Respuesta a Mensajes # 1790/1791/1792:
La furia, el enojo, los insultos, no hemos visto que sea de vuestros contradictores, sino que fueron ellos los que debieron soportar el fastidio que les causa a ustedes no tener réplicas coherentes que dar. Cada argumento propuesto ha sido pacientemente desactivado. Los nuestros son permanentemente ignorados; haciéndose los ofendidos prefieren ni mentarlos.
Marcelino no ha reaccionado con enojo ante la porfía de relacionarlo con Ellen White y los Adventistas, sino que simplemente les ha enrostrado una y otra vez la misma verdad: la filiación religiosa no es el tema propuesto.
Ustedes se escandalizan cuando desenmascaramos los antecedentes de Edison en los Foros y su mal comportamiento en éste: sin embargo, tú presentas los puntos de controversia de los Adventistas. ¿A santo de qué? ¿Para que acabe yo con Marcelino como terminé (tristemente) con Kungesn Ester? A diferencia de ella, Marcelino se ha sabido cuidar muy bien de no aprovechar aquí para promocionar a nadie.
¿Es que acaso la mera procedencia confesional o denominacional de vuestros contradictores alcanza para legitimar la idea de una iglesia no cristiana en Jerusalem?
Estoy seguro que en su fuero íntimo ustedes piensan:
-¡Qué lástima que este Ricardo no sea pentecostal, bautista, presbiteriano ni metodista! Si lo fuera, le caeríamos con todo lo que vemos de antiescritural en su denominación. Pero que sea de las mismas Asambleas de Hermanos que nosotros ¡qué contrariedad!
He aprobado tu aporte sobre Romanos 2 y los moralistas judíos.
Ahora conviene que te diga también la contraparte: de la misma manera que recusamos el frío y muerto legalismo judío, aún con mayor energía rechazamos el desparpajo inmoral de los que llamándose de hermanos son maldicientes (1Co 5:11) y antinomianos, ignorando que no estamos sin Ley, sino bajo la ley de Cristo (1Co 9;21; Gal 6:2), que es también la ley de la fe (Ro 3:27), como ley del Espíritu (Ro 8:2) que es la perfecta ley: de la libertad (Stg 1:25; 2:12). Las Sagradas Escrituras nos fueron dadas para que las obedezcamos, y no para aporrear con ellas a los que no las entienden igual que nosotros.
Ya he dicho que este tema no puede ser torpedeado, pues a poco de andar hizo aguas por todos lados y sus cenizas yacen en el fondo del mar hasta el día de juicio, cuando el mar entregue sus muertos (Ap 20:13).
Ustedes se llenan la boca con la defensa de la fe, la doctrina y la fidelidad a las Escrituras, pero apenas mascan retazos de la verdad con la que acabarán atragantados.
Mejor les fuera no haber conocido nunca la verdad, que habiéndola conocido llegar a este lamentable estado.
¡Reaccionen de una buena vez porque el antitestimonio que dan es calamitoso!