Re: La "Inteligencia Emocional" en el ateísmo.
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Extracto del Diccionario Filosófico de García Pelayo
http://www.filosofia.org/filomat/df365.htm
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Religión primaria o Fase de la religión primaria[/h]  La pregunta filosófica sobre el significado religioso de las 
reliquias paleolíticas [364] es, al mismo tiempo, la pregunta por el origen de ese significado, en tanto que contiene una 
verdad.  Se trata de comprender los mecanismos antropológicos en virtud de los  cuales los animales, que ya rodeaban al protohombre en la etapa de la 
religión natural, comienzan a ser percibidos como 
numinosos, comienzan a dar lugar a las manifestaciones propias de 
la primera fase de la religión positiva.  Estos mecanismos (desde nuestros presupuestos) no podrían entenderse al  margen del propio proceso de constitución de relaciones 
circulares [244]. Por ello, formularemos el proceso de 
numinización de los animales naturales como un proceso simultáneo de 
segregación o 
extrañamiento (la serpiente, por ejemplo, en el 
Génesis)  de unos seres que rodean a los hombres, como partes de un mundo del que  además se depende (el alimento) y con el cual se convive  cotidianamente. Un proceso en virtud del cual, a medida que van  cerrándose <nobr>
las relaciones</nobr>  circulares, van también desdoblándose como extraños los seres que nos  rodean y que, sin embargo (a diferencia de los árboles o de las piedras)  continúan siendo, aunque sin seguir nuestras reglas «circulares», 
centros de voluntad, que acechan, huyen, aparecen y desaparecen en lugares imprevistos. Desde el punto de vista de esta 
segregación  adquiere un significado muy rico la cuestión del canibalismo. A medida  en que los demás hombres no puedan ser comidos (esto es, no es que no se  coma de hecho, sino que se configure una norma o regla que prohiba el  canibalismo), tendremos un criterio de distanciación de los animales, de  los cuales se depende, y recíprocamente. En el origen de la percepción  de los animales como númenes nos inclinaríamos a ver más que un proceso  de 
identificación del hombre con el alimento animal, del que se depende (una 
comunión), un proceso de 
segregación o de 
extrañamiento de aquello mismo de lo que, sin embargo, dependemos. 
 Los animales que los hombres comienzan a percibir como extraños (a medida que van 
cerrándose  las relaciones regladas familiares) siguen siendo, sin embargo,  envolventes, en el sentido en el que nos envuelve una voluntad y una  inteligencia (la que se manifiesta en la 
religión natural). Y esta situación ontológica nos parece que tiene capacidad para suscitar el «reflejo» o «coloración» del animal como 
numinoso. No como ilusión o simple 
fenómeno,  sino como aspecto objetivo, aunque posicional, de la misma realidad de  aquello «que es cada vez más distinto, sin dejar de ser siempre  semejante» (y semejante en términos de parentesco). El concepto de 
religión nuclear no se construye, en cuanto que es ya 
religión positiva, a partir simplemente de la relación zoológica (caza, &c.) de los hombres con los animales. Requiere la mediación de los 
conceptos universales y de sus 
símbolos, de las 
esencias a través de las cuales los animales empíricos comienzan a ser contemplados. No porque la 
esencialización  signifique que los animales se desvían de su condición de alimentos. Es  su misma condición de presas aquello que, a partir de la relación de  reciprocidad, puede ser percibido desde la esencia universal. Por tanto,  aquello que no se agota en la corporeidad individual empírica. No  porque nos remita al plano de lo espiritual, sino porque nos lleva al  plano lógico (
terciogenérico) de 
lo que puede ser reproducido,  aunque esta reproducción no dependa técnicamente del hombre, sino  precisamente del propio animal (observaciones de hembras animales  preñadas, de huevos de reptiles o de aves). Porque la única reproducción  tecnológica que el hombre del paleolítico era capaz de propiciar no  podría rebasar los límites de la reproducción simbólica. Según esto, lo  significativo de estas reproducciones paleolíticas no sería tanto que  ellas tuviesen o no fines de 
magia simpática (lo que siempre puede ocurrir, en el plano psicológico) o que tuviesen una intención –que sería ya religiosa– de 
magia psíquica  (rogar al numen del animal, o engañarle, o invitarle a reproducirse),  sino que ellas manifiestan la efectiva percepción objetiva de la 
esencia universal, de los 
arquetipos. Esta perspectiva es la que nos permite entrar en el terreno de la religión positiva. En efecto, lo característico de esta forma primaria de la religiosidad es su referencia a las 
realidades animales concretas, empíricas, pero 
sub specie essentiae.  Es decir, en la medida en que ellas no desaparecen por la caza, sino  que se mantienen, tras su desaparición empírica, fenoménica, por su  esencia. A su arquetipo, ligado sin duda al nombre, o al símbolo; según  él, se reproducen. Ahora bien: esta 
esencia simbólica que se  conserva y que sólo cuando se posee conservada por los hombres alcanza  la figura de tal, podría haberse desarrollado según tres formas  principales sucesivas. 
 (1) Como parte real (corpórea) disociada del animal mismo que muere:  lo que se conserva del animal muerto son sus huesos (su cráneo, por  ejemplo) o su piel; la piel con la cual los hombres mismos se cubren y  se protegen para dirigirse (desde el arquetipo o esencia universal) a  los nuevos ejemplares empíricos de la especie o a sus enemigos. Tal  sería la fase de la 
religión musteriense. 
 (2) Como figura del animal representado y disociado del animal  empírico. Figura que no es ninguna alegoría, pues no quiere ser otra  cosa sino la 
esencia universal del mismo animal empírico, es  decir, una figura realista (naturalista), a veces, de un asomabroso  realismo. Tal es la fase corrrespondiente al arte parietal 
aurignaciense, solutrense, &c. El realismo de estas pinturas parietales no mengua nada su carácter 
simbólico (como representativas de la 
esencia). 
 (3) Pero la misma naturaleza operatoria de la 
esencialización  contiene en sí un germen combinatorio (combinación de esencias o  arquetipos) que habría que ver como la primera manifestación, en el  período de la religiosidad primaria, de la actividad mitológica (cuyo  mostruoso desarrollo dará lugar a los contenidos de la religión del  segundo período). Como ilustración de esta fase de la religión primaria  en la cual los arquetipos, aun referidos a animales empíricos, aparecen  ya en una mezcla combinatoria mitológica (fantástica), podría citarse el  famoso «hechicero magdaleniense» de la cueva de los 
Trois-Frères  que representa a un animal con rostro de mochuelo, larga barba de  bisonte, grandes orejas de lobo y anchas astas de ciervo. Sus  extremidades delanteras recuerdan las garras de un oso, las posteriores  son humanas, con cola de caballo adaptada. {
AD2 254-259 / → 
BS20a 73-78, 
BS20b 87-88 / → 
BS14 3-38 / → 
CC 229-271}