HUID DE LA IDOLATRÍA
1Co 10:14 Por tanto, amados míos,
huid de la idolatría.
1Co 10:15 Como a sensatos os hablo; juzgad vosotros lo que digo.
1Co 10:16 La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo?
1Co 10:17 Siendo uno solo el pan, nosotros, con ser muchos, somos un cuerpo; pues todos participamos de aquel mismo pan.
1Co 10:18 Mirad a Israel según la carne; los que comen de los sacrificios, ¿no son partícipes del altar?
1Co 10:19
¿Qué digo, pues? ¿Qué el ídolo es algo, o que sea algo lo que se sacrifica a los ídolos?
1Co 10:20 Antes digo que lo que los gentiles sacrifican,
a los demonios lo sacrifican, y no a Dios; y no quiero que vosotros os hagáis partícipes con los demonios.
1Co 10:21 No podéis beber la copa del Señor, y la copa de los demonios; no podéis participar de la mesa del Señor, y de la mesa de los demonios.
1Co 10:22 ¿O provocaremos a celos al Señor? ¿Somos más fuertes que él?
Un católico inteligente, al leer los versículos 19 y 20, y mirar esa hilera de estatuas con sus respectivos altares, sus velas, sus cirios, sus alcancías, y entre esas estatuas, algunas simulando ser de ángeles, o de la Reina del cielo, o de san Ignacio de Loyola, jamás regresa a ese lugar de idolatría y decide buscar al Cristo de las Escrituras.
Veamos el pasado y examinemos la historia sangrienta del Vaticano.
De esa manera el ex-católico tendrá los hechos históricos para decidir si el Vaticano es o no es la gran ramera.
Retrocedamos ahora a través de la historia y veamos lo que sucedió en Francia, en la masacre de San Bartolomé, y lo que más tarde sucedió en Irlanda. Luego recordaremos lo que sucedió en Yugoslavia durante la Segunda Guerra Mundial.
El 24 de agosto de 1572 comenzó la sangrienta matanza de San Bartolomé.
Este debía ser un golpe fatal para destruir el movimiento protestante francés.
El rey de Francia había arreglado astutamente el matrimonio de su hermana con Enrique de Navarra, líder del ejército protestante.
Hubo un gran banquete y mucha celebración.
Después de cuatro días de festejo, los soldados recibieron una señal.
A cierta hora, antes del alba, atacaron las casas de todos los protestantes.
El almirante Coligny, el principal líder protestante, fue asesinado; luego, lanzaron su cuerpo a la calle por una ventana,
le cortaron la cabeza y se la enviaron al papa.
También le cortaron los brazos y genitales, y durante tres días arrastraron su cuerpo por las calles, hasta que finalmente lo llevaron fuera de la ciudad y lo colgaron de los talones.