Re: Las 70 semanas
Estimado javier andrés. Saludos cordiales.
Debo corregir nuevamente lo que señalas, Carlos Enrique Espinosa Cifuentes, Ph.D. ya no es pastor adventísta, él tiene interesantes artículos dignos de estudio.
No concuerdo en este punto: " Por eso ahora se enseña en los Seminarios adventistas que en 1884 Cristo no entró por primera vez al Lugar Santísimo",
ya que nuestro Señor asciende al primer departamento del Santuario Celestial, al lugar santo.
El santuario terrenal es un tipo del celestial, y vemos con nitidez que hay 2 departamentos, 2 rituales, 2 fases: Los 2 departamentos (Lugar Santo y Santísimo) corresponden a los 2 rituales diferentes (el servicio diario y el anual) en el santuario terrenal y a las 2 fases (31 al 1844 y 1844 en adelante) en el ministerio celestial de Cristo.
Hay dos velos en el santuario celestia. Cristo traspasó el primero en el año 31 d. C.
"La cual tenemos como segura y firme ancla del alma, y que penetra hasta dentro del velo,
donde Jesús entró por nosotros como precursor, hecho sumo sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec." Hebreos 6:19,20
"Porque el tabernáculo estaba dispuesto así: en la primera parte, llamada el Lugar Santo, estaban el candelabro, la mesa y los panes de la proposición. Tras el segundo velo estaba la parte del tabernáculo llamada el Lugar Santísimo" Hebreos 9: 2,3.
Cuando nuestro Señor resucita, Jesus le dijo a María Magdalena: "No me toques (detengas), porque aún no he subido a mi Padre; mas ve a mis hermanos, y diles: Subo a mi padre y vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios". S. Juan 20:17
"Cristo resucitó de entre los muertos como primicia de aquellos que dormían. Estaba representado por la gavilla agitada, y su resurrección se realizó en el mismo día en que esa gavilla era presentada delante del Señor. Durante más de mil años, se había realizado esa ceremonia simbólica. Se juntaban las primeras espigas de grano maduro de los campos de la mies, y cuando la gente subía a Jerusalén para la Pascua, se agitaba la gavilla de primicias como ofrenda de agradecimiento delante de Jehová. No podía ponerse la hoz a la mies para juntarla en gavillas antes que esa ofrenda fuese presentada. La gavilla dedicada a Dios representaba la mies. Así también Cristo, las primicias, representaba la gran mies espiritual que ha de ser juntada para el reino de Dios. Su resurrección es símbolo y garantía de la resurrección de todos los justos muertos. "Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con él a los que durmieron en Jesús."
Al resucitar Cristo, sacó de la tumba una multitud de cautivos. El terremoto ocurrido en ocasión de su muerte había abierto sus tumbas, y cuando él resucitó salieron con él. Eran aquellos que habían sido colaboradores con Dios y que, a costa de su vida, habían dado testimonio de la verdad. Ahora iban a ser testigos de Aquel que los había resucitado.
Durante su ministerio, Jesús había dado la vida a algunos muertos. Había resucitado al hijo de la viuda de Naín, a la hija del príncipe y a Lázaro. Pero éstos no fueron revestidos de inmortalidad. Después de haber sido resucitados, estaban todavía sujetos a la muerte. Pero los que salieron de la tumba en ocasión de la resurrección de Cristo fueron resucitados para vida eterna. Ascendieron con él como trofeos de su victoria sobre la muerte y el sepulcro. Estos, dijo Cristo, no son ya cautivos de Satanás; los he redimido. Los he traído de la tumba como primicias de mi poder, para que estén conmigo donde yo esté y no vean nunca más la muerte ni experimenten dolor.
Estos entraron en la ciudad y aparecieron a muchos declarando: Cristo ha resucitado de los muertos, y nosotros hemos resucitado con él. Así fue inmortalizada la sagrada verdad de la resurrección. Los santos resucitados atestiguaron la verdad de las palabras: "Tus muertos vivirán; junto con mi cuerpo muerto resucitarán." Su resurrección ilustró el cumplimiento de la profecía: "¡Despertad y cantad, moradores del polvo! porque tu rocío, cual rocío de hortalizas; y la tierra echará los muertos."
" En su gozo(María Magdalena), se olvidó que había sido crucificado. Precipitándose hacia él, como para abrazar sus pies, dijo: "¡Rabboni!" Pero Cristo alzó la mano diciendo: No me detengas; "porque aun no he subido a mi Padre: mas ve a mis hermanos, y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios." Y María se fue a los discípulos con el gozoso mensaje.
Jesús se negó a recibir el homenaje de los suyos hasta tener la seguridad de que su sacrificio era aceptado por el Padre. Ascendió a los atrios celestiales, y de Dios mismo oyó la seguridad de que su expiación por los pecados de los hombres había sido amplia, de que por su sangre todos podían obtener vida eterna. El Padre ratificó el pacto hecho con Cristo, de que recibiría a los hombres arrepentidos y obedientes y los amaría como a su Hijo. Cristo había de completar su obra y cumplir su promesa de hacer "más precioso que el oro fino al varón, y más que el oro de Ophir al hombre. " En cielo y tierra toda potestad era dada al Príncipe de la vida, y él volvía a sus seguidores en un mundo de pecado para darles su poder y gloria.
Mientras el Salvador estaba en la presencia de Dios recibiendo dones para su iglesia, los discípulos pensaban en su tumba vacía, se lamentaban y lloraban. Aquel día de regocijo para todo el cielo era para los discípulos un día de incertidumbre, confusión y perplejidad. Su falta de fe en el testimonio de las mujeres da evidencia de cuánto había descendido su fe. Las nuevas de la resurrección de Cristo eran tan diferentes de lo que ellos esperaban que no las podían creer. Eran demasiado buenas para ser la verdad, pensaban. Habían oído tanto de las doctrinas y llamadas teorías científicas de los saduceos, que era vaga la impresión hecha en su mente acerca de la resurrección. Apenas sabían lo que podía significar la resurrección de los muertos. Eran incapaces de comprender ese gran tema. "
"HABÍA llegado el tiempo en que Cristo había de ascender al trono de su Padre. Como conquistador divino, había de volver con los trofeos de la victoria a los atrios celestiales. Antes de su muerte, había declarado a su Padre: "He acabado la obra que me diste que hiciese.' Después de su resurrección, se demoró por un tiempo en la tierra, a fin de que sus discípulos pudiesen familiarizarse con él en su cuerpo resucitado y glorioso. Ahora estaba listo para la despedida.
Había demostrado el hecho de que era un Salvador vivo. Sus discípulos no necesitaban ya asociarle en sus pensamientos con la tumba. Podían pensar en él como glorificado delante del universo celestial.
Como lugar de su ascensión, Jesús eligió el sitio con tanta frecuencia santificado por su presencia mientras moraba entre los hombres. Ni el monte de Sión, sitio de la ciudad de David, ni el monte Moria, sitio del templo, había de ser así honrado. Allí Cristo había sido burlado y rechazado. Allí las ondas de la misericordia, que volvían aun con fuerza siempre mayor, habían sido rechazadas por corazones tan duros como una roca. De allí Jesús, cansado y con corazón apesadumbrado, había salido a hallar descanso en el monte de las Olivas. La santa shekinah al apartarse del primer templo, había permanecido sobre la montaña oriental, como si le costase abandonar la ciudad elegida; así Cristo estuvo sobre el monte de las Olivas, contemplando a Jerusalén con corazón anhelante. Los huertos y vallecitos de la montaña habían sido consagrados por sus oraciones y lágrimas. En sus riscos habían repercutido los triunfantes clamores de la multitud que le proclamaba rey. En su ladera había hallado un hogar con Lázaro en Betania. En el huerto de Getsemaní, que estaba al pie, había orado y agonizado solo. Desde esta montaña había de ascender al cielo. En su cumbre, se asentarán sus pies cuando vuelva. No como varón de dolores, sino como glorioso y triunfante rey, estará sobre el monte de las Olivas mientras que los aleluyas hebreos se mezclen con los hosannas gentiles, y las voces de la grande hueste de los redimidos hagan resonar esta aclamación: Coronadle Señor de todos.
Ahora, con los once discípulos, Jesús se dirigió a la montaña. Mientras pasaban por la puerta de Jerusalén, muchos ojos se fijaron, admirados en este pequeño grupo conducido por Uno que unas semanas antes había sido condenado y crucificado por los príncipes. Los discípulos no sabían que era su ultima entrevista con su Maestro. Jesús dedicó el tiempo a conversar con ellos, repitiendo sus instrucciones anteriores. Al acercarse a Getsemaní, se detuvo, a fin de que pudiesen recordar las lecciones que les había dado la noche de su gran agonía. Volvió a mirar la vid por medio de la cual había representado la unión de su iglesia consigo y con el Padre; volvió a repetir las verdades que había revelado entonces. En todo su derredor había recuerdos de su amor no correspondido. Aun los discípulos que tan caros eran a su corazón, le habían cubierto de oprobio y abandonado en la hora de su humillación.
Cristo había estado en el mundo durante treinta y tres años; había soportado sus escarnios, insultos y burlas; había sido rechazado y crucificado. Ahora, cuando estaba por ascender al trono de su gloria --mientras pasaba revista a la ingratitud del pueblo que había venido a salvar-- ¿no les retirará su simpatía y amor? ¿No se concentrarán sus afectos en aquel reino donde se le aprecia y donde los ángeles sin pecado esperan para cumplir sus órdenes? --No; su promesa a los amados a quienes deja en la tierra es: "Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo."
"Y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado, y le recibió una nube que le ocultó de sus ojos." Hechos 1:9.
El Señor les había dicho a sus discípulos que su ida sería para su bien:
"Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré." Juan 16: 7, sin embargo estas palabras les resultaron un tanto misteriosas.
¿Cómo era posible que algún otro hiciera por ellos tanto como Él había hecho? Fuera de Jesús, ¿quién podría alimentar las muchedumbres de gente que padecían hambre?; ¿Quién podría sanar a los enfermos y sobre todo a los leprosos?; ¿quién podría calmar las embravecidas olas del mar y resucitar a los muertos con el poder de su palabra?
Y luego, ¿no habían sido constantemente adoctinados con sus eficientes palabras y no era en su nombre como habían podido lanzar los demonios fuera de los hombres? ¿Por que habían de desear cambio alguno?
Si Él los dejase, como había dicho que era menester hacerlo, ¿de que modo les sería posible obrar milagros como los que , mediante su presencia, habían podido efectuar?
Esto no obstante, Jesús volvió a asegurarles que aun para ellos era mejor eue él se fuese. Si Él permaneciera con ellos personalmente, su presencia tendría que limitarse, en un tiempo dado, a un solo lugar, y por esto algunos de los que quisieran verle tendrían que recorrer largas distancias. Mas el Espíritu Santo, que habría de venir a la tierra en lugar suyo, podría ser hallado por ellos en cualquier parte y a cualquier hora.
Jesús les hizo esta promesa a sus discípulos: "...y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo (siglo)." Mateo 28: 20
Dos varones con vestiduras resplandecientes les dirigeron estas consoladoras palabras: "...Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo." Hechos 1:11.
Jesucristo había triunfado. Había venido del cielo a la tierra para revestirse de la naturaleza humana y había nacido en un establo de Belén; había trabajado al lado de su padre (adoptivo) en el oficio de carpintero; había sufrido el cansancio de sus viajes; había orado noches enteras en la ladera del monte; movido de compasión, había alimentado las multitudes que estaban prontas a desfallecer de hambre; había sanado a los enfermos y resucitado a los muertos; y había ascendido en figura de hombre para sentarse " a la diestra del trono de la Majestad en los cielos." Hebreos 8:1
Bendiciones.
Luego todo Israel será salvo.