No, vamos a ver, el Señor lo que ha logrado es que Dios ya no le tenga en cuenta sus pecados. Con su sangre, al creer en él, que no antes, Dios ha borrado sus pecados anteriores, pero lo que ha de entender es que su condición carnal, su condición heredad de Adán, sigue estando presente.
Solo después de aceptar a Jesús como su Señor, recibió el Espíritu Santo, y ese día empezó la lucha en usted, esa lucha que es llevada a cabo por medio de su carne, y por medio del Espíritu.
Ni en usted, ni en nadie, existe el bien, sino el mal. El pecado, como le dice Pablo en Romanos 7, mora en todos nuestros miembros, y ese pecado ha de ser vencido cada día por medio del Espíritu Santo.
El pecado ya no se enseñorea de usted, ya no le domina, pero bien sabe que no puede evitar incurrir en pecados, de ahí que en ocasiones lo reconoce, se arrepiente, y pide perdón por sus pecados.
Ahora, cuando peca, tiene a Cristo intercediendo por usted ante el Padre, pero sabe, bien lo sabe, que sigue pecando, que sigue teniendo deseo conforme la carne, y que sigue luchando cada día, por medio del Espíritu, con ello.
Cristo la redimió, pago, por decirlo así, la cuenta que usted tenía pendiente con Dios, y le abrió por medio de su sangre, de su sacrificio, las puertas que hoy le permiten entrar en la presencia de Dios.
Pero el pecado sigue morando en usted, sigue haciendo de las suyas, y sigue llevándole cada día a la lucha.
Y ahora, por la gracia de Dios, cuando peca, puede ver que ha pecado, y ello le permite pedir perdón, y Dios no duda en perdonárselo si su arrpentimiento es sincero, de ahí que puede andar por el camino de Salvación, de ahí que ha vencido al pecado porque hoy lo puede ver, y clamar a Dios, por medio de la sangre de Cristo, que le perdone.
Como no se si me está entendiendo, mejor lo dejo, porque no por más hablar, se llega más lejos.
