XXIII Entrega
El Invento de los ConclavesEl primer cónclave
Es con la elección de Celestino IV, en 1241, que se perfilan las bases del actual cónclave. A la muerte del Papa Gregorio IX el senador romano Mateo Rosso Orsini, ordenó encerrar bajo llave a los 10 cardenales para acelerar la elección del nuevo pontífice y evitar la influencia del emperador Federico II en el proceso electoral.
Las condiciones del encierro fueron tan duras –sólo como ejemplo, cada vez que se dormían los purpurados recibían un baño de agua helada y mal oliente– que durante los dos meses que duró el cónclave murieron dos cardenales. Finalmente fue nombrado Celestino IV, quien ya muy debilitado por el encierro murió 17 días después. El temor a un encarcelamiento similar llevó a los purpurados a huir de la Ciudad Eterna, hasta la elección, en 1243 de Inocencio IV en el primer cónclave oficial de la historia.
La muerte de Celestino IV obligó a la Iglesia a nombrar un nuevo pontífice, pero tenía primero que salvar el obstáculo que había fraguado Federico Barbarroja al encarcelar a dos integrantes del Colegio Cardenalicio. Durante año y medio la silla de San Pedro estuvo vacante. Una vez nombrado, Inocencio IV modificó el colegio de cardenales con la designación de cuatro franceses, d
os españoles y un inglés, para contrarrestar el poder de los once italianos.
El Colegio Cardenalicio, compuesto por ocho purpurados, eligió a Urbano IV en 1261. Urbano nombró once cardenales más, seis de ellos franceses.
Un problema generacional entre los purpurados provocó una nueva división en 1268, que duró tres años durante los cuales una vez más el trono de San Pedro estuvo desocupado. A un lado se colocaron los cardenales jóvenes y al otro los viejos. Para apurar la elección del nuevo Papa las autoridades civiles de Viterbo le quitaron el techo al palacio donde estaban sesionando y amenazaron a los electores con eliminar la comida. La presión llevó a San Buenaventura a proponer una salida a la división: designar una comisión de seis cardenales que tendría la responsabilidad de nombrar al Papa, lo que hicieron designando otra vez a un laico, Gregorio X. Esta elección marcó el nacimiento del cónclave, es decir, el lugar donde los cardenales se encierran para elegir Papa.
A Gregorio X la Iglesia le debe la constitución In eligendis, que impuso el lugar de la muerte del Papa como la sede natural de la elección de su sucesor. Además estableció que los oficios sagrados en honor al Pontífice muerto no podían durar más de nueve días y ordenó que en el día décimo los cardenales se reunirían para nombrar al nuevo Vicario de Cristo y esperarían un día más la llegada del resto de príncipes de la Iglesia para iniciar el cónclave. Además estableció que si después de tres días no había elección, los cardenales sólo tenían derecho a un plato de comida diario durante los siguientes cinco días. Después de este tiempo, serían sometidos a pan y agua hasta el nombramiento del sucesor de San Pedro.
A la muerte de Gregorio X el primer cónclave oficial de la Iglesia católica eligió, el 21 de enero de 1276, al Papa Inocencio V, fallecido cinco meses después. El cónclave fue citado en la basílica de Letrán para la elección de Adriano V, un laico que no alcanzó siquiera a ser ordenado sacerdote por haber muerto a los 28 días de su elección. Fue Papa del 11 de julio al 18 de agosto de 1276.
Antes de morir Adriano anuló los decretos pontificios sobre la elección papal pero no tuvo tiempo de formular las nuevas normas que tenía en mente. Este hecho generó varios problemas para designar a Juan XXI, pues no existían mecanismos para la siguiente elección.
En julio de 1294 sucedió un hecho trascendental con la designación de Celestino V. Nunca fue a Roma y abdicó a los cinco meses y ocho días (del 5 de julio al 13 de diciembre de 1294). Antes de tomar esta decisión le propuso al Colegio Cardenalicio que nombrara a tres cardenales en su reemplazo, pero los purpurados rechazaron el ofrecimiento. Tres días antes de renunciar revivió las normastablecidas por Gregorio X para realizar el cónclave de su sucesor.
Durante 62 años, de 1316 a 1378, Avignon fue residencia consecutiva de seis papas: Juan XXII, Benedicto XII, Clemente VI, Inocencio VI, Urbano V y Gregorio XI, todos franceses. El cambio de sede pontificia a territorio francés fue ordenado por Clemente V para evitar que la Iglesia quedara expuesta a las guerras partidistas que sufría Italia. Gregorio XI retornó a Roma donde murió 14 meses después, a la edad de 48 años.
La elección de Urbano VI, en abril de 1378, marcó el inicio de los cónclaves en el Vaticano. 22 purpurados conformaron el Colegio Cardenalicio, pero 16 iniciaron el proceso electoral sin esperar a los otros seis que vivían en Avignon. A la cita llegaron once franceses, cuatro italianos y un español. Se encerraron el 7 de abril de 1378, con la presión del pueblo romano que exigía el nombramiento de un Papa romano o por lo menos italiano. Por una ventana los electores escuchaban cómo las protestas del pueblo aumentaban con el paso de los días.
Como no había consenso en torno a ningún cardenal, uno de los asistentes insinuó el nombramiento de un candidato que no estuviera presente en el cónclave. Esta iniciativa se impuso y fue llamado el arzobispo de Bari, Bartolomé Prignano, y otros cinco obispos más. La muchedumbre interpretó en ese hecho que ya había Papa y por la fuerza ingresó a la sala de la elección. En medio del desorden alguien señaló como pontífice a Tebaldeschi, un viejo purpurado que de inmediato fue aclamado y llevado en hombros hasta la basílica de San Pedro. Sin embargo, Prignano, con el apoyo de varios cardenales, consideró que el pontífice legalmente nombrado era él, por lo que asumió el trono de San Pedro bajo el nombre de Urbano VI.
De inmediato comenzó el debate sobre la legalidad de este nombramiento. El Colegio Cardenalicio anuló el cónclave y en septiembre de 1378 eligió como Papa a Clemente VII. Esta designación originó un nuevo cisma; Urbano VI se quedó en Roma y Clemente VII en Avignon. Urbano murió en 1389, posiblemente envenenado, y Clemente falleció en 1394.
A la muerte de Urbano fue nombrado Bonifacio IX, quien gobernó la Iglesia enfrentado al antipapa Benedicto XIII. Para resolver la división la Universidad de París propuso tres alternativas: la renuncia simultánea de los dos Papas; una negociación directa entre ambos para elegir a otro o convocar un concilio ecuménico. En medio de las discusiones murió Bonifacio en octubre de 1404, pero el cisma siguió e incluso se extendió durante el papado de Inocencio VII, de 1404 a 1406.
En mayo de 1409, durante el pontificado de Gregorio XII, fue convocado un concilio para resolver el cisma entre este Papa y el antipapa Benedicto XIII. Los cardenales decidieron que la mejor manera de unir a las partes era destituirlos de manera que ambos fueron acusados de mantener el cisma, de herejía y perjurio por no cumplir el juramento que habían hecho de renunciar a sus cargos para superar la división.
Reunido nuevamente el concilio eligió a Alejandro V y así la Iglesia llegó a tener tres Papas a la vez: Benedicto XIII, Alejandro V y Gregorio XII.
Al morir Alejandro V, el 3 de mayo de 1410, fue reemplazado por el antipapa Juan XXIII, destituido luego y encarcelado en 1415. En ese mismo año Gregorio XII renunció al papado.
Así las cosas los cardenales decidieron conformar un gobierno del concilio entre el 4 de julio de 1415 y el 11 de noviembre de 1417. Es decir, la vacante pontificia fue ocupada por un concilio que guió a la Iglesia durante dos años debido a que Benedicto XIII se negó a renunciar. Después de ser destituido el concilio preparó el nuevo cónclave, al que asistieron 23 cardenales electores. Alemania, Italia, España, Inglaterra y Francia, acordaron con el Concilio designar a otros 33 laicos o embajadores de las potencias europeas. En tres días de votaciones fue nombrado Martín V, en noviembre de 1417.