individual, eran impotentes para hacar nada, y que la reforma que se precisaba había de significar un cambio completo del sistema. A la luz de toda esta evidencia, la sabiduría de ambas escuelas (la de los canonistas y la de los monjes teólogos) enmudeció, construida como estaba sobre bases carcomidas. Fueron reducidos al silencio o, como en el caso de Tudeschi y muchos dominicos, dieron su conformidad a los decretos de Constanza. Era demasiado fuerte la opinión de todo el mundo cristiano, dirigida y madura por las discusiones llevadas acabo durante más de cuarenta años en París, Aviñón, Roma, Pisa y las universidades alemanas”.

Esta fue la aportación de Döllinger respecto al Concilio de Constanza
 
VI.- Entrega.-
Deposición de los tres papas.


Si, amados lectores. Lo habéis leído bien. Los tres papas incluyendo a Gregorio XII, al cual pretenden los católicos y sobre todo LFP que era el verdadero papa.

El 7 de abril, el duque Federico de Austria dejó de apoyar al papa fugitivo colocándose al lado del Emperador y del concilio. Juan XXIII huyo a diversas ciudades: Friburgo, Borgoña, Breisach y, finalmente. A Nuremberg, en donde el burgomaestre de la ciudad le detuvo, poniéndole a disposición de Segismundo.

El 14 de mayo, el concilio depuso a Juan XXIII librando a todos los creyentes del deber de prestarle obediencia. El 29 del mismo mes, en la sesión XII, el concilio condenó a Juan por simoniaco y pecador público. La comisión nombrada por el concilio para dictaminar su caso catalogó setenta crímenes cometidos por el papa. Milman, en su “Historia del Cristianismo Latino” dice: “Nunca probablemente fueron pronunciadas contra hombre alguno setenta acusaciones mas horribles que las que se pronunciaron en contra de este (pretendido) vicario de Cristo. Además, se hizo alusión a 16 cargos más de depravación que no fueron mencionados en detalle “por respeto, no al papa, sino a la decencia pública”.
Así, el que fue Juan XXIII, ahora Baltasar Cossa otra vez, estuvo vigilado en varios castillos hasta 1429 en que se acogió al apoyo brindado por Martín V quien le creo cardenal obispo de Túsculo, muriendo poco después.
Mientras tanto, según afirma Saba─Castiglioni , en su Historia de los Papas, Vol. II. P. 68 y ss., Gregorio XII se daba perfecta cuenta de que la última palabra en el cisma iba a tenerla el concilio y, por lo tanto, resultaba más prudente abdicar voluntariamente. Y si lo hizo está más que claro que le daba autoridad al concilio por encima de sí mismo como Papa. Malatesta, presentó al concilio su renuncia formal. La asamblea le nombró cardenal obispo de Porto y este, agradecido envió una carta de reconocimiento en la que firmaba simplemente: “Angel, cardenal obispo”.

Nuestro pretendidamente “huido” Luís Fernando, si fuera capaz de encontrarlo se enteraría que la tesis romanista más en boga actualmente es que el cardenal Giovanni Dominici en nombre de Gregorio XII, poco antes de resignación del mismo, había “legitimado” el concilio, al convocarlo de nuevo, pues de otra manera el concilio sido nulo. De esto deduce la llamada Iglesia Romana que las sesiones que precedieron a la renuncia de Gregorio son ilegales. La verdad es que el gesto iba dirigido tanto a su vanidad herida como a los pocos partidarios que le quedaban teniendo por objeto salvar su “honor”. Es más, con este gesto demostró ser más astuto que sus dos rivales y así supo perder con dignidad, retirándose como gran señor. Cabe no olvidar que era el que contaba con menos partidarios. En cambio Juan XXIII confió demasiado en la fuerza de los suyos y acabó sucumbiendo con deshonor ante el concilio. En cuanto al papa Luna, terco como una mula, quedó desligado del curso de los acontecimientos.
Lo que no quieren ver algunos autores católicos que la pretendida convocatoria de Gregorio, como anteriormente la de Juan XXIII, no significaba para sus contemporáneos que el reconocimiento y la aceptación del concilio. Y además, las ratifico, con lo cual muestra que aprobó el Concilio.
Los que Roma tiene que demostrar todavía que la convocatoria del concilio por parte de Gregorio XII tenía la intención de declarar válidas sólo las sesiones siguientes invalidando al mismo tiempo todo lo hecho hasta entonces. Si este hubiese sido el significado de la renuncia de Gregorio, el concilio ─después seguramente, de asegurada la deposición del papa romano─, hubiera rebatido contundentemente aquellas pretendidas puntualizaciones de su renuncia. Sin embargo, la verdad histórica es mucho más simple: Gregorio reconoció el concilio que acababa de decretar que un papa era inferior a la asamblea conciliar. Más que dar él validez a ninguna sesión, el papa reconoció la validez de un concilio que exigía su renuncia. Los hechos hablan por si mismos por encima de las disquisiciones romanistas.

Ya solo quedaba Benedicto XIII [...].
 
VII Entrega

Un paréntesis para tratar del teólogo católico
Döllinger.


Algunas palabras sobre la petición de definición de la infalibilidad.


Ud. ha presentado la curiosa petición surgida en el seno del concilio vaticano en el que se ruega al Papa que se digne dar los pasos necesarios para definir su propia infalibilidad, a través de la presente asamblea, como dogma de fe [2]. 180 millones de seres humanos -esto es lo que exigen los obispos que han firmado tal petición- deberán ser obligados bajo pena de expulsión de la Iglesia, de privación de los sacramentos y de condenación eterna, a creer y confesar lo que la Iglesia hasta ahora no ha creído ni enseñado. No lo ha creído pues aun aquellos que hasta ahora han sostenido como verdad esa infalibilidad papal no podían creerla, tomando esta palabra en sentido cristiano. Entre la fe (fide divina) y la aceptación razonable de una opinión tenida por verosímil hay una inconmensurable diferencia. El católico puede y debe creer solamente aquello que le ha sido divinamente revelado, que pertenece a la substancia de la doctrina de salvación, la verdad que por encima de toda duda es comunicada y presentada por la Iglesia misma; solamente aquello, de cuya confesión depende la pertenencia a la Iglesia, aquello cuyo contrario la Iglesia simplemente no tolera y condena como doctrina manifiestamente errónea. En rigor de verdad desde el inicio de la Iglesia hasta hoy nadie ha creído en la infalibilidad del papa, del mismo modo en que se creyó en Dios, en Cristo, en la Trinidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, etc., sino que muchos han conjeturado, han tenido por verosímil, o a lo sumo por humanamente cierto (fide humana) que tal prerrogativa corresponde al Papa. Por consiguiente el cambio en la fe y en la enseñanza de la Iglesia, como el que quieren propiciar los obispos peticionantes, sería un acontecimiento único en la historia de la Iglesia: En dieciocho siglos no ha ocurrido algo semejante. Lo que ellos anhelan es una revolución eclesial, tanto mas grave cuanto se trata aquí del fundamento de la fe religiosa de cada hombre, que en el futuro debería sostener y afirmar lo que establezca un solo hombre, el papa, en lugar del conjunto, en lugar de la Iglesia Universal. Hasta ahora el católico decía: Creo en tal o cual doctrina por el testimonio de la entera Iglesia de todos los tiempos, porque ella tiene la promesa de que permanecerá siempre en la continua posesión de la verdad. En el futuro en cambio debería decir el católico: Creo, porque el Papa, declarado infalible, ordena enseñar o creer tal cosa. Que él sea infalible lo creo porque él lo afirma de sí mismo. Porque 400 o 600 obispos reunidos en Roma en el año 1870, han decidido que el papa fuera infalible. Todos los obispos solos y cualquier concilio sin el Papa están sometidos a la posibilidad de errar. La infalibilidad es un privilegio y una posesión exclusiva del Papa. Su testimonio no puede ser fortalecido ni debilitado por los obispos, sean estos pocos o muchos; cada decisión tiene pues solamente tanta fuerza y autoridad cuanta el papa mismo le ha otorgado y que él se ha arrogado a sí mismo. De este modo pues en ultima instancia todo se reduce a un autotestimonio del Papa, lo cual es desde luego muy sencillo. Sólo que respecto a esto debería recordarse lo que hace 1840 años dijo alguien inconmensurablemente más alto: "Si yo doy testimonio de mi mismo, entonces mi testimonio no es digno de creerse" (Jn. 5,31).
La petición nos brinda la ocasión de formular los siguientes reparos:
Primero: La petición circunscribe la infalibilidad del Papa a aquellas declaraciones y decretos, que el mismo dirige al conjunto de los creyentes, o sea los que emana para enseñanza de toda la Iglesia Católica.
De esto se seguiría que cuando un papa se dirigía solamente a personas particulares, corporaciones, Iglesias particulares, estaba continuamente sujeto al error. Ahora bien, los papas durante doce o trece siglos no han cumplido jamás la condición a la cual está ligada la infalibilidad de sus decisiones o enseñanzas: todas las declaraciones de los papas sobre cuestiones de doctrina antes del final del siglo XIII han sido dirigidas solamente a personas determinadas o a los obispos de un país, etc. Durante el milenio de unidad jamás se ha comunicado a toda la Iglesia oriental un decreto general de un papa. Los papas han dirigido escritos dogmáticos a patriarcas aislado o a emperadores, y esto en forma muy espaciada.
Es pues claro que durante al menos mil años los papas mismos no han tenido idea de esa cualidad de la cual debe depender la seguridad e infalibilidad de sus decisiones, cómo pues tal afirmación fue concebida tan tarde y fue desconocida por la Iglesia antes de 1562. En este año en efecto el teólogo Johann Hessels expuso esta afirmación. De él la tomó prestada Belarmino y la apoyó con citas de las decretales seudoisidorianas y con testimonios ficticios de san Cirilo.
Según esta teoría, con una simple palabra antepuesta, por una simple afirmación, los papas habrían podido otorgar a sus propias declaraciones dogmáticas la alta prerrogativa de la inerrancia. Ellos no lo hicieron y de este modo han puesto a personas y comunidades en el peligro de caer en el error por la aceptación de sus decisiones dadas sin la garantía de la certeza divina.
Segundo: Es falso que "de acuerdo con la tradición común y constante de la Iglesia las sentencias dogmáticas de los papas sean irreformables". Lo contrario está a la vista. La Iglesia siempre ha sometido los escritos dogmáticos de los papas primero a prueba, y como consecuencia de esa prueba los ha aprobado como hizo el concilio de Calcedonia con los escritos de León; o los ha rechazado como erróneos, como hizo el quinto concilio (553) con el Constitutum de Vigilio, o el sexto concilio (681) con los escritos de Honorio [3].
Tercero: No es cierto que en el segundo concilio de Lyon (1274), con la aprobación tanto de los griegos como de los latinos haya sido adoptada una profesión de fe en la cual se declaraba que "las controversias sobre la fe debían ser dirimidas por el juicio del papa". Ni los griegos ni los latinos, esto es, los obispos occidentales reunidos en Lyon, adoptaron esa confesión de fe, sino que el difunto papa Clemente IV se la había enviado al emperador Miguel Paleólogo como condición de su admisión a la comunión eclesial. Miguel, que a duras penas conservaba el dominio sobre la capital recientemente reconquistada [4], severamente amenazado por el emperador latino Balduino y por el rey Carlos de Sicilia, requirió con urgencia la ayuda del papa, que era el único capaz de obligar a su enemigo capital a la paz y consintió en someterse a las condiciones de la sumisión eclesiástica que los papas le habían prescrito, aunque bajo las persistentes protestas de los obispos griegos y de la Nación. Así insertó Miguel la fórmula que había sido impuesta en el escrito leído ante el concilio y confirmado por su enviado el Logoteta. El mismo declaró en su ciudad, Constantinopla, que las tres concesiones que él había hecho al papa eran ilusorias. (Pachymeres de Michaele Paleol. 5, 22). No obstante, los obispos reunidos no se encontraron en condiciones de emitir un juicio sobre esta fórmula.
Cuarto: El decreto del sínodo florentino es aquí citado parcialmente [5], justamente ha sido omitido del párrafo la frase principal, cuya formulación es el producto de largas negociaciones entre los griegos y los italianos y a la cual se otorgó la máxima importancia, porque la precedente debía entenderse solamente de acuerdo a la limitación expresada, a saber: "iuxta eum modum, quo et in gestis et in sacris canonibus oecumenicorum conciliorum continetur" [con arreglo a lo establecido en las actas y sagrados cánones de los concilios ecuménicos]. El papa y los cardenales exigieron insistentemente, que como definición más exacta de cómo debería comprenderse el primado del papa, debía apostillarse "iuxta dicta Sanctorum" [según los testimonios de los santos]. Esto lo rechazaban los griegos con la misma insistencia. Ellos sabían perfectamente que entre los "testimonios de los santos" se contaban una considerable cantidad de textos imaginarios o falsificados. El arzobispo latino Andrés, uno de los oradores, se había remitido ya en la séptima sesión a los tristemente célebres testimonios de Cirilo, los que habían alcanzado en occidente un efecto violento y duradero desde que Tomás de Aquino y el papa Urbano IV los habían creído verdaderos, pero ahora sin embargo fueron rechazados por los griegos. El emperador hizo notar además que cuando uno de los padres en una carta dirigida al papa se expresaba en forma deferente, no podía deducirse de esto ningún derecho o privilegio. Los latinos cedieron finalmente en quitar los dicta Sanctorum del texto preparatorio, y por ello como medida y límite del primado papal fueron señalados los concilios ecuménicos y los sagrados cánones. Con esto quedaba excluido todo pensamiento sobre la infalibilidad papal, puesto que en los antiguos concilios y en los cánones pre-isidorianos, comunes a las dos iglesias, no se encuentra nunca algo que aludiese a una prerrogativa semejante, sino que la entera legislación de la Iglesia, tanto como la actuación e historia de los siete concilios (que a esto se referían) con toda evidencia presuponen un estado en el que la máxima autoridad doctrinal corresponde a la Iglesia entera, y no solamente a uno de los cinco patriarcas (que tal era el papa a los ojos de los griegos). Además, el arzobispo Besarión había declarado poco antes que el papa era menor que el concilio (y por lo tanto tampoco infalible) (Sess. IX, Concil. XIII, 150). Se trata pues de una mutilación, lo que equivale a una falsificación, el cancelar del decreto del Sínodo florentino justamente la frase principal, a la cual se atribuyó el máximo valor, para la cual fue hecho el decreto. La frase era tan indispensable a los ojos de los griegos que declararon que se marcharían sin conseguir su propósito si no se incluía es frase. También insistieron -con éxito- en que todos los derechos y privilegios de los restantes patriarcas debían quedar a salvo en el decreto. Pero los mismos papas habían declarado ya anteriormente que tal derecho debía establecerse únicamente por la decisión de toda la comunidad y no únicamente por las decisiones de un maestro infalible.
Desde luego, existe todavía otra causa para la mutilación del decreto florentino que hace el redactor de la petición; ¿él debería haber dado el texto latino en su versión original, es decir, la correspondiente versión griega tal como lo hicieron Flavius Blondus, secretario de Eugenio IV, y los antiguos teólogos: "quemadmodum et in actis conciliorum et in sacris canonibus continetur"? ¿O debería apropiarse de la falsificación presentada por primera vez por Abraham Bartholomeus, en la que en lugar de "et" se ha puesto "etiam"? Con ese "etiam" se transforma completamente el sentido del Decreto y se aniquila el propósito de la añadidura; no obstante, y a pesar de ser una evidente falsificación, el texto ha sido recogido así en las colecciones conciliares y en los tratados dogmáticos, y sería ya tiempo de quitar de en medio esa piedra de escándalo para los orientales y de restablecer el texto original, a saber el correspondiente texto griego. Pero entonces, claro está, el decreto ya no sería útil para los objetivos de los infalibilistas, como lo demostró hace ya doscientos años el arzobispo de París D [l.] de Marca (Concord. Sacerd. et imperii, 3,8). El hace notar correctamente: Verba graeca in sincero sensu accepta modum exercitio potestatis pontificiae imponunt ei similem quem ecclesia gallicana tuetur. At e contextus latini depravata lectione eruitur plenam esse potestatem, idque probari actis conciliorum et canonibus [Las palabras griegas tomadas en su sentido íntegro imponen al ejercicio de la potestad pontificia un límite semejante al que defiende la iglesia galicana. Pero del contexto de la depravada versión latina se deduce que la potestad del papa es plena y que esto puede probarse con las actas y cánones de los concilios].
La petición se pronuncia con especial indignación (accerbissimi catholicae doctrinae impugnatores blaterare non erubescunt [los acérrimos impugnadores de la doctrina católica no se avergüenzan en afirmar...]) contra los que no consideran como ecuménico al sínodo de Florencia. Los hechos son elocuentes: como es sabido, el sínodo fue convocado para corregir de raíz al concilio de Basilea, cuando este había comenzado a decidir muchas reformas importantísimas de la Curia romana. El 9 de abril de 1438 fue abierto en Ferrara, y debieron esperarse aún seis meses sin que hubiera sesión alguna, dado que había pocos obispos presentes. De todos los países nórdicos de la entonces enteramente católica Europa, de Alemania, de los países escandinavos, Polonia, Bohemia, la Francia de entonces, Castilla, Portugal, etc. no fue nadie; se puede afirmar que nueve décimos del mundo católico de entonces no participó del sínodo porque lo tenían por ilegítimo, lo mismo que la asamblea de Basilea, y porque todo el mundo sabía que allí no se haría nada respecto a la cuestión decisiva de la reforma de la Iglesia. Finalmente Eugenio logró reunir con fatiga un grupo de obispos italianos, alrededor de 50. Además de estos llegaron luego algunos obispos enviados por el duque de Borgoña, algunos provenzales y un par de españoles. En total fueron 62 los obispos que firmaron. Los prelados griegos junto con su emperador se encontraban en peligro de ruina total a causa de sus deudas; barcos y soldados habían sido llevados hasta allí; el papa les había prometido pagar los costos de su estadía en Ferrara y Florencia y de su viaje de regreso. Cuando ellos se mostraron intransigentes, les quitó los subsidios, de modo tal que se encontraron en grave necesidad, y
finalmente, presionados por el Emperador y urgidos por el hambre, firmaron cosas que luego retractaron casi todos. El juicio de un contemporáneo griego, Amyritius, al que cita el erudito romano Leo Allatius (de perp. consens. 3,1,4), fue entonces el general entre los griegos: ¿Puede alguien -decía él- considerar en serio como ecuménico un sínodo cuyos artículos de fe fueron comprados por dinero, cuyas decisiones fueron establecidas simoniacamente, solamente ante la esperanza de recibir asistencia financiera y militar? En Francia, antes de la Revolución, el sínodo de Florencia fue rechazado como espurio. Así lo declaró el cardenal Guise en el Concilio de Trento, sin recibir por ello ninguna réplica. El teólogo portugués Payva De Andrada dice al respecto: Florentinam (Synodum) sola Gallia pro oecumenica numquam habuit, quippe quam neque adire dum agitaretur, neque admittere iam perfectam atque absolutam voluerit [solamente Francia no consideró jamás como ecuménico el Sínodo de Florencia, puesto que cuando se inició no quiso asistir al mismo y una vez concluido no quiso aceptarlo] (Defens. fid. Trident. p. 431, ed. Colon. 1580).
El texto restante de la petición explica que la declaración del nuevo artículo de fe es ahora oportuna y urgentemente necesaria, porque algunas personas que se hacen pasar por católicos, han impugnado recientemente la opinión de la infalibilidad papal. Lo que el postulado en parte dice y en parte presupone (en Roma) como conocido es esencialmente los siguiente: En sí y por sí, opina el postulado, no habría sido absolutamente necesario aumentar el número de las verdades de fe con la declaración de un nuevo dogma, pero la situación se habría configurado de tal forma, que tal declaración sería ahora inevitable. Desde hace muchos años, la orden de los jesuitas, secundada por un grupo de simpatizantes, ha iniciado una agitación para promover el apoyo al dogma en cuestión contemporáneamente en Italia, Francia, Alemania e Inglaterra. Incluso ha sido fundada y presentada públicamente con este fin por los jesuitas una asociación religiosa especial, con el objeto de rezar y de actuar en orden a la consecución del nuevo dogma; su órgano de difusión, la [revista] Civiltà, publicada en Roma, ha señalado de antemano la tarea principal del concilio, a saber, la de ofrecer al mundo expectante el regalo del artículo de fe faltante; su [revista] Laacher Stimmen y sus publicaciones nuevas han debatido amplia e infatigablemente el mismo tema.
En medio de esa agitación la obligación de los que piensan de otro modo debería haber sido el permanecer en un silencio reverente, dejando en paz a los jesuitas y a sus seguidores, y no someter a ninguna clase de prueba a los argumentos aportados por ellos en numerosos escritos. Lamentablemente esto no fue así, algunos hombres tuvieron la inaudita osadía de romper el sagrado silencio y de expresar públicamente una opinión discrepante. Tal escándalo puede ser reparado únicamente a través de un aumento de las confesiones de fe, de la alteración de los catecismos y de todos los libros de religión.

Las negritas son mias
 
VIII.- Entrega

Deposición de los tres papas. 2ª Parte

Ya solo quedaba Benedicto XIII, el Papa Luna. Únicamente los reyes hispánicos estaban a su lado. No es de extrañar que, al ver depuestos a sus dos contrincantes, abrigara todavía esperanzas de que se le reconociera como único papa legítimo. Por ello es que aceptó negociar con el concilio.
Se había concertado una entrevista a celebrar en Niza. Pero lo cierto es que no pasó de Perpignan, toda vez que su regio acompañante, el Rey Fernando de Aragón y por causa de enfermedad no pudo continuar el viaje.
Las conversaciones entre los representantes del último papa aviñonés y el propio Segismundo que encabezaba la delegación del concilio, resultaron infructuosas. El Emperador decidió regresar a Constanza, aunque en Narbona se le pidió la reanudación de las conversaciones y tampoco en esta segunda vez se llegó a ningún acuerdo. Entonces el papa Luna, temiendo que algo se fraguase en su contra. huyo a Peñíscola. El 13 de diciembre de 1415 los reyes de la Península Ibérica le retiraron sus apoyo y enviaron delegaciones al concilio y bajo el nombre genérico de España, constituyeron la quinta nación de la asamblea conciliar.

En la sesión XIII, del 5 de noviembre de 1416, se abrió proceso contra Benedicto XIII. Los cargos en su contra fueron desobediencia al concilio negándose a abdicar. Por ello, el 26 de Julio de 1417 fue condenado públicamente por el concilio: “A Pedro de Luna ha de considerársele privado de todas sus dignidades y de todos sus derechos, por ser perjuro, cismático y hereje, ya nadie debe prestarle obediencia”.

En Peñíscola, rodeado tan solo por tres cardenales adictos, seguía Benedicto en sus trece, diciendo: “Aquí en Peñíscola está la verdadera Iglesia, como hubo un tiempo en que la humanidad estuvo en el arca de Noé”. Todo y sabiendo que la suya era una causa perdida no dio su brazo a torcer y en 1423, en los últimos días de su vida, creo cuatro cardenales. Tres de éstos eligieron papa al canónigo barcelonés Gil Sánchez, con el nombre de Clemente VIII. Sin embargo no tardó en darse cuenta de que su pontificado era inviable y renunció al mismo. Martín V le recompensó con el obispado de Mallorca.

El historiador Jedín en su obra Breve Historia de Concilios (p. 83) acierta en decir que el Papa Luna no respondió solamente con terquedad sino que su pensar era riguroso conforme al Derecho Canónico. Pedro de Luna les dijo a los enviados del concilio: “Vosotros decís que yo ni mi contrincante (Gregorio XII) somos papas. Entonces yo soy el único cardenal sobreviviente del papa anterior del cisma y solo yo tengo derecho a elegir Papa. Si queréis lo elegiré en el plazo de un día y os doy mi palabra de no elegirme a mi mismo”.
No hay la menor duda de que tenía razón si hemos de entender el papado bajo los principios gregorianos. Como eso no fue atendido en la elección de Martín V hemos de entender que el concilio estaba por encima del papado. Entonces y en cuanto que Pedro de Luna tenía razón, la pretendida sucesión apostólica se trunco en el concilio de Constanza. Por lo tanto, y conforme a sus propios principios, se truncó la pretendida sucesión apostólica del papa romano. Los papas elegidos después de Martín V son sucesores de éste y no de Pedro.
 
IX.- Entrega.-

El Gran error del concilio:
La elección pontificia antepuesta a la reforma.


En mi particular opinión eso fue debido a que el Señor le dio una última oportunidad al catolicismo occidental y éste la desaprovechó.
Los crímenes de los papas hubiesen sido de su particular responsabilidad y de la Institución que representaban. Si dicha Institución se reformaba y colocaba en su lugar a los obispos romanos, tal como había sido durante el período de los Concilios ecuménicos, la Institución se podía salvar puesto que habría derivado hacia la fe apostólica.
¿Qué, entonces, lo frustró? Sin duda el caso de Juan Hus.

Juan Hus (1369─1415). Rector de la Universidad de Praga, Bohemia. Fue discípulo de Juan Wyclif (1324─1384) profesor en Oxford, Inglaterra, el cual predicaba contra la tiranía espiritual de clero y la autoridad papal. Se oponía a la existencia de papas, cardenales, patriarcas y monjes; atacaba la transubstanciación y la confesión auricular. Defendía el derecho del pueblo de leer la Biblia, y la tradujo al inglés. A sus seguidores se les llamó lolardos. Y todo esto a más de un siglo de Lutero.
Su discípulo Juan Hus era un intrépido predicador que atacaba los vicios del clero y la corrupción de la Iglesia; condenaba la venta de indulgencias; rechazaba el purgatorio, la adoración de santos y el culto en lenguas extranjeras; elevaba a las Escrituras por encima de los dogmas y ordenanzas de la Iglesia.
Se le rogó que acudiera al concilio de Constanza para que este determinara si su enseñanza era o no ortodoxa. Para ello el emperador Segismundo le proveyó de un salvoconducto que garantizaba su inmunidad en el caso de no ser aceptadas sus tesis doctrinales. .
Fue quemado vivo en el 1415.
Este horrendo crimen al que se unió poco después una gran parte del pueblo bohemio que fue exterminado en una cruzada ordenada por Martín V. Con esto quedó claro que la Institución Romanista no podía dejar de ser lo que siempre había sido después del Cisma con que rompió con la antigua catolicidad. La solución para la cristiandad de la Europa Occidental vendría por mano de Martín Lutero. Eso fue justo un siglo después de la elección del papa Martín V (1417) (¿Coincidencia? O la mano del Señor moviéndose en medio de sus pueblos)
La Gran…. del Apocalipsis no tenía remisión y “el salid de ella pueblo mío” es la solución para aquellos que busquen la comunión y la libertad en Cristo.

Después de este paréntesis retomemos el tema base
.
El concilio había acabado con el cisma y se erigió como la única autoridad de la Iglesia. Era lo que desde hacía tiempo habían deseado los conciliaristas. Por eso, muchos de ellos, mayoritariamente los alemanes y los ingleses, insistieron entonces en que la promulgación de un programa completo de reforma precediera a la elección de nuevo papa. La experiencia del concilio de Pisa les hacía temer que el nombramiento inmediato de un nuevo pontífice aplazaría indefinidamente todo intento de reforma. Pero los cardenales, sobre todo los italianos y franceses, presionaron para que la elección tomara la delantera a la reforma. Muchos de los franceses se unieron a los italianos tan sólo para oponerse a Segismundo, toda vez que no había desaparecido la antigua rivalidad entre Francia y Alemania (una rivalidad que ha perdurado hasta ahora y cuyos resultados fueron fatales para ambas naciones) Los obispos franceses no tuvieron en cuenta la aportación de la Universidad de París y dieron al traste con todos los logros del conciliarismo de Constanza.
Fue tan violenta la confrontación de pareceres entre latinos y germanos que a poco se disuelve el concilio, los latinos lograron ganarse a los ingleses e incluso (según Döllinger. Op. Cit. P. 307) compraron a algunos prelados alemanes como el arzobispo de Riga y los obispos de Coire y Leutonische.
El obispo Enrique de Winchester, primo del rey de Inglaterra, presentó una fórmula de compromiso que, de hecho, abogaba por la tesis latina: se procedería inmediatamente a la elección de nuevo pontífice, aunque imponiéndole el cumplimiento de los esquemas generales de reforma aprobados ya por las naciones conciliares. Estos esquemas eran muy vagos, pues las discusiones a que dieron lugar los seis memoriales y los 19 discursos sobre la reforma demostraban que las dificultades surgían al pasar de las teorías generales a las aplicaciones prácticas.
Abreviando, lo más que pudieron lograr los alemanes fue que entre los pocos decretos de reforma que el concilio impondría al nuevo papa, figurase el llamado “Frecuens” (por las palabras con que empieza). Este decreto establecía la convocatoria periódica de los concilios generales. El próximo concilio debería de tener lugar dentro del plazo de cinco años, el siguiente al cabo de siete y después cada diez años. El papa estaría facultado para abreviar las convocatorias, no para prolongarlas. Pero todo esto no fue más que letra muerta.

Continuará con la elección del nuevo papa