Ya que estás visitando este epígrafe se me ha ocurrido que te conteste aquí a tu Mensaje # 678 del epígrafe “¿Cuán santa o sagrada es la sangre?”,
para no salirnos de lo que estamos considerando allí.
1 – No estás comprometido a discrepar con cada cosa que digo, como si yo no “diera pie en bola”. Creo más bien que mi observación es objetiva, pues es de conocimiento público entre los medianamente informados.
2 – Mi ejemplo americanista y libertario llevaba únicamente el propósito de mostrar a Mario cómo el héroe o el mártir ofrenda su vida en aras de una causa que cree noble y justa y propende al bien general.
3 – No emito juicios de valor con las ilustraciones que propongo, pues soy consciente que la vida de muchos o de un solo hombre tiene mayor significado a cualquier causa que se invoque, y que con su triunfo, otros reptarán luego a su sombra obteniendo sus propios beneficios.
4 – Australia acaba de adoptar una interesante decisión al respecto.
5 – Hasta el momento, nada emprendí contra los TJ (ya lo haré después), sino que me limito a responder al planteamiento de Mario, ilustrando algo tan conocido como que mi libertad personal acaba donde empieza la del otro.
6 – No cuestiono las terapias alternativas, cuando es posible escoger entre ellas la que ofrezca mayor seguridad y eficacia. El problema se da cuando la única en la emergencia es la transfusión, y no se practica, porque constituye una de las peculiaridades distintivas de la Organización. El pleno derecho que en las repúblicas democráticas todos tienen de adorar a Dios en la forma que les plazca, no condice con el espectáculo de un ser humano semejante nuestro, dejándolo morir en su lecho de hospital, con el remedio fluyendo por las venas de los asistentes a su agonía. El Dios de verdad que dotó con la vida al embrión en su concepción, no está ávido porque su espíritu regrese a Él, siendo que lo puso en este mundo no para dejarse morir ¡todavía haciendo al Eterno responsable del desenlace!
7 – Ya sabemos que el mundo es malo y del maligno y rechaza a Dios. No me refiero ahora a la popularidad adquirida en las sociedades modernas por los ídolos de turno (preferentemente los políticos, deportivos y del espectáculo), como tampoco a los vicios y tendencias perniciosas en boga.
Cuando hablo de “conciencia colectiva” tengo presente a la sociedad toda en la que Dios no está ausente ni ajeno según entiendo de lo dicho por Pablo en Ro 2:15. A lo menos en los países occidentales, esta conciencia colectiva es conmovida con sentimientos de culpa toda vez que por los medios se da la noticia de una muerte producida por la negativa a una transfusión. Nuestro procedimiento jurídico fracasó en tales casos, cuando en última instancia la Suprema Corte de Justicia -por temor a ser censurada de estar violando la libertad religiosa-, consiente en respetar la voluntad expresa del paciente o la de sus allegados, sobreponiéndola a su propia vida. Fatal inconsciencia. Entonces reacciono:
-¿Qué religión es esa que prefiere la muerte al uso de la transfusión?
-¡No es eso sino obediencia fiel a un mandato de Dios! –dirás.
-Pero eso nunca han conseguido demostrarlo, no lo están consiguiendo ahora, y nunca lo conseguirán.
-¡Porque ustedes rehúsan entender lo que nosotros fácilmente entendemos!
-¡No! –diré-, es que ustedes mismos nunca lo entendieron así, porque es imposible al entendimiento humano comprender tamaña arbitrariedad.
-¿Entonces?
-Aceptaron el paquete entero que la Watchtower les entregó. Como en él venían algunas cosas buenas y hasta excelentes, no discernieron las malas y erróneas que las acompañaban.
8 – Como no soy médico, tampoco elijo yo la mejor alternativa terapéutica que se me deba aplicar, ni lo delego en mis familiares, sino que confío plenamente en el cuerpo médico para que ellos decidan lo que crean más conveniente. Si me dicen que únicamente un trasplante de corazón podrá salvarme y que la clínica dispone del órgano, estaré de acuerdo. Si me dicen que no hay ningún corazón disponible, pero que con cierto dinero pagado a un sicario, puede él ir y regresar con el corazón de un vagabundo joven y sano, por supuesto que me negaré y preferiré enfrentar mi propia muerte. Con la transfusión no se incurre en violación a un mandamiento divino, ni a principio alguno de la bioética, sino por el contrario se cumple con todo.
9 – No hallo diferencia sustancial entre el suicida activo que sopesa bien su situación y decide ponerle fin arrojándose a las vías al paso del tren, y el pasivo que se abstiene de todo alimento hasta morir de inanición. Lo mismo en cuanto al TJ, que aferrado a una creencia que le confiere esperanza de heredar la tierra tras su resurrección, y alentado por sus hermanos que rodean su lecho, va hacia su inminente fin sabiendo que con una transfusión comenzaría a reponerse (en el entendido que sea esa la única alternativa disponible). Nosotros todavía tenemos mejor esperanza pues es la de una inmediata entrada al cielo para estar junto con Cristo, lo cual es mucho mejor que esta presente vida, pero ni aun así optaríamos por dejarnos morir. Respetamos la vida en grado sumo, tanto la propia como la ajena.
Ustedes no fueron los descubridores del “abstenerse de sangre”. La cita de Hch 15:29 por casi dos milenios ha sido leída, y desde hace un siglo millones de estudiantes de la Biblia jamás vieron allí una prohibición a las transfusiones de sangre. Ustedes son los únicos que ven distinto a los demás porque usan las gafas marca “Watchtower”.
Con lo de “la mejor alternativa disponible” procuras una y otra vez salir del paso, cuando para nada discuto ese punto sino que lo acepto de plano.
De otro modo, sería un vampiro obsesionado por succionar sangre.
Lo que se contrapone a la transfusión de sangre no son las mejores alternativas disponibles, sino el rechazo de la transfusión cuando en la emergencia de un caso en particular ese es el único recurso sin otra alternativa por la que se pueda optar.
En los países del tercer mundo, mayormente, y lejos de las grandes ciudades, no es fácil hallar una clínica provista con otras modernas tecnologías que suplan ventajosamente a las transfusiones de sangre.
Si los TJ admitieran que en tales casos, en que no hay tiempo para trasladar a un herido a un hospital mejor equipado, se practicara la transfusión, nada tendría que replicar, pues entonces la preservación de la vida estaría garantizada para cualquiera de ellos en una emergencia.
Además, el pecado que comete el TJ que se rehúsa a la transfusión como recurso único en su emergencia, es más grave que el del común de los suicidas. Me explico: muchas veces el suicida sigue un loco impulso motivado por su depresión o por no soportar ya una situación desesperante. El TJ, en cambio, lo hace de forma reflexiva y deliberada.
10 – Que nuestras leyes humanas autoricen a un paciente a elegir la no aplicación del único recurso que salvará su vida, es un craso error. Por lo menos en mi país, yo haré cuanto esté de mi parte porque sea revertida tan equivocada condescendencia. Repito: apoyo la libertad de elección de otras alternativas, de haberlas. Si no las hay ¡practíquese la transfusión! El juramento hipocrático obliga al médico a salvar la vida de su paciente, no a permitirle que se salga con la suya, perdiéndola, para entonces firmar su certificado de defunción. Si Dios me concede éxito en Uruguay, proseguiré luego con Argentina y Paraguay. Si ésta es mi “peculiaridad” ¡bendigo a Dios por ella!
“Los facultativos pueden respetar la voluntad de sus pacientes hasta dónde comience el mínimo riesgo en perjuicio de su vida o su salud” (Ricardo Estévez Carmona). Sé que no soy John Stuart Mill, pero mi opinión también vale.
11 – Me gustaría que me citaras un solo ajusticiamiento por comer sangre. Que la ley está, está; que un solo israelita hubiera sido cortado de su pueblo por infringir el mandamiento, es otra cosa; espero me des la cita. Tú hablas del
“ajusticiamiento que la Deidad tuvo que aplicar, por tantos y tantos irrespetos a lo que Él decretó como prohibido, y que fue motivo suficiente para “quitar la vida” a los otrora infractores”.
Pues de entre “tantos y tantos irrespetos” muéstrame sólo uno por haber comido sangre o carne con su sangre. Recuerdo que el rey Saúl estuvo próximo a hacerlo, pero no lo hizo.
12 – En mi país no es costumbre que el paciente elija qué terapia acepta sino que se le aplica lo que el equipo médico determina. En caso que se le sugiera opciones varias, tanto él como su familia encarecen a los médicos porque sean ellos los que decidan. Normalmente, los facultativos tienen mayor conocimiento y práctica médica que sus pacientes. En caso que haya otras alternativas a la transfusión, se respetará la voluntad del paciente o sus allegados. Ningún médico porfía con la transfusión por personal capricho. Yo no conozco ningún precepto bíblico que se interponga para socorrer a un herido de manera sobresaliente, ¿tú sí?
13 – Es cierto que el pecado de “porneia” puede incluir diversas formas.
Pero el comer sangre ¿cuántas formas? Quizás poca o mucha; fría o caliente; dulce o salada; líquida o coagulada; cruda o cocida; ¿pero hay más?
Estamos contestes con que todas ellas son violadoras del mandamiento, pero ¿hasta dónde alcanza esa “generalidad”?
14 – La pregunta que todavía no ha contestado Mario tampoco tú la has respondido a menos que lo demos por hecho con tu “no estoy seguro”.
Cordiales saludos.