En vista de que es algo sensible la variedad de opiniones que existen entre los cristianos al respecto de que si deben adorar durante el séptimo día de la semana, el sábado de los judíos, o el primer día de la semana (domingo), que fue cuando Cristo resucitó de la tumba, llamado el Día del Señor en las Santas Escrituras, no fue sino propio que con la restauración de su Iglesia en esta dispensación, el Señor hablara sobre el asunto. Por consiguiente, así lo hizo en una revelación que concedió al profeta José Smith en Sión, Distrito de Jackson, estado de Misuri, el día 7 de agosto de 1831, de la cual citamos estos versículos:Y para que más íntegramente puedas conservarte sin mancha del mundo, irás a la casa de oración y ofrecerás tus sacramentos en mi día santo;
porque, en verdad, éste es un día que se te ha señalado para descansar de todas tus obras y rendir tus devociones al Altísimo;
sin embargo, tus votos se ofrecerán en justicia todos los días y a todo tiempo;
pero recuerda que en éste, el día del Señor, ofrecerás tus ofrendas y tus sacramentos al Altísimo, confesando tus pecados a tus hermanos, y ante el Señor. (D. y C. 59:9-12.)
Esta revelación nos hace saber que el “día del Señor” es llamado por El “mi día santo”. Una vez más es por medio de la revelación del Señor a su profeta de esta dispensación que se aclara esta verdad, más bien que por medio del estudio de las Escrituras o historias antiguas. No obstante, conviene referirnos a las Escrituras antiguas para demostrar que esta revelación, dada por el Señor en el restablecimiento de su Iglesia en la tierra en esta dispensación, en ninguna manera contradice las instrucciones y revelaciones comunicadas por El mediante sus profetas en los días pasados.
LA HISTORIA DEL DÍA DEL SÁBADO
La palabra sábado deriva del latín sabbatum, y ésta del griego sabbaton, que a su vez viene del hebreo shabbath, cuya raíz shabath significa reposar o descansar.
Consideremos brevemente la historia del día del sábado: Y acabó Dios en el día séptimo la obra que hizo; y reposó el día séptimo de toda la obra que hizo.
Y bendijo Dios al día séptimo, y lo santificó, porque en él reposó de toda la obra que había hecho en la creación. (Génesis 2:2-3.)
Según esta narración, se establece claramente que “bendijo Dios al día séptimo, y lo santificó, porque en él reposó de toda la obra”. Sin embargo, el estudio de las Escrituras parece indicar que el primer mandamiento dado por medio de cualquiera de sus profetas sobre la observancia de este día como uno de adoración por parte del pueblo fue proclamado por Moisés unos dos mil quinientos años después de la creación. En el libro de Deuteronomio leemos la razón por qué Dios estableció este mandamiento entre los hijos de Israel en esa época: Jehová nuestro Dios hizo pacto con nosotros en Horeb.
No con nuestros padres hizo Jehová este pacto, sino con nosotros todos tos que estamos aquí hoy vivos.
Guardarás el día de reposo para santificarlo, como Jehová tu Dios te ha mandado...
Acuérdate que fuiste siervo en tierra de Egipto, y que Jehová tu Dios te sacó de allá con mano fuerte y brazo extendido; por lo cual Jehová tu Dios te ha mandado que guardes el día de reposo. (Deuteronomio 5:2-3, 12, 15.) Según estos pasajes, es evidente que fue un convenio nuevo que hizo el Señor con Israel en Horeb, que no hizo este pacto con sus Padres, que lo estableció a fin de que se acordaran que fueron siervos en la tierra de Egipto, y que el Señor su Dios los había sacado con mano fuerte y brazo extendido; por tanto, el Señor su Dios les mandaba que observaran el día del sábado.
Este mandamiento de observar el día del sábado quedó incorporado en la ley de Moisés, como también lo fueron el año sabático y el jubileo cada cuarenta y nueve y cincuenta años.
Refiriéndose a la ley de Moisés, el apóstol Pablo dijo: “De manera que la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe.” (Gálatas 3:24.)
De manera que si la ley de Moisés fue nuestro ayo para llevarnos a Cristo, nos parece perfectamente razonable suponer que cuando Cristo viniera, no habría más necesidad del ayo.
EL SÁBADO ISRAELITA HABRÍA DE TERMINAR
Si entendemos que la ley de Moisés, incluso sus sábados, era un ayo para llevarnos a Cristo, podemos con mayor facilidad entender por qué el Señor permitió que su profeta Oseas declarase que haría cesar los sábados de Israel: “Haré cesar todo su gozo, sus fiestas, sus nuevas lunas y sus días de reposo, y todas sus festividades.” (Oseas 2:11.)
¿Podemos aceptar las Escrituras como la palabra de Dios y dudar de que esta profecía de Oseas se cumpliría y que el Señor en verdad haría cesar los sábados de Israel? Al cumplirse la profecía de Oseas, es obvio que se abrió la puerta para la introducción de un sábado nuevo.
EL DÍA DEL SEÑOR ES EL SÁBADO NUEVO
El Salvador sabía que se habría de efectuar un cambio en el sábado:
También les dijo: El día de reposo fue hecho por causa del hombre, y no el hombre por causa del día de reposo.
Por tanto, el Hijo del Hombre es Señor aun del día de reposo. (Marcos 2:27-28.)
No vino para violar la rey, sino para cumplirla. De modo que en El se cumplió el sábado judío así como el resto de la ley de Moisés, que “ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo”. Por tanto, cuando Cristo vino, también fue Señor del sábado. El mismo declaró que había venido para cumplir la ley: “No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir.” (Mateo 5:17.)
Si Jesús vino para cumplir la ley, ¿por qué, pues, querrán algunos retenerla todavía? ¿Por qué no pueden aceptar lo que Jesús trajo para reemplazar la ley, incluso el sábado nuevo, el primer día de la semana o domingo, que fue cuando Jesús se levantó de la tumba? “El día del Señor” es el que El señaló a sus santos en esta dispensación para que lo adorasen. (Véase D. y C. 59:12.)
Mientras Juan, el discípulo amado del Señor, se hallaba desterrado en la Isla de Patmos “por la palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo”, escribió: “Yo estaba en el Espíritu en el día del Señor, y o! detrás de mí una gran voz como de trompeta.” (Apocalipsis 1:10.)
¿Por qué habría de llamarse “el día del Señor” si no era un día sagrado? Tengamos presente “que el Hijo del Hombre es Señor aun el día de reposo”. (Marcos 2:28.)
Por haber sido cambiado el día del sábado, Pablo comprendió que los santos serían criticados por esta práctica y otras con las cuales los judíos no estaban de acuerdo:
“Por tanto, nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o días de reposo.” (Colosenses 2:16.)
Ningún objeto habría tenido esta amonestación del Apóstol si los santos hubiesen estado adorando el sábado judío, porque entonces los judíos no habrían tenido ocasión para juzgarlos en este respecto.
LOS SANTOS ADORARON EL PRIMER DÍA DE LA SEMANA
En ninguna parte de la Biblia dice que los santos observaban el sábado judío como día de adoración después de la resurrección del Salvador. Sin embargo, los Apóstoles se reunían con los judíos en sus sinagogas el día del sábado para enseñarles el evangelio. (Véanse Hechos 13:13-44; 17:1-2.)
Por otra parte, la historia sagrada indica que los santos se reunían a menudo el primer día de la semana (domingo), el día del Señor o el día en que Jesús se levantó de la tumba:
Cuando llegó la noche de aquel mismo día, el primero de la semana, estando las puertas cerradas en el lugar donde los discípulos estaban reunidos por miedo de los judíos, vino Jesús, y puesto en medio, les dijo: Paz a vosotros...
Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro, y con ello8 Tomás. Llegó Jesús, estando las puertas cerradas, y se puso en medio y les dijo: Paz a vosotros. (Juan 20:19, 26.)
El primer día de la semana, reunidos los discípulos para partir el pan, Pablo les enseñaba, habiendo de salir al día siguiente; y alargó el discurso hasta la medianoche. (Hechos 20:7.)
En cuanto a la ofrenda para los santos, haced vosotros también de la manera que ordené en las iglesias de Galacia.
Cada primer día de la semana cada uno de vosotros aparte algo, según haya prosperado, guardándolo, para que cuando yo llegue no se recojan entonces ofrendas. (1 Corintios 16:1-2.)
Los siguientes pasajes de las Escrituras son de significado particular, en vista de que “los días de Pentecostés” comenzaban “el siguiente día del séptimo día de reposo” (véase Levítico 23:15, 16):
Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos.
Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados;
y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos.
Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen. (Hechos 2:1-4.)
¿Qué otra explicación se puede hacer del hecho de que el primer día de la semana (domingo), el día del Señor, el día en que el Señor se levantó de la tumba, los santos se reunían para adorar, en lugar del sábado judío, sino que el Señor realmente causó que cesaran los sábados judíos, como lo había anunciado el profeta Oseas? Jesús instituyó un sábado nuevo, “el día del Señor”, y así pudo ser “Señor aun del día de reposo”.
LOS ORIGINALES GRIEGO Y LATÍN LLAMAN SÁBADO
AL PRIMER DÍA DE LA SEMANA
Esta conclusión recibe apoyo adicional del hecho de que al primer día de la semana (domingo) se le llama sábado ocho veces en el griego, idioma original en que fue escrito el Nuevo Testamento. La versión latina, tomada del griego, dice la misma cosa. De modo que si se hubiera traducido correctamente la Biblia, habríase eliminado mucha de la confusión actual sobre este asunto. ¿Qué objeto habría en que la Biblia llamase sábado al primer día de la semana, a menos que fuese el día de reposo? ¿Y cómo llegó a ser el día del reposo o del sábado, sino en la manera en que hemos explicado? “Pasado el día de reposo, al amanecer del primer día de la semana...” (Mateo 28:1).
Al leer este pasaje debe tenerse presente el hecho de. que el sábado cristiano (que es el primer día de la semana) sigue inmediatamente al sábado judío (el séptimo día de la semana). De ahí, pues, la referencia a dos sábados en el pasaje anterior y en los siguientes:
Y muy de mañana, el primer día de la semana... (Marcos 16:2; en griego y latín, “sábado”, en lugar de “el primer día de la semana”.)
Habiendo, pues, resucitado Jesús por la mañana, el primer día de la semana... (Marcos 16:9; en griego y latín, “sábado”, en lugar de “el primer día de la semana”.)
El primer día de la semana... (Lucas 24:1; en griego y latín “sábado”, en lugar de “el primer día de la semana”.)
El primer día de la semana... (Juan 20:1; en griego y latín “sábado”, en lugar de “el primer día de la semana”.)
Cuando llegó la noche de aquel mismo día, el primero de la semana. . . (Juan 20:19; en griego y latín, “sábado”, en lugar de “el primero de la semana”.)
El primer día de la semana... (Hechos 20:7; en griego y latín “sábado”, en lugar de “el día primero de la semana”.)
Cada primer día de la semana... (1 Corintios 16:2; en griego y latín “sábado”, en lugar de “primer día de la semana”.)
Por lo anterior se puede establecer claramente que los escritores del Nuevo Testamento entendían perfectamente bien que el primer día de la semana (domingo) era el día del reposo, y el día en que los santos se reunían para adorar.
LOS CRISTIANOS ANTIGUOS SE REUNÍAN EL PRIMER
DÍA DE LA SEMANA PARA ADORAR
Los primeros cronistas de la Iglesia cristiana nos dicen que el primer día de la semana, el día en que el Señor se levantó de la tumba, era el que los cristianos tenían por sagrado y en el que solían adorar. Esto, junto con la evidencia presentada, refuta las afirmaciones de algunos, que el cambio de sábado a domingo fue instituido por Constantino, emperador de Roma.
Es muy cierto que la vida de Constantino no fue lo que exigían los preceptos del cristianismo; y también es cierto que permaneció o fue catecúmeno (cristiano sin bautizar) toda su vida, y fue recibido como miembro de la Iglesia por el bautismo unos pocos días antes de su muerte.
Nota 25: Es casi seguro que Constantino, mucho antes de su muerte en el año 824 de nuestra era, se declaró cristiano y así era reconocido por las iglesias. También es cierto que por mucho tiempo había cumplido con los actos religiosos de un cristiano y los aniversarios de los mártires, y velaba las vigilias de la Pascua, etc. (Mosheim’s Church History, Tomo 2, Siglo 4, Parte 1, capítulo 1:8.)
Los cristianos de este siglo se reunían piadosamente para adorar a Dios y para su propio desarrollo el primer día de la semana, el día en que Cristo reasumió su vida, porque los apóstoles mismos apartaron este día para la adoración religiosa, y tenemos testimonio incontrovertible de que se observaba generalmente, siguiendo el ejemplo de la iglesia de Jerusalén. (Mosheim’s Church History, Tomo 1, Siglo 1, Parte 2, capítulo 4:4.)
Los que fueron criados según el orden antiguo de las cosas han llegado a poseer una esperanza nueva, no observando por más tiempo el sábado (el séptimo día de los judíos), sino viviendo en la observancia del día del Señor (el primer día) en el cual también nuestra vida surge de El y de su muerte. (Epístola de Ignacio a los Magnecios, año 101 de Cristo, capítulo 9.)
Un día, el primero de la semana, nos reuníamos. (Barderaven, año 180 de Cristo.)
Y en el día que es llamado domingo, se verifica una reunión de todos los que viven en las ciudades o en el campo en el mismo sitio; y se leen los anales de los Apóstoles o los escritos de los Profetas mientras hay tiempo... el domingo es el día en que todos celebramos nuestras reuniones comunes, porque es el primer día en que Dios, al transformar las tinieblas y la materia, hizo el mundo; y es el mismo día en que Jesucristo, nuestro Salvador, resucito de los muertos... (Apologías de Justino Mártir, Tomo 1:67, año 140 de Cristo).
El, en cumplimiento del precepto que concuerda con el evangelio observa el día del Señor. (Clemente de Alejandría, Tomo 7, capítulo 12, año 198 de Cristo.)
No concordamos con los judíos ni en sus peculiaridades concernientes a la comida, ni en sus días sagrados. (Apologías, Sección 21, año 200 de Cristo.)
Nosotros estamos acostumbrados a observar ciertos días, como por ejemplo, el día del Señor. (Orígenes, Libro 8, capítulo 23, año 201 de Cristo.)
Pero preguntáis, ¿Por qué es que nos reunimos el día del Señor para celebrar nuestras solemnidades? Porque así era como los Apóstoles también lo hacían. (De Fuga, XIV:ii, 141, año 200 de Cristo.)
Se verá, pues, que mediante las revelaciones del Señor dadas al profeta José Smith en las que instruyó a sus santos de esta dispensación a que observaran el día del Señor (el domingo), el primer día de la semana, como el día en que habían de adorar, no hizo más que confirmar su aprobación de la práctica de los santos de los días anteriores, como ampliamente lo sostienen las Santas Escrituras y los primeros cronistas eclesiásticos. Si cometieron un error al abandonar el día séptimo (sábado), el sábado judío, por el día del Señor (domingo), el primero de la semana, el Señor ciertamente lo habría indicado; porque en la restauración del evangelio no vaciló en corregir los errores cometidos a través de los siglos por los que pretendían ser directores de la Iglesia.