La sangre está al servicio de la vida; no al revés
La sangre está al servicio de la vida; no al revés
Continuación de Respuesta a Mensaje # 1223:
2 – La Biblia no puede decir dentro de lo limitado de su texto todos los pormenorizados mandamientos de lo que los hombres fieles a Dios podemos hacer y no debemos hacer.
Con lo que sí está escrito, suficiente tenemos, tanto para obrar lo bueno con lo que nuestro prójimo es bendecido y Dios glorificado, como para no obrar lo malo en perjuicio de los demás y deshonra del nombre de Dios al que le profesamos amor y obediencia.
Tanto es esto así, que el mismo Señor Jesús resume toda la Ley y los Profetas en el amor a Dios y al prójimo (Mt 22:40).
Entiendo que el “retorcimiento macabro que se hace” es el de usar los versículos del Génesis, Levítico y Hechos para negarle la vida al desangrado que con un poco de nuestra sangre podría salvarse.
Considero que no puede estar en el 99,99% de los casos el prescindir de la transfusión, si es que se quiere salvar la vida de un paciente. Como no soy médico, esperaré mejor a que Oso se expida sobre el particular.
Debe tenerse además en cuenta, que no todos los hospitales gozan de las más modernas instalaciones, instrumentos, profesionales y productos substitutos de la sangre como para no practicar una transfusión.
Hay clínicas en la campaña que ni bancos de sangre poseen, y que en caso de asistir a un accidentado no hay otro recurso que hacer la transfusión directamente de un familiar que tenga el mismo grupo sanguíneo.
Eso de que “usáramos un poquito” (LA CABEZA) al menos” de veras que me gustó porque es con lo que siempre insisto: usar la nuestra sin fiarnos de los fulgores de las ajenas.
Sea con Eva, cuando procuró el mal de Job y hasta con nuestro mismo Señor Jesucristo, Satanás siempre tuvo sutiles argumentos y hasta versículos bíblicos que citar. Por eso decimos con Pablo: “no ignoramos sus maquinaciones”.
El aceptar una transfusión sanguínea no es un dilema sino una necesidad como lo son también ciertos estudios médicos que hasta nos da vergüenza nombrarlos por aquellas partes que deben explorar.
Dejar expuesta nuestra desnudez ante especialistas del sexo opuesto también es una situación bastante incómoda, pero debemos dejarles en libertad de hacer lo necesario si han de preservarnos de males mayores.
Para Dios es más importante la vida que nos ha dado para que con ella llevemos fruto, que la sangre que nos mantiene vivos. Si un poco de la nuestra salva la vida del desangrado ¡gloria a Dios! Si otro da algo de la suya para que yo siga viviendo para servirle y glorificarle ¡Bendito sea!
Lo que no podemos es invertir los términos pues con ello también invertimos los valores. Dios puso la sangre en Adam para después de soplar en él el aliento de vida, fuese un ser viviente. El proceso no fue al revés.
La sangre es para la vida del hombre y no la vida para mantener la sangre sin coagularse.
Dios no es un Drácula que con tal de conservar la sangre de los humanos mira con despreocupación que la gente muera y se haga polvo.
A Dios no le complace que se sepulte cadáveres con sus venas secas mientras los asistentes las tienen llenas de sangre que pudo haber salvado al ahora difunto.
Pocas cosas pueden pesar y doler más sobre la conciencia que el saber que permitimos que alguien muriera por este cruel engaño.
Dios es honrado con la vida que le dedicamos no con la muerte sin sentido.
Dios no es Dios de muertos sino de vivos.
La sangre nunca es más santa que cuando se da por la vida de otros, y nunca es menos santa que cuando se retiene en las venas mientras otros mueren por no recibirla.
Antiguamente el modo más impropio de emplear la sangre era comerla; actualmente lo es el no darla y recibirla para perpetuar la vida.
La sangre está al servicio de la vida; no al revés
Continuación de Respuesta a Mensaje # 1223:
2 – La Biblia no puede decir dentro de lo limitado de su texto todos los pormenorizados mandamientos de lo que los hombres fieles a Dios podemos hacer y no debemos hacer.
Con lo que sí está escrito, suficiente tenemos, tanto para obrar lo bueno con lo que nuestro prójimo es bendecido y Dios glorificado, como para no obrar lo malo en perjuicio de los demás y deshonra del nombre de Dios al que le profesamos amor y obediencia.
Tanto es esto así, que el mismo Señor Jesús resume toda la Ley y los Profetas en el amor a Dios y al prójimo (Mt 22:40).
Entiendo que el “retorcimiento macabro que se hace” es el de usar los versículos del Génesis, Levítico y Hechos para negarle la vida al desangrado que con un poco de nuestra sangre podría salvarse.
Considero que no puede estar en el 99,99% de los casos el prescindir de la transfusión, si es que se quiere salvar la vida de un paciente. Como no soy médico, esperaré mejor a que Oso se expida sobre el particular.
Debe tenerse además en cuenta, que no todos los hospitales gozan de las más modernas instalaciones, instrumentos, profesionales y productos substitutos de la sangre como para no practicar una transfusión.
Hay clínicas en la campaña que ni bancos de sangre poseen, y que en caso de asistir a un accidentado no hay otro recurso que hacer la transfusión directamente de un familiar que tenga el mismo grupo sanguíneo.
Eso de que “usáramos un poquito” (LA CABEZA) al menos” de veras que me gustó porque es con lo que siempre insisto: usar la nuestra sin fiarnos de los fulgores de las ajenas.
Sea con Eva, cuando procuró el mal de Job y hasta con nuestro mismo Señor Jesucristo, Satanás siempre tuvo sutiles argumentos y hasta versículos bíblicos que citar. Por eso decimos con Pablo: “no ignoramos sus maquinaciones”.
El aceptar una transfusión sanguínea no es un dilema sino una necesidad como lo son también ciertos estudios médicos que hasta nos da vergüenza nombrarlos por aquellas partes que deben explorar.
Dejar expuesta nuestra desnudez ante especialistas del sexo opuesto también es una situación bastante incómoda, pero debemos dejarles en libertad de hacer lo necesario si han de preservarnos de males mayores.
Para Dios es más importante la vida que nos ha dado para que con ella llevemos fruto, que la sangre que nos mantiene vivos. Si un poco de la nuestra salva la vida del desangrado ¡gloria a Dios! Si otro da algo de la suya para que yo siga viviendo para servirle y glorificarle ¡Bendito sea!
Lo que no podemos es invertir los términos pues con ello también invertimos los valores. Dios puso la sangre en Adam para después de soplar en él el aliento de vida, fuese un ser viviente. El proceso no fue al revés.
La sangre es para la vida del hombre y no la vida para mantener la sangre sin coagularse.
Dios no es un Drácula que con tal de conservar la sangre de los humanos mira con despreocupación que la gente muera y se haga polvo.
A Dios no le complace que se sepulte cadáveres con sus venas secas mientras los asistentes las tienen llenas de sangre que pudo haber salvado al ahora difunto.
Pocas cosas pueden pesar y doler más sobre la conciencia que el saber que permitimos que alguien muriera por este cruel engaño.
Dios es honrado con la vida que le dedicamos no con la muerte sin sentido.
Dios no es Dios de muertos sino de vivos.
La sangre nunca es más santa que cuando se da por la vida de otros, y nunca es menos santa que cuando se retiene en las venas mientras otros mueren por no recibirla.
Antiguamente el modo más impropio de emplear la sangre era comerla; actualmente lo es el no darla y recibirla para perpetuar la vida.