Para meditar
Para meditar
quote enviado por luiskstillo
2Co 3:13 Y no como Moisés, que ponía un velo sobre su faz, para que los hijos de Israel no pusiesen los ojos en el fin de lo que había de ser abolido.
----------------------------------------------------------------------
Gloria.
Ver com. Rom. 3: 23. En 2 Cor. 3: 7-18 se establece un contraste entre la gloria que permanece y la gloria que se desvanece, entre lo más glorioso y lo menos glorioso, entre lo nuevo y lo antiguo. En ambos casos la "gloria" es la gloria de la presencia de Cristo. En lo nuevo hay una plena revelación de la gloria de Dios debido a la persona y la presencia reales de Cristo que vino a este mundo para que lo vieran los seres humanos (ver com. Juan 1: 14), y cuya gloria permanece para siempre (ver Heb. 7). En el ministerio mosaico Cristo sólo estaba en los símbolos que proporcionaba la ley ceremonial, pero a pesar de todo la gloria que se reflejaba era la de Cristo. El Redentor estaba oculto detrás de un velo de símbolos, emblemas, ritos y ceremonias; pero el velo fue quitado con la llegada de la gran Realidad simbolizada (ver Heb. 10: 19-20) por esos símbolos.
Había de perecer.
ALGUNOS, LEYENDO SUPERFICIALMENTE, HAN LLEGADO A LA CONCLUSIÓN DE QUE LA LEY DE DIOS "había de perecer"; pero lo que CLARAMENTE se dice en este versículo ES QUE LA GLORIA FUGAZ REFLEJADA EN EL ROSTRO DE MOISÉS ERA LA QUE "había de perecer". Esa "gloria" se desvaneció a lo sumo en unas pocas horas o días, pero la ley de Dios grabada "con letras en piedras" permaneció en vigencia. EL MINISTERIO DE MOISÉS Y EL SISTEMA JUDÍO ERAN LOS QUE TENÍAN QUE DESAPARECER, no la ley de Dios (ver. Mat. 5: 17- 18). LA GLORIA NO ESTABA EN LAS TABLAS DE PIEDRA, POR LO TANTO NO SE DESVANECIÓ DE ALLÍ.
La gloria fugaz del rostro de Moisés fue el resultado de su comunión con Dios en el Sinaí. Demostraba a los que la veían que Moisés había estado en la presencia divina; era un testimonio silencioso de su misión como representante de Dios y de la obligación del pueblo de ajustarse a sus preceptos. Esa gloria debía confirmar el origen divino de la ley y su vigencia obligatoria.
Así como el rostro de Moisés reflejaba la gloria de Dios, así también la ley ceremonial y los servicios del santuario terrenal reflejaban la presencia de Cristo. El propósito de Dios era que los creyentes en los días del AT entendieran y sintieran la presencia salvadora de Cristo en la gloria reflejada del sistema simbólico. PERO CUANDO CRISTO VINO, LOS HOMBRES TUVIERON EL PRIVILEGIO DE CONTEMPLAR LA GLORIA DE LA REALIDAD SIMBOLIZADA O ANTICIPO (Ver . Jn 1: 14), Y YA NO NECESITARON MÁS LA GLORIA MENOR REFLEJADA POR LOS SÍMBOLOS O TIPOS. En los días del AT los pecadores hallaban la salvación por la fe en Cristo, Aquel que había de venir; exactamente sucede lo mismo en la era cristiana.
Por esta razón Pablo habla de la administración de esos ritos y esas ceremonias como un "ministerio de muerte". LOS JUDÍOS QUE NO VIERAN A CRISTO EN EL SISTEMA DE SACRIFICIOS, MORIRÍAN EN SUS PECADOS. ESE SISTEMA NUNCA SALVÓ POR SÍ MISMO A NADIE DE COSECHAR LA PAGA DEL PECADO: LA MUERTE. Y puesto que la mayoría de los judíos de los días de Pablo -incluso los judaizantes que en ese momento perturbaban la iglesia de Corinto- consideraban que esos sacrificios eran esenciales para la salvación, evidentemente Pablo caracterizó todo el sistema como un ministerio de muerte. Era inerte. Judíos y gentiles debían encontrar vida en Cristo, pues sólo en él hay salvación (Hech. 4: 12). CRISTO FUE SIN DUDA EL SALVADOR DE ISRAEL DURANTE TODO EL TIEMPO DEL AT COMO LO ES AHORA.
El fracaso de la nación judía para ver a Cristo en los símbolos del sistema ceremonial y creer en él, caracteriza toda la historia hebrea desde el Sinaí hasta Cristo. De modo que la expresión ministerio de muerte caracteriza adecuadamente todo el período del sistema judío, aunque, por supuesto, hubo muchas excepciones notables. La ceguera de Israel lo indujo finalmente a rechazar a Jesús como el Mesías y a crucificar a su Redentor. Pablo declara que con la llegada de la gloria mayor revelada en Cristo y el consecuente desvanecimiento de la gloria reflejada del sistema simbólico, no podía haber más excusa para permanecer bajo tal sistema. La venida de Cristo y la plenitud del Espíritu Santo proporcionaron ampliamente un ministerio que podía impartir vida.
.
Ministerio del espíritu.
El ministerio de salvación que imparte vida es designado como (1) "el ministerio de reconciliación" (cap. 8: 18), es decir un ministerio por el cual los hombres son reconciliados con Dios; (2) "el ministerio del espíritu" (cap. 3: 8); (3) "el ministerio de la palabra " (Hech. 6: 4); (4) "el ministerio de justificación" (2 Cor. 3: 9), es decir un ministerio mediante el cual los hombres pueden aprender la forma de llegar a ser justos (ver com. Rom. 8: 3-4). El tema va de lo menor a lo mayor. Este pasaje presenta una serie de contrastes: la letra y el espíritu, la gloria que se desvanece y la gloria que permanece, condenación y justificación, Moisés y Cristo. En cada caso, el segundo término es infinitamente superior al primero (ver Heb. 3: 1-6).
Ministerio de condenación.
Es decir, "el ministerio de muerte" (ver vers. 7). El "ministerio de justificación" sobrepuja en gloria al "ministerio de condenación" en la misma proporción en que la sangre de Jesús sobrepuja a la de los "toros" y "machos cabríos" (Heb. 9: 13) como medio para expiar el pecado. Entre los dos hay una diferencia infinita.
No es glorioso.
No en un sentido absoluto, SINO COMPARATIVO. La gloria del ministerio centralizado en el sistema de sacrificios era grande, pero parecía ser nada cuando se la comparaba con la de Cristo; por esta razón había perdido su gloria el primer ministerio; se había eclipsado completamente. El brillo de la luna y de las estrellas se desvanece cuando sale el sol. Así sucedió cuando apareció Cristo, el Sol de justicia. La gloria suprema de su encarnación, su vida, sus sufrimientos, su muerte y resurrección, y su revelación del amor y del carácter de Dios -su santidad, justicia, bondad y misericordia-, hicieron completamente inadecuado el sistema de sacrificios, aunque estuvo bien adaptado para su tiempo y su obra..
Lo que perece.
Pablo veía el desvanecimiento de la gloria del rostro de Moisés como una ilustración del fin del sistema mosaico, del fin del "ministerio de muerte". El ministerio apostólico hizo terminar el de Moisés porque éste ya había cumplido su propósito. Un patrón o molde pierde su utilidad cuando se completa la prenda de vestir para la cual sirvió. Los judaizantes mantuvieron fijos sus ojos en "las figuras de las cosas celestiales" después de que Cristo regresó al cielo para ministrar "las cosas celestiales mismas" (Heb. 9: 23). Pablo procuraba desviar la atención de los hombres de la "letra" de una ministración que era impotente para impartir vida, para que se fijaran en el "espíritu" del sistema que podía impartirles vida. El sistema judío no sólo había llegado a ser inútil como guía para la salvación, sino, en realidad, peligroso porque tendía a apartar la atención de los hombres de Cristo, AUNQUE SU PROPÓSITO ORIGINAL HABÍA SIDO LLEVAR A LOS SERES HUMANOS AL SALVADOR.
Pero el sistema judío de ceremonias no sólo se había vuelto obsoleto, sino que cuando dicho sistema estuvo en vigencia, LOS JUDÍOS PERVIRTIERON MUCHO EL PLAN ORIGINAL Y EL PROPÓSITO DE DIOS POR MEDIO DE ÉL. Esto hizo que el sistema fuera tan ineficaz como objeta Mat. 23: 38. Con la venida de Cristo ya no había la menor excusa para perpetuar el antiguo ministerio, como procuraban hacerlo los judaizantes adversarios de Pablo. Rom. 9: 30-33.
Mucho más.
Así como la luz deslumbrante del sol hace desaparecer las estrellas, EL MINISTERIO (no el Decálogo) del "espíritu" sobrepuja y sustituye al (ministerio) de la "letra" .
Teniendo.
En los vers. 7-11 Pablo contrasta el ministerio mosaico con el apostólico. Ahora presenta los diferentes resultados de las dos clases de ministerios como se pueden ver en los judíos (vers. 13- 16) y en los cristianos (vers. 17-18). Los judíos permanecieron ciegos y duros de corazón; pero para los cristianos el ministerio del "espíritu" significó libertad y transformación.
Tal esperanza.
Es decir la gloria y la eficacia superiores del ministerio del "espíritu" (cf. Tito 2: 13).
Franqueza.
U "osadía". Esta palabra también se ha traducido como "denuedo" en Hech. 4: 13 y en otros pasajes. Expresa la idea de franqueza, candor y valor. Los judíos habían tenido miedo de mirar el brillo divino del rostro de Moisés y temblaron ante la manifestación de la gloria divina en el Sinaí. Moisés era el portavoz de Dios, pero debió cubrir la gloria divina reflejada en su rostro, la cual comprobaba su ministerio. Por el contrario, en el ministerio más glorioso de Pablo no había nada que debía ser ocultado. El apóstol podía proclamar sin reservas las verdades del Evangelio.
No como Moisés.
Ver Exo. 34: 29-35. Pablo utiliza el episodio del velo para ilustrar la ceguera espiritual de Israel (2 Cor. 3: 14-16). Según el apóstol, la gloria que se desvaneció representaba los símbolos y las ceremonias que terminarían con el aparecimiento de la gran Realidad simbolizada, el Señor Jesucristo. Pablo explica que debido al "velo" los israelitas no pudieron ver el desvanecimiento de esa gloria pasajera ni comprender su significado, pues creían firmemente que los símbolos y las ceremonias tenían que ser permanentes. Los consideraban como un fin en sí mismos; no comprendían que ese sistema simbólico era transitorio y provisional por naturaleza, que prefiguraba la gloria de Cristo que había de venir.
Moisés no ocultó deliberadamente la verdad ni procuró engañar a los israelitas. Profetizó acerca del Mesías y anticipó el glorioso momento de su venida (ver Deut. 18: 15). El velo simbolizaba la incredulidad de los judíos (Heb. 3: 18-19; 4: 1-2) y su insistencia en no percibir a Cristo en el ministerio de los sacrificios.
Embotó.
La causa de esa condición espiritual fue la incredulidad persistente.
Hasta el día de hoy.
Pablo había sido constituido como ministro del nuevo pacto, pero su ministerio entre los judíos de su tiempo no había sido más eficaz que el de Moisés en la antigüedad. ¿Se debía a que Pablo sólo había sido ministro de la "letra"? ¡No! Era el resultado de que el "velo" aún estaba sobre sus mentes y corazones. La solución era que quitaran el "velo", y no que Pablo cambiara su ministerio del espíritu a la "letra" como lo pedían sus adversarios.
Antiguo pacto.
"Antiguo Testamento" (RVA, BC, BJ, NC). La palabra griega diathék' aparece 33 veces en el NT. En la RVR sólo en dos de esas ocasiones se ha traducido como "testamento" (Heb. 9: 16-17), donde evidentemente lo requiere el contexto. En este vers. 14 es más lógico "leen el Antiguo Testamento" que "leen el antiguo pacto". PERO AQUÍ NO SE REFIERE AL ‘AT’ COMO LO QUE CONOCEMOS AHORA, PUES EN ESOS DÍAS AÚN NO EXISTÍA EL ‘NT’ COMO LO TENEMOS AHORA. En cuanto a la forma en que se referían al AT en el NT, ver. Luc. 24: 44. Quizá Pablo se refiera al Pentateuco o a aquella parte del mismo en que se presentan las especificaciones de la disposición del pacto. El velo, en vez de estar sobre el rostro de Moisés, se encuentra ahora sobre el libro que él escribió. Pero sin hacer caso a la palabra hablada o escrita por Moisés, aún permanecían cegados los corazones y las mentes de la gente. Los judíos no pusieron a un lado la ley; la leían con regularidad y es probable que honraran a Moisés. En realidad no creían en él, pues de lo contrario hubieran creído en Cristo (Juan 5: 46-47). La gloria de Moisés consistía para ellos en la "letra" de la ley y en las formas externas y en las ceremonias allí prescritas. La naturaleza y el significado de la obra del Mesías seguían siendo un misterio para ellos.
El mismo velo.
Es decir, la misma incapacidad espiritual para reconocer las grandes verdades espirituales y el propósito espiritual del ministerio de Moisés. Unos 1.500 años después del Sinaí los judíos continuaban con el entendimiento tan embotado como antes. La incredulidad de los judíos en los días del apóstol Pablo era idéntica a la de los días de Moisés.
Por Cristo es quitado.
Descubrir a Cristo en las profecías del AT y en las ceremonias y formas prescritas en sus páginas, era lo único que podía ser suficiente para quitar el "velo" cuando se leían esos pasajes de las Escrituras. Pero los judíos se negaron a reconocer a Cristo como el Mesías, y por eso el velo continuaba sin ser quitado.
Aun hasta el día de hoy.
Unos 1.500 años después del tiempo de Moisés y unos 30 años después de la muerte de Cristo.
Cuando se lee a Moisés.
Los primeros cinco libros de la Biblia fueron escritos por Moisés y se conocían como "la ley de Moisés", Eran leídos regularmente en las sinagogas (Hech. 15: 5, 21).
Sobre el corazón de ellos.
No tanto sobre el intelecto como sobre la voluntad. Podrían haber creído, pero se negaron a hacerlo (ver Ose. 4: 6). Los judíos decidieron permanecer voluntariamente ciegos a través de toda su historia como nación. EN LOS ESCRITOS DE MOISÉS SÓLO VEÍAN LO QUE QUERÍAN CREER. Estaban completamente convencidas de la incomparable excelencia de la "letra" de la ley de Moisés, pero cerraban los ojos a su "espíritu". Los servicios del santuario y los sacrificios señalaban al Cordero de Dios y su obra como mediador. Salmos como el 22, el 24 y el 110 destacaban a Aquel que es mayor que David. Las profecías de Isaías deberían haberlos inducido a comprender que el Mesías tenía que sufrir antes de que fuera coronado Rey. Es indudable que sólo esperaban que el Mesías los librara de sus enemigos extranjeros, Y NO DE SUS PECADOS (ver . Luc. 4: 19). ESTE MISMO VELO DE INCREDULIDAD VOLUNTARIA CON FRECUENCIA OCULTA LA VERDAD DE LA GENTE HOY DÍA. (Por eso argumentan la abolición del decálogo). Necesitamos estudiar las Escrituras en mentes abiertas, listas para renunciar a opiniones preconcebidas y a reconocer y aceptar la verdad cualquiera que ella sea.
Cuando se conviertan.
El obstáculo para la visión espiritual está dentro de¡ individuo, no en Dios. Pablo no está enseñando que toda la nación de Israel se salvaría en masa (ver Rom. 9: 6-8; com. Rom. 11: 26).
Cuando las personas se convierten de verdad, disciernen que TANTO el AT COMO el NT dan testimonio de Cristo (Luc. 24: 27; Juan 5: 39; 15: 26-27; 16: 13-14). Pero algunos cristianos modernos, a semejanza de los judíos incrédulos de los días del NT, velan su entendimiento y ven en el AT sólo un sistema de ritos y ceremonias,
El velo.
Moisés se quitó el velo cuando regresó a la presencia de Jehová (Exo. 34: 34), y la ceguera espiritual y la incredulidad serán quitadas de la mente y del corazón de los que verdaderamente se conviertan. Cuando los judíos, guiado por el Espíritu llegaban a creer en Cristo, les era quitado el velo que HABÍA OSCURECIDO SU VISIÓN DEL PACTO ETERNO Y QUE LOS HABÍA EXTRAVIADO. Entonces Podían comprender el verdadero significado del sistema judío y entender que Cristo constituía, en su persona y obra, el mismo corazón del sistema de sacrificios y de toda la ley de Moisés.
Los hombres pueden leer correctamente el mensaje de las Escrituras -ya se trate del AT o del NT- únicamente cuando encuentran a Cristo en ellas. Para entender la Palabra de Dios e interpretarla correctamente, es imprescindible que se obedezca de todo corazón la voluntad divina (ver com. Mat. 7: 21-27).
Donde está el Espíritu.
El ministerio del Espíritu significa estar liberado del ministerio de la letra, que aisladamente y por sí mismo significa servidumbre. Andar "en el Espíritu" es disfrutar de la libertad cristiana (Gál. 5: 13-16; cf. Juan 6: 63). EL MINISTERIO DE LA "LETRA" GRABADA EN TABLAS DE PIEDRA NO TIENE EN SÍ Y POR SÍ MISMO PODER ALGUNO PARA CONVERTIR A LOS PECADORES Y DAR LIBERTAD. Sólo el Hijo puede hacer a los hombres "verdaderamente libres" (Juan 8: 36).
La libertad del Espíritu es la de una nueva vida que siempre se expresa en forma natural y espontánea por una sencilla razón: cuando un hombre nace de nuevo, su deseo supremo es que la voluntad de Dios sea eficaz en él. La ley de Dios ESCRITA EN EL CORAZON (ver 2 Cor. 3: 3) lo libera de todo tipo de obligación externa. Prefiere hacer lo correcto NO PORQUE LA "LETRA" DE LA LEY LE PROHIBA HACER LO INCORRECTO, sino porque el "espíritu" de la ley grabado en su corazón LO INDUCE A PREFERIR LO CORRECTO. Cuando el Espíritu vive en el hombre, rige de tal manera su voluntad y sus sentimientos, que desea hacer lo que es correcto y se siente libre para obedecer la verdad tal como es en Jesús. Acepta que la ley es buena y "según el hombre interior" SE DELEITA "EN LA LEY DE DIOS" (Rom. 7: 22; Sal. 1: 2).
La libertad en Cristo no significa libertad para hacer lo que a uno le plazca, a menos que lo que a uno le agrada sea obedecer a Cristo en todas las cosas. Debe haber control. Cuanto menos haya control interno, tanto más deberá ser impuesto desde el exterior. Se puede confiar plenamente y sin reservas en la persona que ha sido renovada en Cristo Jesús, porque no abusará de esa confianza por motivos egoístas.
Mirando . . . como en un espejo.
Gr. katoptrízomai, "reflejar" o "contemplar un reflejo". Algunos traductores y comentadores están en favor de la primera posibilidad; otros prefieren la segunda. El contexto se inclina por la segunda, pues ser "transformados" a la semejanza de Cristo es el resultado lógico de contemplarlo y no de reflejarlo. Pero también es cierto que nuestras vidas son como espejos que reciben la luz de Cristo y la reflejan a otros. Así como el rostro de Moisés reflejaba la gloria de Dios en el Sinaí, así también nuestras vidas siempre deben reflejar la gloría del Señor que brilla en el rostro del Salvador para un mundo perdido.
A cara descubierta.
A diferencia de los israelitas que todavía llevan un velo sobre la mente y el corazón, el cual les impide ver la gloria del Señor, los cristianos tienen el privilegio de contemplar la plenitud de esa gloria. En el monte Sinaí sólo Moisés recibió la revelación procedente de Dios sin tener un velo sobre su rostro. Ahora todos podemos acercarnos a Dios tan efectivamente como lo hizo Moisés y mantener una íntima comunión con el Señor (cf. Heb. 4: 16).
Somos transformados.
Literalmente "estamos siendo transformados". El plan de la redención tiene el propósito de restaurar la imagen de Dios en el hombre (Rom. 8: 29; 1 Juan 3: 2), transformación que se produce contemplando a Cristo (Rom. 12: 2; Gál. 4: 19). La contemplación de la imagen de Cristo actúa sobre la naturaleza moral y espiritual en la misma forma en que la presencia de Dios actuó sobre el rostro de Moisés. El cristiano más humilde que constantemente contempla a Cristo como su Redentor, refleja en su propia vida algo de la gloria de Cristo. Si fielmente continúa haciéndolo, irá "de gloria en gloria" en su experiencia cristiana personal (ver 2 Ped. 1: 5-7).
De gloria en gloria.
Esta transformación es progresiva: va de un estado de gloria a otro. Nuestra semejanza espiritual con Cristo se produce por medio de su gloria, y da como resultado el reflejo de una gloria semejante a la de él.
Comentario de Francis D Nichol
Saludos y bendiciones
Miguel
Para meditar
quote enviado por luiskstillo
2Co 3:13 Y no como Moisés, que ponía un velo sobre su faz, para que los hijos de Israel no pusiesen los ojos en el fin de lo que había de ser abolido.
----------------------------------------------------------------------
Gloria.
Ver com. Rom. 3: 23. En 2 Cor. 3: 7-18 se establece un contraste entre la gloria que permanece y la gloria que se desvanece, entre lo más glorioso y lo menos glorioso, entre lo nuevo y lo antiguo. En ambos casos la "gloria" es la gloria de la presencia de Cristo. En lo nuevo hay una plena revelación de la gloria de Dios debido a la persona y la presencia reales de Cristo que vino a este mundo para que lo vieran los seres humanos (ver com. Juan 1: 14), y cuya gloria permanece para siempre (ver Heb. 7). En el ministerio mosaico Cristo sólo estaba en los símbolos que proporcionaba la ley ceremonial, pero a pesar de todo la gloria que se reflejaba era la de Cristo. El Redentor estaba oculto detrás de un velo de símbolos, emblemas, ritos y ceremonias; pero el velo fue quitado con la llegada de la gran Realidad simbolizada (ver Heb. 10: 19-20) por esos símbolos.
Había de perecer.
ALGUNOS, LEYENDO SUPERFICIALMENTE, HAN LLEGADO A LA CONCLUSIÓN DE QUE LA LEY DE DIOS "había de perecer"; pero lo que CLARAMENTE se dice en este versículo ES QUE LA GLORIA FUGAZ REFLEJADA EN EL ROSTRO DE MOISÉS ERA LA QUE "había de perecer". Esa "gloria" se desvaneció a lo sumo en unas pocas horas o días, pero la ley de Dios grabada "con letras en piedras" permaneció en vigencia. EL MINISTERIO DE MOISÉS Y EL SISTEMA JUDÍO ERAN LOS QUE TENÍAN QUE DESAPARECER, no la ley de Dios (ver. Mat. 5: 17- 18). LA GLORIA NO ESTABA EN LAS TABLAS DE PIEDRA, POR LO TANTO NO SE DESVANECIÓ DE ALLÍ.
La gloria fugaz del rostro de Moisés fue el resultado de su comunión con Dios en el Sinaí. Demostraba a los que la veían que Moisés había estado en la presencia divina; era un testimonio silencioso de su misión como representante de Dios y de la obligación del pueblo de ajustarse a sus preceptos. Esa gloria debía confirmar el origen divino de la ley y su vigencia obligatoria.
Así como el rostro de Moisés reflejaba la gloria de Dios, así también la ley ceremonial y los servicios del santuario terrenal reflejaban la presencia de Cristo. El propósito de Dios era que los creyentes en los días del AT entendieran y sintieran la presencia salvadora de Cristo en la gloria reflejada del sistema simbólico. PERO CUANDO CRISTO VINO, LOS HOMBRES TUVIERON EL PRIVILEGIO DE CONTEMPLAR LA GLORIA DE LA REALIDAD SIMBOLIZADA O ANTICIPO (Ver . Jn 1: 14), Y YA NO NECESITARON MÁS LA GLORIA MENOR REFLEJADA POR LOS SÍMBOLOS O TIPOS. En los días del AT los pecadores hallaban la salvación por la fe en Cristo, Aquel que había de venir; exactamente sucede lo mismo en la era cristiana.
Por esta razón Pablo habla de la administración de esos ritos y esas ceremonias como un "ministerio de muerte". LOS JUDÍOS QUE NO VIERAN A CRISTO EN EL SISTEMA DE SACRIFICIOS, MORIRÍAN EN SUS PECADOS. ESE SISTEMA NUNCA SALVÓ POR SÍ MISMO A NADIE DE COSECHAR LA PAGA DEL PECADO: LA MUERTE. Y puesto que la mayoría de los judíos de los días de Pablo -incluso los judaizantes que en ese momento perturbaban la iglesia de Corinto- consideraban que esos sacrificios eran esenciales para la salvación, evidentemente Pablo caracterizó todo el sistema como un ministerio de muerte. Era inerte. Judíos y gentiles debían encontrar vida en Cristo, pues sólo en él hay salvación (Hech. 4: 12). CRISTO FUE SIN DUDA EL SALVADOR DE ISRAEL DURANTE TODO EL TIEMPO DEL AT COMO LO ES AHORA.
El fracaso de la nación judía para ver a Cristo en los símbolos del sistema ceremonial y creer en él, caracteriza toda la historia hebrea desde el Sinaí hasta Cristo. De modo que la expresión ministerio de muerte caracteriza adecuadamente todo el período del sistema judío, aunque, por supuesto, hubo muchas excepciones notables. La ceguera de Israel lo indujo finalmente a rechazar a Jesús como el Mesías y a crucificar a su Redentor. Pablo declara que con la llegada de la gloria mayor revelada en Cristo y el consecuente desvanecimiento de la gloria reflejada del sistema simbólico, no podía haber más excusa para permanecer bajo tal sistema. La venida de Cristo y la plenitud del Espíritu Santo proporcionaron ampliamente un ministerio que podía impartir vida.
.
Ministerio del espíritu.
El ministerio de salvación que imparte vida es designado como (1) "el ministerio de reconciliación" (cap. 8: 18), es decir un ministerio por el cual los hombres son reconciliados con Dios; (2) "el ministerio del espíritu" (cap. 3: 8); (3) "el ministerio de la palabra " (Hech. 6: 4); (4) "el ministerio de justificación" (2 Cor. 3: 9), es decir un ministerio mediante el cual los hombres pueden aprender la forma de llegar a ser justos (ver com. Rom. 8: 3-4). El tema va de lo menor a lo mayor. Este pasaje presenta una serie de contrastes: la letra y el espíritu, la gloria que se desvanece y la gloria que permanece, condenación y justificación, Moisés y Cristo. En cada caso, el segundo término es infinitamente superior al primero (ver Heb. 3: 1-6).
Ministerio de condenación.
Es decir, "el ministerio de muerte" (ver vers. 7). El "ministerio de justificación" sobrepuja en gloria al "ministerio de condenación" en la misma proporción en que la sangre de Jesús sobrepuja a la de los "toros" y "machos cabríos" (Heb. 9: 13) como medio para expiar el pecado. Entre los dos hay una diferencia infinita.
No es glorioso.
No en un sentido absoluto, SINO COMPARATIVO. La gloria del ministerio centralizado en el sistema de sacrificios era grande, pero parecía ser nada cuando se la comparaba con la de Cristo; por esta razón había perdido su gloria el primer ministerio; se había eclipsado completamente. El brillo de la luna y de las estrellas se desvanece cuando sale el sol. Así sucedió cuando apareció Cristo, el Sol de justicia. La gloria suprema de su encarnación, su vida, sus sufrimientos, su muerte y resurrección, y su revelación del amor y del carácter de Dios -su santidad, justicia, bondad y misericordia-, hicieron completamente inadecuado el sistema de sacrificios, aunque estuvo bien adaptado para su tiempo y su obra..
Lo que perece.
Pablo veía el desvanecimiento de la gloria del rostro de Moisés como una ilustración del fin del sistema mosaico, del fin del "ministerio de muerte". El ministerio apostólico hizo terminar el de Moisés porque éste ya había cumplido su propósito. Un patrón o molde pierde su utilidad cuando se completa la prenda de vestir para la cual sirvió. Los judaizantes mantuvieron fijos sus ojos en "las figuras de las cosas celestiales" después de que Cristo regresó al cielo para ministrar "las cosas celestiales mismas" (Heb. 9: 23). Pablo procuraba desviar la atención de los hombres de la "letra" de una ministración que era impotente para impartir vida, para que se fijaran en el "espíritu" del sistema que podía impartirles vida. El sistema judío no sólo había llegado a ser inútil como guía para la salvación, sino, en realidad, peligroso porque tendía a apartar la atención de los hombres de Cristo, AUNQUE SU PROPÓSITO ORIGINAL HABÍA SIDO LLEVAR A LOS SERES HUMANOS AL SALVADOR.
Pero el sistema judío de ceremonias no sólo se había vuelto obsoleto, sino que cuando dicho sistema estuvo en vigencia, LOS JUDÍOS PERVIRTIERON MUCHO EL PLAN ORIGINAL Y EL PROPÓSITO DE DIOS POR MEDIO DE ÉL. Esto hizo que el sistema fuera tan ineficaz como objeta Mat. 23: 38. Con la venida de Cristo ya no había la menor excusa para perpetuar el antiguo ministerio, como procuraban hacerlo los judaizantes adversarios de Pablo. Rom. 9: 30-33.
Mucho más.
Así como la luz deslumbrante del sol hace desaparecer las estrellas, EL MINISTERIO (no el Decálogo) del "espíritu" sobrepuja y sustituye al (ministerio) de la "letra" .
Teniendo.
En los vers. 7-11 Pablo contrasta el ministerio mosaico con el apostólico. Ahora presenta los diferentes resultados de las dos clases de ministerios como se pueden ver en los judíos (vers. 13- 16) y en los cristianos (vers. 17-18). Los judíos permanecieron ciegos y duros de corazón; pero para los cristianos el ministerio del "espíritu" significó libertad y transformación.
Tal esperanza.
Es decir la gloria y la eficacia superiores del ministerio del "espíritu" (cf. Tito 2: 13).
Franqueza.
U "osadía". Esta palabra también se ha traducido como "denuedo" en Hech. 4: 13 y en otros pasajes. Expresa la idea de franqueza, candor y valor. Los judíos habían tenido miedo de mirar el brillo divino del rostro de Moisés y temblaron ante la manifestación de la gloria divina en el Sinaí. Moisés era el portavoz de Dios, pero debió cubrir la gloria divina reflejada en su rostro, la cual comprobaba su ministerio. Por el contrario, en el ministerio más glorioso de Pablo no había nada que debía ser ocultado. El apóstol podía proclamar sin reservas las verdades del Evangelio.
No como Moisés.
Ver Exo. 34: 29-35. Pablo utiliza el episodio del velo para ilustrar la ceguera espiritual de Israel (2 Cor. 3: 14-16). Según el apóstol, la gloria que se desvaneció representaba los símbolos y las ceremonias que terminarían con el aparecimiento de la gran Realidad simbolizada, el Señor Jesucristo. Pablo explica que debido al "velo" los israelitas no pudieron ver el desvanecimiento de esa gloria pasajera ni comprender su significado, pues creían firmemente que los símbolos y las ceremonias tenían que ser permanentes. Los consideraban como un fin en sí mismos; no comprendían que ese sistema simbólico era transitorio y provisional por naturaleza, que prefiguraba la gloria de Cristo que había de venir.
Moisés no ocultó deliberadamente la verdad ni procuró engañar a los israelitas. Profetizó acerca del Mesías y anticipó el glorioso momento de su venida (ver Deut. 18: 15). El velo simbolizaba la incredulidad de los judíos (Heb. 3: 18-19; 4: 1-2) y su insistencia en no percibir a Cristo en el ministerio de los sacrificios.
Embotó.
La causa de esa condición espiritual fue la incredulidad persistente.
Hasta el día de hoy.
Pablo había sido constituido como ministro del nuevo pacto, pero su ministerio entre los judíos de su tiempo no había sido más eficaz que el de Moisés en la antigüedad. ¿Se debía a que Pablo sólo había sido ministro de la "letra"? ¡No! Era el resultado de que el "velo" aún estaba sobre sus mentes y corazones. La solución era que quitaran el "velo", y no que Pablo cambiara su ministerio del espíritu a la "letra" como lo pedían sus adversarios.
Antiguo pacto.
"Antiguo Testamento" (RVA, BC, BJ, NC). La palabra griega diathék' aparece 33 veces en el NT. En la RVR sólo en dos de esas ocasiones se ha traducido como "testamento" (Heb. 9: 16-17), donde evidentemente lo requiere el contexto. En este vers. 14 es más lógico "leen el Antiguo Testamento" que "leen el antiguo pacto". PERO AQUÍ NO SE REFIERE AL ‘AT’ COMO LO QUE CONOCEMOS AHORA, PUES EN ESOS DÍAS AÚN NO EXISTÍA EL ‘NT’ COMO LO TENEMOS AHORA. En cuanto a la forma en que se referían al AT en el NT, ver. Luc. 24: 44. Quizá Pablo se refiera al Pentateuco o a aquella parte del mismo en que se presentan las especificaciones de la disposición del pacto. El velo, en vez de estar sobre el rostro de Moisés, se encuentra ahora sobre el libro que él escribió. Pero sin hacer caso a la palabra hablada o escrita por Moisés, aún permanecían cegados los corazones y las mentes de la gente. Los judíos no pusieron a un lado la ley; la leían con regularidad y es probable que honraran a Moisés. En realidad no creían en él, pues de lo contrario hubieran creído en Cristo (Juan 5: 46-47). La gloria de Moisés consistía para ellos en la "letra" de la ley y en las formas externas y en las ceremonias allí prescritas. La naturaleza y el significado de la obra del Mesías seguían siendo un misterio para ellos.
El mismo velo.
Es decir, la misma incapacidad espiritual para reconocer las grandes verdades espirituales y el propósito espiritual del ministerio de Moisés. Unos 1.500 años después del Sinaí los judíos continuaban con el entendimiento tan embotado como antes. La incredulidad de los judíos en los días del apóstol Pablo era idéntica a la de los días de Moisés.
Por Cristo es quitado.
Descubrir a Cristo en las profecías del AT y en las ceremonias y formas prescritas en sus páginas, era lo único que podía ser suficiente para quitar el "velo" cuando se leían esos pasajes de las Escrituras. Pero los judíos se negaron a reconocer a Cristo como el Mesías, y por eso el velo continuaba sin ser quitado.
Aun hasta el día de hoy.
Unos 1.500 años después del tiempo de Moisés y unos 30 años después de la muerte de Cristo.
Cuando se lee a Moisés.
Los primeros cinco libros de la Biblia fueron escritos por Moisés y se conocían como "la ley de Moisés", Eran leídos regularmente en las sinagogas (Hech. 15: 5, 21).
Sobre el corazón de ellos.
No tanto sobre el intelecto como sobre la voluntad. Podrían haber creído, pero se negaron a hacerlo (ver Ose. 4: 6). Los judíos decidieron permanecer voluntariamente ciegos a través de toda su historia como nación. EN LOS ESCRITOS DE MOISÉS SÓLO VEÍAN LO QUE QUERÍAN CREER. Estaban completamente convencidas de la incomparable excelencia de la "letra" de la ley de Moisés, pero cerraban los ojos a su "espíritu". Los servicios del santuario y los sacrificios señalaban al Cordero de Dios y su obra como mediador. Salmos como el 22, el 24 y el 110 destacaban a Aquel que es mayor que David. Las profecías de Isaías deberían haberlos inducido a comprender que el Mesías tenía que sufrir antes de que fuera coronado Rey. Es indudable que sólo esperaban que el Mesías los librara de sus enemigos extranjeros, Y NO DE SUS PECADOS (ver . Luc. 4: 19). ESTE MISMO VELO DE INCREDULIDAD VOLUNTARIA CON FRECUENCIA OCULTA LA VERDAD DE LA GENTE HOY DÍA. (Por eso argumentan la abolición del decálogo). Necesitamos estudiar las Escrituras en mentes abiertas, listas para renunciar a opiniones preconcebidas y a reconocer y aceptar la verdad cualquiera que ella sea.
Cuando se conviertan.
El obstáculo para la visión espiritual está dentro de¡ individuo, no en Dios. Pablo no está enseñando que toda la nación de Israel se salvaría en masa (ver Rom. 9: 6-8; com. Rom. 11: 26).
Cuando las personas se convierten de verdad, disciernen que TANTO el AT COMO el NT dan testimonio de Cristo (Luc. 24: 27; Juan 5: 39; 15: 26-27; 16: 13-14). Pero algunos cristianos modernos, a semejanza de los judíos incrédulos de los días del NT, velan su entendimiento y ven en el AT sólo un sistema de ritos y ceremonias,
El velo.
Moisés se quitó el velo cuando regresó a la presencia de Jehová (Exo. 34: 34), y la ceguera espiritual y la incredulidad serán quitadas de la mente y del corazón de los que verdaderamente se conviertan. Cuando los judíos, guiado por el Espíritu llegaban a creer en Cristo, les era quitado el velo que HABÍA OSCURECIDO SU VISIÓN DEL PACTO ETERNO Y QUE LOS HABÍA EXTRAVIADO. Entonces Podían comprender el verdadero significado del sistema judío y entender que Cristo constituía, en su persona y obra, el mismo corazón del sistema de sacrificios y de toda la ley de Moisés.
Los hombres pueden leer correctamente el mensaje de las Escrituras -ya se trate del AT o del NT- únicamente cuando encuentran a Cristo en ellas. Para entender la Palabra de Dios e interpretarla correctamente, es imprescindible que se obedezca de todo corazón la voluntad divina (ver com. Mat. 7: 21-27).
Donde está el Espíritu.
El ministerio del Espíritu significa estar liberado del ministerio de la letra, que aisladamente y por sí mismo significa servidumbre. Andar "en el Espíritu" es disfrutar de la libertad cristiana (Gál. 5: 13-16; cf. Juan 6: 63). EL MINISTERIO DE LA "LETRA" GRABADA EN TABLAS DE PIEDRA NO TIENE EN SÍ Y POR SÍ MISMO PODER ALGUNO PARA CONVERTIR A LOS PECADORES Y DAR LIBERTAD. Sólo el Hijo puede hacer a los hombres "verdaderamente libres" (Juan 8: 36).
La libertad del Espíritu es la de una nueva vida que siempre se expresa en forma natural y espontánea por una sencilla razón: cuando un hombre nace de nuevo, su deseo supremo es que la voluntad de Dios sea eficaz en él. La ley de Dios ESCRITA EN EL CORAZON (ver 2 Cor. 3: 3) lo libera de todo tipo de obligación externa. Prefiere hacer lo correcto NO PORQUE LA "LETRA" DE LA LEY LE PROHIBA HACER LO INCORRECTO, sino porque el "espíritu" de la ley grabado en su corazón LO INDUCE A PREFERIR LO CORRECTO. Cuando el Espíritu vive en el hombre, rige de tal manera su voluntad y sus sentimientos, que desea hacer lo que es correcto y se siente libre para obedecer la verdad tal como es en Jesús. Acepta que la ley es buena y "según el hombre interior" SE DELEITA "EN LA LEY DE DIOS" (Rom. 7: 22; Sal. 1: 2).
La libertad en Cristo no significa libertad para hacer lo que a uno le plazca, a menos que lo que a uno le agrada sea obedecer a Cristo en todas las cosas. Debe haber control. Cuanto menos haya control interno, tanto más deberá ser impuesto desde el exterior. Se puede confiar plenamente y sin reservas en la persona que ha sido renovada en Cristo Jesús, porque no abusará de esa confianza por motivos egoístas.
Mirando . . . como en un espejo.
Gr. katoptrízomai, "reflejar" o "contemplar un reflejo". Algunos traductores y comentadores están en favor de la primera posibilidad; otros prefieren la segunda. El contexto se inclina por la segunda, pues ser "transformados" a la semejanza de Cristo es el resultado lógico de contemplarlo y no de reflejarlo. Pero también es cierto que nuestras vidas son como espejos que reciben la luz de Cristo y la reflejan a otros. Así como el rostro de Moisés reflejaba la gloria de Dios en el Sinaí, así también nuestras vidas siempre deben reflejar la gloría del Señor que brilla en el rostro del Salvador para un mundo perdido.
A cara descubierta.
A diferencia de los israelitas que todavía llevan un velo sobre la mente y el corazón, el cual les impide ver la gloria del Señor, los cristianos tienen el privilegio de contemplar la plenitud de esa gloria. En el monte Sinaí sólo Moisés recibió la revelación procedente de Dios sin tener un velo sobre su rostro. Ahora todos podemos acercarnos a Dios tan efectivamente como lo hizo Moisés y mantener una íntima comunión con el Señor (cf. Heb. 4: 16).
Somos transformados.
Literalmente "estamos siendo transformados". El plan de la redención tiene el propósito de restaurar la imagen de Dios en el hombre (Rom. 8: 29; 1 Juan 3: 2), transformación que se produce contemplando a Cristo (Rom. 12: 2; Gál. 4: 19). La contemplación de la imagen de Cristo actúa sobre la naturaleza moral y espiritual en la misma forma en que la presencia de Dios actuó sobre el rostro de Moisés. El cristiano más humilde que constantemente contempla a Cristo como su Redentor, refleja en su propia vida algo de la gloria de Cristo. Si fielmente continúa haciéndolo, irá "de gloria en gloria" en su experiencia cristiana personal (ver 2 Ped. 1: 5-7).
De gloria en gloria.
Esta transformación es progresiva: va de un estado de gloria a otro. Nuestra semejanza espiritual con Cristo se produce por medio de su gloria, y da como resultado el reflejo de una gloria semejante a la de él.
Comentario de Francis D Nichol
Saludos y bendiciones
Miguel