REFLEXIÓN
Durante años los judaizantes habían intentado portarse como “buenos cristianos,” guardando los mandamientos de la ley de Dios dados en el Monte de Sinaí.
Pero la cruda realidad era que en su vida individual había mucha frustración y sentimientos de culpa.
Se sentía incapaz de alcanzar el nivel de santidad que Dios pedía de él.
La vida cristiana parecía imposible.
Fue algo muy libertador cuando por fin uno de ellos comprendió el significado de la palabra clave del Evangelio:
"La Gracia"
Esta pequeña palabra encierra una maravillosa y poderosa verdad que marca la diferencia entre el cristianismo de toda otra religión.
Fue la gracia de Dios que cambió la vida de este ex judaizante.
Básicamente las demás religiones se fundamenta en la idea de
cumplir.
Tal fundamento es arrancado de este contexto:
Éxodo 19:8 Y todo el pueblo respondió a una, y dijeron: Todo lo que Jehová ha dicho,
HAREMOS. Y Moisés refirió a Jehová las palabras del pueblo.
La recetas varían pero, al fin y al cabo, todas se reducen a un asunto central:
HAZ ESTO O HAZ AQUELLO.
Todas pretenden tener la receta secreta para resolver nuestro dilema espiritual, y el mensaje siempre es el mismo—
todo depende de ti, de lo que hagas.
Las religiones promueven una cantidad de fórmulas para ganar el favor de Dios: guardar un puñado de horas de fin de semana, pagar diezmos, abstenerse de alimentos, prender velas, bañarse en ríos sagrados, sacrificar gallinas, hacer peregrinajes, enterrar fetos de llamas, auto-flagelarse, asistir a cultos, ayudar al vecino, etc.
Y si lo hacemos con la suficiente sinceridad y frecuencia, podemos convencer a Dios a dejarnos entrar en el cielo.
El Evangelio afirma todo lo contrario.
La Biblia declara:
“por GRACIA sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios NO POR OBRAS para que nadie se gloríe” (Ef. 2:8).
La gracia no sólo es el favor de Dios, es favor
inmerecido.
Cuando alguien obtiene lo que le corresponde, eso se llama
justicia. Cuando alguien es librado del castigo que merece, eso se llama
misericordia.
Pero, cuando alguien recibe un favor cuando merece todo lo contrario—eso se llama
Gracia.
La religiosidad dice:
“Voy a presentar a Dios lo que he hecho para obtener la salvación.”
Lucas 18:11 El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres,
LADRONES, INJUSTOS, ADÚLTEROS, NI AUN COMO ESTE PUBLICANO;
Lucas 18:12 AYUNO DOS VECES A LA SEMANA, doy diezmos de todo lo que gano.
La gracia dice:
“No tengo nada que presentar a Dios para obtener la salvación.
La recibo como un regalo, sin dar nada a cambio.”
La gracia no tiene NADA que ver en esfuerzos, méritos, logros, o virtudes.
Es dada, no a los buenos, sino a los culpables, los indignos, los perdidos.
Es para los que no tienen nada que ofrecer a Dios. Cristo dijo:
“Bienaventurados los pobres de espíritu porque de ellos es el reino de los cielos” (Mt. 5:2).
No podemos merecer la gracia, ni tampoco podemos devolver el favor. En el reino de Dios no reina la reciprocidad—reina la GRACIA.
Reina una generosidad extrema. Hasta lo Sumo.
El Apóstol Pablo no encontraba palabras para describir la gracia. En su carta a los Efesios él habla de . . .
“la gloria de su gracia” (1:6)
“las riquezas de su gracia” (1:7)
“las abundantes riquezas de su gracia” (2:7)
“las inescrutables riquezas de Cristo” (3:8)
Cuando el hijo prodigo volvió a casa después de ofender a su padre, despilfarrar su herencia, y embarrar el apellido de la familia, él tuvo la sorpresa de su vida. En lugar de ser castigado y expulsado, él padre salió corriendo para recibirle con besos, nueva ropa, anillo, zapatos, y una gran fiesta (Lc. 15:11-24).
Eso se llama
gracia.
Si bien la gracia es gratuita, a Cristo le costó todo.
La Biblia dice:
“Pero ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros por su gracia fueseis enriquecidos” (2 Co. 8:9).
Lo que nos permite ser “enriquecidos” con toda bendición espiritual no es algo que hacemos, sino la muerte de Cristo en nuestro favor.
Es asombroso. Es maravilloso.
Por el milagro de la gracia de Dios podemos estar en paz con Dios. Es la gracia de Dios que nos salva y nos transforma.
Es la gracia que nos impulsa a seguir y servir a nuestro Redentor. De principio a fin, la vida cristiana se fundamenta en la gracia.
El viejo código mosaico lo que hace es invalidar la Gracia de Dios.