Las Escrituras enseñan el concepto de la aniquilación, y el ‘tormento eterno consciente’ es una tradición que tiene que ceder ante la suprema autoridad de las Escrituras”. (Essentials—A Liberal-Evangelical Dialogue.)
Cuando la Biblia alude al último estado de condenación (“Gehena”); suele usar terminología relacionada con “destrucción”; en griego, “el verbo apollumi (destruir) y el sustantivo apòleia (destrucción)”.
Se dice que el verbo “apollumi” en voz activa y función transitiva quiere decir “matar”. (Mateo 2:13; 12:14; 21:41.)
Por eso, cuando leemos en Mateo 10:28, según la versión Reina-Valera de 1960, que Dios destruye “el alma y el cuerpo en el infierno”, la idea que se da es de destrucción por muerte, no sufrimiento eterno.
En Mateo 7:13, 14, Jesús contrasta el ‘camino estrecho que conduce a la vida’ con ‘el camino ancho que conduce a la destrucción’.
Sería incoherente, por tanto, que se hablara de personas que han de sufrir destrucción, cuando en realidad no son destruidas”.
Si matar es privar de la vida al cuerpo, el infierno supondría la privación de la vida física y la espiritual, es decir, la extinción del ser”. (Essentials, páginas 315, 316