¿Como responderíamos si, ahora que sabemos lo que la Biblia dice acerca de la condición de inconsciencia de los muertos, hallara un texto bíblico que mencionara un lugar de tormento? Ecl. 9: 5
¿Razonaríamos que esto sería razón para pasar por alto todos los demás textos bíblicos y apegarse a la idea de que todavía pudiera haber una posibilidad de que la existencia consciente continuara después de la muerte, o emprenderíamos un examen cuidadoso del contexto para determinar precisamente qué pudiera en realidad significar el texto y cómo armoniza con lo demás de la Biblia?
La razón que nos lleva a considerar esto es que el libro bíblico de Revelación sí habla de “tormento” en un “lago de fuego.”
Revelación 20:10
declara: “El Diablo que los estaba extraviando fue arrojado al lago de fuego y azufre, donde ya estaban tanto la bestia salvaje como el falso profeta; y serán atormentados día y noche para siempre jamás.” Revelación 19:20.
El hecho de que no debemos apresurarnos a considerar esta expresión como literal se desprende de la naturaleza del libro de Revelación.
Las palabras de apertura del libro dicen: “Una revelación por Jesucristo, que Dios le dio, para mostrar a sus esclavos las cosas que tienen que suceder dentro de poco.
Y envió a su ángel y por medio de él la presentó en señales a su esclavo Juan.”—Revelación 1:1.
Como se declara ahí, esta revelación fue presentada “en señales.”
Entonces, ¿qué hay del “lago de fuego” y el “tormento” que hay en él? ¿Son literales o son también “señales” o símbolos?
La información adicional que se da en cuanto a lo que es echado en el lago de fuego, además del Diablo, la “bestia salvaje” y el “falso profeta,” arroja luz sobre este asunto.
Las palabras de Revelación 20:14, 15: “La muerte y el Hades fueron arrojados al lago de fuego.
Esto significa la muerte segunda: el lago de fuego.
Además, cualquiera que no se halló escrito en el libro de la vida fue arrojado al lago de fuego.”
Pues bien, ¿es posible que la muerte y el Hades sean arrojados en un lago de fuego literal?
Obviamente no, porque no son objetos, animales ni personas.
La muerte es un estado o condición. ¿Cómo pudiera ser arrojada en un lago de fuego literal?
En cuanto al Hades, es el sepulcro común de la humanidad.
¿Qué clase de lago pudiera contenerlo?
Además, Revelación 20:14, 15 no dice que el lago sea literal.
Más bien, leemos que el “lago de fuego” es en sí mismo una señal o símbolo de “muerte segunda.”
Lo mismo se indica en Revelación 21:8: “En cuanto a los cobardes y los que no tienen fe y los que son repugnantes en su suciedad y asesinos y fornicadores y los que practican espiritismo e idólatras y todos los mentirosos, su porción será en el lago que arde con fuego y azufre. Esto significa la muerte segunda.”
Puesto que el lago de fuego simboliza la muerte segunda, el echar la muerte y el Hades en él es sencillamente una manera simbólica de decir que estas cosas serán destruidas para siempre.
Esto concuerda con la declaración de la Biblia de que ‘el último enemigo, la muerte, ha de ser reducido a la nada.’ (1 Corintios 15:26)
Y, puesto que se vacía al Hades, el sepulcro común de la humanidad en general, y la “muerte no será más,” eso significa que el Hades cesa de funcionar, pasa de la existencia.—Revelación 20:13; 21:4.
Entonces, ¿qué es el “tormento” que experimentan los hombres inicuos y otros que son arrojados en el “lago de fuego”?
No teniendo existencia consciente, no podrían experimentar tormento literal ¿verdad?
Y no hay nada en las Santas Escrituras que muestre que tendrán existencia consciente alguna.
Por eso, ¿por qué habla la Biblia de tormento eterno en el “lago de fuego”?
Puesto que el “lago de fuego” es simbólico, el tormento que se asocia con él también tiene que ser simbólico o figurativo.
Esto se puede comprender mejor a la luz de lo que la Biblia dice acerca de las cosas que son arrojadas dentro del “lago de fuego.”
Lo que debemos observar es que la “muerte segunda” es lo simbolizado por el “lago de fuego.”
La muerte adánica, es decir, la muerte que ha heredado de Adán y Eva toda la humanidad nacida después que ellos pecaron, nunca es comparada con una cosa tan temible, aunque la muerte es “el salario que el pecado paga.”—Romanos 6:23.
Jesucristo comparó a un sueño el estado de muerte de los que mueren debido al pecado heredado.
Por ejemplo, dijo de Lázaro, que estuvo muerto por partes de cuatro días: “Nuestro amigo Lázaro está descansando, pero yo me voy allá para despertarlo del sueño.” (Juan 11:11)
Más tarde, hasta Jesús durmió el sueño de la muerte por partes de tres días.
“Ahora Cristo ha sido levantado de entre los muertos, las primicias de los que se han dormido en la muerte.” (1 Corintios 15:20)
La muerte es como un sueño, puesto que termina en un despertamiento.
Sin embargo, los que han de experimentar la “muerte segunda” no tienen el consuelo de una esperanza de resurrección.
Lo de ellos no es un sueño. Nunca despiertan de la destrucción en la muerte segunda.
Puesto que esta condición sin base para esperanza los mantiene en su agarro, son ‘atormentados para siempre’ en el sentido de estar eternamente restringidos sin tener existencia o actividad consciente alguna.
El hecho de que su restricción en la “muerte segunda” se compara con tortura por medio de ser encerrados en prisión lo muestra Jesús en su parábola del esclavo desagradecido y cruel.
En cuanto a lo que el amo del esclavo le hizo, Jesús dijo:
“Y encolerizado su señor, le entregó a los verdugos hasta que pagase todo lo que le debía.” (Mateo 18:34,
La Biblia de Jerusalén)
muestra quiénes son estos atormentadores al decir: “Con eso su amo, provocado a ira, lo entregó a los carceleros (lectura marginal: atormentadores), hasta que pagase todo lo que se debía.”
El mismo hecho de que el “lago de fuego” es un símbolo de la “muerte segunda” elimina la idea de que sea un lugar de tormento consciente.
En ningún lugar sugiere la Biblia siquiera que los muertos puedan experimentar tormento consciente; los muertos, más bien, han perdido toda sensación.
De los que están muertos en el sepulcro común de la humanidad, la Biblia dice: “Allí los inicuos mismos han cesado de la agitación, y allí los fatigados en cuanto a poder descansan. Juntos los prisioneros mismos están en desahogo; realmente no oyen la voz de uno que los obligue a trabajar. Pequeño y grande allí son lo mismo, y el esclavo queda libre de su amo.”—Job 3:17-19.
Tal como la muerte a la cual continúan estando sujetos los hombres en general termina toda sensación y sentimiento, así lo hace la “muerte segunda.”
No obstante, no hay perdón de pecados ni rescate posible para los que son castigados con la “muerte segunda.”
Ese estado oprobioso es lo que les toca para siempre. El recuerdo de ellos es como cosa podrida.—Isaías 66:24; Proverbios 10:7.
Pero hasta antes que los inicuos sean hundidos en aniquilación total, “muerte segunda,” sufren tormento.
A esto se hace referencia simbólicamente en Revelación 14:9-11: “Si alguno adora a la bestia salvaje y a su imagen, y recibe una marca en su frente o sobre su mano, también beberá del vino de la cólera de Dios que está vaciado sin diluir en la copa de su ira, y será atormentado con fuego y azufre a la vista de los santos ángeles y a la vista del Cordero.
Y el humo de su tormento asciende para siempre jamás, y día y noche no tienen descanso, los que adoran a la bestia salvaje y a su imagen, y cualquiera que recibe la marca de su nombre.”
Las palabras de Revelación que vienen inmediatamente después de eso suministran la clave: “Aquí es donde significa aguante para los santos, los que observan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús.”—Revelación 14:12.
Los santos no necesitarían aguante, si los adoradores de la “bestia salvaje” y su “imagen” estuvieran encerrados en un lugar literal de tormento.
A esos adoradores falsos entonces se les habría privado de todo poder para causar daño a los siervos fieles de Dios.
Pero mientras están vivos y libres pueden participar en actos odiosos y crueles contra los “santos.”
El hecho de que se introduce en el cuadro a los “santos” indica que ellos son los instrumentos que se usan para causar tormento a los inicuos.
Bueno, ellos proclaman el mensaje que señala a la destrucción eterna que espera a los adoradores de la “bestia salvaje” y su “imagen.”
Este mensaje pone a estos adoradores falsos en tormento, pues no les da descanso día ni noche.
Por eso ellos tratan de hacer todo lo que pueden para imponer silencio a los siervos de Dios.
La persecución que resulta de esto exige aguante de parte de los “santos.”
Finalmente, cuando los adoradores de la “bestia salvaje” y su “imagen” sean destruidos como por “fuego y azufre,” la evidencia de esa destrucción total ascenderá, como humo, para todo tiempo en el futuro.
Lo completo de esa destrucción pudiera ilustrarse por lo que les sucedió a las ciudades de Sodoma y Gomorra.
El discípulo Judas escribió: “Sodoma y Gomorra y las ciudades circunvecinas son puestas delante de nosotros como ejemplo amonestador al sufrir el castigo judicial de fuego eterno.” (Judas 7)
El fuego que destruyó aquellas ciudades había dejado de arder mucho tiempo antes que Judas escribiera su carta.
Pero la evidencia permanente, ‘eterna,’ de lo destructivo de aquel fuego permaneció, porque aquellas ciudades continuaron fuera de existencia.
El que la destrucción total, y no el tormento consciente por toda la eternidad, es el castigo que se da a los que persisten en la rebelión también concuerda con lo que Dios revela acerca de sí mismo en su Palabra la Biblia.
Jehová Dios es de tiernos sentimientos para con su creación humana así como para su creación animal.
Considere por un momento la ley de Dios acerca del toro que trabajaba: “No debes poner bozal al toro mientras está trillando.” (Deuteronomio 25:4)
Esta ley reflejaba el interés compasivo y cuidado de Dios con relación a animales irracionales.
El toro no había de ser atormentado evitándose por fuerza que satisficiera su deseo de alimentarse con una porción del grano que trillaba.
Mucho mayor es el interés y el amor de Dios para con la humanidad que para los animales irracionales.
Como Jesucristo recordó a sus discípulos: “Se venden cinco gorriones por dos monedas de poco valor, ¿no es verdad? Sin embargo ni uno de ellos está olvidado delante de Dios.
Pero aun los cabellos de las cabezas de ustedes están todos contados. No tengan temor; ustedes valen más que muchos gorriones.”—Lucas 12:6, 7.
¿No sería totalmente inconsistente, pues, el que alguien alegara que un Dios con tan tiernos sentimientos literalmente atormentaría a unas criaturas humanas por toda la eternidad?
¿Quién de nosotros querría ver a alguien sufriendo la más horrible tortura por siquiera una hora?
¿No es cierto que solo personas crueles y malvadas se deleitarían en ver a otros sufrir?
¿No se subleva nuestro sentido interior de amor y justicia cuando oímos que un padre ha atormentado a su hijo casi hasta el punto de matarlo por algún acto de desobediencia?
Prescindiendo de lo malo que haya sido el niño, se nos hace imposible considerar con sentimientos tiernos a tal padre.
El trato compasivo de Dios con la humanidad imperfecta, sin embargo, sí es atractivo a nuestro sentido moral.
Llena nuestro corazón de afecto y nos acerca más a nuestro Creador.
Imagínese: Aun cuando la gente merece castigo, Dios no se complace en tener que administrarlo.
Como exclamó el profeta Jeremías con referencia al juicio de Dios que le vino a la Jerusalén infiel: “Aunque haya causado desconsuelo, también ciertamente mostrará misericordia conforme a la abundancia de su bondad amorosa. Porque no de su propio corazón ha afligido ni desconsuela a los hijos de los hombres.”—Lamentaciones 3:32, 33.
Si no está en su corazón afligir o causar desconsuelo a criaturas humanas que merecen castigo, ¿cómo pudiera Jehová Dios mirar con aprobación por toda la eternidad la angustia de los inicuos?
Además, ¿para qué serviría eso? Según la teoría antibíblica del “fuego del infierno” del clero, hasta si los que sufren tormento quisieran cambiar, no podrían hacerlo, ni podrían mejorar su situación.
La Palabra de Dios muestra inequívocamente, sin embargo, que el castigo para todos los que persisten en la iniquidad es la destrucción total, no el tormento.
Comprendiendo que Jehová es un Dios amoroso y justo, podemos estar seguros de que su propósito para los que desean servirle es verdaderamente espléndido.
Con gran anhelo, pues, examinemos las Escrituras para enterarnos de las provisiones amorosas que él ha hecho para librar a la humanidad de la esclavitud al pecado y la muerte.