S F U
LA IDEA DE DIOS EN LA MASONERÍA
“Si no existiera un Dios, la Masonería desaparecería por falta de fundamento, aunque subsistiere la creencia en Él”.
Poignaut.
I
Este trabajo trata del concepto que de Dios tiene la Masonería regular y aborda algunos aspectos relacionados con temas prohibidos para algunos masones materialistas radicales, tales como la espiritualidad y la religiosidad en nuestra Orden.
En los prolegómenos de los cahiers del primer grado de la Masonería regularmente practicada en México, se afirma: “Este primer grado conduce al neófito a la admiración y el reconocimiento hacia el Gran Arquitecto del Universo”. Y refiriéndose al Triangular, indica: “El triángulo simboliza los tres objetos de la Masonería, o sea, el estudio del hombre, de la naturaleza y de Dios”. En efecto, la Masonería, como cualquier otra propuesta de pensamiento filosófico, posee una visión del mundo, es decir, lo que se llama una cosmovisión. Una cosmovisión es un modo de entender y de valorar la realidad, es decir, un modo de interpretar todo lo que existe. La noción filosófica de “mundo”, junto con la de “hombre”, es un objeto capital de reflexión masónica y entre ambos asuntos –la realidad y el hombre-, surge una síntesis que es Dios, a quien la Masonería denomina ritualmente «Gran Arquitecto del Universo», en razón de la naturaleza de su simbolismo derivado del arte de la construcción. La noción de Dios en la Orden constituye un núcleo racionalizable bajo el cual tienen cabida todas las concepciones que de Dios puedan tenerse, indistintamente de la religión que se practique. Por lo tanto, en este sentido, la Orden Masónica posee una actitud vital y posee también una actitud ética que gradualmente predispone al masón, primero a reflexionar, luego a aceptar la existencia de Dios y finalmente a creer en Él. En consecuencia, los miembros de la Orden no pueden ser i) ni ateos estúpidos, ii) ni libertinos irreligiosos, tal y como lo predisponen las Constituciones de Anderson de 1723, que son el fundamento de la Masonería moderna especulativa.
Dichas Constituciones señalan que un masón puede pertenecer a cualquier confesión religiosa, puesto que la Masonería no afirma ni niega a ninguna de ellas, al contrario, las respeta en tanto que ellas representan una realización de las aspiraciones espirituales de las personas. Anderson y Desaguliers, que bien puede decirse son los autores intelectuales del revival masónico de 1723, estipularon que la Masonería debía ser «El Centro de la Unión», un verdadero espacio de convergencia en el que tuvieran lugar todos los hombres, de todas las creencias confesionales, de todas las convicciones políticas y filosóficas, de todas las razas, clases sociales, etc. La Masonería es, en términos andersonianos, “a-religiosa”, puesto que prescinde de una confesión específica, pero esto no implica que sea irreligiosa, o que declaradamente se encuentre en contra de alguna Iglesia o institución en particular, a menos, por supuesto, que viole los derechos humanos fundamentales. Ahora bien, respecto de la condición de ateo, que las Constituciones de 1723 rechazan, debemos aclarar lo siguiente. Dicha condición, la de ateo, es una condición de carácter teórico; en cambio, la de “libertino irreligioso” atañe a la práctica ética. Ambas condiciones están consignadas como dos límites al sentido de la tolerancia masónica. Es decir, el Pathos de la Masonería no es, como he indicado, antirreligioso, sino por lo contrario, la actitud vital masónica es de respeto, comprensión y tolerancia hacia las diversas formas éticas, filosóficas y religiosas de enfocar el enigma de la existencia. No obstante, estos “límites” a la tolerancia han ocasionado comentarios agudos, algunos incluso irreverentes a la Orden. Sin embargo, la declaración expresa de los candidatos a ingresar a ella, en el sentido de “confesar” su creencia en Dios, no constituye un dogma, ni mucho menos una imposición espiritual y de ninguana manera puede decirse que atenta contra la libertad de consciencia. La realidad es que cuando un candidato se confiesa irreligioso o bien ateo, el hecho es que nada tiene que hacer en la Orden, puesto que ésta esta estructurada de tal forma que su simbolismo, su filosofía, su ética, su alter ego, su leit motiv, su naturaleza iniciática pues, están fundamentadas en un cimiento inamovible que es la existencia de Dios y no tanto la “creencia” en Él. Es decir, el asunto es ontológico y no gnoseológico, ni siquiera fídico de origen. Se trata de reconocer su existencia, ya que ésta es premisa indispensable en el argumento masónico. Tan indispensable es que, de hecho, se trata de un auténtico Landmark de la Orden, del cual se derivan incluso otros dos: la inmortalidad del alma y la presencia en trabajos abiertos del libro de la Ley.
II
Respecto de Dios, existen al menos dos paradigmas filosóficos que conceptualizan la idea. Uno es el teísmo y el otro el deísmo. En el deísmo se tiene una idea naturalista y racional de Dios, sin atreverse a definirlo ni atribuirle cualidades. El deísmo reconoce que ha de haber un solo Dios, causa suprema de cuánto existe. La concepción deísta sabe qué es, pero no se aventura a decir “quién” ni “cómo es”. Por el contrario, el teísmo es la forma clásica de concepción de la mayoría de las religiones positivas, es decir, organizadas con clero, culto, liturgia, dogmas y organismos, y supone que Dios es una “persona” o una deidad con atributos específicos, es bueno, malo, se enoja, castiga, premia, vigila, perdona, etc. Si hubiera que definir a qué corriente se inscribe la Masonería, habría que decir que cuando el menos al teísmo definitivamente no.
En efecto, la filosofía masónica esta basada en la existencia de un Ser Supremo, pero carece de una doctrina vinculante con la divinidad, debido a que deja que cada uno de sus miembros asuma compromisos de esta índole de una manera libre pero consciente y responsable. Por otra parte, es cierto que sus estudios esotéricos conducen al masón a reflexionar sobre la idea de Dios y, como consecuencia de ello, a desarrollar un sentimiento vinculatorio en ese sentido; por lo tanto, la Masonería acepta un tipo de relación con la divinidad, que según el cahier del aprendiz, esta caracterizada dicha relación por el reconocimiento, por la admiración y por ciertos «deberes» del hombre para con Dios. Existe, por lo tanto una relación espiritual y, al mismo tiempo, una vocación religiosa, las cuales son producto de la convicción existencial, primero de Dios, y luego de la relación del hombre para con Él. Una consecuencia de esta relación es el compromiso ético que el hombre contrae para consigo mismo, para con los demás y para con el Ser Supremo, compromisos sobre los cuales el iniciante en la Masonería tiene que reflexionar maduramente, ya que la Logia le pide al respecto un testamento espiritual, el cual queda signado en el Triangular, documento cuyas implicaciones morales nunca han sido lo suficientemente comprendidas y discutidas a cabalidad. No obstante, respecto de la religiosidad y de la espiritualidad es necesario apuntar algunas precisiones.
En primer lugar, la Masonería es una estructura de pensamiento ajena por completo a dogmas, mitos, fetiches, supersticiones, idolatrías y contemplaciones, ensalmos y devociones, santerías, veneraciones, quimeras, fantasías y demás formas de expresión fídica, expresiones todas ellas propias de religiones y de cultos. No obstante, la Institución respeta a todas, aunque evidentemente las cuestione, como de hecho se cuestiona todo en la filosofía. Respecto de Dios, a la Masonería no le importa si se habla de Alá, de Buda, Ormuz, Isvara, Brahama o Jehová. Para la Orden lo importante, lo esencial, es que el hombre, sobre todo si es candidato a la Iniciación, reconozca la existencia de una Realidad Superior, y punto. Cómo crea en ella, es otra cosa y un asunto íntimo que no nos interesa. Sin embargo, es preciso establecer que el reconocimiento de una Realidad Superior, simultáneamente crea un tipo de relación o de vinculación entre el hombre y esa Realidad Divina. Se trata de una relación que no puede intelectualizarse, sino que por su naturaleza exige una vivencia obligadamente espiritual que puede devenir profundamente religiosa, y en al algunos casos, mística. De hecho, hay que destacar que el objetivo último y profundo de toda Iniciación real y verdadera, incluso y por supuesto la masónica, es la revelación de los misterios, e históricamente los misterios, en todo el mundo, han estado asociados con la experiencia espiritual del hombre.
Lo anterior significa que la experiencia masónica es una experiencia espiritual y religiosa. Es tiempo ahora de definir con más precisión lo que para una sociedad iniciática como la nuestra significan esos términos, que bien cierto estoy, a muchos masones tradicionales puede lastimarles sus oídos y generar muchas discusiones. Bienvenidas si éstas están correctamente fundadas en los textos básicos de la Orden, en sus cahiers y en la tradición iniciática universal.
Es un hecho que el objetivo fundamental de la Masonería iniciática no son las posturas políticas ni ideológicas, si bien los grados del escocismo abordan estos asuntos como un complemento cultural del masón, asuntos que son tratados de una forma consecuente con los efectos de la Iniciación. Pero el punto central es ¿cómo entiende la Masonería los términos «espiritualidad» y «religiosidad»?
III
La Masonería entiende estos conceptos bajo el imperio de argumentos derivados de su naturaleza iniciática. En efecto, la Masonería no es una Orden cuyos fines podamos ubicar en el contexto material y profano. El mundo que construye la Masonería es un mundo sacramental, un mundo que se caracteriza por la actitud espiritual de los hermanos una vez abiertos los Trabajos de la Logia. La delicada línea que separa al mundo profano del mundo masónico, esta definida por la disposición de los hermanos que, reunidos en Logia, parecen coincidir en sus propósitos de religamiento con el Ser Supremo. Esta disposición esta marcada por la invocación de Apertura de los Trabajos, invocación que está muy lejos de ser un mero protocolo asambleísta, que de serlo, convertiría a la reunión masónica en una mera asamblea profana. Lo que hace que esta asamblea se convierta en Tenida es, precisamente, el carácter invocatorio con que el Maestro de la Logia celebra la Tenida. Y este carácter, para que sea efectivo, debe estar provisto de una sentida vocación espiritual. De esta manera, los términos «espiritualidad» y «religiosidad», tendrán que entenderse bajo la perspectiva iniciática. Esta perspectiva se describe genéricamente en las líneas siguientes.
Número uno: la Masonería es espiritual porque sostiene que toda forma externa no es sino la manifestación o expresión de una realidad interna y espiritual. De este modo, nuestro cuerpo físico, por ejemplo, encierra la substancia de nuestro Ser y es con este Ser Interior con el que tiene que ver la Masonería y es también de ese Ser Interior de donde debe surgir la esencia de nuestra personalidad. Por supuesto, la verdadera importancia del hombre no es física, pues ésta no es sino una insignificancia temporal y pasajera. Su importancia estriba, en todo caso, en su Dimensión Espiritual. Empero, la Masonería no le concede importancia únicamente a lo espiritual, sino que entiende que también lo material es vital, pues es en lo físico donde lo finito y lo infinito se encuentran y por ello la filosofía masónica pone énfasis no en lo material o en lo espiritual, sino en la relación entre ambos aspectos. Hay que entenderlo bien: los principios de libertad, igualdad y fraternidad que sustenta la Orden, no podrían ser entendidos sino espiritualmente. La libertad, por ejemplo, en su forma absoluta no existe en el ámbito material, ya que sólo es posible a través de esa liberación que se logra espiritualmente, por medio de la Iniciación Real. El mundo espiritual es ilimitado. De forma similar, la igualdad es imposible en el mundo material, pues no hay en él dos seres iguales en todo sentido. Aún en el campo de la igualdad de derechos, que es un concepto jurídico y social, las cosas son de tal forma que la igualdad sólo es posible en el campo espiritual. La Masonería se basa en leyes espirituales y naturales, y sólo en este orden de cosas existe la absoluta igualdad bajo la ley. La justicia misma, en el orden material y basada en la igualdad de las leyes humanas, es un mito, porque al beneficiar a unos se perjudica a otros. Respecto de la fraternidad, ocurre lo mismo. La fraternidad es algo que compartimos con todos los seres, no sólo con los hombres, sino con todo ser vivo, por la simple razón de que somos manifestaciones de la misma Causa, de la misma Vida Universal, y provenimos de la misma Fuente. Y ¿qué es la vida? ¿es acaso algo material y visible? ¿realmente vemos la vida o solo nos percatamos de sus manifestaciones? A la vida nadie la ha medido ni la ha visto jamás, pese a que vemos vida en toda la naturaleza. ¿No es así que vemos al Gran Arquitecto del Universo? La fraternidad no es un ideal basado en un concepto material de la existencia, sino una realidad espiritual existente, de lo cual los masones estamos plenamente conscientes.
Analicemos las nociones masónicas más invocadas en Logia: tolerancia, belleza, fuerza, candor, sabiduría, filantropía, progreso, riqueza, honor, virtud, talento, etc. Todas ellas tienen un significado real sólo en el mundo espiritual, en el mundo material no son nada. Lo anterior nos predispone a buscar en la Masonería un sentido más profundo y un propósito más lógico de las cosas. Aceptemos que la inmensa grandeza y fuerza de la Masonería no está en su tamaño, ni en el número de sus miembros, ni en su peso o supuesta presencia política, como piensan algunos hermanos extraviados. En este sentido, existen organizaciones mucho más grandes y poderosas que ella, materialmente hablando. Ahí están el Opus Dei, los Rotarios o los Partidos Políticos. No, la Masonería no puede ser evaluada ni juzgada así, puesto que su verdadera grandeza radica en su concepto del Ser, y su fuerza, en su sentido de unidad subjetiva y esto es algo netamente espiritual.
Número dos: como consecuencia natural de la espiritualidad, existe en la Masonería una clara disposición a la religiosidad, entendida ésta como un sentimiento que dispone al individuo a una vinculación con el Ser Supremo; se trata de una experiencia religiosa que no es otra que la misma experiencia que resulta de la percepción de una Realidad Superior; una experiencia vivencial que no descansa en creencias o en credos formalmente estructurados, ni dogmas, evangelios, artículos de fe, revelaciones de iluminados, doctrinas u otras ataduras a la expresión libre de la experiencia fídica, no obstante que cada miembro de la Orden, enteramente liberado de prejuicios, esté en plena libertad de adherirse a alguna de ellas en particular. La Masonería habla de «religión» en un sentido libre, como una manifestación del espíritu igualmente libre del hombre consciente y librepensador. No habla de la religión como instrumento de explotación y de dominación de los humildes e ignorantes, no habla la Masonería de religión como sinónimo de fanatismo. ¿Cuál es entonces el sentido que la Masonería le otorga a la religión?
En las escuelas iniciáticas, la religión sugiere un concepto de unidad, unidad que es producto de los sagrados misterios de la Iniciación verdadera, los que una vez comprendidos conducen al acuerdo general de que todas las religiones, en su aspecto esotérico, tienen la misma raíz, la misma fuente, el mismo origen y que sólo cuando se les concibe exotéricamente, es cuando aparecen las diferencias, que casi siempre son de forma. De esta manera, las enseñanzas del Cristo son las mismas que las de Mahoma y que las del Buda y que las de otros grandes iniciados, pero que cuando son formalizadas por los clérigos y los dogmas, aparecen como diferentes y muchas veces como contrarias. Esta concepción de la religión conduce a la división de los hombres, enfrentados sangrientamente en guerras de religión. La Orden masónica considera que la religión verdadera es aquella que es capaz de unir a los hombres de todas las razas, de todas las nacionalidades, de todas las clases e ideologías políticas, y no aquélla que los divide con barreras insalvables. Justamente, la raíz etimológica de la palabra religión es «re» y «ligare», en donde “re” significa «volver a» y “ligare” «unir». Entonces, se tiene que religión significa volver a unir.
¿Qué es lo que se vuelve a unir? Se vuelve a unir el hombre con su creador, porque espiritualmente se supone –y tenemos que suponerlo-, que en el principio el Todo Universal era una unidad y que del Todo se desprendió la Creación, y el hombre, como parte de la Creación, pero dotado de inteligencia, de pensamiento y de consciencia, se vio de pronto desligado de su Creador. En consecuencia, su inquietud intelectual, es decir, espiritual, le predispone, le impulsa, le impele, a buscar el acercamiento con su Creador. Por ello, el proceso de «re-ligare» es un proceso de reunir en lazos de espiritualidad al hombre con su Creador.
IV
Como librepensadores, los masones asumimos que las iglesias oficiales de todas las afiliaciones, han convertido a las religiones en sistemas dogmáticos, sectarios, fanáticos y “exclusivos”, y con ello, en vez de unir y liberar a los hombres, les han aprisionado colocándose en absurda pugna unas con otras, disputándose el dominio absoluto de la verdad y con ello olvidan que el sentimiento religioso tiene que ver con el mundo espiritual y que este mundo es infinito y que, en consecuencia, no puede ser repartido ni separado en segmentos. Entonces, tenemos que si el mundo espiritual es infinito, el camino que conduce a ese mundo no puede ser ni exclusivo ni distribuido en partes, puesto que no se trata de un camino externo, sino interno. La religiosidad que provoca la Masonería se ubica en este orden de ideas; en cambio, la religiosidad dogmática y fanática de las Iglesias, cualesquiera que sea su denominación, sólo abordan la periferia de ese mundo espiritual, y con ello empequeñecen al Ser Supremo con esos conceptos exclusivistas y personalistas que tienen de Él.
En consecuencia, la Masonería, si ser religión, ofrece a sus adeptos una gran experiencia religiosa, la experiencia de una Realidad Superior cuyos fundamentos la hacen Universal. Estos fundamentos son dos:
1. La relación de todos los seres con el Gran Arquitecto del Universo y, por otro lado, la relación entre unos y otros seres, denominada Fraternidad.
2. El hecho de que estos seres se encuentran en un camino evolutivo en consciencia, o sea, que transitan de la oscuridad a la Luz, o para decirlo masónicamente, que van del Occidente al Oriente.
La Masonería entiende por religiosidad a esa voluntad de la parte de identificarse con el Todo y, a su vez, la esperanza y la FE de recibir del Todo una respuesta a esa voluntad. Este es el sentido de la religiosidad que se observa en sus rituales, en sus ceremonias, en sus juramentos, en sus invocaciones y, en particular, en esa sublime invocación de Apertura de los Trabajos de Construcción en cada Tenida, cuando el Maestro de la Logia dice: “A la Gloria del Gran Arquitecto del Universo, por la Confraternidad Universal...”. Hay, en esta invocación, una profunda espiritualidad que los asistentes a la Tenida deben saber vivir internamente, puesto que no se trata de una simple fórmula asambleísta, ni tampoco de un mecánico protocolo ritual. Se trata de una dedicación, de una genuina aspiración de «re-ligamiento», de un acto de profunda vocación, de una vocación tal que si los asistentes no la perciben conscientemente, pareciera que asisten como robots a la Tenida. De esta manera, para la Masonería, la religión no es una creencia, sino una auténtica experiencia. Esta es la religión (aquélla en la que todos los hombres están de acuerdo) a la que se refirió James Anderson en sus célebres Constituciones de 1723, que dan origen a la Masonería Moderna, especulativa y filosófica. James Anderson estableció en esos documentos que a los masones debe exigírseles “solamente aquéllos principios generales de religión en que concuerdan todos los hombres, tolerándoles sus opiniones privadas y permitiéndoles la más completa libertad de acción sobre sus creencias particulares”. En efecto, los fundadores de la Gran Logia de Inglaterra, sucesora histórica de la primitiva Gran Logia de Londres, afirman que fue Ley fundamental de la Orden su espíritu religioso, pero que éste debía adaptarse, con las Constituciones de 1723, a los tiempos y costumbres y al nuevo rumbo universal y universalista que se quería dar por entonces a la Hermandad, a partir de su revival de 1717. La tolerancia en materia religiosa era ahora el fundamento de la nueva y trascendental situación, pero manteniendo inalterable e irrevocable el principio de espiritualidad religiosa en el francmasón, representada por la creencia en un Ser Supremo, Gran Arquitecto del Universo. Tales ideas son una consecuencia del pensamiento libertario, racionalista y filosófico de la ilustración europea del siglo XVIII.
V
Aproximando este breve texto a una conclusión general, habré de decir que, si el trabajo de los masones operativos consistió en construir templos y edificios materiales, los masones especulativos o filosóficos construyen ahora templos espirituales, templos que se construyen “sin manos y sin ruido de herramientas”, y en esos templos son en los que operan los Trazados del Gran Arquitecto del Universo. Puesto que la Obra masónica es parte de un diseño universal y divino, resulta claro que la filosofía masónica declare, como proposición básica la existencia de Dios, más aún que la pura creencia en Él. La declaración de la existencia de Dios es un asunto teórico; la creencia en él es un punto ético. Por esta razón, la sentencia del gran masón y filósofo de la Orden, Poignaut, en el sentido de que si Dios no existiera, la Masonería desaparecería por falta de fundamento, aunque subsistiese la creencia en Él, resulta ser evidentemente válida. Nuestro hermano Voltaire habría rematado: “Y si Dios no existiera, entonces habría que inventarlo”.
Bajo tales perspectivas, los Trabajos de la Logia son el escenario de la tarea iniciática y constructiva de la Orden, y al mismo tiempo, es la Logia el espacio sacramental dentro del cual los operarios dedican sus esfuerzos a la Gloria del Gran Arquitecto del Universo. Tales esfuerzos tienen, como contenido básico, la firme convicción de religamiento, y este religamiento crea el sentimiento de espiritualidad en los operarios del Arte Real.
Desde sus orígenes, en el remoto pasado, la filosofía masónica tuvo siempre el carácter iniciático que aún hoy singulariza a la moderna Masonería, no obstante que existen muchos masones recalcitrantes (evidentemente ignorantes) que desean a todo trance transformar sus ritos, alterar sus ceremonias, alejarse de las enseñanzas de sus maestros y que consideran que la Masonería es anticuada y obsoleta, opaca e intrascendente y que, por lo tanto, resulta urgente renovarla a la luz del positivismo del siglo que termina y de “cara a la globalización” y al “nuevo milenio”. Otros hermanos, los jacobinos trasnochados, asumen que el objetivo fundamental de la Orden es luchar contra los curas, contra el clero católico, contra las Iglesias y confesiones que “avanzan cada día más”, e invocan el liberalismo –que en realidad es un simple libertarismo-, como bandera y razón de ser de la vieja orden fraternal. Puesto que de la Masonería sólo conocen la periferia, ya que nunca han leído a profundidad ni sus cahiers ni su historia, les resulta fácil juzgar lo que no conocen. Por causa de muchos de estos elementos, la Masonería se ha alejado de su verdadera razón de ser, de su éthos vital, al grado que muchas Grandes Logias han mutilado los rituales en aras de ese supuesto modernismo.
Muy por el contrario, nosotros pensamos que el verdadero futuro de la Orden radica precisamente en su capacidad de conservar los preceptos fundamentales que le dieron vida en 1723, ya que tales disposiciones son de tal forma holgadas, amplias y universales, que constituyen una garantía para dar vastas respuestas a las necesidades intelectuales, espirituales y éticas de los hombres de los tiempos por venir. Las tesis masónicas planteadas en 1723, si son analizadas con detenimiento, evidencian un ecumenismo y un sentido de apertura tales, que bien puede decirse, sin temor alguno, que la idea de la globalización es una propuesta adelantada cuando menos 277 años por nuestra Orden. Muy pronto veremos diversas y abundantes organizaciones que proclamarán al mundo, como propuestas novedosas, lo que nuestra Institución ha venido planteando desde principios del siglo XVIII, no en vano llamado el siglo de las luces o de la ilustración.
Cuando ello ocurra, entonces constataremos el avezado vanguardismo del pensamiento masónico, y mientras tanto, el masón auténticamente iniciado en los sublimes misterios de la Orden, al punto de cada Tenida, justo al escuchar la Invocación de Apertura de su Logia en voz de su Maestro, imaginará en lo profundo el golpeteo de los martillos y de los cinceles, cerrará sus ojos y elevará su alma y su pensamiento, su corazón y su Fe, a lo Alto, al Ser Supremo, al Gran Arquitecto del Universo, y entonces empezará para él la verdadera revelación de lo que es la Orden Masónica. Iniciará también para él, la verdadera aventura del espíritu.