Re: ¿ES CORRECTO COMO CRISTIANO PARTICIPAR DE LA MASONERÍA?
Malos compañeros de viaje:
Historia y Religión por un lado y Historia y Política por otro, pero juntos en el mismo vagón.
Y peor aún si el conductor del tren es un historiador de tendencias conocidas. Un conductor que decide el destino al que quiere llegar.
De este cóctel solamente puede surgir una resaca de odio y a las pruebas me remito.
Nadie niega que la masonería española ocupó importantes puestos en el Gobierno de la II República.
Pero es curioso este famoso historiador D. César Vidal, fuerte con los débiles y débil con los fuertes.
Es escasa su memoria al no recordar que el general D. Francisco Franco Bahamonde solicitó por dos veces su ingreso en la masonería, y que su solicitud fue rechazada precisamente por los militares masones. Hoy se trata de hacer creer que esto solamente es una leyenda urbana, pero los hechos son tozudos y su odio hacia la institución es achacado una y otra vez a que no fue admitido.
Y es cierto que al crearse las Cortes Constituyentes de 1931, de los 458 diputados que las componían, 183 eran masones. Un 39%. No era una mayoría absoluta, precisamente, aunque sí era un indicativo de las aspiraciones sociales de la España de entonces, que nadie niega estaba oprimida por el caciquismo rural por un lado y por la Santa Iglesia Católica por otro. Incluso el "Secreto de Confesión" había influido notablemente en plebiscitos anteriores, cuando los sacerdotes predicaban sin ningún pudor las bondades de los partidos derechosos desde el púlpito y desde el confesonario.
Mayor fue la participación de masones entre los firmantes de la Declaración de los Derechos del Hombre, 17 sobre 23.
Y cuando se creó el Parlamento Europeo, 70 parlamentarios eran masones.
¿Y qué?.
Ninguno de ellos fue perseguido posteriormente, como lo fueron en España.
¿Dónde está el problema?
¿No fueron acaso elegidos por el pueblo?
¿Entonces?
¿Por qué fueron elegidos estos y no otros?
¿Fueron acaso elegidos por el famoso contubernio judeo-masónico ideado por D. Francisco Franco Bahamonde para desprestigiar a hombres cuya única fuerza era la fuerza de la razón, frente a la fuerza de las armas que era la que él conocía?
El resultado del odio de la ICAR y de Francisco Franco contra los masones es bien conocido hoy: treinta y dos mil procesos, seis mil ejecuciones y doce mil víctimas entre exiliados, desaparecidos y encarcelados.
Como muy bien dijo en la V Conferencia Mundial de la Masonería el gran maestre español D. Tomás Sarobe, "Fue un holocausto, además de un genocidio cultural. Bastaba la acusación de ser masón para ser condenado en juicio sumarísimo, lo cual resultó muy útil para confiscar bienes, destituir cargos académicos y colocar amigos de confianza en su lugar o simplemente para librarse de gente incómoda al Régimen”.
Después vinieron los tiempos de los agradecimientos. La Iglesia Católica introducía a S.E. el Jefe del Estado en sus iglesias y catedrales bajo palio, privilegio que solamente correspondía (y hoy corresponde sola y afortunadamente) a la Sagrada Forma. No en todas. El Cardenal D. Pedro Segura, en Sevilla, condenó con la pena de excomunión a quienes concedieran al dictador tal privilegio reservado exclusivamente Dios. Problema de poca importancia, pues el Vaticano lo mudó de sede tras las quejas del dictador. A fin de cuentas, Dios probablemente estuviera muy contento por la purga de rojos, ateos, judíos y masones orquestada por su brazo armado, el Jefe de la Cruzada de Liberación.
Pero eso, naturalmente, D. César Vidal no lo cuenta.
D. César Vidal, en su obra "Nuevo diccionario de sectas y ocultismo", no duda en definir a la masonería como un grupo secreto cuyos miembros sólo se conocen entre sí: "Dentro de ese grupo hay gente que va recibiendo una iniciación progresiva o un conocimiento cada vez mayor en ciencias ocultas, que en apariencia tienen una finalidad buena y, sin embargo, en la práctica pueden tener una finalidad que dista mucho de ser tan buena".
Y ya está: la piedra lanzada y la mano escondida. Ahora todos los lectores hacen acto de fe con D. César Vidal y ya todos están enterados de que los masones son unos "comeniños" autores de todos los males que aquejan al mundo.
Tal vez sea porque la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana (la auténtica, por supuesto), jamás haya perdonado que haya quien la cuestione como Institución y le haga la competencia en sus "obras de caridad", que no de justicia social, pero como muy bien apuntó Tobi, no hizo ascos a la hora de admitir que el Banco Vaticano, dirigido por Paul Marcinkus, iniciara relaciones financieras con el Banco Ambrosiano de Roberto Calvi (íntimamente ligado a la Logia seudomasónica P2 creada por el mafioso Licio Gelli) y con Michelle Sindona, banquero siciliano en Nueva York, relacionado con la Cosa Nostra y a la vez íntimo amigo del arzobispo (católico, por supuesto) de Chicago, John Cody.
No, definitivamente, a la Iglesia auténtica, la Católica (Apostólica y Romana por más señas) lo que le importa es el dinero, no la procedencia del dinero. Lo mismo le daba si venía de Franco, de Pinochet o de Videla. Lo importante es que viniera.
Tampoco le importaba que llegase de una pretendida logia masónica. Ni que viniera de una fábrica de bombas, o de la Cosa Nostra o de una fábrica de preservativos o de anticonceptivos. Lo importante era que llegara.
Tan importante era que llegara el dinero que en aquellos revueltos días fue cuando falleció )de muerte natural) Albino Luciani, el Papa Juan Pablo I, tan preocupado en aclarar la financiación de la Icar.
Pero eso ya es otra cuestión.
¿O no lo es?
Malos compañeros de viaje:
Historia y Religión por un lado y Historia y Política por otro, pero juntos en el mismo vagón.
Y peor aún si el conductor del tren es un historiador de tendencias conocidas. Un conductor que decide el destino al que quiere llegar.
De este cóctel solamente puede surgir una resaca de odio y a las pruebas me remito.
Nadie niega que la masonería española ocupó importantes puestos en el Gobierno de la II República.
Pero es curioso este famoso historiador D. César Vidal, fuerte con los débiles y débil con los fuertes.
Es escasa su memoria al no recordar que el general D. Francisco Franco Bahamonde solicitó por dos veces su ingreso en la masonería, y que su solicitud fue rechazada precisamente por los militares masones. Hoy se trata de hacer creer que esto solamente es una leyenda urbana, pero los hechos son tozudos y su odio hacia la institución es achacado una y otra vez a que no fue admitido.
Y es cierto que al crearse las Cortes Constituyentes de 1931, de los 458 diputados que las componían, 183 eran masones. Un 39%. No era una mayoría absoluta, precisamente, aunque sí era un indicativo de las aspiraciones sociales de la España de entonces, que nadie niega estaba oprimida por el caciquismo rural por un lado y por la Santa Iglesia Católica por otro. Incluso el "Secreto de Confesión" había influido notablemente en plebiscitos anteriores, cuando los sacerdotes predicaban sin ningún pudor las bondades de los partidos derechosos desde el púlpito y desde el confesonario.
Mayor fue la participación de masones entre los firmantes de la Declaración de los Derechos del Hombre, 17 sobre 23.
Y cuando se creó el Parlamento Europeo, 70 parlamentarios eran masones.
¿Y qué?.
Ninguno de ellos fue perseguido posteriormente, como lo fueron en España.
¿Dónde está el problema?
¿No fueron acaso elegidos por el pueblo?
¿Entonces?
¿Por qué fueron elegidos estos y no otros?
¿Fueron acaso elegidos por el famoso contubernio judeo-masónico ideado por D. Francisco Franco Bahamonde para desprestigiar a hombres cuya única fuerza era la fuerza de la razón, frente a la fuerza de las armas que era la que él conocía?
El resultado del odio de la ICAR y de Francisco Franco contra los masones es bien conocido hoy: treinta y dos mil procesos, seis mil ejecuciones y doce mil víctimas entre exiliados, desaparecidos y encarcelados.
Como muy bien dijo en la V Conferencia Mundial de la Masonería el gran maestre español D. Tomás Sarobe, "Fue un holocausto, además de un genocidio cultural. Bastaba la acusación de ser masón para ser condenado en juicio sumarísimo, lo cual resultó muy útil para confiscar bienes, destituir cargos académicos y colocar amigos de confianza en su lugar o simplemente para librarse de gente incómoda al Régimen”.
Después vinieron los tiempos de los agradecimientos. La Iglesia Católica introducía a S.E. el Jefe del Estado en sus iglesias y catedrales bajo palio, privilegio que solamente correspondía (y hoy corresponde sola y afortunadamente) a la Sagrada Forma. No en todas. El Cardenal D. Pedro Segura, en Sevilla, condenó con la pena de excomunión a quienes concedieran al dictador tal privilegio reservado exclusivamente Dios. Problema de poca importancia, pues el Vaticano lo mudó de sede tras las quejas del dictador. A fin de cuentas, Dios probablemente estuviera muy contento por la purga de rojos, ateos, judíos y masones orquestada por su brazo armado, el Jefe de la Cruzada de Liberación.
Pero eso, naturalmente, D. César Vidal no lo cuenta.
D. César Vidal, en su obra "Nuevo diccionario de sectas y ocultismo", no duda en definir a la masonería como un grupo secreto cuyos miembros sólo se conocen entre sí: "Dentro de ese grupo hay gente que va recibiendo una iniciación progresiva o un conocimiento cada vez mayor en ciencias ocultas, que en apariencia tienen una finalidad buena y, sin embargo, en la práctica pueden tener una finalidad que dista mucho de ser tan buena".
Y ya está: la piedra lanzada y la mano escondida. Ahora todos los lectores hacen acto de fe con D. César Vidal y ya todos están enterados de que los masones son unos "comeniños" autores de todos los males que aquejan al mundo.
Tal vez sea porque la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana (la auténtica, por supuesto), jamás haya perdonado que haya quien la cuestione como Institución y le haga la competencia en sus "obras de caridad", que no de justicia social, pero como muy bien apuntó Tobi, no hizo ascos a la hora de admitir que el Banco Vaticano, dirigido por Paul Marcinkus, iniciara relaciones financieras con el Banco Ambrosiano de Roberto Calvi (íntimamente ligado a la Logia seudomasónica P2 creada por el mafioso Licio Gelli) y con Michelle Sindona, banquero siciliano en Nueva York, relacionado con la Cosa Nostra y a la vez íntimo amigo del arzobispo (católico, por supuesto) de Chicago, John Cody.
No, definitivamente, a la Iglesia auténtica, la Católica (Apostólica y Romana por más señas) lo que le importa es el dinero, no la procedencia del dinero. Lo mismo le daba si venía de Franco, de Pinochet o de Videla. Lo importante es que viniera.
Tampoco le importaba que llegase de una pretendida logia masónica. Ni que viniera de una fábrica de bombas, o de la Cosa Nostra o de una fábrica de preservativos o de anticonceptivos. Lo importante era que llegara.
Tan importante era que llegara el dinero que en aquellos revueltos días fue cuando falleció )de muerte natural) Albino Luciani, el Papa Juan Pablo I, tan preocupado en aclarar la financiación de la Icar.
Pero eso ya es otra cuestión.
¿O no lo es?