...En realidad, la aniquilación del instigador del mal será efectuada por los fuegos que en el día final quitarán todo vestigio de pecado y purificarán la tierra para que pueda ser el hogar de los redimidos...
Me detendré en esta parte porque, por un lado, la declaración de Cristo es simple y firme: El cielo y la tierra pasarán, pero Mis palabras no pasarán.
Pero, por otra parte, en el relato del juicio a las naciones, Cristo afirma categóricamente que habrá un fuego preparado para el diablo y sus ángeles, así como para todo el que no esté inscrito en el libro de la vida, según se lee también en Apocalipsis 21.
Esto reafirma que el soporte físico habrá de ser eliminado, y entonces todo será hecho nuevo, pero el diablo seguirá existiendo en la destrucción de su cuerpo espiritual, sufriendo fuego y gusano en un sufrimiento más allá de todo lo imaginable.
Se entiende luego que, por extensión, todos los seres humanos fuera de Dios habrán de seguir existiendo en la muerte segunda, separados de la vida... y eso sí que es la muerte.
Si yo me precio de haber sido redimido, debo ser capaz de lograr vencer el curso y proceso de esta dolorosa realidad presente; si muero, también sé que esta muerte sabrá a nada cuando Cristo me recoja y me lleve a la realidad eterna donde todo debió ser como debía.