Hace unas cuantas décadas atrás ocurrió en la ciudad de Buenos Aires lo más bochornoso que se recuerde respecto a los dones de lenguas y de interpretación de las mismas.
Numerosos pastores evangélicos habían estado deliberando en torno a una gran mesa en las oficinas de las Sociedades Bíblicas Unidas.
El Director nacional, para finalizar el encuentro, pidió al más anciano de todos ellos -que había estado callado durante toda la reunión-, que tuviera a bien despedirlos con una palabra de oración. Como el viejo no se movía, creyó el Director que no lo había escuchado bien al hallarse al otro extremo de la mesa, así que repitió la invitación, pero juntando esta vez sus manos en actitud de oración para que al menos fuese entendido por su ademán.
Esta vez el viejo reaccionó: se puso de pie, juntó sus manos, e inclinando la cabeza oró audiblemente como si estuviese bien acostumbrado a hacerlo.
El problema fue, que al sentarse el anciano, los pastores se miraron consternados unos a otros, porque nadie había entendido nada.
Un joven pastor pentecostal, se levantó entonces, y anunció que interpretaría la oración en lenguas ya que el Señor le había concedido tal don.
Cuando acabó y se sentó, un conocido pastor adulto se levantó y se dirigió a todos diciéndoles:
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-Cuando mi anciano padre llegó a la Argentina escapando del exterminio armenio a manos de los turcos, se dedicó a evangelizar a sus paisanos, sirviendo como pastor de la Iglesia Evangélica Armenia en Argentina, no habiendo aprendido nunca el castellano. De ahí su embarazo con la invitación a orar. Ante la insistencia de nuestro Director, se decidió por fin a hacerlo, pero en el único idioma que conoce: el armenio.
Su oración decía así...
Por supuesto ¡nada tenía que ver con la "interpretación" anteriormente escuchada.
Saludos cordiales