Les dejo unas palabras tomadas del libro "Jesucristo es el Señor" escrito por el pastor Jorge Himitian para que las analicemos juntos...
¿Qué es el diezmo?
El 10% de todo sueldo, de toda ganancia que tenemos.
Este es un principio de Dios.
El diezmo no es algo relegado exclusivamente a los tiempos del Antiguo Testamento. Tampoco es algo establecido por la ley de Moisés.
Es un principio de Dios anterior a la ley que se encuentra a través de toda la Biblia, un principio de Dios que creó los cielos y la tierra, por medio del cual reconocemos que todo lo que existe, y todo lo que tenemos es de El y para El.
Es la manera concreta de expresar que creemos que El es el único dueño de todas las cosas.
Cuando recibes tu sueldo a fin de mes, debes tener en cuenta que todo es de Dios. ¡Todo!
Si ganas $500, los 500 son de El. Pero dentro de esos $500, hay $50 que tú no puedes siquiera administrar.
El Señor te ha constituido en mayordomo del 90% restante, pero el diezmo lo administra El.
Aparta, pues tus diezmos y dáselos.
¿Qué hago con el resto, ya que el resto es para mí?
No.
No es para ti.
Es para que tú lo administres.
El te da el dinero, y tú comes del dinero de Dios, y te vistes tú y tu familia con el dinero de Dios.
Por eso, debes agradecerle: “Gracias por la comida, Señor; gracias por la ropa, y por todos los bienes que me das”.
Supongamos que tú ganas este mes $500.
Apenas cobras, apartas el 10% para Dios, o sea $50 (porque el diezmo no debe ser lo que nos sobra sino las primicias).
Antes de comenzar con los gastos, $50 son apartados para Dios.
En realidad, todo el dinero es de Dios, pero esta parte la administra El.
La pones en un sobre, y la llevas a la iglesia.
¿Cuánto te queda? $450. Pero tú dices:
“A mí no me alcanzan $500 por mes para vivir. ¿Cómo voy a vivir con $450?”
Quiero decirte algo ilógico para las matemáticas pero cierto para la fe: Esos $450 rendirán más que $500.
¿Sabías eso?
¡Porque esos $450 llevan la bendición de Dios!
Cuando pones tus diezmos estás señalando que todo es de El, no solo esos $50, sino también los $450 restantes.
Es dinero recibido de la mano de Dios.
En cambio, cuando te quedas con el diezmo que le pertenece a Dios, estás robando, y esos $500 quedan contaminados por el robo.
Mira, quedándote con los $500 harás menos que con los $450.
Porque $450 con la bendición de Dios valen más que $500 sin ella.
Algo más.
Si vas a dar el diezmo con mezquindad y tristeza, será mejor que no lo des.
Dios ama al dador alegre.
Ten esta actitud: “Señor, otra vez me diste $500.
¡Qué privilegio darte a ti lo que te corresponde! ¡Y qué gozo! Estos $50 son tuyos. ¡Aquí están, Señor!” ¡Cómo honra Dios esa actitud?
¿Para qué quiere Dios ese dinero?
Porque si cada uno pone su diezmo para Dios, habrá mucho dinero.
¿Haremos mejores templos con él?
La Biblia nunca menciona que se hayan construido templos con los diezmos.
Cosas como esas deben salir siempre del dinero de las ofrendas.
Si la congregación quiere bancos más cómodos o un nuevo órgano, los tiene que pagar por medio de las ofrendas.
Entonces, ¿para qué quiere Dios el diezmo?
Siempre se destinó para los siervos de Dios.
La Biblia así lo señala.
Era para el sostén de los levitas y los sacerdotes del Antiguo Testamento.
De este modo, los levitas en vez de dedicarse a cosechar, a sembrar o a negociar – es decir, a trabajos seculares – se dedicaban a la obra espiritual.
El levita, en vez de estar trabajando de carpintero, por ejemplo, se ocupaba de las cosas referentes al culto (ver Números 18.21).
¿Para qué quiere Dios hoy nuestros diezmos?
Para el sostén de sus obreros.
Esto es lo que San Pablo enseña en 1 Corintios 9.11-14.
No es que nosotros paguemos a los obreros.
No.
Es Dios quien le paga.
Nosotros damos el diezmo a Dios.
Eso entra en el bolsillo de Dios.
Yo no puedo hacer con el Diezmo lo que a mí me parece.
No, porque eso lo administra Dios.
Y él ha llamado a algunos a dejar su propia ocupación para ser pastores, evangelistas, maestros.
Y si los llamó a su obra, ¿quién les debe dar el sostén?
¡Dios!
¿Con qué dinero?
Con el dinero que diezman todos los discípulos cada mes o cada semana.
Dios ya ha dado un destino a los diezmos: son para sostener a sus obreros.
Si tú llamas a un carpintero a hacer un trabajo en tu casa, ¿quién le va a pagar?
¡Tú mismo, que lo llamaste!
Y si Dios llama a algunos a predicar el evangelio, a ser evangelistas, apóstoles, maestros, ¿quién les va a pagar?
Dios mismo.
Cuando nosotros no ponemos el dinero de nuestros diezmos, ¿sabes qué estamos haciendo en realidad?
Estamos robando a Dios y evidenciando que Jesucristo no es el Señor del dinero que ganamos.
Tomado del libro: Jesucristo es el Señor
JORGE HIMITIAN