PEDRO, LIDER DEL REBAÑO DE JESÚS: Pruebas de su primacía <<<<<<<<<<<<<<<<<<

XI Entrega.-

Los Concilios llamados Ecuménicos.


1º.- Concilio de Nicea. (325)

2º.- Primer Concilio de Constantinopla. (381)

3º.- Concilio de Éfeso. (431)

4º.- Concilio de Calcedonia. (451)

5º.- Segundo Concilio de Constantinopla. (553)

6º.- Tercer Concilio de Constantinopla. (680─681)

7º.- Segundo Concilio de Nicea. (787)

8º.- Cuarto Concilio de Constantinopla. (869)

Ni uno solo de estos concilios fue convocado por el obispo de Roma.
Tampoco en ninguno de ellos hay detalles de una intervención de Roma que fuese decisiva al respecto.
Pero si las hay que son decisivas en su contra. En el Primero de Constantinopla se determina que su Sede Patriarcal obtuviese el Primado de Honor por ser la “Nuevo Roma” como capital del Imperio. Lo cual fue ratificado por el concilio de Calcedonia. El hecho de que el papa León I lo rechazara no cambió ni un ápice la validez de la resolución conciliar, en cuanto que todo el mundo aceptaba que los concilios ecuménicos estaban por encima de toda dignidad eclesiástica. Es más, la llamada cristiandad se habituó a considerar a los concilios ecuménicos como estando poseídos de tanta autoridad como las mismas Escrituras. A partir del siglo V, y sobre todo a principios del VI, tal identificación domina la opinión del mundo eclesiástico. El papa Gregorio Magno, según el historiador Migne, llegó a decir:
“Confieso que venero y recibo los cuatro Concilios como recibo y venero los cuatro libros del evangelio

Después de estas palabras, ¿alguien puede considerar que los papas estaban por encima de los concilios ecuménicos?
La verdad es que de la lista de los primeros sínodos generales ─o ecuménicos─ los cuatro primeros, Nicea, Constantinopla, Éfeso y Calcedonia, destacan con vigor propio y llegan a alcanzar un valor de criterio sagrado, igual que las Escrituras. Y de estos cuatro, Nicea es el concilio por antonomasia.

Tales conceptos son la culminación del sistema episcopal antiguo. Al mismo tiempo contrastan con los futuros planes del papado romano. Porque, en realidad, el sistema conciliar episcopal desmiente categóricamente las pretensiones romanistas.

Según el Derecho Canónico de la Iglesia romana (cánones 22─229), para que un concilio se legítimamente ecuménico se requieren tres condiciones: la primera es que el concilio sea convocado por el papa; la segunda, que sea presido por él mismo o por un representante suyo, y la tercera, que sea confirmado por la misma autoridad del romano pontífice.

Sin embargo, únicamente los ocho concilios papales de la Edad Media (del I de Letran al de Vienne y el V Lateranense) el de Trento, Vaticano I y Vaticano II reúnen estas condiciones. Mas, estos son precisamente los concilios que sólo la Iglesia romana tiene por válidos, pues ningún otro grupo de la Cristiandad los reconoce.

En cambio, los siete primeros concilios ecuménicos que conoce la Historia, fueron presididos y reconocidos sin la intervención directa ni indirecta de los papas.

El III concilio de Constantinopla no tuvo reparos en condenar por nombre, y sin vacilaciones, al papa de Roma Honorio por “seguir como propias las opiniones heréticas del monotelismo” Su nombre fue quitado de las listas de obispos y también de las liturgias. Y sus inmediatos seguidores también le anatematizaron. ¿Hubiese sido posible si los papas romanos hubiesen sido considerados como superiores a los concilios? Y no hablemos de la infalibilidad. ¿El infalible Honorio condenado por los infalibles que le sucedieron?

Seguirá para considerar el cómo eran elegidos los obispos de Roma.
 
XII. Entrega

La Elección de los Obispos de Roma


Si un habitante de la Roma de los siglos tercero y cuarto hubiera asistido a la investidura como papa en el Vaticano a Pacelli, Roncalli y Wojtyla seguro que habría dicho.

Así que nuestros dioses greco─romanos acabaron triunfando sobre el cristianismo“. Este con sus ornamentos no puede ser otro que el Pontifex Máximus de Zeus, Padre de los dioses.

Ciertos apologetas católicos (bien lo de apologetas es un decir pues que más bien lo son de Apolos y con mucha jeta) defienden la ilusión de que la iglesia romana siempre había sido tal como se presenta actualmente, salvadas ciertas pequeñeces de detalle y forma, pero que el obispo de Roma ha sido siempre no sólo obispo de una “diócesis (como cualquier otro obispo católico), sino Cabeza visible de la Iglesia Universal y Pontífice, obispo de los obispos de todo el orfe”, en su calidad de de supuesto Vicario de Cristo. Así, se intenta hacer creer que las tradiciones romanas se remontan a la antigüedad apostólica y son, por lo tanto, garantía de verdad y de auténtica Iglesia. Solo hay que leer las aportaciones de los apolosjetas romanistas que pululan en este foro para darse cuenta de ello.

Pero esto no resiste la más ligera investigación científica. Cualquier historiador serio sabe que Roma ha cambiado constantemente y que las doctrinas y prácticas papales son comparativamente muy tardías y fueron ignoradas durante casi un milenio. Por ejemplo en la elección de los papas se comprueba de una manera total la ignorancia de aquellos que presentan a cada nuevo pontífice como el sucesor de una cadena formada por eslabones sólidos, que se remonta diáfana hasta el primer siglo.

I.- Lo primero que encontramos en la elección de los antiguos obispos romanos es que no hubo intervención de los cardenales, por la simple razón de que estos no existían. Este “oficio” de cardenal, según el historiador Döllinger, se invento casi mil años después de C. y por su supuesto no hay ni una sola base en la tradición apostólica que la sustente. El Nuevo Testamento ignora completamente… y con él los primeros siglos de la iglesia…, el cargo de cardenal.

II.- En la elección de los antiguos obispos romanos tampoco intervenía ninguna representación de la Iglesia universal. Su elección solo tenía que ver con su ciudad y la iglesia que allí estaba. Nada más.

III.- Los obispos romanos eran elegidos exactamente igual que los demás obispos de la antigua Iglesia, es decir, con la participación del pueblo fiel de la ciudad (laicos) y “el clero” de la misma.

De estos tres puntos se desprende que el obispo de Roma era exactamente igual que el resto de obispos de las restantes ciudades de la cristiandad.

El prestigioso historiador Ignaz von Döllinger en su conocida obra
“El Papa y el Concilio” III, V. pp. 206 y ss afirma:
“Tenemos escritos y afirmaciones referentes a la jerarquía eclesiástica en la Iglesia y en ninguno de estos escritos de aquellos primeros siglos aparece la dignidad papal, ni se menciona nada parecido que pudiera existir en la Iglesia. En los escritos del Pseudo─Dionisio Areopagita, compuestos a finales del siglo V, y relacionados con la jerarquía, se menciona solamente a obispos, presbíteros y diáconos. Igualmente, Isidoro de Sevilla, el famoso teólogo español, en el año 631 menciona todos los grados eclesiásticos existentes en aquel entonces y los divide en cuatro grupos: patriarcas, arzobispos, metropolitanos y obispos. Graciano, canonista italiano del siglo XII, incorporó esta lista en su célebre obra titulada •”Decretos”, vale decir 500 años más tarde que Isidoro de Sevilla, y tiene que haberle llamado la atención que el oficio de Papa no estuviera incluido. Todavía Beato, abad español, proporciona la misma lista de Isidoro en el año 780. Beato tampoco sabe nada de una dignidad más elevada en la iglesia que la de patriarca.

Si ahora nos vamos al Nuevo Testamento, cuando el apóstol Pablo enumera los ministerios de la iglesia cristiana, tampoco hace mención del papado (1. Cor. 12:28; Efes. 4:11) Este fue un “olvido imperdonable” si el papa es realmente la piedra angular del edificio eclesiástico.

¿Dónde estaba, pues, el Papa en la iglesia antigua? La respuesta de la historia es: Al principio se les llamaba Papa (padre) a todos los obispos por un igual. Poco más tarde a los mismos presbíteros de aldea. A partir del siglo VI fue cuando comenzó a usarse para designar al obispo de Roma. Y, finalmente, Gregorio VII, en 1076, lo exigió exclusivamente para él y sus sucesores, añadiéndole el prefijo de “santo”. (A tenor de los que le precedieron en la época llamada “La Cautividad Babilónica de la Iglesia y la del “Reinado de las Rameras” el título les vino de perillas)

La palabra “papa” es de origen griego, no latino. Y fue en Alejandría, no en Roma, en donde primeramente se llamó “pope” (es decir, “papa”) al obispo. En oriente y entre los ortodoxos, dicho nombre sirve hoy para designar a todos los sacerdotes. (“popes”)

Continuará.
 
XIII. Entrega

La Elección de los Obispos de Roma

2ª Parte


Esta parte se basa “La Historia de los Papas” de Saba─Castiglioni ─autores católicos─ los cuales nos informan de cómo fueron elegidos obispos de Roma y que hoy son considerados como papas. Tomemos, a guisa de ejemplo, los casos de Dámaso y su sucesor Silicio (siglo IV). Claro que hay que tener en cuenta que en el siglo cuarto el “pueblo fiel” (elector tradicional) ya no era únicamente compuesto por los creyentes sinceros y realmente convertidos a Cristo, agrupados en la membresía de la Iglesia. Después de la paz de Constantino, al poco y bajo el mandato de Teodosio en que la religión cristiana pasó a ser el credo oficial del Imperio, todos los súbditos del emperador fueron considerados como cristianos y por consiguiente, en las elecciones eclesiásticas y también en todas las demás cuestione religiosas.
En la mente de todo el pueblo estaba el recuerdo de las persecuciones que sufrieron los cristianos por parte de los emperadores y era lógico temer que ahora los perseguidos serían aquellos que no aceptaran el ser cristianos. Así, una gran masa de gente se “hicieron” cristianos de nombre. Sin duda fue el primer paso de una constante que dominaría al cristianismo hasta hoy, el “nominalismo” al que le podemos añadir la actual secularización.
Vayamos, pues, a los historiadores Saba─Castiglioni los cuales escribieron en su “Del “liber Pontificales” la siguiente información relativa al papa Dámaso:

“Dámaso, español, hijo de Antonio, reinó durante 18 años,
dos meses y diez días. Una facción rival eligió simultáneamente papa al diácono Ursino. Reunidos en consejo, los sacerdotes confirmaron la elección de Dámaso, hecha por la inmensa mayoría del clero “Muerto Dámaso fue elegido para sucederle en el solio pontificio un antiguo diácono de Liberio, por nombre Sírico. También este nombramiento estuvo acompañado de tumultos callejeros y de oposición, ya que los partidarios de Ursino seguían perturbando la paz y la tranquilidad de Roma. Siríaco era romano e hijo de Tiburcio. Se conserva una carta de Valentiniano II dirigida al prefecto Piniano, en la que da noticia de la subida al solio pontificio de nuestro papa: “Te saludo, carísimo Piniano. Que el pueblo de la ciudad eterna esté de acuerdo y elija un óptimo sacerdote, lo juzgamos un acto digno del pueblo romano y nos alegramos que haya ocurrido en nuestros tiempos. Así, pues, del mismo modo que quisieron que el piadoso Siríaco, obispo de gran virtud, presidiese el sacerdocio mientras otros aclamaban al ímprobo Ursino, así también con nuestro beneplácito y gozo queremos que permanezca Siríaco en su puesto de obispo. ¡OH carísimo y suavísimo Pintano! Es seguramente señal grande de inocencia y probidad y de los fieles. Ursino, más tarde obispo de Nápoles, fue expulsado de Roma, quedando allí Dámaso dueño y señor. el que Siríaco haya sido elegido por aclamación y sido rechazados los otros.
(Saba─Castiglioni, “Historia de los Papas. Barcelona, 1951, Vol. I. pp 76 y 83.

“Dámaso, español, hijo de Antonio, reinó durante 18 años,
dos meses y diez días. Una facción rival eligió simultáneamente papa al diácono Ursino. Reunidos en consejo, los sacerdotes confirmaron la elección de Dámaso, hecha por la inmensa mayoría del clero “Muerto Dámaso fue elegido para sucederle en el solio pontificio un antiguo diácono de Liberio, por nombre Sírico. También este nombramiento estuvo acompañado de tumultos callejeros y de oposición, ya que los partidarios de Ursino seguían perturbando la paz y la tranquilidad de Roma. Siríaco era romano e hijo de Tiburcio. Se conserva una carta de Valentiniano II dirigida al prefecto Piniano, en la que da noticia de la subida al solio pontificio de nuestro papa: “Te saludo, carísimo Piniano. Que el pueblo de la ciudad eterna esté de acuerdo y elija un óptimo sacerdote, lo juzgamos un acto digno del pueblo romano y nos alegramos que haya ocurrido en nuestros tiempos. Así, pues, del mismo modo que quisieron que el piadoso Siríaco, obispo de gran virtud, presidiese el sacerdocio mientras otros aclamaban al ímprobo Ursino, así también con nuestro beneplácito y gozo queremos que permanezca Siríaco en su puesto de obispo. ¡OH carísimo y suavísimo Pintano! Es seguramente señal grande de inocencia y probidad y de los fieles. Ursino, más tarde obispo de Nápoles, fue expulsado de Roma, quedando allí Dámaso dueño y señor. el que Siríaco haya sido elegido por aclamación y sido rechazados los otros.
(Saba─Castiglioni, “Historia de los Papas. Barcelona, 1951, Vol. I. pp 76 y 83.


Vemos con claridad y de mano de historiadores católicos que los dos elementos que intervienen en la elección de todos los obispos de la cristiandad eran el clero y el pueblo de la ciudad episcopal. Durante siglos esto fue así incluyendo a los obispos de Roma. Y al igual que en los demás obispados, pronto también en Roma por “clero” se pasará a entender únicamente el llamado “alto Clero” (y no ya a todos los presbíteros como antaño), y por “pueblo” se aludirá solamente a la nobleza. Así, la elección de los obispos queda en manos de los dirigentes jerárquicos que controlan el poder cívico y religioso. Una trayectoria que conducirá al cesareo─papismo y que acabará triunfando en Oriente. La reacción Occidental desembocará en el Papado.

A partir del siglo V y con el emperador Teodosio, todos los emperadores llegaron a considerar válidas únicamente las elecciones de obispos que ellos aprobaran y ratificaban con su autoridad. Más tarde, cuando el obispo de Roma se alió con los francos (época que llegó a su apogeo con Carlomagno), consiguió la fuerza que necesitaba apara obrar independientemente tanto del emperador de Constantinopla como de las iglesias de Oriente (que se oponían a cualquier intento por parte del obispo de Roma ─o cualquier otro─ de hacerse superior a los demás, como Pontífice supremo), obteniendo con ello una relativa libertad y prominencia con respecto a las demás iglesias. Pero también fue la causa de que durante siglos se viese enzarzada en luchas interminables, intrigas y maniobras políticas de toda clase con reyes francos y con la nobleza de la ciudad de Roma. Todos los estamentos de la sociedad deseaban controlar y dominar al obispo de la ciudad eterna (nombre que le viene de la época pagana), cuya hegemonía religiosa y política iba en aumento y presagiaba el absolutismo papal de Hildebrando y el papado de Inocencio III. De aquel tiempo datan las vastas posesiones territoriales que fue adquiriendo el pontificado romano, los llamados “Estados temporales de la Iglesia” conservados hasta el siglo XIX.
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¿Semejante iglesia, fundada por Cristo?
 
XIV.- Entrega

La Elección de los Obispos de Roma

3ª.- Parte


La intervención Imperial en las Elecciones Papales.


A principios del siglo IX, la elección de los papas romanos (al igual que la de los papas de las demás ciudades) era todavía hecha por el clero y la nobleza romana, pero condicionada a la ratificación de los emperadores franco─germanos. Después de la elección del papa Sergio II (844─847) y cuando se procedió a su consagración sin esperar el consentimiento imperial “Lotario creyó violados sus derechos por lo cual ordenó a su hijo Luís que fuera a Roma con sus ejércitos” El sucesor de Sergio, León IV, también fue elegido y consagrado antes de recibir la venia imperial, debido a la necesidad de apresurar los trámites ante la amenaza de invasión que se cernía sobre los Estados temporales de la iglesia romana, pero para obrar así los electores tuvieron que presentar una respetuosa explicación al emperador declarando textualmente que habían actuado de aquella manera por necesidad, pero sin ánimo de menosprecio del poder y honor imperiales” (Sigo citando a Saba─Castiglioni. Ibid. P. 375)

La presencia de delegados imperiales en las elecciones pontificias se impone como obligatoria en el sínodo romano del año 898, en su canon décimo (Ibid 482) La intervención imperial fue afianzándose en tiempos de Otón, quien no vaciló en deponer al papa Juan XII y después a Benedicto V, colocando en su lugar primeramente a un antipapa León VIII, y luego al tenido por papa legítimo Juan XIII (Ibid pp.454─461) Benedicto VI (972─974) tuvo que aplazar más de cuatro meses su consagración “en espera de la confirmación imperial” (Ibd. P. 464). Asesinado por la nobleza romana, que no perdonaba su origen germánico a Benedicto VII (974─983), nombrado directamente por Otón II (Ibid. P. 466.)

En pleno siglo XI, el emperador Enrique II lleva el pontificado al capellán de su corte con el nombre de Clemente II (1046─1047), segundo papa alemán envenenado también pos la nobleza romana. (Ibd. P. 498)

No fue hasta Nicolás II (1058─1061) que proclamó, en el sínodo romano de abril de 1059, el célebre decreto por el que se fijaba la elección de los papas, confiándola al colegio de cardenales y arrancándola del poder temporal, si bien precisando todavía la confirmación imperial. Pero tuvieron que pasar muchos años y sostener muchas luchas antes de que pudieran ponerse en práctica tales decretos, que encontraron una fuerte oposición y que fueron distorsionados (como tantos otros documentos de la Edad Media), hasta el punto que resulta difícil precisar el verdadero alcance y sentido original que tuvieron en la mente de Nicolás II y su sínodo.

En sus inicios el colegio cardenalicio estaba compuesto por el clero de la catedral de Roma y siete obispos de la diócesis metropolitana. El oficio de cardenal, tal como lo conocemos hoy, empezó a pergeñarse precisamente a partir del siglo XI, cuando la iglesia romana lucha y obtiene la hegemonía sobre las demás iglesias de Occidente (Prof. Kurtz “Historia de la Iglesia Cristiana. Vol. I. p. 379)
La intervención imperial fue efectiva cuando dicho imperio era potente, pero cuando pasaba épocas de crisis la nobleza romana intrigaba constantemente en la corte pontificia y substituía con la suya la intervención imperial.

Visto todo esto ─y lo que seguirá─ cualquiera que tenga un mínimo de razonamiento no puede dejar de preguntarse: ¿Quién estaba por encima de quien? ¿Los papas? ¿Los concilios? ¿Los emperadores?
Es evidente, siguiendo rigurosamente la Historia, que tanto los Emperadores como los concilios estaban por encima de los papas.
Primero su consagración dependía de los emperadores y cuando desearon sacárselo de encima recurrieron al sínodo del 1059. Luego la validez de una consagración papal dependía del acatamiento, tanto por parte del papa como del emperador, de dicho sínodo.:9:
 
Re: El Concilio de Constanza y el Mito de la Sucesión Apostólica.

XV Entrega

La Elección de los Obispos de Roma


4ª Parte

La nobleza romana y la elección pontificia.

Según el testimonio de los historiadores del papado, no hay dudas respecto a que la intervención de la nobleza romana fue mucho más nefasta que la de muchos emperadores germanos. Fue ella la que dio origen a lo que se conoce en la Historia como la “edad de Hierro del Pontificado, que abarca los siglos IX y X y de la cual Baronio escribió: “¡Cuánta indignidad, locura y deformidad; cuán execrables y abominables cosas tuvo que sufrir la sagrada Sede Apostólica!”
Claro que hay que tener en cuenta que Baronio se equivocó en algo fundamental: que dicha Sede fuese Apostólica y menos aún sagrada.

Varios partidos y famitas romanas dominaron alternativamente el Papado y trataron de nombrar pontífices de entre sus protegidos y familiares (1) Un ejemplo de cómo la lucha entre las facciones rivales de la nobleza romana nos la ofrece el caso del papa Formoso (891─896) ultrajado aún después de su muerte por sus enemigos. (2)

En el año 898, Juan IX convocó un sínodo romano que estableció inequívocamente que la consagración pontificia debería tener lugar necesariamente en presencia de los legados imperiales (3)

No él como papa, sino un sínodo. Luego ¿quién estaba por encima, el papa o el Sínodo?

No fue hasta el siglo XII, en el Tercer concilio de Letran que se estableció la validez de la elección papal sobre la base de los votos de los dos tercios de los cardenales. Las distintas normas para la celebración de un cónclave datan del Segundo concilio de Lyon, normas que han sufrido muchos retoques desde entonces. Hasta los últimos papas ─Pio XII, Juan XXIII y J.P.II─ añadieron modificaciones a las mismas.

Según el historiador católico H. Jedín, las normas del nuevo procedimiento de elección papal aprobadas por el Segundo de Lyón eran copia de las que seguían en las elecciones de magistrados de algunas ciudades italianas. (4)

La intervención de los poderes seculares en las elecciones pontificias no acabó el siglo XIII, ni mucho menos. A la que podríamos llamar “edad de oro del papado”, bajo la égida de Inocencio III, sigue el período de mayor debilitamiento del pontificado romano que culmina con el traslado del papa a Avignon, Francia. Esto determina el aumento de cardenales franceses y el control de la elección de los papas por la monarquía francesa.

A partir del cisma de Occidente (tema de este epígrafe) que vio tanta proliferación de papas y antipapas, las injerencias de los monarcas tomaron un cariz más diplomático y sutil. Pero siguieron, más que nunca, a la orden del día. Los reyes se atribuyeron el derecho llamado “veto” o “exclusiva”, en las elecciones pontificias. En el siglo XIV, la “exclusiva”, en las elecciones por los grupos de cardenales representantes de sus respectivos países los cuales procuraban reunir los votos de los demás cardenales para nombrar al candidato favorito de sus monarcas. Estos grupos eran denominados “facciones de la corona” y cada uno de ellos tenía incluso su propio presidente “cardenal de la corona”. En el siglo XVI, los reyes de España conciben la “inclusiva”, consistente en proponer al colegio de cardenales electores una lista de candidatos favoritos para que de entre ellos se eligiera al papa. A comienzos del XVIII, las dinastías de Austria, Francia y España ejercen su “veto” a los candidatos no gratos, por medio del “cardenal de la corona”. Este “veto” estaba sujeto a unas normas reconocidas sólo implícitamente: para su eficacia debía ser ejercido antes de que el candidato, o candidatos, vetados hubieran conseguido los dos tercios de los votos. Podría poner muchos ejemplos, pero recordaremos las intervenciones que el Imperio Austro─Húngaro, en contra del cardenal Severoli, que ejerció en el conclave del 1823, y las del año 1903 en contra del cardenal Rampolla del Tíndaro. España ejerció el “veto” en los conclaves de 1829 y 1830 en contra del que había sino nuncio en Madrid, cardenal Giustiniani.

Y más recientemente. En el triste periodo del Nacional─Catolicismo en España, al Dictador General Franco el Concordato con el Vaticano le faculto para presentar una terna de candidatos al obispado cuando había una Sede vacante.

(1) Saba─Castiglioni, Op, cit. P. 430
(2) “ “ “ “ p. 423─431
(3) “ “ “ “ p 428
(4) H. Jedín. “Breve Historia de los Concilios”. P 67

Continuará
 
Re: El Concilio de Constanza y el Mito de la Sucesión Apostólica.

Pero, nosotros a lo nuestro. Mediante la Historia y la capacidad de argumentar:

XVI. Entrega

Conclusión.

La tremenda Lección de la Historia


La historia de las elecciones pontificias no es tan solo el esfuerzo por la conquista de la libertad de la Iglesia de las injerencias seculares. Si fuera tan solo esto sólo merecería comprensión, plácemes y nuestra simpatía incondicional. Pero la verdad es que se trata, además, del titánico esfuerzo de tal libertad al precio de la libertad de los poderes seculares, como claramente expusieron Hildebrando, Inocencio III y Bonifacio VIII. Es la historia de la lucha del pontificado por instaurar la teocracia papal que alcanzó su realización cumbre en el siglo XIII con Inocencio III, su concepto rival en la lucha por el “dominium mund” (1) Todo esto, ¿a que precio? Al del abandono de las normas que rigieron a la Iglesia antigua ─y mucho más las de la primitiva─ Pero, por una ironía de la historia, Roma, la nueva Roma, la papal, la surgida de los anhelos de León el Grande en el siglo V, y los logros prácticos de Hildebrando y sus sucesores a partir del XI, esta Roma del nuevo Imperio Sacerdotal del Pontificado sólo consiguió plena libertad para elegir a sus jerarcas cuando perdió sus Estados temporales defendidos con tanto ahínco hasta el último momento.

(1) “Historia General” dirigida por A. del Castillo. Vol. II, p, 334.

Reflexionemos:

Si la legitimidad de un papa depende de la legitimidad de su elección y la legitimidad de su elección depende a su vez de ciertas normas fijas (como parece sugerir el derecho canónico), hemos de llegar a la conclusión de que la legitimidad de muchos papas del pasado es dudosa y, por consiguiente, la cadena supuestamente ininterrumpida que pretende la apologética romana para nuestro encandilamiento se desmorona hecha pedazos. Ciñéndonos únicamente a la tristemente célebre Edad de Hierro la historia aporta irrefutables pruebas de muchos papas que fueron elegidos por simonía. Esto, y todas las múltiples y constantes injerencias principescas y reales, destruyen inexorablemente cualquier “cadena” legítimamente elegida que se pretende hacer de los obispos romanos. Y por si esto fuera poco ahí está la insuperable dificultad planteada por el Cisma de Occidente y la imposibilidad de demostrar la legitimidad de los papas después del concilio de Constanza.

Sin embargo, el mentis más rotundo que el testimonio de la historia da al Papado radica en el hecho de que dicha Institución fuese desconocida en los primeros siglos del Cristianismo.

Si nos vamos al primer concilio de la Iglesia, el de Jerusalén. Ya se desmienten todas las pretensiones y fundamentos del papado romano, posterior. En primer lugar no fue convocado por Pedro, tampoco lo presidió él sino Santiago. Pedro fue un testigo más junto a Pablo del problema que se tenía que resolver. Y la conclusión del mismo es harto clara:

Hechos 15: 6─29.-
Y se reunieron los apóstoles y los ancianos para conocer de este asunto. Y después de mucha discusión, Pedro se levantó y les dijo: Varones hermanos, vosotros sabéis cómo ya hace algún tiempo que Dios escogió que los gentiles oyesen por mi boca la palabra del evangelio y creyesen. Y Dios, que conoce los corazones, les dio testimonio, dándoles el Espíritu Santo lo mismo que a nosotros; y ninguna diferencia hizo entre nosotros y ellos, purificando por la fe sus corazones. Ahora, pues, ¿por qué tentáis a Dios, poniendo sobre la cerviz de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar? Antes creemos que por la gracia del Señor Jesús seremos salvos, de igual modo que ellos.
Entonces toda la multitud calló, y oyeron a Bernabé y a Pablo, que contaban cuán grandes señales y maravillas había hecho Dios por medio de ellos entre los gentiles. Y cuando ellos callaron, Jacobo respondió diciendo: Varones hermanos, oídme. Simón ha contado cómo Dios visitó por primera vez a los gentiles, para tomar de ellos pueblo para su nombre. Y con esto concuerdan las palabras de los profetas, como está escrito:
Después de esto volveré
Y reedificaré el tabernáculo de David, que está caído;
Y repararé sus ruinas,
Y lo volveré a levantar,
Para que el resto de los hombres busque al Señor,
Y todos los gentiles, sobre los cuales es invocado mi nombre,
Dice el Señor, que hace conocer todo esto desde tiempos antiguos.
Por lo cual yo juzgo que no se inquiete a los gentiles que se convierten a Dios, sino que se les escriba que se aparten de las contaminaciones de los ídolos, de fornicación, de ahogado y de sangre. Porque Moisés desde tiempos antiguos tiene en cada ciudad quien lo predique en las sinagogas, donde es leído cada día de reposo.
Entonces pareció bien a los apóstoles y a los ancianos, con toda la iglesia, elegir de entre ellos varones y enviarlos a Antioquia con Pablo y Bernabé: a Judas que tenía por sobrenombre Barsabás, y a Silas, varones principales entre los hermanos; y escribir por conducto de ellos: Los apóstoles y los ancianos y los hermanos, a los hermanos de entre los gentiles que están en Antioquia, en Siria y en Cilicia, salud. Por cuanto hemos oído que algunos que han salido de nosotros, a los cuales no dimos orden, os han inquietado con palabras, perturbando vuestras almas, mandando circuncidaros y guardar la ley, nos ha parecido bien, habiendo llegado a un acuerdo, elegir varones y enviarlos a vosotros con nuestros amados Bernabé y Pablo, hombres que han expuesto su vida por el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Así que enviamos a Judas y a Silas, los cuales también de palabra os harán saber lo mismo. . Porque ha parecido bien al Espíritu Santo, y a nosotros, no imponeros ninguna carga más que estas cosas necesarias: que os abstengáis de lo sacrificado a ídolos, de sangre, de ahogado y de fornicación; de las cuales cosas si os guardareis, bien haréis. Pasadlo bien.


El asunto era grave puesto que se trataba del futuro de la cristiandad. O sería una secta del judaísmo o por el contrario, el Nuevo Pacto profetizado por Jeremías (Jer. 31:27─34) sería Universal para toda la humanidad.
Ahora vayamos por partes:

I.- Quien preside el concilio no es Pedro, sino Jacobo.

II.- Pedro se limita a dar testimonio de su experiencia, especialmente en el caso del Centurión romano que recibió el Espíritu Santo sin estar ni bautizado ni circuncidado.

III.- A este le sigue el testimonio de Pablo y Bernabé.

IV.- Quien define doctrina fue Jacobo y a tenor de los testimonios citados. Estas, sus palabras son claras:
“Por lo cual yo juzgo que no se inquiete a los gentiles que se convierten a Dios,
V.- Pero la solución final la da la Iglesia. Estas palabras también son claras e irrefutables:
“Entonces pareció bien a los apóstoles y a los ancianos, con toda la iglesia”….

Por pocas entendederas que tenga el lector se dará perfecta cuenta que la opinión de iglesia fue fundamental porque apóstoles y ancianos eran junto al resto Iglesia. Pero lo laicos no eran entes pasivos y sin voz en la misma, sino tan activos como los apóstoles y ancianos.

VI.- Ahora la pregunta clave: ¿Quién tiene la autoridad final sino el concilio?

Lo mismo que en los de Nicea, Constantinopla, Calcedonia y Constanza. Pero el obispado de Roma se había pervertido de tal manera que aquella experiencia de volver a la cristiandad le estaba completamente vedada.

Todo lo que se dice en Apoc. 17:3─6 y 18:3─7. lo ha cumplido y realizado con creces la Institución Romanista

A los cristianos que aún permanecen en ella se les da un consejo que esta en 18:4.


Para redondear el tema veremos algunas de las múltiples falsificaciones
de antiguos documentos a fin de justificar las pretensiones papales.
AsÍ, que:

CONTINUARA.
 
XVII. Entrega

FALSIFICACIONES

Con este aporte iniciamos el tema de las falsificaciones


(Toro Sentado le ofrece, amigablemente, su pluma a Luis Fernando)

Mayoritariamente usaremos la obra “El papa y el concilio”, de Joham J. Ignats von Döllinge

Cap. III. Sec. VII.-


A comienzos del siglo noveno no había tenido lugar todavía ningún cambio en la constitución de la iglesia, especialmente en lo que se refiere a la autoridad para decidir en materias de fe. Cuando los obispos franceses acudieron a León III, éste les aseguró que lejos de colocarse por encima de los Padres del Concilio del 381, que hizo las adiciones al Credo Niceno, él no se atrevía a ponerse en un plano de igualdad con ellos, y por consiguiente rehusó sancionar la interpolación del “Filioque” en el Credo. (Concil. Gall, ─ed. Simondi─ II. 256.)

Pero a mediados de este siglo ─alrededor del 845─ apareció las más célebre falsificación documental; Las Decretales Isidorianas, cuyas consecuencias fueron mucho más allá de lo que su autor imaginara, y gradual, pero firmemente, cambiaron toda la constitución y el gobierno de la iglesia romana. Sería difícil hallar en toda la historia una falsificación que haya obtenido tanto éxito a pesar de su evidente tosquedad. Hace tres siglos que fue desenmascarada, (téngase presente que Döllinger escribía 1869.por lo que actualmente la data del descubrimiento sobrepasa los cuatro siglos) y, sin embargo los principios que introdujo y llevó a la práctica han echado raíces tan profundas en el suelo de la Iglesia, y se han desarrollado en su vida, que la exposición del fraude no ha producido ningún resultado en sacudir el sistema dominante.

Cerca de cien pretendidas decretales de los primeros Papas, juntamente con otros escritos espúreos de otros dignatarios de la Iglesia y actas de Sínodos, fueron compuestas entonces en el oeste de las Galias, y ávidamente tomadas por el papa Nicolás I, en Roma, para usarlas como documentos genuinos sobre los que apoyar sus nuevas pretensiones. El propósito inmediato del recopilador de esta falsificación fue proteger a los obispos contra sus metropolitanos y otras autoridades, para asegurarles impunidad absoluta y la exclusión de toda influencia del poder secular. Este fin iba a ser conseguido mediante un aumento tal del poder papal que, a medida que estos principios penetraban gradualmente en la Iglesia, y eran seguidos con todas sus consecuencias, ésta asumió necesariamente la forma de una monarquía absoluta sujeta al poder arbitrario de un solo individuo y así se colocaba el fundamento del edificio de la infalibilidad papal; primero, por el que los decretos de cada Concilio requieren la confirmación papal; segundo, por la afirmación de que la plenitud del poder, incluso en materias de fe, reside en el Papa sólo, quien es obispo de la iglesia universal, mientras que los demás obispos son sus siervos.

Ahora bien, si el Papa es realmente el obispo de toda la Iglesia, de manera que cualquier otro obispo es su siervo, aquél que es la única y legítima voz de la iglesia debe de ser infalible. Si los decretos de los Concilios no son válidos sin la confirmación papal, la comprobación de una doctrina innegablemente recae, en última instancia, en la palabra de un hombre, y la noción del poder absoluto de este hombre único sobre toda la iglesia incluye la de su infalibilidad, lógicamente. Con perfecta consistencia, pues, las Decretales seudo─isidorianas hacen decir a los primeros papas: “La Iglesia Romana permanece hasta el fin libre de la mancilla de la herejía. Ep. Lucií en la edic. De las Decretales de Hischius. P. 179. La misma afirmación es puesta en labios de Marcos y Félix I.
Solo que, ¿Qué hacer con los papas Vigilo y Honorio? Ambos sostuvieron una herejía y fueron condenados por sendos concilios y, en el caso de Honorio sus inmediatos sucesores confirmaron la declaración conciliar de herejía.
¿Para que la celebración de Conclios? Ante cualquier duda sobre heréjía, hubiese bastado con consultar al obispo de Roma. ¿Fué así?
Continuará
 
Re: El Concilio de Constanza y el Mito de la Sucesión Apostólica.

XVII. Entrega

Falsificaciones


Döllinguer sigue diciendo:
“Todos los estudiantes eruditos de la antigüedad eclesiástica y de
las leyes canónicas, hombres como De Marca, Baluze, Costant;
Berardi, Zallwein, etc. Estaban de acuerdo en reconocer que el cambio
introducido por las seudo isidorianas fue sustancial y desplazó al
antiguo sistema del gobierno de la Iglesia para traer uno nuevo en su lugar. Escritores modernos han dicho que el recopilador de la falsificación solamente intentó codificar un estado de cosas existente dándole una base legal y que el mismo desarrollo hubiese tenido lugar sin este truco.
(Así Walter, Philips, Schulte, Pachmann. ─Döllinger “Historia de la Iglesia” (II, 41-43)-

Antes de esta recopilación muchas otras y muy eficaces falsificaciones habianse ganado un reconocimiento gradual en Roma desde el principio del siglo sexto; y sobre ellas se basó la máxima de que el Papa, como suprema autoridad en la Iglesia, no podía ser juzgado por ningún hombre.

(Precisamente el siglo en el que un concilio condenó por herejía al papa Honorio)

Cuando la sede de Roma ocupada por Nicolás I. (558─867), un papa que excedía a todos sus predecesores en cuanto a la audacia de sus designios, fue cuando las falsas decretales empezaron a ser ampliamente conocidas y favorecido por el desmoronamiento del imperio de Carlomagno , se enfrento tanto con Oriente como con occidente con la firme resolución de presionar hasta el máximo todas las pretensiones de cada una de sus predecesores, llevando la supremacía romana al punto de hacer de ella una monarquía absoluta. Mediante la tergiversación audaz pero poco natural, de una sola palabra en contra del sentido de todo un código, se las arregló para hacer decir a un canon de un Concilio General, (que excluía toda apelación a Roma) que todo el clero de Oriente y Occidente tenía derecho a apelar a Roma, haciendo al Papa juez supremo de todos los obispos y clero de todo el mundo.

(Se trata del Canon 17 de Calcedonia, que habla de apelaciones al “primas dioseceos”, es decir: uno de los patriarcas orientales, no un dirigente civil, como piensa Jarmann (“Politik der Pabaste”. II. 13). Nicolás dijo que el singular debía entenderse como el plural “dioceseon” y que el “primate” significaba el Papa)

En este sentido escribió al emperador de Oriente, al rey franco Carlo─Magno, y a todos los obispos francos. Pero no era fácil engañar a los Orientales, quienes con hombres de visión tan aguda como Focio vieron clara que la composición de todos estos arreglos se habían fraguado en Roma, a expensas de los nombres de Silvestre y Sixto que fueron usados durante siglos y que le valieron a la Iglesia de Roma el reproche, a menudo alegado por los griegos, de ser el hogar nativo de las invenciones y falsificaciones de documentos. Poco después, habiendo aceptado el material falsificado en el taller isidoriano (alrededor del año 836 o 864) Nicolás disipó las dudas de los obispos francos asegurándoles que la Iglesia Romana había preservado todos estos documentos durante mucho tiempo, y con gran honor, en sus archivos, afirmando además que cada escrito de un papa, incluso si no forma parte de la colección Dionisíaca de cánones obligaba a toda la Iglesia.
(Estoy citando a Mansi. “Concilos”. V. 202. 688, 694, y XV. 695.)
En el sínodo de Roma del 863 anatematizó por consiguiente a todos los que rehusaron recibir la enseñanza o las ordenanzas de un papa. (Según cita Harduin, en “Concilios”, V. 574)

De nuevo se impone la lógica: Si lo aprobado por los concilios para que fuese válido dependía del Papa romano ¿por y para que se celebraban? Las dificultad de viajar en aquellos tiempos imponía a los conciliares un esfuerzo inútil. ¿Por qué entonces no consultaban al Papa y, si era lo que decía ser y que indefectiblemente llevaba aparejada la infalibilidad, hubiese bastado?.
Que dice el actual código del derecho canónico.

Canon 337.
1. La potestad del Colegio de los Obispos sobre toda la Iglesia se ejerce de modo solemne en el Concilio Ecuménico.
(Eso me huele a Concilio sobre los papas)
2. Esa misma potestad se ejerce mediante la acción conjunta de los Obispos dispersos por el mundo, promovida o libremente aceptada como tal por el Romano Pontífice, de modo que se convierta en un acto verdaderamente colegial.
(¿Lo que se da no se quita? Pues parece que esto no funciona en Roma, porque ya se lo ha quitado)

3. Corresponde al Romano Pontífice, de acuerdo con las necesidades de la Iglesia, determinar y promover los modos según los cuales el Colegio de los Obispos haya de ejercer colegialmente su función para toda la Iglesia.

Canon 338.
1. Compete exclusivamente al Romano Pontífice convocar el Concilio Ecuménico, presidirlo personalmente o por medio de otros, trasladarlo, suspenderlo o disolverlo, y aprobar sus decretos.

2. Corresponde al Romano Pontífice determinar las cuestiones que han de tratarse en el Concilio, así como establecer el reglamento del mismo; a las cuestiones determinadas por el Romano Pontífice, los Padres conciliares pueden añadir otras, que han de ser aprobadas por el Papa.
Canon 339.

1. Todos los Obispos que sean miembros del Colegio Episcopal, y sólo ellos, tienen el derecho y el deber de asistir al Concilio Ecuménico con voto deliberativo.

Ahora que los romanistas me demuestren en cual de los Siete Concilios ecuménicos se ha cumplido lo que se cita en el Canon 338.

Además, si esto es así, para que deliberar. Con consultar a Roma hubiese bastado.

Luego hay que convenir que estos son propios de la Institución religiosa que se separó de la catolicidad y que nada tiene que ver, ni de lejos, con la iglesia conciliar de los 8 primeros siglos. Aun no se había pergeñado la burda falsificación que conocemos como las” decretales seudo─Isidorianas”.

Continuará
 
Ahora citame el mensaje donde yo diga lo que tu me atribuyes:

"Que Pedro era el únicio lider de la iglesia."

Te espero.
Si no es desde la falacia muchos protestantes se quedan si nada que argumentar.
Al menos muchos la mitad de sus argumentos ( excepto rey y nata son entre el 80% y el 99% falacia ) son falacia .
Parece te interpretan que dijiste Pedro es el único líder no lo dijiste y ya aclaraste ni lo quisidte decir ,
Que sigue ? Otra falacia , juicio o consejo .te lo firmo .
 
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Gracias por tu aporte amigo.
Además de esto sí, estoy de acuerdo con tu perspectiva pero...

De esos tres hay uno que CLARAMENTE sobresale: Pedro. Esto
Y las pruebas INNEGABLES ya las puse en el el OP.

Saludos
Como dije anteriormente, es posible que Pedro fuera el mayor de los Apostoles (en edad), fue quien recibio del Espiritu testimonio de la deidad de Jesus primero y tambien, como hombre de negocios de renombre en su area, tenia reputacion ante la poblacion.

No hay evidencia en los textos tempranos de la Iglesia primitiva de que Pedro tuviera un posicion hegemonica como la que siglos mas tarde le injecta la iglesia de Roma. Porel contrario, un par de decadas mas tarde vemos a Santiago, el hermano de Jesus, como obispo (partor lider) de la congregacion de los cristianos en Jerusalen (Hechos 15).

Pablo, al final de su cuarto viaje misionero, vivió en Roma entre los años 61 y 63 d. C. Durante su estancia en la ciudad, escribió las epístolas a los Efesios, Filipenses, Colosenses y Filemón. Una vez más, no menciona a Pedro, lo cual sería una omisión notable si este último también hubiera estado prisionero en la famosa ciudad. Si bien esto no constituye una prueba concluyente, sugiere que Simón no predicó ni vivió en Roma antes del año 63 d. C. Pedro escribió su segunda y última carta entre los años 65 y 66 d. C. En ella, no menciona haber estado en Roma ni haberla escrito desde allí. Dado que probablemente murió entre los años 67 y 68, cualquier posible visita a la ciudad habría sido muy breve y le habría dejado poco tiempo para difundir el evangelio antes de su muerte.

Los primeros Padres de la Iglesia debatieron ampliamente sobre la importancia de Pedro, destacando su influyente papel en la fundación y expansión de la Iglesia. Figuras como Ignacio de Antioquía, Ireneo de Lyon y Clemente de Alejandría contribuyeron a la comprensión del legado de Pedro, ofreciendo cada uno perspectivas únicas que enriquecieron el pensamiento cristiano primitivo. Pero no hay evidencia que le atribuyeran un papel de herearquia eclesiastica (mucho menos de sucesion apostolica) como se ;e atribuyo luego en la iglesia de roma.

Saludos
 

Los hipócritas no llegan al cielo , falsos como el billete de dos dólares y esta es mi premisa, el día de hoy para ustedes católicos romanos.​

2 Tesalonicenses 2: 11 Por esto Dios les envía un poder engañoso, para que crean la mentira,12 a fin de que sean condenados todos los que no creyeron a la verdad, sino que se complacieron en la injusticia.​

Como ustedes, que se la pasan validando la mentira de toda su doctrina espuria de la I.C.A.R y muy lejos de la verdad y la justicia de Dios.​

El billete de 2 dólares si existe . No es común pero si existe .
Ya de entrada empezaste mal . Luego te haces del lado de uno que niega Jesús sea Dios . Todo sea por estar contra la iglesia .
Dios los cría y ustedes se juntan .
 
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AHORA SÍ HERMANO! AHORA SI!!! VEO LA LUZ!!!
Qué argumentos!! te ajustas a todo lo que se te pregunta y para nada respondes con otra cosa que no tiene nada que ver!! Ahora SI!

Por favor ayudame, ahora que me has ayudado con tus argumentos dime a cual de las 40.000 doctrinas me tengo que ir?

a) Adventistas
b) Bautistas
c) Anabaptsitas
d) Metodistas
c) Pentecostales
d) Presbiteriano
e) Congregacionista
f) Evangelista
g) ...


ayudame!!!! dime cual CUAL!!!!! CUAL!!!
Que no te haga tonto con su argumento inicial , los billetes dev2 dólares si existen .
Tan fácil como googlear para probarlo .
Pero unos ni para eso tienen gracia .
 
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Ya me he leeido tu parrafada (interesante por cierto). Ahora, también te digo no voy a hacer tu trabajo:
Concluye TÚ qué ES lo que quieres decir.

Las citas biblicas o extrabíblicas son para apoyar tu conclusión (expuesta antes o después de las citas, como yo he hecho en el OP). No para copiapegarlas y que sea e interlocutor el que te haga el trabajo.

Porque lo que estás pegando es un muro interminable de textos anticatólicos que mezclan:
  • datos históricos sueltos,
  • errores factuales,
  • citas sacadas de contexto,
  • interpretaciones protestantes del siglo XIX,
  • ataques retóricos,
  • y conclusiones que no se siguen de las premisas.
Si intento contestar cada párrafo, nunca acabaré. Ese tipo de texto está diseñado para agotar.

Tú veras....Yo encantado de responder.
Eso sí, yo responderé a lo tuyo pero tú a los 8 argumentos de los evangelios a ingnorarlos por completo verdad? Suma y sigue
 
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Como dije anteriormente, es posible que Pedro fuera el mayor de los Apostoles (en edad), fue quien recibio del Espiritu testimonio de la deidad de Jesus primero y tambien, como hombre de negocios de renombre en su area, tenia reputacion ante la poblacion.

No hay evidencia en los textos tempranos de la Iglesia primitiva de que Pedro tuviera un posicion hegemonica como la que siglos mas tarde le injecta la iglesia de Roma. Porel contrario, un par de decadas mas tarde vemos a Santiago, el hermano de Jesus, como obispo (partor lider) de la congregacion de los cristianos en Jerusalen (Hechos 15).

Pablo, al final de su cuarto viaje misionero, vivió en Roma entre los años 61 y 63 d. C. Durante su estancia en la ciudad, escribió las epístolas a los Efesios, Filipenses, Colosenses y Filemón. Una vez más, no menciona a Pedro, lo cual sería una omisión notable si este último también hubiera estado prisionero en la famosa ciudad. Si bien esto no constituye una prueba concluyente, sugiere que Simón no predicó ni vivió en Roma antes del año 63 d. C. Pedro escribió su segunda y última carta entre los años 65 y 66 d. C. En ella, no menciona haber estado en Roma ni haberla escrito desde allí. Dado que probablemente murió entre los años 67 y 68, cualquier posible visita a la ciudad habría sido muy breve y le habría dejado poco tiempo para difundir el evangelio antes de su muerte.

Los primeros Padres de la Iglesia debatieron ampliamente sobre la importancia de Pedro, destacando su influyente papel en la fundación y expansión de la Iglesia. Figuras como Ignacio de Antioquía, Ireneo de Lyon y Clemente de Alejandría contribuyeron a la comprensión del legado de Pedro, ofreciendo cada uno perspectivas únicas que enriquecieron el pensamiento cristiano primitivo. Pero no hay evidencia que le atribuyeran un papel de herearquia eclesiastica (mucho menos de sucesion apostolica) como se ;e atribuyo luego en la iglesia de roma.

Saludos

Lo primero gracias otra vez por mantener el buen debate aportando datos que, tomados solos, efectivamente inducirían a la conclusión que sacas.

Pero pasa lo que acabo de mencionar; que están tomados solos ignorando los indicios que por un lado son más numerosos y que por otro contradicen esa conclusión tuya.

Veamos:
La idea de que Pedro solo era un hombre mayor o un empresario reputado no explica en absoluto por qué Jesús mismo le dio funciones que no le dio a ningún otro apóstol. La primacía de Pedro no se basa en edad, estatus social ni liderazgo natural, sino en la voluntad explícita de Cristo. Argumentos:
1) Sólo a él le cambia el nombre como a un dirigente o lider del AT (Abraham, Jacob, Josué)
2) Sólo el recibe las llaves del Reino de los cielos (Mt 16,19),
3) Es el único a quien Jesús manda confirmar a sus hermanos (Lc 22,32)
4) Es el único a quien Cristo le confía el pastoreo universal del rebaño (Jn 21,15-17).
5) ...todos los demás argumentos del OP

Nada de esto tiene que ver con edad o reputación; es pura autoridad espiritual concedida por Cristo de manera personal.

En cuanto a Santiago, sí fue líder de la comunidad local de Jerusalén, igual que Timoteo lo fue en Éfeso o Tito en Creta. Pero esto no contradice la primacía universal de Pedro. Argumentos que vienen a confirmar la autoridad dada por Cristo en las citas anteriores:

1) En el concilio de Jerusalén (Hechos 15), Pedro es quien toma la palabra primero, define la cuestión doctrinal y, después de hablar él, “toda la asamblea calla”.
2)Santiago no decide en contra ni aparte de Pedro; simplemente formaliza la decisión ya establecida por la intervención de Pedro.
3) ...y las demás citas del OP


Esto refleja perfectamente el modelo antiguo de primado y colegialidad: liderazgo universal de Pedro y liderazgo local de otros obispos.

Respecto a Pablo y sus cartas, entiendo lo que quieres dejar ver pero la ausencia de Pedro en algunas epístolas no demuestra absolutamente nada.
Pablo tampoco menciona a la mayoría de los apóstoles en esas mismas cartas; ¿dejaron de existir?
Además, en 2 Tim 4,11 Pablo afirma que está solo con Lucas, lo cual no significa que Pedro no estuviera en Roma, sino que no estaba con él en prisión.
Lo que Pablo no menciona nunca puede funcionar como prueba; es un argumento del silencio, una falacia básica.

La cronología histórica tampoco contradice la presencia de Pedro en Roma. Argumentos:
  • La Primera de Pedro se escribe desde “Babilonia” (1 Pe 5,13), término que la mayoría de estudiosos, (incluyendo protestantes serios como Lightfoot o Zahn), identifican claramente con Roma.
  • Clemente de Roma, hacia el año 96, afirma explícitamente el martirio de Pedro en Roma, y es imposible que un testimonio tan temprano esté contaminado por desarrollos medievales.
  • Ignacio de Antioquía (110 d.C.) habla de la Iglesia de Roma como “la que preside” sobre las demás.
  • Ireneo, en 180, afirma que Pedro y Pablo fundaron la Iglesia de Roma y que todas las iglesias deben concordar con ella por su autoridad principal.
Todo esto ocurre más de 100 años antes de Constantino, del Vaticano, de la Edad Media o de cualquier supuesto “romanismo”.

Finalmente, no es cierto que los Padres vieran a Pedro solo como una figura honorífica sin autoridad. Argumentos:
  • Clemente interviene con autoridad real en Corinto
  • Ignacio reconoce la primacía de Roma
  • Ireneo formula claramente la importancia jerárquica de la Iglesia romana fundada por Pedro
  • Autores como Tertuliano u Orígenes hablan explícitamente de la cátedra de Pedro.
La primacía no es una invención medieval: es una realidad probada del cristianismo del siglo I y II. Afirmar lo contrario es repetir argumentos protestantes modernos que no encajan ni con la Biblia ni con la historia.
ç

Si quieres negar la primacía de Pedro, no solo tendrás que ir en contra las fuentes extrabíbilicas o a tradiciones tal y como tu y otros estais intentando apelar.
También tienes que ir contra el Nuevo Testamento (mis argumentos intocados hasta este mensaje en el OP).
Hasta ahora pareciera que los soloscriptura fuesemos los católicos. No te parece?

Gracias.
 
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Reacciones: MiguelR y Jima40
Si quieres negar la primacía de Pedro
Nunca vas aceptar que 3 apóstoles fueron las columnas de la iglesia, porque si lo aceptas se te cae la sucesión apostólica.

Y es inútil el debate contigo, es obvio que por más que se te escriba la biblia entera no lo vas aceptar.

Te reitero: tres apóstoles fueron las columnas de la iglesia.

Has sido más que refutado.
 
Nunca vas aceptar que 3 apóstoles fueron las columnas de la iglesia, porque si lo aceptas se te cae la sucesión apostólica.

Y es inútil el debate contigo, es obvio que por más que se te escriba la biblia entera no lo vas aceptar.

Te reitero: tres apóstoles fueron las columnas de la iglesia.

Has sido más que refutado.
Y dice tu biblia que la iglesia es columna y baluarte de la verdad y la iglesia son los integrantes por lo tanto todos son columnas, anda busacale en tu biblia tu puedes😁