“Desde mediados del siglo II d.C., algunos cristianos educados en la filosofía griega empezaron a sentir la necesidad de expresar sus creencias en términos
filosofiicos.
La que más les convino fue el platonismo.” (The New Encyclopædia Britannica, 1988.)
“La enseñanza de la Iglesia afirma la existencia del infierno y su eternidad.
Las almas de los que mueren en estado de pecado mortal descienden a los infiernos inmediatamente después de la muerte y allí sufren las penas del infierno, ‘el fuego eterno’.
La pena principal del infierno consiste en la separación eterna de Dios.” (Catecismo de la Iglesia Católica, tercera edición revisada, página 242.)
¿Sinembargoqué dice la Biblia?
“Los vivos saben que han de morir, pero los muertos no saben nada, pues no hay actividad ni planes, ni ciencia ni sabiduría, en el Seol adonde te encaminas.” (Eclesiastés 9:5, 10, Biblia de Jerusalén Latinoamericana.)
Seol es una palabra de origen hebreo que se refiere a “la morada de los muertos” y que algunas Biblias traducen por “infierno”.
¿Qué nos enseña este pasaje sobre el estado en que se encuentran los muertos?
¿Están siendo atormentados en el Seol para pagar por sus pecados?
No, pues el versículo dice que “no saben nada”.
En efecto, los muertos ni sienten ni padecen.
Eso explica por qué el patriarca Job, cuando estaba sufriendo una enfermedad muy grave, le pidió a Dios que lo protegiera “en el infierno” (Job 14:13, Biblia Americana San Jerónimo).
¿Habría hecho esa petición si el infierno fuera un lugar donde se torturara eternamente a las almas?
Claro que no.
En la Biblia, el infierno (o Seol) es la sepultura colectiva adonde va la gente al morir, un lugar simbólico donde no existe ninguna actividad.
Esta definición del infierno no solo concuerda con las Escrituras, sino que también es más lógica.
Al fin y al cabo, ¿qué horrible crimen podría cometer alguien para merecer que el Dios de amor lo torturara por los siglos de los siglos? (1 Juan 4:8.)