4. Se llama Espíritu según lo que hemos leído: «Porque a uno se le da por el Espíritu palabra de sabiduría» ( 1 Cor 12,8). Y se le llama Espíritu de Verdad, según lo que dice el Salvador: «Cuando venga él, el Espíritu de la verdad...» (Jn 16, 13). También se le llama Paráclito, como también dijo: «... porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito» (16, 7). Y que se trata de una única y misma realidad, a la que se denomina con nombres diversos, se explica claramente por lo que inmediatamente diré. Pues ya se dijo que el Espíritu Santo y el Paráclito son el mismo. Pero está igualmente dicho que son lo mismo el Paráclito y el Espíritu de la verdad: «(Y yo pediré al Padre) y os dará otro Paráclito, para que esté con vosotros para siempre, el Espíritu de la verdad» (14, 16-17). Y también, «cuando venga el Paráclito, que yo os enviaré de junto al Padre, el Espíritu de la verdad» (15, 26). Se le llama Espíritu de Dios, como está escrito: «He visto al Espíritu que bajaba... sobre él» (Jn 1, 32), y, a su vez: «Todos los que son guiados por el espíritu de Dios son hijos de Dios» (Rm 8, 14). También se le denomina Espíritu del Padre, como dijo el Salvador: «No seréis vosotros los que hablaréis, sino el Espíritu de vuestro Padre el que hablará por vosotros» (Mt 10, 20). Y también Pablo: «Doblo mis rodillas ante el Padre» (Ef 3, 14) y, más abajo: «... para que os conceda... que seáis fortalecidos por la acción de su Espíritu» (3, 16). Se le llama también Espiritu del Señor, como dice Pedro: «¿Cómo os habéis puesto de acuerdo para poner a prueba el Espíritu del Señor?» (Hech 5, 9). Igualmente se le llama Espíritu de Dios y de Cristo, como Pablo escribe: «Más vosotros no estáis en la carne, sino en el Espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros. El que no tiene el Espíritu de Cristo no le pertenece» (Ro». 8, 9). Se le llama asimismo Espíritu del Hijo de Dios, como está dicho: «La prueba de que sois hijos es que Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo» (Gál 4). Y se le menciona también como Espíritu de Cristo, como ha quedado escrito: «... procurando descubrir a qué tiempo y a qué circunstancias se refería el Espíritu de Cristo» (I Pe 1, 11). Y también: «... gracias a vuestras oraciones y a la ayuda prestada por el Espíritu de Jesucristo» (Flp 1, 19).